La fuerza de la corriente : Terminamos el año comiendo. Nunca he visto una mesa
tan larga como ésta, repleta de comida. Bastaría con comerse los entrantes para
quedar saciado. A un lado están los mayores y al otro los niños: son ellos los
que al aumentar de número cada año van empujando un poco más mi silla hacia la
zona de los adultos. Este año vuelvo a ser consciente de este movimiento.
Empiezo a comer sin prisas. La única manera que se me ocurre de rebelarme es
seguir mi propio ritmo. Servirme los bocados de uno en uno.
jueves, 31 de diciembre de 2015
miércoles, 30 de diciembre de 2015
La cuerda del telón
La cuerda del telón: La mano que tira en
un sentido: llevamos trabajando en esta obra más de dos años y estoy deseando
descubrir hasta dónde hemos llegado. Hasta dónde empujan las palabras, el
trabajo de los actores, la escenografía, la música, las luces. ¿Será suficiente para mantener el interés de todos los niños que llenan el
teatro?. Quiero saber si, además de quejarme de la mierda que se les ofrece en
televisión a los niños, en lo que a mí respecta he sido capaz de proponer una
respuesta válida. Esto, esto es lo que yo haría. Vamos con la segunda. La mano
que tira en sentido contrario: ¿no ves que las palabras ya empiezan a alejarse?
martes, 29 de diciembre de 2015
La humanidad en un radio de seis metros
La humanidad en un radio de seis metros :
Las paredes de la vinoteca están repletas de botellas vacías que alguna vez han
formado parte de su inmensa carta de vinos. Creo que el que atiende es el dueño.
“Prefiero los días normales, sin fiestas, que es cuando la gente viene a beber.
Por eso ahora cierro hasta que pasen estas fechas”. Es su forma de disculparse
cuando le pido una copa de una uva que no conozco y solo me ofrece de las tres
botellas que tiene abiertas.
Pero tengo suerte porque hoy he
quedado aquí con dos amigas y podemos saltar de la copa a la botella. Le
decimos que nos recomiende y empezamos
con un “Quixote 2007” y terminamos con un “Cerrogallina 2011”. “Hay muy buenos
vinos en todas partes. Deberíamos dejar atrás eso de pedir un riverita o un
riojita. Lo del diminutivo me pone malo y esa defensa de una zona es ridícula:
he puesto a prueba a más de uno con una cata a ciegas y no han sabido
diferenciar un ribera de un rioja. Estos os van a gustar”.
Los vinos son un acierto. No solo porque
cada copa sea un placer, sino por la sensación que compartimos de que estamos
en el sitio justo en el momento preciso. Es más: el núcleo que formamos se va
abriendo poco a poco para hacer sentir como nuestra parte de la alegría que hay
alrededor.
Esa
impresión no desaparece cuando nos despedimos. Soy más sensible a lo positivo
que me rodea en un radio de seis o siete metros. No es una comunión total con
la humanidad. Aunque el vino sea bueno, no da para tanto. Pero en ese círculo
funciona. Y al ver un montón de cajas de zapatos vacías en la acera de una
zapatería me alegro de que hayan tenido un buen día. Alguien habrá llegado a
casa cansado pero satisfecho
lunes, 28 de diciembre de 2015
Sano egoísmo navideño
Sano egoísmo navideño: Normalmente consulto
los tuppers de la nevera como el entrenador que echa un vistazo a un banquillo
del que no espera nada. Tras el lento análisis, los alimentos casi siempre se
dividen en dos grupos: los que ya han caducado y los que no me apetece comer,
que acabarán en el primer grupo. Después, también despacio, como si abandonara
una sala de convalecientes, cierro la puerta de la nevera.
A veces, sin embargo, hay
excepciones: un tupper especial al que le dedico el ático de la nevera porque,
como un buen vino, trato de reservarlo para un momento especial. En este caso, se
trata del que conserva los restos del rape de la cena de navidad. Como me he
quedado solo, decido echar mano de él para la cena porque así no tengo que compartirlo y puedo
comérmelo directamente de la sartén. No es un comportamiento muy navideño, pero así me aseguro de que esta prórroga conserve el gran nivel gastronómico
del resto del partido.
