Dedicado a Justin Bieber y los suyos.
El Club de la Tragedia : Teatro Romano de Mérida :
Coordenadas: Según se está en la
Dehesa del Castúo, tomándose un Zalea con una ración de jamón ibérico, a la
derecha, detrás de la caseta en la que se venden las entradas del 58 Festival Internacional
de Teatro Clásico de Mérida. Pero vamos, que esto es como preguntarle a algún
vecino de Concha Espina por dónde cae el Bernabéu : salvo que sea como esos
muñecos didácticos con venas de color rojo y azul, sabrá indicarlo bien.
Tipología: Teatro urbano, majo. Es
ése que aparece tanto en la televisión, en la parte cultural de los
telediarios, con tipos vestidos de blanco moviendo mucho los brazos y matando a
sus padres para casarse con sus madres, o al revés.
Fecha: Tiene sus años, pero no está
mal. Es de las pocas construcciones de las que uno no piensa “joder, qué falta
de mantenimiento. La crisis”. Ya era así antes de la crisis.
Capacidad: Depende del dinero que
uno quiera gastarse. Cerca del escenario (36 euros), en sus sillas forradas de
rojo, caben pocos. Conforme nos vamos alejando y subimos hasta el gallinero (12
euros), uno anda más apretado porque ahí no asignan un sitio. En el mundo de la
cultura, a los pobres se les llama “No numerados”.
Orquesta
: Tres músicos. Dos a la percusión y otro a los teclados. Uno de los
percusionistas es canario. De los otros sabemos poco porque la música es un
lenguaje universal que no se detiene en esos detalles.
Localización : Exterior,
noche.
Mi lectura de
cabecera : “Grupo salvaje”, de Manuel Jabois
Out of print : Que sí, que no, que
sí, que no. Al final cogemos cuatro entradas en el gallinero para ver “La Odisea”
de “El Brujo”. La chica que me atiende me recomienda que nos llevemos cojines
porque el piso es irregular. Irregular : los condenados podían elegir entre
enfrentarse a los leones o ver aquí una obra. “El Brujo” se retrasa veinte
minutos y la obra empieza a las once, con los mellizos perdiendo energía por
momentos. Llegaremos hasta donde ellos se queden con el indicador a cero. Nos
acordaremos de estos veinte minutos.
Ahí está el escenario, listo. No sé
si las liturgias religiosas me dicen tan poco porque para mí lo significativo
se dice en un escenario o el camino ha sido el contrario. En cualquier caso,
cuando las luces se apagan y “El Brujo” baja hacia el pequeño escenario que se
ha acotado, bromeando sobre su traje, todas mis ideas, dispersas, se reúnen
aquí y ahora, como los miembros de una familia en una celebración, y no hay
nada que importe más que el presente. Ese presente que crece en el escenario.
Dice en el programa “El Brujo” que
su intención es “presentar un mundo fantástico para un público que no tiene
tiempo para leer estos textos pero que está ávido de ellos” y que “el
espectáculo estará conectado desde la perspectiva de la Diosa Palas Atenea,
verdadero artífice de las aventuras de Ulises a través de su origen de retronó a
Ítaca”. El estilo elegido por el Brujo es festivo y, más que representar una
obra, pone en escena varias buscando, sobre todo, agradar al público. Tira de
la cuerda del texto para acercarlo a nuestra época en vez de exigirnos que
seamos nosotros los que hagamos el viaje hacia él. Es una estrategia que funciona,
haciendo de él un monologuista de “El club de la Tragedia” que mezcla la subida
del IVA con la descripción de los encantos de Circe, la presión de Merkel con
las estrategias para escapar de Polifemo o las dudas de Rajoy con el interés de
Palas Atenea por llevar a Ulises a su casa.
Ese enfoque me parece mal. Me
parece mal porque. No, ahora me parece bien. Bien porque. No, mal, no me gusta.
Espera, sí, sí me gusta. “El Brujo” va haciendo guiños a todos los tipos de
espectadores que estamos ahí, como si jugara una partida de ajedrez con cada
uno de nosotros, hiciera su movimiento, y pasara a la siguiente. Sí hay que
reconocer que nunca vas a olvidar las escenas que él cuenta y que sabe quitarle
esa rigidez académica que puede mantener el texto lejos más que por su
contenido por su tratamiento. Usando una descripción del libro de Jabois sobre
el fútbol que ahora se defiende :
“En España se siente muy mal el
fútbol, torvamente. El canon establece que el balón no ha de lanzarse más allá
de un metro, están mal vistos los saques de falta y los corners (así que se
pone el balón en juego como de niños, agachándose un momentito para tocar el
cuero con la mano y pasárselo a cualquier para que “construya” la jugada) pero
sobre todo está vetado el disparo a puerta, algo visto como primitivo, propio
de una cultura ajena que hay que abolir. El tiro de toda la vida, lo que los
ingleses llamaban el chut, es casi violencia de genero, por tanto el juego
consiste en mantener la posesión de la pelota hasta tres días después del
partido. Si el rival, por aburrimiento, se pone a meter goles por su cuenta,
eso se tildará automáticamente de felonía y antifútbol, y se le condenará a ser
tema de tertulia deportiva, que no hay en España castigo peor. Hay que defender
la patada y con la patada a una cierta afición”
“Grupo salvaje” – Manuel Jabois -
Página 50
“El Brujo” saca “La Odisea” de sus tertulias y
se dedica a servirla a base de balonazos con la intención de que algunas de sus
reflexiones crucen los tres palos. Es un estilo directo que funciona y que,
entre sus juegos verbales, va presentando poco a poco al personaje y los temas
que están por debajo. Somos una clase numerosa con un profesor que prefiere que
ninguna oveja se le quede atrás, aunque por ese motivo se avance muy poco. A
veces muestra hasta dónde podría llegar, como en su análisis sobre la escena de
los marineros convertidos en cerdos, pero esa reflexión afilada se convierte en
una excepción porque su objetivo es otro : que sospechemos que textos como éste
pueden sernos útiles aunque no pueda entrar en profundidad a explicar el por
qué.
Desgraciadamente, nuestro viaje con
Ulises se termina cuando todavía no ha llegado a Ítaca. Es la una y media y los
mellizos, agotados, aprovechan el intermedio para pedirnos que nos marchemos.
Se queda en el aire el cierre, la intención por la que Atenea quería que Ulises
llegara a Ítaca. Si el propio Ulises hubiera viajado con niños su viaje también
habría sido mucho más largo. Si la obra hubiera empezado a su hora veríamos el
final. Si el fútbol fuera académico, no habrían existido tipos como Juanito.
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