Sin la
cáscara de la rutina : Nos dejamos caer en el sofá y nuestro cansancio se va
extendiendo lentamente como la clara de dos huevos sin que encontremos ninguna
razón que nos empuje a coger una fregona y a recogerlo. Lo mismo le pasa a los
objetos. Al bolso de María, por ejemplo.
miércoles, 31 de julio de 2013
martes, 30 de julio de 2013
El cadáver de la muñeca
El cadáver de la
muñeca : En el parque veo el cadáver de una muñeca detrás de unos setos. Por la
forma de los miembros tengo la certeza de que está muerta: peor que muerta,
abandonada. Sé que, objetivamente hablando, se trata de un objeto inanimado,
pero está claro que hay grados y que no es igual de inanimada cuando es
llevada en su carrito que cuando aparece tirada en el suelo. Ese desnivel que
se siente al comparar ambas situaciones es ya una evidencia de que hasta ahí donde
desechamos un tipo de vida aparece otra.
Son las cosas que suceden en el
verano, que por algo es la época propicia para leer novela negra. Este sería un
gran arranque para Fred Vargas, que ya se atrevió a comenzar una buena historia
con un árbol que aparece un buen día en un jardín. Por un momento me siento
como Adamsberg, llevándome esa impresión a casa.
lunes, 29 de julio de 2013
Gotas de sangre en el cristal
Gotas de sangre en
el cristal : En el cristal del gimnasio veo los restos de un pájaro que se ha
golpeado contra él. Ha debido de ser un gran impacto. Supongo que iba confiado
y que todo se habría evitado si el empleado que ahora veo no hubiera limpiado
el cristal de una forma tan meticulosa: el sudor se puede oler pero no se debe ver,
siempre hay alguien eliminando cualquier rastro. Ahora, por ejemplo, uno de los
encargados nos pregunta si nos molesta el sol antes de bajar las cortinas.
Desaparece el sol, desaparece el pájaro. Sigo corriendo. Estos del grupo de
tarde, sin la presión de tener que irse a trabajar, corren sin prisas. Puede
ser la misma velocidad, pero parece que no les costara tanto. El lujo del
tiempo.
domingo, 28 de julio de 2013
La pinza blanca
La
pinza blanca : Me pasan el link de un científico que afirma que el cerebro,
cuando está bajo presión, no genera ideas. No lo leo. Salgo al jardín: Pongamos
que la realidad sea una naranja y nuestra atención la que la exprime. Según mi
forma de verlo, el estrés es lo que aprieta una contra la otra. No añado link.
Hago una fotografía de algo que estaba ahí, un poco escondido : la blanca sábana
de Guillermo colgada de una cuerda por una pinza blanca, con una pared blanca
de fondo. Encima, un cielo gris.
sábado, 27 de julio de 2013
El turista en San Marcos
El
turista en San Marcos : El sol hace una precisa radiografía de cada objeto en
su sombra. Le quita el volumen, el
brillo y la textura hasta convertirlo en una relación de formas y proporciones.
Quizás sea eso lo primero que vemos de los objetos antes de que, como palomas
sobre un turista con pan, vengan los conceptos, los nombres, los usos y la
rutina a cubrirlos.
viernes, 26 de julio de 2013
Lo único que vas a conseguir es romper la tregua
Lo
único que vas a conseguir es romper la tregua : Si realmente la realidad es una
lucha entre el orden y la entropía, el campo de batalla al que hay que asomarse
para ser testigo es el garaje de un pueblo. Ahí están, revueltas, las dos
facciones. El coche brillante. La silla rota. El calendario antiguo. El móvil.
El cenicero con colillas. Las bicicletas que se han quedado pequeñas. Una
lavadora que no se usa. La mesa de ping pong. Un balón pinchado. Siete tiestos
apilados. La guía de vinos del 2001. Una caja en la que faltan varios
destornilladores. Nueve cajas de cartón precintadas. Cuatro figuras de los
Gormiti. Varios troncos amontonados. La impresión que deja todo eso es que, contra
lo que se dice, ha sido posible llegar a una tregua a base de acercar posturas
: lo antiguo queda justificado por todo ese tiempo, orgánico, que acumula; lo
nuevo, por su precisión y su utilidad, a pesar de su falta de pasado. Todo esto
se acaba asimilando cuando, al levantar la vista y ver la bombilla colgando desnuda
del techo, uno no echa nada en falta. Está como debe de estar.
jueves, 25 de julio de 2013
La sala perdida del museo
La sala perdida del museo : El cuarto es una especie de hornacina (el suelo es
rojo, las paredes de hormigón) a la que llega la luz directamente a través de
una rejilla en el techo. Me acerco al salir del trabajo, atraído por el
contraste entre la oscuridad del resto del aparcamiento y esa luz. Hay mucho
espacio, pero no se ve la figura de ningún santo, solo tres objetos : una
fregona, una papelera y un bidón de plástico blanco distribuidos de una forma
que, dentro de todo el conjunto, les da sentido. Hacía mucho tiempo que no
experimentaba algo así en un museo.
miércoles, 24 de julio de 2013
Chispas entre las hojas
Chispas entre las hojas : Ya está
oscureciendo y la publicidad de la parada de autobús destaca al estar
iluminada. Hoy es un gran anuncio con la programación de los Veranos de la Villa.