sábado, 26 de diciembre de 2015
Del bronce al hierro
Del bronce al hierro : Voy a pagar por este goulash mucho más de lo que
cuesta, pero no importa. En el MAN nos han enseñado las embarcaciones con las que
los fenicios trajeron el hierro. También hemos visto uno de esos templos que
construían en honor a Baal y a Astarté. Los años avanzaban de cien en cien con
cada paso que dábamos. De la edad el bronce a la del hierro sin apenas darnos
cuenta. Como es mejor cuidar la información y no saturarse, hemos decidido dar
por terminada la visita a la hora de comer con los fenicios. Sé que este goulash
es bastante caro, pero no importa, decía, porque la próxima vez que volvamos al
MAN reanudaré la visita desde este plato.
viernes, 25 de diciembre de 2015
El regalo perfecto
El regalo perfecto : Debería existir la costumbre de dejar uno de los regalos que aparecen a los pies del árbol de
Navidad sin abrir y conservarlo en el mismo sitio durante todo el año. Guardarlo
para encontrarse con él esos días en los que se regresa a casa siendo menos de
lo que se era al salir por la mañana. Ah, el regalo: tocarlo, agitarlo un poco
para descubrir qué es y devolverlo a su sitio. Aguantar un año y, al sustituirlo
por otro, bajarlo al trastero para poder acudir a él en esos años en los que
uno termina siendo menos de lo que era al empezarlos.
jueves, 24 de diciembre de 2015
Quizás nosotros, vistos desde arriba
Quizás nosotros, vistos desde arriba : Este
año tenemos embutidos, ensaladilla rusa, rape, steak tartar, almejas y tarrinas
de fresas con chocolate de postre. Para beber, un “La cometa” 2014, un “El
rincón” 2010, un “El Caire” 2010 y un “Apasionado” de José Pariente.
Lo único que no cambia respecto a
la cena del año pasado es el recipiente con macedonia que mi madre vuelve a sacar
al final, cuando nadie quiere más. Parece que no le importe que apenas la probemos y que le volvamos a decir, como cada año, que no tiene por qué
hacerlo. Tenemos la impresión de que a ella nuestras quejas le dan igual. Pero esta vez me fijo en
el cuenco que me coloca y descubro que no es un plato para comer, sino
para mirar. La combinación de los colores de las distintas frutas transmite un
optimismo que es la mejor forma de acabar la comida. Quizás nosotros, vistos
desde arriba, también provoquemos el mismo efecto.
miércoles, 23 de diciembre de 2015
La evolución no descansa
La evolución no descansa : Hay tanta vida en el numeroso grupo de los mandriles
que es posible que durante el tiempo que estamos ahí hayan nacido cinco y se
hayan muerto unos cuatro. Huele muy mal, sí, nada que ver con el terreno en el
que toma el sol el hipopótamo. También es un grupo ruidoso, claro, que dónde va
a parar la paz del inmóvil rinoceronte. Sin embargo, Daniel y yo, como el resto
del público que le lanza cacahuetes, no podemos
dejar de mirarlos. No sabría qué responderle a Daniel si me preguntara si descienden de nosotros.
martes, 22 de diciembre de 2015
La reserva espiritual de oriente
La
reserva espiritual de oriente : A la
salida del colegio, como ya viene siendo tradición, las nubes que se han repartido en la comida vuelan por los aires para celebrar el arranque de las vacaciones
de Navidad. Normalmente no me opongo a este rito porque, aunque soy reacio a
que se juegue con la comida, no sé si algo que viene de China y combina jarabe
de glucosa, azúcar, agua, sorbital, almidón de maíz, aromas y colorantes E150,
E60a, E 162, E133 y E153 puede considerarse dentro del grupo de los alimentos.
Debe haber juguetes más sanos. Pero este año las nubes tienen la cara de los
Reyes Magos y, sin dudarlo, declaro que el conjunto es comestible, por lo que
me enfrento a Lucía cuando pretende lanzarlos todo lo alto que pueda. De nada
valen sus quejas. Hay que demostrarles a los chinos que respetamos su trabajo
para que, ajenos a lo que pasa aquí, sigan manteniendo la tradición de representar
a los Reyes Magos con rostros masculinos.
jueves, 19 de noviembre de 2015
La ronda del profesor
La ronda del profesor : Como se nos dan tan mal las plantas, lo más lógico sería
que acudiéramos a las tiendas pidiendo aquellas que estuvieran ya en las
últimas para traerlas a casa sin ilusión. De alguna forma, nuestra esperanza
les resulta muy perjudicial, así que optamos por recibir los ramos que a veces
nos regalan con una distancia nihilista, como quien pinta una cuna de negro.
