El lujo de un plato casi vacío : La
bandeja recién servida, repleta de marisco, parece un escudo con el que
defenderse de cualquier golpe de mala fortuna que pueda llegar en el futuro. Esta
abundancia funciona también como un conjuro frente a las carencias del pasado,
como si así quedaran anuladas, hundidas en el tiempo, sin fuerza ya para
afectar al humor: una historia que le pasó a otro. Para que el rito funcione completamente,
hay que comérselo todo y hacerse con esa riqueza que una vez en el estómago calienta
el ánimo y concede una limitada sensación de ser invulnerable.
Quizás no me guste el marisco porque
soy inmune a ese efecto que es más evidente conforme aumenta la edad de los
comensales. Frente a esa acumulación de animales, hubiera preferido algo más
minimalista. Una camarera que fuera trayendo una pieza de cada en un plato y
nos la hubiera explicado. Ahí está para mí el lujo. Sin esa historia, ando un
poco perdido, incapaz de valorar todo lo que voy comiendo.
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