Guitarras como
roscones : La chica que me atiende me aconseja una de las guitarras que tienen
apiladas en cajas como si fueran roscones. Voy a decirle algo pero no sé bien
el qué: conviene callarse. Pienso que esta tienda de música es independiente de
El Corte Inglés y que eso, no sé si correctamente, supone que su relación con
lo que vende es más personal. Decido fiarme de ella. Coge la caja y la coloca
encima del mostrador. Me pregunta si me la envuelve y le digo, algo culpable,
viendo la cola que hay esperando, que sí.
A su derecha tiene, de pie, un
rollo de papel alto y grueso del que obtiene lo que necesita. Pone el papel
encima de la mesa y, sobre él, la caja con la guitarra. No es fácil envolver
una caja asimétrica, pero ella parece saber lo que hace.
Se toma su tiempo.
Se toma su tiempo en hacerlo bien.
A veces parece que el pliegue del papel no va a llegar donde debería. A veces
parece que debería haber cogido más papel. A veces parece que va a pararse para
pensar, como el que no se encuentra una calle ahí donde la esperaba. Pero son
solo mis miedos, porque sus dedos se mueven con seguridad, sin prisas. Verla
trabajar hace que todos seamos un poco más pacientes y que respetemos su
tiempo.
Pienso: he venido aquí a verla
hacer esto. Y llega un momento en el que se para y coloca un dedo en una zona
con esa presión de la enfermera que aprieta el algodón después de quitar la
aguja. Estira un trozo largo de celo y lo va colocando a lo largo de un borde
del papel, cerrándolo y dando así por acabado su trabajo.
Ha conseguido que una de las
guitarras se convierta en la guitarra.
Se disculpa por no tener bolsas
grandes. Coloca una en un extremo y otra en el contrario. Como asa, estruja una
tercera y con una cinta más grande la une por los dos extremos a la caja.
Ya está, me dice.
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