A cuerpo de madridista : Daniel
y yo nos vamos al Bernabéu a ver al Granada a las cuatro de la tarde. Por la
hora y el rival es posible que muchos socios cedan sus asientos a algún
familiar joven para que se vaya forjando la siguiente hornada de madridistas. Que
falta hace, que empieza a resultar deprimente escuchar tacos y maldiciones solo
en voces de adultos.
Mi estilo como tutor madridista es
bastante anárquico. Acepto casi todo. Si no quiere ponerse de pie cuando el
campo se levanta para recibir al equipo, no pasa nada. Si prefiere hacer un
avión con la cartulina dorada que nos han dejado en el asiento y modelar las
alas mientras los demás levantan la suya para celebrar así el balón de oro de
Ronaldo, tampoco pasa nada. Si no pregunta por los nombres de los jugadores, no
pasa nada. Si quiere saber por qué todos llevan zapatillas naranjas, no pasa
nada. Si me dice el nombre de un equipo distinto cada vez que le pregunto
contra quién jugamos, tampoco pasa nada.
La verdad es que uno se aficiona al
fútbol cuando encuentra la postura perfecta para ver el partido sin apenas
moverse: asiento y cuerpo son uno. A veces basta con mirar alrededor para ver
que muchos, aunque lo intentan, no van a encajar. Da igual que agiten los
brazos como un loco, que griten por dónde debe ir la jugada, que sigan
celebrando un gol minutos después de que haya subido al marcador, que presuman
de puro delante de los demás o que no paren de hacer fotografías. Asiento y
cuerpo.
El portero del Granada me
sorprende. También disfruto de los goles de Ronaldo, de Benzema y de una
chilena que habría marcado un círculo rojo alrededor de este partido para la posteridad.
Todo es importante, pero no dejo de mirar de reojo a Daniel para ver cómo va su
adaptación. No le aconsejo. Me limito a observar.
En el descanso salimos a comprar
unas palmitas con kétchup y mostaza. Dos eurazos que planto en la mano del
dueño del puesto como si acabara de comprarme una carabela en el puerto de
Cádiz. Cualquier cosa menos una bolsa de pipas. Tengo que mantener a Daniel
lejos del grupo de los piperos, los que ven los partidos a través de los
titulares de los periódicos deportivos. En el fútbol hay que dejarse llevar por
lo que tiene uno delante, lo que no siempre resulta fácil. Y si toca hacerse un
poco del Granada por el partidazo que hace su portero, ya digo, lo asumes sin
problemas.
Daniel va comiéndose sus palomitas. Los
minutos van pasando y llega el momento en el que desliza un poco el culo, coloca
los pies en el respaldo de delante y me da la impresión de que podría quedarse
así, enlazando partidos hasta ese último encuentro en el que nos clasificaremos
para la final de la décima. Siempre con una bolsa de palomitas en la mano. Creo
que aquí tenemos a un madridista bien encaminado.
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