El trago que cierra la historia : No
hay etiqueta en la que se especifique cuánto tiempo puede permanecer la botella
de vino abierta porque se supone que si se descorcha tardará poco en beberse:
una celebración no puede darse por terminada, aunque se hayan marchado los
comensales, si queda alguna botella con vino.
En el terreno doméstico sucede algo
parecido. Parece que la botella pierde valor cuando se le pone el corcho y se
la devuelve a la nevera a que espere, como un delantero al que se le obligara a
ver el resto del partido desde el banquillo después de marcar un gol. Aunque
pretendamos que nada ha cambiado al día siguiente, la devaluación es evidente
porque el sello nuevo de ayer lleva hoy el matasellos de la nevera.
Pero hay elementos circunstanciales
que son capaces de compensar la autoestima de la botella que un día se abre con
un sacacorchos y al día siguiente tirando con fuerza con la mano. Basta con
aprovechar ese tiempo para pegarla a nuestra experiencia y ofrecerle así unas
líneas extra a su biografía.
La botella de Barcolobo que abrí
hace dos días me ha acompañado en la lectura del final de “La granja”, de John
Updike. Se puede decir que la última copa ha coincidido con las últimas hojas
de la novela. Ha tenido suerte la botella con este emparejamiento porque la
novela de Updike es una auténtica lección de cómo se escribe, la prueba de que
con una trama sencilla (el fin de semana que pasa un hombre en la granja de su
madre para que conozca a su nueva mujer y al hijo de ésta) puede contarse
mucho, el ejemplo de que el lenguaje muestra toda su poder justo cuando se
acerca a esos terrenos en los que, paradójicamente, parece volverse inútil para
expresar lo que ahí ocurre.
El libro está ya colocado entre los
que más me han gustado últimamente. Pegado a él, el recuerdo de la botella que tenía
al lado en la mesa y que, por sus características, me obligaba a avanzar lentamente por
las palabras, como si en vez de leerlo, también estuviera bebiendo del libro.
Aunque hubiera llegado al final de la historia, no habría tenido la impresión
de acabarlo realmente si la botella no hubiera estado vacía al cerrar el libro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario