Rodeados de nieve
en el salón : Lo vuelvo a pensar. ¿Por desear la muerte de casi todos los
personajes de las series para adolescentes de Disney puede caerme una
condena?. No me refiero a los actores (malos), sino a los personajes
(aborrecibles). Cada vez que veo a los mellizos delante de una serie de Disney
(“Buena Suerte, Charlie” se salva ahora y siempre) se me pasan por la cabeza
métodos de tortura con todas esas optimistas y vociferantes criaturas de
centros comerciales que harían mirar a otro lado al títere de Saw.
Pero siempre que se cierra la
puerta de Disney, se abre la ventana de “Hora de Aventuras”. Hoy cambiamos de
canal en el momento preciso en el que comienza “Thank you”, mi capítulo
favorito : la diferencia entre bajar solo en el ascensor de cadena en cadena o
hacerlo con la monitora de spinning que, recién duchada y vestida para ir al
gimnasio, se cuela por la puerta. ¡Qué gran capítulo!
El Nievegolem se queda sin peras y
sin bellotas, que son la base de su alimentación. Sale de su casa a buscarlas y
se encuentra con los Lobos de Fuego. Ambos son enemigos, por razones obvias.
Hay una lucha, como de rivales en el túnel de vestuarios, y cuando todo parece
solucionado, una cría de los Lobos de Fuego sigue al Nievegolem y éste se ve
obligado a cuidarla durante la noche en su casa rodeada de nieve.
Siendo buena la historia, y los
dibujos, y los detalles, y esa sensación de estar en un spin off de la propia
serie, lo mejor es que apenas hay diálogo. Solo se escucha la nieve, y los
extraños gritos del Nievegolem, y los ladridos de fuego del Lobo. Los cuatro
estamos en el salón envueltos por ese silencio frío. Supongo que parte del
encanto está en asistir a una historia que, contrariamente a las de Disney, no
necesita de nosotros para existir.
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