Puede parecer un ambiente negativo, pero los ramos aguantan mucho más si nos
acercamos a ellos pensando “ya se estarán poniendo mal” que si lo hacemos con
la idea de “a ver si ha florecido algún capullo”. El ramo se conserva más
tiempo así, pero nunca expresamos delante de él nuestra alegría, solo el leve
asentimiento del profesor que comprueba que todos sus alumnos han dado la
respuesta adecuada al problema.
miércoles, 18 de noviembre de 2015
Los Reservas de Protos: Ni rastro de tópicos
Los Reservas de Protos: Ni rastro de tópicos : Parece que llega
un momento en el que los proyectos tienen que disculparse por todo lo que han
crecido. Todo el mundo siente atracción por la pequeña tortuga en su casa de
plástico, por el ático sin ascensor en el que había que elegir entre abrir la
cama o colocar la mesa para cenar, o por esa maqueta que va de mano en mano de
un grupo del que no se ha oído hablar. Pero si las cosas van bien y la tortuga
crece hasta comerse un paquete de jamón al día, el ático se convierte en chalet
y el grupo llena estadios, miramos a otro lado, como si se hubiera perdido lo
genuino. Debe estar en nuestros genes.
El mundo del vino no es una
excepción. Sigue predominando el enfoque romántico del
enólogo soñador que se retira a una parcela para, ahí donde unos buscarían lagartijas
debajo de las piedras ellos, imaginarse sus futuras viñas madurando una uva tratada
con cuidado.
-El problema – me dice Carlos
Villar, Director General de Bodegas Protos – es que muchas de esas bodegas tienen
muy complicado subsistir económicamente. Y no digo que su vino sea malo, al
contrario, que muchas veces lo recomiendo cuando me preguntan por algo nuevo.
La explicación la comparte con los
que estamos sentados con él en una mesa de un sótano del restaurante MetroBistro de Madrid para una cata de sus reservas. Toda esa afinidad que generan
las pequeñas bodegas parece desaparecer con las grandes conforme crecen, como
si fuera un precio a pagar y el verdadero talento se mantuviera siempre en la
cantera para ser sustituido por otra
cosa cuando el campo, en vez de ser de tierra, pasa a ser de césped regado
todos los días.
Y si difícil es defender la imagen
de una gran bodega, más aún es hacerlo utilizando como argumentos sus reservas.
El esfuerzo me parece tan grande, sobre todo con aficionados que, como yo,
solemos evitar los reservas, que tengo
que reconocer que logra atraer mi interés.
A Carlos Villar, lo acompañan
Fernando Villalba, Director de Comunicación, y Marilena Bonilla, su nueva
enóloga. Sorprende ver reunido a un equipo así, sin suplentes, en una cata
que se celebra en una pequeña sala a la que se llega tras bajar varias
escaleras en un ejercicio que tiene algo de clandestina reunión de resistencia.
Pero el escenario, como en las
buenas novelas, forma aquí parte del significado. Es un descenso que busca
acercarse a las raíces de los conceptos, a las bases de los vinos, dejando
arriba, en la superficie, todos esos prejuicios, que son muchos, sobre lo que
significa acercarse a los reservas.
La que actúa como guía de la cata
es su enóloga. Y los vinos que va a utilizar para tratar de vencer nuestras
ideas preconcebidas son un Reserva 2011, un Gran Reserva 2006, un Selección
2001 y un Grajo Viejo 2012. La explicación de Marilena sobre los vinos consigue
que, conforme habla, el espíritu inicial de la veterana y gran bodega vaya
mostrando otra cara complementaria que sigue viva dentro de ella: la de la
pequeña que se enfrenta a cada reto con nuevas ideas.
Y es que el primer y fundamental
cambio que se produce afecta a la percepción de lo que es producir un reserva.
Parece que la inquietud y la ilusión estuvieran asociados únicamente a
proyectos de crianza, destinados a llegar pronto al público y que el
tratamiento de un reserva, al que se le asocia el largo trámite del tiempo,
necesitara de enfoques clásicos, perennes e inmutables como principios de
derecho romano.