Una lista de artistas y fechas que encaja perfectamente con el lugar: el mensaje
puede ser “la cultura ilumina” o “tú también brillarás”
Del mástil de una guitarra sale un
rama de la que cuelga una pera. La imagen me gusta. Le hago una fotografía. Me parece una acertada representación de lo que
es una buena noticia : un fruto que surge donde no lo esperabas.
Eso es lo que esta noche vamos a
celebrar los dos, como el que sopla en las primeras chipas que salen entre las
hojas.
martes, 23 de julio de 2013
La ballena que dejé de perseguir
La ballena que dejé de perseguir : Me
meto en el mundo del gin-tonic como el que es invitado al campo de fútbol de un
equipo que no es el suyo, con esa curiosidad superficial que provoca la
distancia. Todo me va a parecer bien: aunque sé algo del mundo
del tinto, del gin-tonic lo desconozco todo. Mejor.
El camarero se acerca con una bandeja
y prepara el mío hablándome de la mezcla, del tono afrutado y de la tónica
especial que le va a añadir y que le va muy bien a la manzana que veo entre los hielos. Termina su explicación mencionando su punto romántico, como
en las novelas de Jane Austen, dice. No me quedo ni con la marca de la ginebra ni de
la tónica, pero eso de Jane Austen no se me va a olvidar. La copa, a mi
juicio, queda perfecta, llena hasta el borde y filtrando la luz de la vela que
tiene detrás. Darle un sorbo sería romper esa perfección.
La de mi acompañante tiene canela y
su historia está dedicada a Moby Dick porque la ginebra, eso sí lo recuerdo, es
Bluecoat. Toques azules, salitre en el aire de un mar nervioso y un hombre obsesionado
que busca a su ballena blanca entre los hielos de la copa. La imagen me parece
muy sugerente, pero no tengo envidia porque he de reconocer que dejé
Moby Dick a la mitad por culpa de esos inventarios que acabaron agotándome. De
Jane Austen no puedo hablar mejor porque no he leído ningún libro suyo.
Lo admito: Un desastre de lector.
Otra noche, pienso, tenemos que ir a algún local en el que
combinen cervezas con bocadillos. Todo será distinto. Alguna habrá, seguro, dedicada a Maigret y a
esos interrogatorios que, alargándose, le obligaban a pedir unas cervezas para
poder seguir. Ahí, cuando hablen de Simenon, lo tendré más fácil.
Esta noche
aprendo un poco de gin-tonics pero mucho de mi perfil lector: del tipo cervecero.
lunes, 22 de julio de 2013
La sonrisa del rinoceronte
La sonrisa del rinoceronte : Creo que
en los colegios debería dedicarse alguna asignatura a enseñar los fundamentos del
eslogan. Si los bancos siguen pastando tranquilamente entre nosotros, como
rinocerontes despreocupados, publicando su publicidad en los periódicos, es
porque nuestras quejas tienen cabeza de ventosa y a lo más que llegan es a
quedarse pegadas en su dura piel el tiempo que tardan en agitarse y dejarlas
caer. Bancos, políticos, empresarios, sindicalistas, economistas, funcionarios.
Todos se merecen una buena pintada.
Pero el nivel de lo que se ve es
bajo y no cumple los requisitos que se le pide a un buen medicamento :
dirigirse solo a la parte dañada con la mayor efectividad posible. Lo que se
lee es poco preciso, su fuerza se pierde en el camino y, en la mayoría de los
casos, solo supone una defensa de quien la emite que no provoca la empatía de
los que no pertenecen al gremio.
Una pena.
Y mal remedio tiene la situación si
me encuentro con una pintada que solo tiene efecto con el que la ha escrito,
que es el primero que la lee : "Si lo les eres tonto!". Como si después de
lanzarla hubiera vuelto para darle en el ojo. Después el mensaje cambia
totalmente porque los errores te obligan a corregirlo, dejándote con la
impresión de que estás por encima, de que tú sí que eres inteligente. ¿Sentirán
eso los rinocerontes al leer nuestras quejas?
domingo, 21 de julio de 2013
Genealogía de la llave
Genealogía de la llave : Ya hay
prototipos de coches que se abren con tu voz. Todos tenemos una huella única a
la que no le afecta el contenido del mensaje, por lo que dará igual si decimos
“Mou, te echaremos de menos” o “La resistencia del hombre al vacío es más grande
de lo que creemos”. El coche no se mete en temas de fútbol o filosofía, todo lo
da por bueno si por debajo estamos nosotros. Cosas de la biometría. Como llave
con piernas, no podemos perdernos a nosotros mismos (por lo menos en un terreno
puramente físico), pero como suele ocurrir, este empujón tecnológico se deja
algo en el camino: la importancia de la llave.
Nos hemos olvidado de las funciones
de una llave. Una llave gruesa, pesada, como las que abren las puertas de los
almacenes de pueblo, ya hace de embajadora del propio objeto, dándole
importancia. Tienes en la mano, además, algo sólido, persistente, reconocible,
que le presta sus adjetivos a aquello que protege. Y, por último, con esa llave
ya posees el objeto con más seguridad de la que te pueda dar un papel firmado.
Toda la angustia del hombre moderno
(aquí va mi resumen definitivo de las causas) se debe a la desproporción entre
el tiempo que le dedica al trabajo y el poco peso de las llaves de aquello que
se esfuerza por pagar. Una buena llave de pueblo, como tiene que ser, te
quitaba en dos guantazos cualquier tristeza metafísica sobre la virtualidad de
la realidad y su flujo y su indeterminación. Tonterías. Podrías decir: yo soy
mi llave y quedarte como Dios, alejando a filósofos y psicólogos del mundo 2.0.
Y en el caso de tener que entregarla, te podrían dedicar un cuadro como “La
rendición de Breda”, algo que jamás podría permitirse ese tipo del Ferrari al
que su coche ha dejado de reconocerle la voz.
sábado, 20 de julio de 2013
El hombre abandonado
El hombre abandonado
: El hombre debe tener unos setenta años. Pantalón bien planchado y camisa
a cuadros. Cuando termino de hacer las fotos a la casa da unos pasos hacia mí :
-¿Necesita
algo?
-No.
¿Por?
-Soy
el dueño de esa propiedad.
-Estaba
haciendo unas fotos.
-¡Bah!
La
propiedad es una casa medio derruida que me atrae cuando la veo a lo lejos
precisamente por ese abandono. Supongo que tal vez mi interés se deba a esa
lucha de muchos de sus elementos por volver a su origen. Las puertas y las
ventanas son lo más llamativo: como si esas partes no hubieran sido
domesticadas del todo y aprovecharan que ya nadie se preocupa de ellas para
retroceder poco a poco, para hundirse centímetro a centímetro. Las verjas de
las ventanas, perdida la pintura, ofrecen una mezcla muy sugerente de tonos. De
haber estado cuidadas y pintadas, habría pasado a su lado sin fijarme.
Si
el dueño de la propiedad hubiera tenido otra disposición, se lo habría
explicado. Pero vuelvo a notar de nuevo la desconfianza al que hace fotografías
y es posible, además, que esa húmeda oscuridad que vi a través de la puerta muestre
lo que ese hombre tiene por dentro, como cierto desafío conservado frente a
los que quieren cambiarlo. Algo de eso había en la chulería con la que
reivindicó su posesión.
viernes, 19 de julio de 2013
Dos anotaciones limpias en la memoria
Dos anotaciones limpias en la memoria :
Apenas llegamos a la casa, Daniel insiste en que juegue con él al baloncesto en
la canasta que han puesto hace unos días. Esta es la primera de las actividades
que ha ido anotando mentalmente a lo largo de la semana y que quiere que
hagamos en media hora: así son los recibimientos de los viernes. Le digo que sí
sin casi tiempo de dejar el ordenador que llevo al hombro.
Me tiende el balón, también nuevo,
y me alejo. El tablero es la pared. Antes de lanzar pienso que tengo que hacer
una fotografía. Nunca he jugado un partido de baloncesto, pero no pasa nada por
intentarlo. Solo estamos los dos. Me coloco siguiendo las indicaciones de una
lejana clase que mi cuerpo recuerda mejor que yo. La pose. El balón se levanta
demasiado pero entra limpiamente. Daniel va a por él y me lo trae. Repito la postura de nuevo. Lanzo el balón y vuelve a entrar. Es la primera vez en mi
vida que lo consigo. Soy más de deportes individuales : la fotografía y la
escritura. Poco importa que en los siguientes tiros ya empiece a fallar. Aquí
el orden sí que importa. Lo recordará Daniel y lo recordaré yo.
jueves, 18 de julio de 2013
Un atajo entre las dunas
Un atajo entre
las dunas : En el último momento decido ir en coche, pero al llegar a Chueca me
encuentro con una manifestación que colapsa esas pequeñas arterias de la zona. Me
siento como un triglicérido de los que te matan si no te tomas no sé qué yogur
mágico. Avanzo muy despacio. A lo lejos veo unas cuantas pancartas. De cerca,
en ese momento en el que se equilibra la luz de la tarde con la que sale de los
escaparates, puedo detenerme en las mujeres que caminan por las aceras. ¿Quién
quiere la pasarela Cibeles teniendo esto?
Pero hay tres mujeres esperándome
en una mesa y ya voy tarde. Dejo el coche en un aparcamiento de los que te
piden las llaves. Obedezco sin pensar (ya he pensado demasiado hoy) y al salir
me encuentro con unas piernas junto a un cubo de basura. Son dos piernas de
escaparate, perfectas, pero declino la oferta educadamente porque las mías
funcionan bien.
Tan bien que en cuanto empiezo a
caminar deprisa (las faldas se levantan, los helados se caen de sus cucuruchos)
las figuras se difuminan como si estuviera en el Halcón Milenario y Chewbacca
hubiera metido la marcha del hiperespacio. Qué bien está lo de avanzar a estas
velocidades. Por cada metro que recorro, el reloj parece ir un par de segundos
hacia atrás. Yo me vuelvo ligero. Noto cómo hasta las preocupaciones se quedan
atrás, igual que algas desprendidas del ancla que se iza.
