El amanecer más
largo : Gracias a la burocracia puedo darme un paseo por el centro de Madrid y
ver al sol demorándose en las fachadas de los edificios más altos, como si
quisiera empezar el día a lo grande antes de dedicarse a limpiar de sombras las
pequeñas calles, en el trabajo menos agradecido del que pasa un cepillo por los
pliegues de una copa hasta lograr que brille.
Llevo una carpeta con unos
documentos que tengo que entregar en un registro, a una chica que seguirá
hablando con su compañera mientras consulta algo en la pantalla, grapa las
hojas, le pone una pegatina al original y otra a mi fotocopia (parecida a la
que pegan a los análisis) y me lo devuelve sin dejar de hablar.
El trámite ha sido rápido y puedo
volver al mismo punto en el que estaba quince minutos antes. El sol va abandonando
esos edificios, pero todavía resulta una vista impresionante. No está mal este
cambio: unos papeles que ya entran muertos en el registro por un amanecer que sigue desplegándose dentro de mí cuando estoy en el metro.
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