Anegados por la teoría : Caminamos por
una zona que poco a poco va cubriendo la marea, por lo que el paisaje no deja
de cambiar. Este es otro de los encantos de la playa. El cielo está cubierto
por unas nubes que dejan pasar el sol justo para que no nos tengamos que poner
una camiseta. El verano, defendido por la poca gente que hay en la arena,
parece dispuesto a rendirse antes de que le llegue la fecha, dejando unos días
sin estación. Es agradable caminar por esta frontera.
Daniel me cuenta una historia que
tiene en la cabeza. No le digo que es una mezcla de “Aragon” y de “La isla de
Nim”, dos películas que hemos visto estos días. Para demostrarme que es una
buena idea, se detiene en los detalles con una meticulosidad que resulta
agotadora. El agua del mar va subiendo por momentos mientras caminamos.
Pasado un rato, viendo que él mismo
se encuentra rodeado por una abundancia de detalles que pueden acabar
engulléndolo, le cuento de dónde ha sacado esa idea para que no le dedique
tanto esfuerzo. Se queda un poco sorprendido. Luego se enfada. Le explico que
es difícil encontrar historias originales, que todas, analizadas, acaban
reduciéndose a unos planteamientos básicos que están identificados.
Hacemos la última parte del paseo en
un silencio del que me arrepiento. El agua, como la teoría de la que he hablado,
lo ha cubierto ya todo.
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