La realidad, por lo que la enóloga
demuestra, no es así. Cada uno de sus proyectos tiene una intención, un deseo
de innovar, la ambición de mejorar cada vez más y más. Solo hay que escucharla
hablar de la tierra, de las uvas, de la madera, de los procesos, de las cepas,
de las vendimias, de las parcelas, de las añadas o de las barricas. El empuje es el mismo que en cualquier otro
trabajo, solo que su objetivo es otro. No es la escritora que trata de llegar
al público con una columna ingeniosa en el periódico, sino la que pretende
dejar una página que perdure en una novela.
Tal vez parezca un descubrimiento
menor, pero en mi caso adquiere la evidencia de esas revelaciones que logran su
fuerza por integrarse en lo cotidiano. Eso elimina ya cualquier barrera que
pudiera tener acerca de los vinos presentados y logra que me acerque a ellos
con uno de los elementos fundamentales de cualquier catador: la curiosidad.
La experiencia de la cata sostiene
el discurso de la enóloga. Los diferentes vinos que vamos probando, algunos de
añadas muy antiguas, rompen también con el tópico del entrar en un reserva como
el que accede a una biblioteca repleta de tomos encuadernados en piel. Los
vinos están vivos y tienen mucho que decir. La diferencia es que necesitan más
tiempo para expresarse.
Además, contra lo que pudiera
parecer en la aproximación a un reserva, estos vinos no permanecen quietos,
esperando que sea uno el que se acerque. Ellos también se aproximan mostrándose
rápidamente en unos colores, unos olores y un paladar que rompen la idea
preestablecida de ellos. Es evidente que el tiempo también puede jugar a tu
favor.
La cata termina con una gran cena servida ahí mismo tras escuchar unos grandes temas de Miguel Dantart, algunos como “El viaje de la uva” o “Cosas bonitas”, dedicados al vino. Al final queda la sensación de que, en las grandes bodegas, los proyectos más innovadores pueden estar en sus reservas. No era lo que yo pensaba al principio: cuando subo las escaleras para salir, dejo el prejuicio abajo. El que sale a la calle no es el mismo que el que entró. Y eso siempre está bien.
lunes, 16 de noviembre de 2015
El sprint imaginario
El sprint imaginario : Como esta semana
no tengo coche, tengo que volver caminando desde la casa de Federico hasta la
estación de metro. Hay pocos placeres que superen al de compartir mesa con
alguien que disfruta más de la comida y del vino que tú. Nos hemos comido lo
que quedaba de la tortilla de patata que hizo ayer y hemos apurado la botella que
ya tenía abierta. Se puede decir que lo de hoy ha sido un gran epílogo de su
cena.
Me noto pesado y feliz. Es cierto
que si ahora tuviera que coger el autobús en esa parada que está debajo de este
puente no podría recorrer la pasarela a tiempo y lo perdería por mucho que me
esforzara. Pero la única razón por la que de verdad lo intentaría sería la de
verme regresando a la mesa de Federico.
domingo, 15 de noviembre de 2015
El cinco rojo
El cinco rojo : En la mesa de la celebración hay varias botellas de “Damana
5” para los pocos que somos más aficionados al vino tinto que a la cerveza. Entiendo
que haya quien prefiera la cerveza al vino, pero en una reunión como ésta debe ofrecerse,
por lo menos, una botella de vino que sirva para recordarla. Esta cerveza que
sirven en la barra, sin marca, sin etiqueta, sin historia, se olvidará. Pero
dentro de un tiempo, cuando veamos otra botella de “Damana 5”, nos acordaremos
de la moto rosada neo pink 2.0 que le regalan a Berta, del tartar de carne y atún, del Gran Premio de
Brasil en la televisión del fondo, de las fotos del grupo, de las charlas que
surgen alrededor del tema al que El país dedica su titular del día, “Guerra al
Estado Islámico”, y de cómo, copa tras copa, todo lo que de rojo había en el
local empezó destacar sobre el resto, como si el ojo fuera más sensible y
buscara la analogía alrededor.
