Los candados del verano : El candado que abre el verano no es el que uno
desearía. Por eso es mejor empezar los días como si nada hubiera cambiado para
no pasarse las vacaciones forzando uno que no va a ceder. No pasa nada por ir
al Mercadona del lugar a primera hora para hacer la compra y descubrir que es prácticamente
igual al que tienes en casa (salvo esos letreros en valenciano). Tampoco pasa
nada por dejar la playa por la piscina aunque quede mucha mañana por delante.
Tampoco hay por qué dormir en esas horas en las que normalmente no se duerme,
ni salir a pasear cuando todos lo hacen para tomar algo en una mesa pequeña
junto a otra mesa en la que unos padres y sus tres hijos ya están cenando unas pizzas.
También se pueden dejar de lado las compras en los mercadillos o la cena en el
restaurante de moda. Mejor tantear la vida cotidiana y descubrir ese candado
abierto cuando se van pasando las páginas del libro ("El enigma", de Jan Morris) y nadie viene a interrumpir
la lectura, ni siquiera esa vaga sensación de culpa con la lista de todas esas
otras tareas en las que podrías estar empleando el tiempo.
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