Boceto para una
escultura : El coche ya está cargado. Sólo falta una bolsa, la excusa para volver
a la habitación y hacer una fotografía a las camas de los mellizos. La de la
izquierda es la de Lucía; la de la derecha, la de Daniel. La puerta de la
terraza está abierta y llega el olor del mar con una intensidad que sólo tiene cuando
llegamos y nos marchamos. Los pliegues de las sábanas parecen la espuma de las
olas al alejarse.
Estas son las camas que cubrimos
con globos la mañana de su cumpleaños, las camas en donde han leído con ganas (por fin) los
libros de Kika la bruja, donde se han tumbado para ver algunas competiciones de
las olimpiadas, donde han montado los Lego que les regalamos, escondiéndose y
apareciendo entre sus arrugas algunas piezas, donde se han peleado y saltado y
remoloneado cuando llegaba la hora de salir a desayunar, las camas en las que
se tumbaban con la piel cubierta de crema. Son las camas en las que se
acostaron con siete años y se levantaron con ocho.
Me gusta esa consistencia de
escultura que tiene la imagen en la fotografía : a veces hay suerte y obtienes
mucho más de lo que esperas.
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