sábado, 14 de noviembre de 2015
Que ya son euros por una copa de vino
Que ya son euros por una copa de vino
: Tenemos un rato para tomarnos un vino antes de que empiece “El alcalde de
Zalamea” en el recién abierto Teatro de la Comedia, que ha estado en obras
muchos años. Tantos que ya era normal pasar por delante y decir “Ah, las obras
del Teatro de la Comedia”. Sin lamentarse, como algo que llevaba su tiempo, “Ah,
las obras del Teatro de la Comedia”. A
los del Mezklum, el restaurante que está al lado, los continuos retrasos no les
hacían mucha gracia porque las obras les ocultaban la entrada. Claro. A los
demás, que no teníamos ese problema, nos bastaba con saber que, “Ah, las obras
del Teatro de la Comedia”, algún día se acabarían. Y como todo, efectivamente,
se acaba, llega un día en el que quedan unos quince minutos para el arranque de
“El alcalde de Zalamea” y los aprovechas pidiendo en un local cercano un “Dominio
del bendito” a 4,5 € la copa, que ya son euros para una copa, que si esto lo ve
Pedro Crespo, igual se hubiera marcado aquí uno de sus monólogos. Pero no hay
problema porque, por un error que no tratamos de arreglar, nos cobran solo 2,5
€ por copa. Lo tomamos como una buena señal de una obra en la que descubrimos
monólogos que justifican las obras, el retraso, el mosqueo de los del Mezklum y
hasta el precio de la copa si nos hubieran pedido por ella 4,5 €. Que qué son 4,5 € con
monólogos como éste:
“En un día el sol alumbra
y falta; en un día se trueca
un reino todo; en un día
es edificio una peña;
en un día una batalla
pérdida y vitoria ostenta;
en un día tiene el mar
tranquilidad y tormenta;
en un día nace un hombre
y muere; luego pudiera
en un día ver mi amor
sombra y luz, como planea;
pena y dicha, como imperio;
geste y brutos, como selva;
paz e inquietud, como mar,
triunfo y ruina, como guerra;
vida y muerte, como dueño
de sentidos y potencias.
Y habiendo tenido edad
en un día su violencia
de hacerme tan desdichado,
¿por qué, por qué no pudiera
tener edad en un día
de hacerme dichoso? ¿Es fuerza
que se engendren más despacio
las glorias que las ofensas?”
Que si no habríamos pagado 4,5 € por algo así.
viernes, 13 de noviembre de 2015
Una madre hace que todo parezca normal
Una madre hace que todo parezca normal :
Veo la cuerda amontonada junto al andamio de la obra y me pregunto cuánto
medirá. Me gustaría poder tirar de ella conforme avanzo por estas calles del
barrio en el que nací y ver si alcanza hasta el portal de mi casa, que traspasaría
con la cuerda en mi mano para subir por las escaleras y presentarme en el primer piso, que
es donde vive mi madre. Siempre me parecía que vivir en el primer piso no tenía
ningún interés, que era en los más altos donde se acumulaba una intensidad que
yo no podría experimentar. Pero estoy seguro de que hasta ahí no podría llegar
la cuerda. A la puerta de mi madre es posible que sí. Estaría bien: llamar a la
puerta y explicarle el impulso que me habría animado a intentar este juego. "¿Y los niños, bien?".
jueves, 12 de noviembre de 2015
No hay mejor recibimiento que una buena despedida
No hay mejor recibimiento que una buena
despedida : Justo donde el metro ligero tiene la última parada de la línea
hay una bicicleta. Está apoyada en una valla, junto a las cuatro vías del
metro. Seguramente su dueño, al bajar
del vagón después del trabajo, se quede un rato mirando para que el contraste
entre los círculos de las ruedas y las líneas de las vías le permita saltar más
rápidamente de lo laboral a lo doméstico. Una vez subido en ella, se fijará en
los caminos paralelos de los raíles mientras, con los primeros pedaleos, va
improvisando el camino de vuelta a casa.
miércoles, 11 de noviembre de 2015
La sonrisa del gorila
La sonrisa del gorila : En el pequeño
muro han dibujado la escueta cabeza de un gorila enfadado. Enfadado, en
general. No hay ninguna pista que permita saber el motivo. En la pintura
clásica siempre aparecía un detalle que permitía dotar a la obra de una
narración en la que todo adquiría un sentido. Pero esto no es el Prado, sino un
muro, y el rastro de ese posible significado tal vez haya que buscarlo fuera. Quizás
en esa farola que ilumina esta parte del muro y que puede haber sido la razón
de que el autor la haya elegido si trabajaba de noche. Y de noche, con prisas y
con frío, a nadie le sale bien un gorila sonriente.
martes, 10 de noviembre de 2015
Lo que nosotros podemos hacer por China
Lo que nosotros podemos hacer por China : Este año la academia de chino manda a un profesor.
