Los ojos de Spiderman : Uno de los
temores de Daniel es desvelarse por la noche.
La propia palabra le pone nervioso : no sé el recorrido que hará por su
cabeza, como esas monedas que caen en una máquina y que improvisan diferentes
caminos según rebotan en los obstáculos que se encuentran. Le digo que no tiene
de qué preocuparse, pero la palabra sigue su curso descendente, ajena ya a lo
que le cuente. Tal vez le suene a enfermedad de adultos. A castigo, a un tropezón
en el que tu sueño, como agua en un vaso, cae sobre la arena del desierto para
desaparecer.
Hoy aparece varias veces en el
salón. Abre lentamente la puerta, camina hacia nosotros, echa un vistazo a la televisión
(congelada en una escena del segundo capítulo de la séptima temporada de
Dexter) y nos dice que no puede dormir, que ha intentado pensar en todo y que
ya no se le ocurre nada más.
Nunca he tenido insomnio, así que
no puedo serle de ayuda. Las dimensiones de la cama son la frontera que no
atraviesa ningún problema. En ese ring solo entro yo y mi subconsciente, que a
veces me prepara unas veladas oníricas que pa qué : si por las mañanas no me
hago una lobotomía con la cuchara con la que echo el Cola Cao a los mellizos
es porque con el afeitado ya pierdo demasiada sangre. Me muevo por mi sueño
como un surfista por las olas, rápidamente y sin profundad, cuando a veces me
gustaría abrir los ojos con la impresión de haberme paseado por las zonas
abisales con James Cameron al lado. Pero de insomnio, nada.
Daniel nos mira, esperando ya una
solución. Me fijo entonces en los grandes ojos abiertos de Spiderman que lleva
en su pijama. Sé, sin ningún razonamiento científico que lo justifique, que ese es el motivo. Es imposible que algo tan evidente se presente por pura coincidencia. Esa
mirada atenta de Spiderman, que no puede ni pestañear, es lo que le está
impidiendo dormir. Hay un diálogo entre esa camiseta y su subconsciente. Daniel
se la ha puesto para creerse Spiderman y el subconsciente (sin rastro de humor)
se lo ha tomado al pie de la letra, obligándole a permanecer vigilante toda la
noche.
Pero la educación de un niño debe
basarse en la ciencia y no en el pensamiento mágico, así que no digo nada.
Insistimos en que piense en cosas agradables, en dibujos que le gustaría hacer,
en algún episodio de Hora de Aventuras. Si pudiera, le quitaba la camiseta con
la determinación que Mou utilizaría si viera a uno de sus hijos llevar la de
Casillas. Hora de Aventuras, insisto. Daniel descubre pronto que nuestras
propuestas son como esas pilas desgastadas que le quitas a un juguete olvidado
pretendiendo que funcionen en el nuevo. Vuelve a fijarse en la tele y se
marcha, durmiéndose al final por puro aburrimiento.
Nosotros
volvemos a Dexter (o a Boardwalk Empire, o a Breaking Bad, o a Boss). El perfil
de serie que te ofrece ese tipo de violencia que te permite dormir luego de un
tirón
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