Flores de trazo
fino : María y Lucía están en la cocina pintando un paraguas blanco. Primero
han hecho las siluetas de unos dibujos con unas plantillas y ahora ya están
coloreándolas. Usan unos pinceles finos, como los que yo utilizaba para pintar
las maquetas. Lucía está enfadada porque el trazo de María no tiene la
precisión que ella quería. María le contesta que hay que esperar a la segunda
capa para que quede mejor.
Creo que los tres sabemos que nunca
terminarán de pintar ese paraguas. Es una cuestión de tiempo. Siempre hay algo
que hacer en casa y estar ahora aquí, dedicados al paraguas, supone un tiempo
que luego tendremos que recuperar de alguna forma. Menos sueño. Menos lectura.
Menos conversación. Menos dos. No dejamos de quitar de aquí y de allá creyendo
que el mínimo está lejos y que todavía queda margen. Ese engaño es el que nos
permite creer que podemos con todo.
Nos engañamos y por eso María puede
pintar con cuidado esa flor azul, como si eso fuera lo único que importara esta
tarde. El tiempo se ha ido frenando hasta adaptarse a la lentitud del pincel. Lucía vuelve a decir que no es así. María le repite que hay que tener
paciencia y que cuando lo vuelva a pintar le gustará.
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