Ya puestos, hasta el ancla se queda
atrás.
Pero hay que ser un poco objetivos
: el suelo está inclinado y así es fácil correr. No para todos, claro, que los
hay que parecen andar como si ascendieran por una duna. Yo les entiendo : todo
está lleno de dunas, todos tenemos los pies llenos de arena, todos caminamos
sin saber muy bien si en el siguiente paso nos vamos a hundir más. La vida, en
fin, pero yo tengo a tres mujeres esperándome en una mesa y eso hace que todo
se incline hacia ellas y que solo tenga que dejarme llevar.
En su último mensaje me decían que
ya estaban en la mesa, pero llego antes de lo que cuentan y las veo sentándose
cuando aparezco por la puerta tras despedir a Chewbacca. Suavemente me deslizo
hasta esa silla y ahí me siento. Y esa energía, como en la secuencia de un gran
dominó, se transmite a la propia cena, donde todo se sucede suavemente y sin
esfuerzo. Sé que todo lo que pidamos va a estar bien. Que el vino nos va a
gustar. Que la conversación, nos lleve donde nos lleve, nos va a hacer reír.
Los platos y las botellas se quedan
vacíos. Hay que rodearse de mujeres que apuran lo que se les ofrece. Hay que
verlas compartir un plato. Hay que apreciar cómo se separan por un afluente de
la conversación para volver al caudal principal. Hay que verlas manejar
sutilmente al camarero. Hay que fijarse en la forma en la que te escuchan y en
cómo reaccionan a lo que dices. Hay que disfrutar de ese ambiente en el que mentalmente
se descalzan. Hay que agradecer el encontrarte frente a este espejo de tres
piezas.
Cuando salimos del restaurante nos rodea una noche tranquila de verano, de gente asomada a los balcones y taxis
recorriendo sin prisas las calles. También nosotros demoramos una despedida
que, oficialmente, no se cierra hasta que termino de escribir esta frase.
miércoles, 17 de julio de 2013
Las ofrendas de tres devotos
Las ofrendas de tres devotos : En el tupper me encuentro un pelo. Como me pilla con
hambre, trato de encontrar alguien de la familia, vivo o muerto, a quien pueda
pertenecerle para no frenarme, pero no lo logro. Debía venir en el tarro de la
verdura. No es verdad que donde haya pelo haya alegría porque me quedo algo
abatido. Dejo el tenedor, cierro el tupper y me sumo a los dos compañeros que
no se han traído comida. Los tres nos acercamos a la máquina que tenemos cerca.
Solo hay sándwiches de queso con jamón o queso con lomo. No parecen muy jugosos
y, además, están en oferta, lo que no mejora la situación. Es como ver dormir a
un grupo de tortugas. Vamos al Supercor a echarle un vistazo a sus sándwiches
porque esos sí que tienen buena pinta. Las tortugas se convierten en cachorros
juguetones. ¡Sabrosos y frescos!. Pero también caros : con dos de ellos te
pagas una cena en Mónaco. Volvemos hacia la primera máquina poco convencidos
cuando vemos a una mujer de azul, con tacones, echar unas monedas. Nos paramos
porque sabemos que la máquina deja caer el cambio en una rendija que está en la
parte de abajo. La mujer puede doblar las rodillas para recogerlo o inclinarse
hacia delante. Todos esperamos unos segundos. La mujer no dobla las rodillas.
Cuando se marcha, compramos los sandwiches sin dudarlo, más como una ofrenda a
la máquina que por alimentarnos.
martes, 16 de julio de 2013
Océanos de vino
Océanos de vino :
Me paso por la pequeña tienda a por una botella de vino. Cinco mesas, un
expositor con productos para gourmets, otro enfrente con botellas de vino y, al
fondo, una pequeña barra con una pizarra en la que se anuncian los tres vinos
que se pueden tomar por copas.
Me pone de buen humor encontrarme
delante de tantas botellas que no conozco con etiquetas y nombres que me
atraen. Tanto por descubrir. Tanto trabajo de gente que ha hecho lo mejor que
sabe para ofrecerlo aquí. Me he puesto diez euros como tope y descubro que hay
muchas botellas que están por debajo de ese precio : lo contrario a lo que
experimento en muchos restaurantes.
Apenas empiezo a mirar, se acerca
un hombre mayor con barba blanca y cierta tranquilidad de movimientos, como si
se le hubiera contagiado todo el reposo que esos vinos acumulan. Le digo que
solo estoy mirando, pero debe haber algo en mi mirada, algo de lo que no soy
consciente, que le anima a quedarse a mi lado para explicarme cómo están
ordenados los vinos. Primero me explica cómo se agrupan las botellas, en un
orden por denominación de origen similar al de los libros en las librerías.
Pero eso no le parece suficiente, tal vez porque ha descubierto por mi forma de
escuchar, de la que tampoco soy consciente, que lo que dice me interesa y que
no tengo prisa. Vuelve entonces a la primera botella para hablarme de cada una
de ellas. Cada una. Lo hace de una manera que consigue que no me sienta
violento, que no me anime a cortarlo diciendo que solo tengo diez euros para
pagarle su tiempo, que tampoco soy un entendido y que muchas de las cosas que
me va a decir se me olvidarán dentro de unas cuantas horas. No habla para
vender. Es el coleccionista orgulloso que muestra lo mejor que ha encontrado
para compartirlo con los demás.
Escucho, asiento, pregunto.
Recorremos toda España saltando de botella en botella, de bodega en bodega, de
una en uva. Algunas requieren más tiempo, otras apenas unos segundos, pero en
todos casos siempre aporta un dato decisivo. No está vendiendo una botella en
particular : vende el vino.
Cuando termina llega el examen. Le
pido un vino con cuerpo, con sabor, que sorprenda. Añado lo de los diez euros. Ha
elogiado varios durante la explicación y ahora duda un poco, pero parece
convencido cuando alarga el brazo y me ofrece un “Beryna” del 2010. Diez euros
justos.
-La abres veinte minutos antes de
beberla – me recomienda, como si fueran los cuidados de un animal especial.
Y eso hago. Como tenemos la nevera
vacía, solo encuentro unos sobres con salmón. Recuerdo que el salmón casa bien
con el vino tinto con poco tanino. Con eso me basta. No voy a mirar si éste
tiene muchos o pocos. Ya está abierto, y el salmón en unos platos en la mesa
del salón, cuando viene María. Le cuento mi tarde en la tienda como un prólogo.
Cuando finalmente probamos el vino, la fuerza de su sabor, sin tonterías, y ese
gusto final a miel en la boca reivindican al propio vino, claro, pero, sobre
todo, a ese guía de pelo blanco y a sus horas de navegación por océanos de vino.
Disfrutamos cada copa como si fuera la primera hasta que llegamos a la última. Deberíamos haberlo mimado como en una cata, pero nos fallan las formas.
lunes, 15 de julio de 2013
Mujeres que salen sonriendo
Mujeres que salen sonriendo : Creo que el cuarto de baño de las mujeres es más
divertido. Del nuestro nadie sale sonriendo, pero del suyo sí: lo he visto. No
siempre, de acuerdo, pero las suficientes veces como para sentir envidia. La
sonrisa de la que recuerda un halago entre sábanas, o un mensaje gracioso, o
un plan sugerente. El nuestro, que tiene la entrada enfrente, es meramente
funcional. Me encuentro con uno de los vigilantes, que se pasa la mano por el bigote, o con un mensajero, que aprovecha
para refrescarse la cara antes de segur con su ruta, o con el de mantenimiento,
que se lava las manos después de cambiar un tubo fosforescente, y en todos los
casos nos damos los buenos días mirándonos en el espejo. Salgo del cuarto de
baño con el mismo humor con el que entro. El de las mujeres es distinto. Tal
vez la mujer que los limpia les deje figuras hechas con el papel higiénico,
como en los camarotes de los cruceros. O jabones con olores especiales como en
un spa. O un cesto con gel, colonia y cepillos de dientes, como en los hoteles.
O les coloque pequeñas y esponjosas toallas como a los socios privilegiados del
gimnasio. Algo tiene que haber. Y hoy esa sospecha es una evidencia cuando veo
el rayo de luz que entra por su ventana. Rotundo, brillante, ofreciéndose como
si fuera posible juntar las dos manos y beber directamente de él. En el
nuestro, me giro, nada : solo un sitio para hacer tus necesidades.
domingo, 14 de julio de 2013
Montañas de serrín
Montañas de
serrín : ¿Se sabe cuánto tiempo
se pierde al año esperando a que cambie de color el semáforo?. Estimo que el
suficiente como para que, dándole un buen uso, cambiaran las orientaciones de
un par de gráficas de trazo grueso en el despacho de algún funcionario en
Bruselas, obligándole a dar la señal de alarma con la misma emoción con la que
el tipo de guardia en una estación de radio anunciaría un contacto
extraterrestre.
-¡La
productividad vuelve a tener pulso más allá de los Pirineos!
En
la Gran Vía compruebo que esa elevación de gráficas ya se está produciendo
lentamente, como las parte de un puente que se abren para que pasen los barcos.
Delante de mí hay tres personas esperando a que el semáforo se ponga rojo. Dos
consultan su móvil (con ese gesto inconfundible que ha nacido en el siglo XXI)
y otro parece haberlo hecho ya. El tiempo, que antes veíamos pasar como una sucesión
de coches, es ahora una urgencia de consultas, mensajes, links, llamadas,
lecturas, envíos o descargas.
Es
posible que nos limitemos a convertir todo ese tiempo en serrín. Lo admito.
Pero eso en Bruselas les da igual. ¿Por qué no compartir con ese gris funcionario
su alegría sin darle más vueltas? Ahí va por el pasillo, corriendo como si toda
su vida hubiera estado dedicada a transmitir esa noticia.
sábado, 13 de julio de 2013
La inercia del rostro
La inercia del rostro : La comida no está mal, pero lo que me atrae de este restaurante es la decoración.
Grandes espejos. Fotografías en blanco y negro. Vigas marrones. Paredes
blancas. Y una iluminación que a veces destaca una parte de la mesa : en la que
mi madre coloca las manos mientras me habla de unos análisis. Solo tengo que
coger el móvil para hacer una foto que ya tengo en la cabeza.
No solemos hacer fotografías de las
partes del cuerpo. Siempre la cara. Pero esas manos son importantes, a través
de ellas se estableció mi primera conexión con el mundo. Día tras día tras día
no dejaron de hablarme cuando todavía era incapaz de entender las palabras. Que
ahora haya olvidado todos esos gestos cotidianos, no quiere decir que el cuerpo
no los recuerde.
Traen los primeros. Sirven el vino.
Subo al presente.
viernes, 12 de julio de 2013
Stendhal en el zoo
Stendhal en el zoo : Cuando el Zoo
saque el Abono Cisterciense, pagaré por él lo que me pidan y en la moneda que
consideren oportuna. Ochenta millones de sextercios, pongamos, por poder recorrer
el zoo entre cincuenta monjes cistercienses que, aportando su silencio
particular, ayuden a construir uno grande como el interior de un globo.
El lujo del acuario en silencio, por
ejemplo. No como esta tarde, con niños enloquecidos (los animales crean un
efecto negativo en los niños : en el siguiente párrafo lo explico) gritando
como si al salir les fueran a cortar la lengua para alimentar a los tigres. ¿Si estamos acostumbrados a
visitar en silencio un museo, donde los cuadros están muertos, por qué no
hacerlo también aquí, con cuadros vivos por todas partes?.
Pero voy a disculpar a los niños.
Ellos no saben qué es el síndrome de Stendhal. Nosotros sí, y venimos al zoo
como si eso sólo les pasara en Florencia a los artistas, no a los hijos de los
conductores de autobuses con ganas de ver la fauna africana en quince minutos. Mal
hecho. Está demostrado que a los niños tanto animal les acaba saturando el cerebro, provocando en
ellos el impulso contradictorio de seguir viendo más animales o marcharse a
casa a inflarse a croquetas. Para calmar esa tensión corren y chillan mientras
sus padres les decimos que se fijen en el caballito de mar o en Nemo, que mira,
por ahí nada.
Las cosas son más simples y si no
vemos la solución es porque los padres también nos convertimos en niños aquí y
no dejamos nadie al mando. Basta con elegir un animal, un pez vale, y fijarse
en él teniendo en cuenta que hace millones de años todo esto era una piedra
muerta. Y ahí está ese pez, igual al que tiene al lado y tan diferente del que nada
enfrente. Si uno se queda atento, es capaz de notar cómo las preguntas también
nadan por su cabeza. ¿Por qué ese color? ¿Por qué esas aletas? ¿Por qué esos
ojos? ¿Por qué esa relación entre las partes, precisamente ésa? ¿Por qué surgió
este tipo?
A base de preguntas se construiría otro tipo de silencio en el que todo resultaría nuevamente sorprendente y en el que lo niños recuperaría el control de su cuerpo, que para eso estamos. En lo que damos ese salto evolutivo, ochenta millones de sextercios no me parecería mal precio.
jueves, 11 de julio de 2013
Las puertas se abren a su paso
Las
puertas se abre a su paso : Ángeles dorados con alas pequeñas custodian la
entrada a una discoteca. Sus puertas permanecerán cerradas hasta que todas esas
veinteañeras de piernas largas que veo terminen de cenar en los restaurantes de
la zona. Esto es lo que suele suceder, calculo, mientras los mellizos apuran
sus últimos quince minutos antes de irse a la cama. Calculo y miro cómo de los
taxis bajan familias para cenar con la elegancia de un anuncio de moda : así es
como deberías hacerlo tú, parecen decir, y tengo la impresión de que mi sitio
es el del que les abre la puerta. El dinero da algo más importante que la felicidad
: la tranquilidad. Todas esas chicas, todas esas familias, pueden ir despacio
porque son los demás los que corren detrás de su dinero, ajustando sus relojes
para que siempre lleguen a tiempo. Me gustaría tener cientos de miles de euros
: ya haría después lo que pudiera para no necesitarlos. Pero esta noche me
basta con treinta y seis para pagar la cena. Un poco cara, pero divertida. La
camarera nos trae la vuelta a cada uno de nosotros. Un gesto elegante. Para
llegar al coche solo hace falta seguir a esas chicas de piernas largas, verlas
entrar en la discoteca y continuar veinte metros más para encontrar el coche.
miércoles, 10 de julio de 2013
Por la piel de un animal nervioso
Por la piel de un animal nervioso : A
las nueve se cierra la piscina. Las sombrillas están recogidas y las sillas
apiladas. Pero falta algo. Media hora más tarde escuchó a alguien tirarse al
agua. Va haciendo largos lentamente, con el cuidado del que pasa la mano por la
piel de un animal nervioso. Cada largo lo va tranquilizando. Pasado un rato, el
hombre sale del agua, se seca la cara con una toalla y se marcha. Ahora se
queda todo en orden.
Me fijo entonces en el teclado,
dispuesto también a hacer mis largos.
martes, 9 de julio de 2013
Un recorrido completo de la órbita
Un recorrido
completo de la órbita : Celebramos esta cena una vez al año y siempre tengo la
impresión de que solo hace un par de meses de la anterior. Como ya nos
conocemos desde hace mucho tiempo (esta amistad es el plano de una ciudad que
nos sabemos ya de memoria) y nos mantenemos al día por mails, podemos permitirnos
el lujo de hablar de temas intrascendentes y hacer planes algo ridículos. Hoy decidimos
ir a un bingo. La propuesta es muy bien acogida porque es el último sitio al
que, teniendo la franquicia del Fringe de Madrid (el original siempre estará en
Edimburgo), iríamos. Ni Chejov, ni Photoespaña, ni el Thyssen ni el Fringe. Sabes que estás
entre amigos porque aceptas una opción así sin sentir ninguna culpa. Nos
echamos unas buenas risas. Nos atrae esta excursión a un barrio del mapa que no
conocíamos. El año que viene, cuando todas nuestras órbitas coincidan, como los
círculos del mantel, en otra cena, empezaremos por ese bingo. Un año que pasará
en unas pocas semanas.
lunes, 8 de julio de 2013
Fugas indeseadas
Fugas indeseadas : Igual que un
exceso de limpieza parece hacernos más vulnerables a las enfermedades, la proliferación
de normas nos vuelve insensibles al sentido común. Ante una duda, en vez de
preguntar dentro, asomamos la cabeza fuera para saber qué hacer. Cada tipo de desperdicio
a su bolsa, a su cubo, a su contenedor del punto limpio. Muy bien.
Pero esta mañana cierran la piscina
porque ayer apareció una caca infantil flotando. ¿Decían algo las trece normas originales
de una situación como ésta? No. Dejar algo así a la deriva no incumple la
reglamentación. Ese vacío legal que debía llenar el sentido común se queda
vacío para que cada uno lo llene como quiera.
La reacción no se hace esperar y
por la tarde ya tenemos las directrices :
“En relación con las incidencias
que se han venido produciendo tanto en la zona de playa como en el vaso de la
piscina, se ruega a los usuarios y responsables de niños pequeños que esmeren
la atención en cuanto a sus necesidades (vómitos y defecaciones) así como
utilizar para el baño pañales acuáticos especiales para evitar fugas indeseadas”
Así que ya sabemos que no conviene
bajar con el niño si tiene un día de posesión infernal y va llenando las
paredes de la casas con gotelé orgánico o si el estómago se le ha convertido en
una licuadora que le convierte en un Pulgarcito que deja señales por el camino
para no perderse o si no tenemos pañales sumergibles y se nos ha pasado por la
cabeza hacerle unos con la bolsa del Carrefour. ¡Ah!, dirán los padres, hoy no
conviene bajar con el niño.
Esa parte está ya cubierta, pero
temo que a alguno le dé por tirar botellas vacías al agua desde su terraza, o
libros de Zafón. O que se limpie los dientes. O que baje a lavar las cacerolas.
O que haga la colada. No se dice nada de eso. Lo que necesitamos bajo la
sombrilla de la piscina no es una socorrista, sino una abogada.
domingo, 7 de julio de 2013
Equilibrio de fuerzas
Equilibrio de fuerzas : Me gustan esas
esquinas rotas que rompen con la precisión del filo que señala hasta dónde
llega una calle y hasta dónde la otra. Quizás porque ése sea el terreno en el que
se desarrollan las ideas y la creatividad, atraídas hacía él como la mirada del
fotógrafo, que va buscando la ruptura donde solo se ofrece orden.
También me gusta la exactitud
matemática de esos edificios que solo necesitan unas cuantas líneas para
construir un espacio en el que sabes que todo va a acabar encajando, hasta tus
ideas, porque lo que tienes alrededor te lo recuerda. La protección que te dan
esos cálculos que mantienen el equilibrio de fuerzas es necesaria cuando te
cansas de lo de las esquinas imperfectas y empiezas a sospechar de tu propio discurso.
sábado, 6 de julio de 2013
Para contrarrestar los efectos del pienso
Para
contrarrestar los efectos del pienso : Vemos “El régimen del pienso” de la compañía
de teatro La Zaranda. Si los del Teatro Real, con sus montajes subvencionados y
hormonados, todavía representan a la cultura de la burbuja (6 millones de euros
para “Rise and Fall of the City of Mahagonny”), estos de La Zaranda son la i
minúscula del I+D+i del teatro.
I de inteligencia.
Basta fijarse en el arranque : unos
médicos sacan de unos archivadores (De Ikea, Mortier) distintas prendas que se
van poniendo para convertirse en los administrativos que terminaron así y
conocer algo de su pasado de sellos, órdenes y papeleos. Esos archivadores, unas
estanterías de metal y unas cuantas lámparas forman la utilería con la que
hacen maravillas, como la de ese retablo en el que el oficinista fallecido (que
llevaba ya tiempo muerto después de quedarse en paro), yace.
