domingo, 19 de enero de 2014

Las botas de Calvin




Las botas de Calvin : Tal vez sean las propias botas de Daniel las que le obliguen a meterse en todos los charcos que nos encontramos en el camino. En la literatura infantil hay casos de prendas que mandan y cuerpos que obedecen y, al fin y al cabo, a éstas las fabricaron para situaciones así. Poco puede hacer la voluntad cuando son los pies los que gobiernan.

Solo mirándolo así puedo entender que justo cuando se encuentra en mitad de cada charco Daniel vuelva a preguntarme si María se enfadará al ver las botas mojadas y los pantalones empapados. Le digo que no lo sé para no estropearle la diversión, aunque la respuesta debería ser otra.

Mis botas no son de raza. A saber con qué fines las crearon. El agua las asusta y ponen mala cara con el barro. Camino por la zona más elevada, junto a la alambrada que nos separa de unas vacas a las que hace poco han echado de comer.

Daniel sale de un charco y vuelve a meterse en otro con una determinación de tanque avanzando. Otro gran charco. Vuelve a pararse en la mitad para hacerme de nuevo la pregunta. Mi respuesta sigue siendo la misma, pero debe ser que esta vez tampoco resulto convincente. Daniel se fija en las ondas que levanta en la superficie naranja.

Estamos dentro de una tira cómica. Calvin hoy tiene el rostro de Javier y yo soy un Hobbes algo distante, un tanto separado de todo aquello en lo que Calvin siempre se mete de cabeza. 

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