Mensaje para forasteros : En una pared de
una calle de Malasaña veo el grafiti de una niña saltando a la comba con un
alambre de espino. Se lo está pasando tan bien que casi puedes escuchar esa
risa que le obliga a cerrar los ojos. El pelo, abundante y suelto, está
elevado, y las piernas flexionadas indican que está dispuesta a tomar impulso
de nuevo.
El dibujo podría ser un mensaje
sobre la zona: aquí les enseñamos a los niños, desde que son pequeños, que la vida tiene cosas jodidas, nos
aseguramos de que las reconozcan y de que aprendan sus nombres, dejamos que se
acerquen, que no se queden en las palabras, que las toquen, que las miren y que
las desactiven jugando, riéndose de ellas, descubriendo así que pueden estar
por encima.
Les digo a los mellizos que vuelvan
y que se fijen en la pared. Les traigo por estas calles para que se acostumbren
a mirar. Si fuera sumiller, les estaría educando el olfato, haciéndoles oler de
todo. Pero no es el caso. Prefiero las imágenes y me gustaría que trabajaran la
paciencia de la mirada y la capacidad de sorpresa, que es algo imposible de
desarrollar en nuestro barrio. Les pido que presten atención a la niña sin
decirles nada. Creo que la imagen tiene suficiente fuerza para que la estén
memorizando sin saberlo. Cuando la necesiten, como la referencia de un olor
pasado para un sumiller, la recuperarán y la utilizarán, sin saber muy bien de
dónde viene.
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