Hasta ahora habían venido maestras que se inclinaban levemente antes de entrar
en casa y a cuya puntualidad y tranquila forma de llevar la clase nos habíamos
acostumbrado. El profesor lleva el pelo teñido de rubio, la gorra al revés y se
presenta diez minutos antes de la hora, como si hubiera mucho que dar y faltase
tiempo. Al principio tuve mis reticencias porque, ahora me he dado cuenta, pensaba
que la enseñanza de un idioma requería la paciencia femenina, que es creativa,
frente a la masculina, que es un tiempo en el banquillo con los brazos
cruzados. Pero esa urgencia pedagógica, parece funcionar: cuando aaban, la
mesa está llena de hojas con caracteres chinos y los libros marcados con nuevos
post-it amarillos. Todo va bien, me dice cuando le pregunto por la clase, como
al cirujano después de la intervención. Y todo debe ir bien cuando en la mesa
también hay chucherías que trae como premio. Hoy ha dejado un Chupa Chups
picante con el texto en chino. Que haya elegido un producto español parece un
acto de buena fe, como si sugiriera que nosotros también podemos venderles bienes, que la posibilidad de hacernos un hueco ahí existe y que entonces hablar
chino será útil. También exportamos fútbol: me comenta que es socio del
Atlético de Madrid. Ya hemos tenido en la familia el caso de un madridista que
se ha hecho colchonero, por lo que en este momento me planteo la posibilidad de llamar
a la academia y pedir que regrese alguna de esas profesoras que parecían
ajenas al fútbol y a sus peligros.
lunes, 9 de noviembre de 2015
El principio de gratitud
El principio de gratitud : Sigue
resultando difícil hacerle una fotografía a Lucía. Ya no encuentro argumentos
para que se quite el pañuelo con el que ahora se cubre la cara. A veces creo
que con once años ya sabe algo sobre la fotografía que espera que yo descubra
pronto y que hará que pierda mi interés por ella. Pero llegará el día en que
será madre y estará un domingo de noviembre disfrutando de una mañana de
primavera en la terraza de un restaurante. La camarera se habrá ido con la
comanda hace poco y el sumiller habrá dejado la botella de “Tres picos” después
de oler el corcho y alabar el vino. Entonces ella lo probará y le gustará. Y
con ese sorbo será más consciente de ese momento. Hacer una fotografía es una
forma de dar gracias por un instante: tendrá que buscar un sustituto a este acto.
Algo.
domingo, 8 de noviembre de 2015
El camarero de guardia
El camarero de guardia : Las mesas del restaurante colocadas en la calle solo
tienen puesto el mantel. Parecen esperar que los clientes se traigan de casa
los cubiertos, los platos, los vasos, la tartera con la comida templada y la
botella de vino por la mitad. Mejor cenar aquí solo que en la cocina, donde es
posible que toda la comida sepa igual. El camarero se limitará a acercarse para
que el vaso nunca esté vacío. La única obligación es dejar el mantel igual de
limpio que lo encontraste.
sábado, 7 de noviembre de 2015
Valtravieso: la vida de la uva en una mañana
Valtravieso: la
vida de la uva en una mañana: Si el vino es un organismo vivo, para conocerlo
bien es imprescindible pasearse por su infancia, que es donde realmente se
reparten las cartas de lo que será de adulto, como bien sugirió Freud. En la
mayoría de las visitas, las bodegas se saltan ese paso y se lleva al visitante
a esa juventud que el vino vive en los depósitos, como si ahí empezara todo.
Pero no.
En Bodegas Valtravieso respetan el orden
narrativo y la visita que realizamos un grupo de blogueros, guiados por Pablo González, consejero delegado, y Ricardo Velasco, el enólogo, comienza por la viña,
para que veamos cómo se cría la uva y empecemos a sacar conclusiones, porque
adaptando una frase de Ortega y Gasset, que debiera haber sido la original, “el
vino es el vino y sus circunstancias”. Y las de Valtravieso son éstas: un
terreno muy elevado, un horizonte plano en el que cada viña es su montaña y un
viento continuo que seca hasta las sombras, por lo que aquí no hay humedad en
la que se desarrollen enfermedades.
