“Prometheus” : Cuestión de cabeza : Salgo
de ver “Prometheus” un poco desorientado: en la señal ponía Ridley Scott y al
final he acabado, después de dos horas de camino, en una tierra extraña en
donde las ranas podrían soltar frases bíblicas. Entré optimista en la sala,
como Pep antes de una rueda de prensa, y he salido crispado, como Mourinho después
de responder a los periodistas, con la cabeza llena de porqués : hemos recibido
cien piezas de puzle para descubrir el mapa de la historia, pero cada una venía
de una caja diferente, así que darle coherencia a todo lo visto es un poco
imposible, y añado lo de poco por respeto a Ridley Scott.
Ya ha anochecido cuando vuelvo a la
calle, cabizbajo, silencioso, encajando una pieza con otra a base de martillazos
mentales mientras camino.
Me paro frente a un escaparate
porque veo a una maniquí decapitada, la patrona de los guionistas, que tal vez
pueda explicarme qué pinta la gran cabeza que aparece en la nave. Es una
pregunta tan válida como cualquiera de las cientos que tengo en la cabeza.
Cientos. Podría estar más tiempo del que dura la película haciendo preguntas
sobre ella. Eso sí que tiene mérito, Ridley.
Pregunta : ¿Qué pinta esa cabeza
gigante en una nave de guerra? ¿Es que los ingenieros son artistas? ¿Es que quedaba
bien? ¿Tiene una función religiosa? ¿La van a colocar a la entrada de alguna
discoteca de la zona del Hipódromo? ¿Es el busto del rey de los ingenieros? ¿La
han comprado en una tienda de antigüedades en una parada técnica anterior? ¿Se
la van a vender a algún guionista?
La maniquí descabezada no contesta,
claro. La que tiene al lado, inmóvil y sin muchas ganas de trabajar, la patrona
de los funcionarios, se encoge de hombros.
-Te ayudaría, pero te falta el
impreso oficial para plantear la pregunta.
Sigo igual de perdido. No sé nada. Viendo
la luz del escaparate sobre dos figuras desnudas, de noche en una calle, me acuerdo
de un cuadro de Hopper y entonces descubro que algo sí qué sé. Es ese cuadro de
una chica sentada en la cama en la habitación de un hotel, con la maleta cerca
de ella, su vestido, todavía tibio, sobre una silla, y un papel en las manos.
No, no son los horarios de los trenes, por mucho que lo afirme la mujer de
Hopper. Se trata de la crítica de Oti Marchante sobre la película. La mujer,
que acaba de ver la película, vuelve a leerla. Que pinche Ridley Scott está
mal, pero que además lo haga Marchante es ya la señal de que estamos perdidos,
muy perdidos, sin referencias, solos y abandonados en un espacio frío en el que
nadie puede escuchar tu grito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario