miércoles, 16 de septiembre de 2015

El marcador apagado



El marcador apagado : El baloncesto no está entre los deportes que lamento no haber jugado en serio. Nunca me ha atraído, ni siquiera en televisión, salvo esas finales que veo por cierta forma de obligación. Y está bien, porque ahora, que empiezo a ser consciente de las actividades para las que ya es tarde, agradezco que el baloncesto tampoco tenga interés por mí.

Salvo excepciones: el campo de baloncesto desierto, con la pista cubierta por una fina capa de agua que ha dejado la lluvia. Quedan unos minutos para que Daniel salga de su clase de judo y sería un placer lanzar unos cuantos tiros, sin nadie en las gradas que juzgue. Más que por hacer canasta, por escuchar el sonido del balón al caer en el agua.   

1 comentario:

  1. Es un placer inconfesable, el bote hueco del balón, el fino chapoteo empapando los tobillos, el chirriar de la zapatilla en freno, el tacto húmedo y rugoso del halón, el vuelo suyo despedido violentamente por el aro. Dejarse empapar de lluvia, delante de la soledad del turo libre.

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