La mirada invisible : Da igual la
actividad. Lo importante es este momento en el que puedo observarlos con cierta
distancia porque están centrados en algo de lo que no formo parte (solo como
espectador). Es lo más parecido que voy a encontrarme a ese agujero por el que
me gustaría verlos en el colegio (copiando un texto de la pizarra, llevando su
bandeja en el comedor, charlando con los amigos en el recreo, arrastrando la
mochila por el pasillo, secándose el pelo después de natación) y descubrirlos
cuando son ellos, sin la inevitable modificación que mi presencia les causa.
Cuando son ellos.
Por eso me gustan estas clases de
los sábados. Que hagan pádel, tenis o gimnasia : da absolutamente igual. Las
discusiones sobre si este deportes es el más adecuado o no me dejan frío,
porque no es eso lo que busco. Quiero estar aquí sentado, viendo cómo el
profesor aparece por el pasillo tirando de su carro repleto de pelotas y ellos
le quitan las fundas a las palas; quiero ver sus reacciones cuando fallan,
cuando dan un buen golpe, cuando bromean o se pican entre ellos, cuando algo
les cuesta, cuando se caen, cuando se quejan porque tienen calor, cuando salen
a beber agua antes de que les den permiso, cuando se distraen, cuando tratan de
subirse la puntuación en un juego, cuando comparten un ataque de risa.
Pero todo esto lo razono después de
la charla con María sobre la necesidad de ir reduciendo gastos : basta mirar
alrededor para no preguntarse por el qué, sino por el cuándo. Entiendo sus argumentos
económicos porque caminamos sobre ellos. Sabíamos bastante de economía y,
ahora, mucho más. El problema es que no somos capaces de descubrir lo que fluye
más abajo porque el discurso de los economistas ha asfaltado completamente la
realidad, dejando que, por algunas grietas, surjan unas cuantas ideas como mala
hierba.
-Lo veo como un lujo. Tampoco es un
deporte al que ellos se vayan a dedicar.
Es caro pero no es un lujo : es lo que cuesta ser invisible.
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