La era del hámster : Pronto entraremos
en la era del hámster. Esta costumbre de definir las épocas con animales es muy
china y me parece más cercana. Pasamos la del pez (de acuario), más mal que
bien (hubo algunas bajas), cruzamos la de la araña (película y tebeos), la del murciélago (más películas
y más tebeos) y en unos días nos instalaremos oficialmente en la del hámster
trayendo uno a casa.
Amor a primera vista. Hace unos
meses, mientras yo compraba carbón para el filtro del acuario, Daniel se fijaba
en un pequeño hámster marrón que debió ver que Daniel era el niño que le
convenía. Por parte el hámster también hubo amor a primera vista. Costó
bastante separarlos. Daniel le dijo que volvería, que lo de convencer a sus
padres era fácil, que los hámster no dan trabajo y el hámster le dijo que le
esperaría comiendo pipas y cagando, que son, básicamente, las dos cosas que
debe hacer un hámster. Amaral habría hecho una canción muy bonita con esta
escena.
Tan claro lo tiene Daniel que se ha
pasado el verano buscándole un nombre al hámster.
Veo esta tarde en un cartón de
leche un anuncio que te anima a adoptar una vaca. Puede ser una opción. En vez de
comprar un hámster, pequeño y aburrido, apadrinar una vaca de Asturias, grande
y llena de leche. Puede ser un buen cambio : en Asturias se come bien. ¡Toda
una vaca! Cambiaríamos la era del hámster por la de la vaca.
Me imagino llevando una foto suya
en la cartera, recibiendo de vez en cuando unas cuantas jarras de leche,
leyendo alguna carta suya contándonos cómo es eso de ser vaca y que hay un toro
que la mira con buenos ojos, y pensando en traerla a Madrid para que vea esto y
conozca a sus hermanos adoptivos. La idea me gusta, básicamente, porque ya nadie
manda felicitaciones por Navidad y así me aseguraría una con algunas palabras
de cariño, de esas que dicen las vacas por Asturias.
Intento buscar argumentos para
convencer a Daniel y no los encuentro. Leo el tetrabrik por si aparecieran consejos
para convencer a un niño de ocho años. Nada. Ni siquiera un teléfono al que
llamar para que alguna psicóloga infantil logre que un niño vea con buenos ojos
cambiar un gato o un pájaro por una vaca de ojos azules rodeada por corazones
silbantes, como los del dibujo. Vaya vaca bonita y qué pena que el Fary ya no
pueda hacerle una canción, con lo bien que le quedó la del toro.
Pero el vínculo con el hámster es
demasiado fuerte. Está en esa edad en la que parece más fácil querer a un
animal pequeño que a uno grande. Ya se ha informado sobre lo que le importa :
qué come un hámster y qué se hace con él cuando se muere. Se lo imagina ya corriendo
como un condenado por su rueda. Y nos ha asegurado que no se le escapará, que
le cuidará, que le llevará al veterinario. Esto, no nos engañemos, hace que lo
de la vaca sea complicado. Más aún porque Daniel toma leche sin lactosa y no
creo que sea fácil encontrar una vaca que de leche así.
Una pena. Voy a por naranjas.
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