Levantado el escenario, se cuenta
la historia del pienso : las ideas que vamos asimilando para aceptar lo que
sucede como normal y, sobre todo, mantener nuestras reclamaciones dentro de los
formalismos (¡sobre todo artísticos!) que se nos ofrece y hacernos tan
previsibles como maniquíes. Lo repiten : “Todo tiene su proceso y cada proceso
tiene su curso”. Y así pasa la vida.
El tema es importante pero es lo de
menos. Quien más quien menos siente esos grumos de pienso bloqueándolo. Me
habría gustado igual de haberla visto en alemán. Ese rodeo que realizan sobre los objetos para darles diferentes vidas y significados es puro teatro. Lo que has visto hacer con ellos, en contra de lo que
se pide muchas veces, sí tienes que intentarlo en casa. Estás obligado a
hacerlo para contrarrestar los efectos del pienso único.
viernes, 5 de julio de 2013
La letra de la comanda
La
letra de la comanda : No es de los restaurantes preferidos del centro
comercial. Por eso lo elegimos : encontrar dónde cenar ocho personas a estas horas no
es fácil. La camarera junta tres mesas. Decidida, como si fueran los
preparativos de una fiesta. Trae las bebidas y cuando ya sabemos qué queremos
cenar, traduce a su nombre japonés los platos que le pedimos y después los
anota. No sé si alguien tendrá esto en cuenta, pero a mí me gusta ver que se
toman su tiempo en escribir la comanda, como ahora. Mejor aún si es con buena
letra. Tiendo a identificar el estilo de cocina con esa escritura, por lo que
desconfío si se hace deprisa. No ha habido ningún problema en modificar los platos
para los niños. Eso también es importante. Trae las bebidas, ofrece cubiertos,
entrega sobres de salsa. Cuando retira los platos, antes de los postres, nos
pregunta si nos ha gustado la cena y agradece con un gesto de la cabeza y una
sonrisa nuestros comentarios, como si ya supiera que al hablar de ellos también lo
hacemos de ella.
jueves, 4 de julio de 2013
La luz se desenreda
La luz
se desenreda : El sol va subiendo por una de esas plantas sin pedigrí que surgen en las grietas de los aparcamientos, junto a marcas ya desgastadas. Esta es la naturaleza que me gusta, la que no lo tiene fácil. Si naces en Galicia, con papá árbol a un lado y mamá árbol al otro, tu vida ya está justificada y es posible que algún día un personaje de Wenceslao Fernández Florez se apoye en tu trono o que José Luis Cuerda te incluya en una de sus películas. Pero crecer en este aparcamiento, con un coche a un lado y el drive-in del McDonald´s al otro, ya es otra cosa. Sus hojas retienen el sol para que el atardecer dure un poco más. .
miércoles, 3 de julio de 2013
El importante papel (de celo) de la autoedición
El importante papel (de celo) de la autoedición
: Daniel dibuja al monstruo del Lago Ness y lo pega en su puerta con un trozo
de celo. No ha seguido el proceso habitual : qué bonito es, vamos a comprar un
marco, hemos comprado un marco, vamos a meterlo dentro. Se ha cargado la cadena
de valor, se ha independizado de nuestra crítica y, con unos cuantos trozos de
celo, se ha autoeditado. Artísticamente, se va haciendo mayor.
También al escribir sería bueno lo
de ponerse en contacto con un editor, corregir, publicar y firmarle a los
amigos en una caseta un libro que les podrías entregar en tu casa. Claro que me
gustaría. Pero ahora al Universo no le ha dado por ahí. Así que también salgo
al pasillo de Internet, escribo algo y lo pego en la puerta del blog con un
título que debe resultar pegajoso.
martes, 2 de julio de 2013
La perla de chocolate
La
perla de chocolate : Lucía prepara un berberecho de chocolate y lo deja en la
nevera. Cada vez que la abro pienso en morder esa perla de chocolate, pero me freno
cuando recuerdo que no es mía. La misma secuencia varias veces. Siempre a punto.
Quizás sea parte del juego de Lucía saber que las cosas van a suceder así.
lunes, 1 de julio de 2013
El intercambio
El intercambio : Cuando
llego a casa, Daniel me enseña una figura de plastilina que ha hecho hoy tomando
como ejemplo al protagonista de un corto de Pixar : “Las aventuras de André y
Wally”. El corto es de 1984, apenas dura un minuto y medio, y no tiene más
valor que el histórico, pero si ha servido para inspirar a Daniel, alabado sea.
La figura está llena de detalles.
¿Qué se hace con un niño de ocho años con esta habilidad? ¿Se le habla del
talento? ¿Se evita el tema a ver si la vena artística, que no le va a llevar a
ninguna parte, se va secando poco a poco?. La figura es impresionante.
Yo no tengo nada que ofrecerle. Lo
suyo sería realizar un intercambio : tú me enseñas esa figura de plastilina y
yo te muestro algo que esté al mismo nivel. Trabajar se convierte en esto :
nada que sacarse del bolsillo y de lo que sentirse orgulloso. Como mucho, una
fotocopia de la transferencia de la nómina.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)