Una segunda
oportunidad para la lámpara : Se acerca el momento de comenzar a cambiar, poco
a poco, la casa. A María le basta con hacer un comentario sobre un sofá o una
lámpara para que la cuenta atrás empiece para ellos. En este tema, la
impaciencia femenina se hace evidente. Yo intento quitar un poco de tensión
para que el sofá no empiece a comerse los mandos o la lámpara se decida a
fundir todas las bombillas que le vayamos poniendo. Digo que no me parece que
el sofá esté mal. Digo no me parece que la lámpara esté mal. Sin mucho éxito.
A la lámpara le tengo cierto cariño
aunque esperaba más de ella o de mí bajo ella. No sé por qué me veía escribiendo
grandes textos bajo su luz. Y lo cierto es que esos textos no han llegado y la
lámpara, que me imaginaba llenando el salón con su presencia se ha ido volviendo
invisible. Quizás es que los objetos haya que cambiarlos no cuando estén
viejos, sino cuando ya no los veamos.
A pesar de todo, la lámpara se
merece una segunda oportunidad que no sé cómo pelear. Hasta que esta noche, al
entrar en el salón, bajo el influjo de una serie de fotografías de objetos con
cara que vi con Daniel en el móvil, me doy cuenta de que la parte de abajo
puede ser la boca y las dos bombillas que no se han fundido, los ojos. La
fotografía resulta evidente. ¿Cómo vamos a deshacernos de una lámpara que nos
mira así?
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