Marcharse es más fácil que llegar : A
veces, marcharse de los sitios es más fácil que llegar. Por media, suelo
necesitar unos cuatro días para sentir que estoy en un lugar. En ese periodo de
transición manejo la realidad como si me hubiera despertado zurdo sin saberlo y
me empeñara en seguir utilizando la mano derecha. Hay torpeza, falta de
precisión y un desapego con lo cotidiano que aumenta conforme más insisto en
servirme de los viejos patrones. Quizás por eso exista la frase “utilizar la
mano izquierda”, como una invitación, femenina, a ser menos rotundo y más sutil.
Luego, asimilado el cambio, es cuestión ya de práctica. La realidad se
convierte entonces en un sitio habitable, amigable, cercano. Los días y el vino
pasan sin prisas.
Irse, decía, es menos complicado.
Puedo ser consciente de que éste va a ser mi último baño en la playa con los mellizos.
La última vez que coloco la sombrilla. La última vez que me doy crema. La
última vez que miro alrededor y pienso que mucha gente tiene cara de estar
aburriéndose mucho. La última vez que aclaro los cubos. La última vez, en fin.
Aunque me lo diga, el cuerpo, algo rota la comunicación con la cabeza en estos
días de vacaciones, cree que esa relación de adioses no le afecta, que mañana
volverá a haber playa y olas y partidas al Uno y expediciones en busca de
conchas. Te lo puedes llevar sin que ofrezca ninguna resistencia ni experimente
algo de nostalgia. Así de fácil. Solo se rebela cuando se ve metido en el coche, con las maletas
detrás y el primer cartel indicando la distancia que queda hasta casa. Momento
éste en el que se envuelve en una depresión silenciosa.
Antes de abandonar definitivamente
la playa, me giro y hago una fotografía a una cuerda atada a un grueso poste de
madera con un nudo rotundo y poco elegante. El nudo, independientemente de su
calidad, expresa ese deseo de permanecer atado a los sitios. Me parece lo
suficientemente sutil como para que mi cuerpo lo descubra y asimile que todo
esto, en fin, se ha acabado. La imagen funciona mejor que las palabras: dedico
un rato a mirarlo todo y a llenarme los pulmones con este aire como si el
regreso fuera una de esas comidas desagradables que te tragas sin respirar.
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