sábado, 25 de enero de 2014

A cuerpo de madridista




A cuerpo de madridista : Daniel y yo nos vamos al Bernabéu a ver al Granada a las cuatro de la tarde. Por la hora y el rival es posible que muchos socios cedan sus asientos a algún familiar joven para que se vaya forjando la siguiente hornada de madridistas. Que falta hace, que empieza a resultar deprimente escuchar tacos y maldiciones solo en voces de adultos.

Mi estilo como tutor madridista es bastante anárquico. Acepto casi todo. Si no quiere ponerse de pie cuando el campo se levanta para recibir al equipo, no pasa nada. Si prefiere hacer un avión con la cartulina dorada que nos han dejado en el asiento y modelar las alas mientras los demás levantan la suya para celebrar así el balón de oro de Ronaldo, tampoco pasa nada. Si no pregunta por los nombres de los jugadores, no pasa nada. Si quiere saber por qué todos llevan zapatillas naranjas, no pasa nada. Si me dice el nombre de un equipo distinto cada vez que le pregunto contra quién jugamos, tampoco pasa nada.

La verdad es que uno se aficiona al fútbol cuando encuentra la postura perfecta para ver el partido sin apenas moverse: asiento y cuerpo son uno. A veces basta con mirar alrededor para ver que muchos, aunque lo intentan, no van a encajar. Da igual que agiten los brazos como un loco, que griten por dónde debe ir la jugada, que sigan celebrando un gol minutos después de que haya subido al marcador, que presuman de puro delante de los demás o que no paren de hacer fotografías. Asiento y cuerpo.

El portero del Granada me sorprende. También disfruto de los goles de Ronaldo, de Benzema y de una chilena que habría marcado un círculo rojo alrededor de este partido para la posteridad. Todo es importante, pero no dejo de mirar de reojo a Daniel para ver cómo va su adaptación. No le aconsejo. Me limito a observar.

En el descanso salimos a comprar unas palmitas con kétchup y mostaza. Dos eurazos que planto en la mano del dueño del puesto como si acabara de comprarme una carabela en el puerto de Cádiz. Cualquier cosa menos una bolsa de pipas. Tengo que mantener a Daniel lejos del grupo de los piperos, los que ven los partidos a través de los titulares de los periódicos deportivos. En el fútbol hay que dejarse llevar por lo que tiene uno delante, lo que no siempre resulta fácil. Y si toca hacerse un poco del Granada por el partidazo que hace su portero, ya digo, lo asumes sin problemas.

Daniel va comiéndose sus palomitas. Los minutos van pasando y llega el momento en el que desliza un poco el culo, coloca los pies en el respaldo de delante y me da la impresión de que podría quedarse así, enlazando partidos hasta ese último encuentro en el que nos clasificaremos para la final de la décima. Siempre con una bolsa de palomitas en la mano. Creo que aquí tenemos a un madridista bien encaminado.

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