Schopenhauer en
Benidorm : Schopenhauer era la caña. Vaya prenda. Le escribe su madre :
“Lo diré bien claro: mientras tú
seas como eres, yo preferiría hacer cualquier sacrificio a consentir en tenerte
cerca…Lo que me repele no es algo innato en ti, sino tus ideas, tu manera de pensar,
tus hábitos; dicho de otro modo, no estamos de acuerdo en cada que concierna al
mundo exterior.
Mira, querido Arthur, cada vez que
venías a verme se producían escenas violentas por cualquier tontería, y sólo
volvía a respirar cuando te marchabas, porque tu presencia, tus quejas sobre
cosas inevitables, tus malas caras, tu pésimo humor, las extravagantes
opiniones que profieres (…) todo eso me deprime y preocupa, sin que a ti te
ayude”
Era un tipo que dedicaba el día a
pensar, nadar, tocar la flauta, comer siempre, solo, en el mismo sitio, pasear
mientras hablaba con su perro, leer y volver a pensar. Tengo que reconocer que
leer sobre él en la playa es un buen contraste en alguien que consideraba a los
demás meros bípedos
“A los treinta años estaba
completamente harto de tener que considerar mis iguales a individuos que no lo
eran en absoluto. Mientras un gato es joven, juega con bolas de papel porque
las cree vivas y las considera similares a él. Así me ha ocurrido a mí con los
bípedos humanos”
Un buen bicho asocial,
independiente y egoísta del que uno se alejaría si no fuera porque tiene algo
interesante que decir. En medio de tanto ruido hay alguien que propone una
forma de vida, que acertada o no, pretende ser una liberación a través del
control del deseo (sí, sobre todo sexual).
Me siento bien leyendo sobre él, sacando
tiempo entre playa y piscina, para estudiar sus ideas. Me podría haber dedicado
a esto pero en mi infancia leí demasiados tebeos de Mortadelo y Filemón y tengo
una vena gamberra que me impide alcanzar esos aros que cuelgan desde las
grandes teorías para lucirme. Sé que no llegaré.
Por ejemplo : En el baño pienso que
debería darles unas lecciones básicas a los mellizos sobre Schopenhauer para
contrarrestar todas las estupideces que reciben diariamente en Clan (peligroso)
o Disney Channel (tóxico). Un Schopenhauer para niños. Busco la mejor manera de
presentar sus ideas, pero entonces se cruza el espíritu Ibáñez y me doy cuenta
de que en el váter hay una cara, claro. Y llamo a Daniel para que la vea. Y la
ve, claro, y coge un rollo y saca un poco de papel para ponerle unas cejas.
-¿Sabes qué come este señor?
-******* (Risas)
-¿Sabes qué bebe este señor?
-******* (Risas)
Se me ocurre entonces un título
para un libro sobre Schopenhauer en el que unir mis dos tendencias antagónicas.
No sé en qué género lo incluiría, eso sí.
Esto sí que es un haiku visual. Equiparable al de la rana, pero en fotografía. Eso sí, más existencialista que zen.
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