Con ese trío en la mano, la bodega
apuesta por la tempranillo, la merlot y la cabernet sauvignon. Manda, por
cuestión de denominación de origen, la primera, pero las otras, cultivadas en
menor cantidad, van adquiriendo protagonismo en los vinos que están pensados
para durar más tiempo. Como esas voces famosas que hacen un dueto en un disco
para darle más peso.
La bodega quiere mantenerse en una
producción de 500.000 litros que le permita tener control sobre toda la calidad
del proceso. Por eso no se prioriza la cantidad en la forma de disponer y
tratar las viñas. Ricardo Velasco, el enólogo, tiene así margen de maniobra
para empezar a diseñar el tipo de vino que tiene en la cabeza paseando por el
terreno como el entrenador de la cantera que sabe que hay hueco en el primer
equipo. Así, si hay que volver al método francés de cultivar la merlot, se
vuelve sin problemas. Todo, siempre, con la propia fe que el enólogo tiene en
el vino:
La tierra, pues, y las rocas, y el
polvo. Ahí estamos todos, experimentando una consistencia que solo pueden
ofrecer estos elementos. Frente a la teoría de que todo es líquido, la evidencia de las
piedras, la madera de las viña y las raíces que se hunden. Porque aquí también
empieza el amor al vino, por el paisaje en el que uno se enfrenta a lo básico y
que bien pudiera presentarse con un “en el principio era esto”.
Con el pasado bien fijado, Ricardo
Velasco, que tiene pinta de jugar en un equipo de baloncesto o de tocar el bajo
haciendo versiones de Pearl Jam, y que
hoy, en nuestro honor, se ha puesto una camisa de consultor con máster, nos
lleva después a la sala de los depósitos. Si en la infancia estaba todo a la
vista, ahora, en lo que vamos a seguir llamando la juventud del vino, todo
ocurre detrás del metal en un ambiente en el que se combina la precisión de un
laboratorio con la limpieza de un quirófano. Es el momento en el que el enólogo
explica cómo se desarrolla el proceso sirviéndose de un lenguaje en el que se
impone la química. El puente que Ricardo levanta con la pasión de lo que cuenta
busca unirse con el que, por el otro lado, construye el oyente con buena fe, logrando
un acople que permita cruzar de una orilla a otra.
Para asegurarse de que nadie se
queda atrás en sus explicaciones, Ricardo deja la tiza con la que ha estado
escribiendo formulas dentro de nuestra cabeza y baja de la tarima. Lo narrativo
se vuelve expresivo cuando coge una copa de vino y la va llenando con el vino
de uno de los depósitos, el que ha obtenido de la primera prensa y en el que
guarda toda la sustancia. De su copa va sirviendo a las demás en un gesto que
le da sentido a todo su trabajo: una escena que no pide fotografías, sino el
trabajo de un Vermeer. Se trata de un vino denso, fuerte, que mancha la copa.
La clave de la que se servirá el enólogo para equilibrar las demás
fermentaciones. Probamos la copa y echamos el resto a una rejilla del suelo,
como si lo devolviéramos a la tierra.
Volvemos a catar el vino de otro depósito
para que aquellos que, como yo, estamos cansados de tener que echarle fe a
todo, podamos tener otra prueba de lo que ahí se conserva. El vino, al que
todavía le queda mucho trayecto, ha pasado por la primera fermentación y ya se
van apreciando unos rasgos agradables que, en mi caso, aumentan el deseo de
saber en qué se puede convertir.
La tercera fase, la de la
maduración, se da en la sala de barricas. La madera y su olor. La disposición
de las barricas es la mejor representación de la paciencia. Tras la velocidad
de los cambios del anterior proceso, llega este periodo en el que parece que no
pase nada. Solo ese tiempo que se mide por el oxígeno que atraviesa la
madera.
Hay algo relajante en este lugar.
La prueba de que, para llegar a ser algo, hay que atravesar una serie de días
en los que parece que no ocurre nada. Acostumbrados a la presión de lo
inmediato, es agradable experimentar lo que Tizón llamaría “la velocidad de los
jardines”. Detrás de los toneles está cambiando todo, pero no hay reloj para
señalar el tiempo, solo la marca de las tizas en la madera. Para que no todo se
pierda en la lírica de las palabras, el enólogo quita un tapón y con una pipeta
va llenando nuestras copas. El vino, efectivamente, está creciendo.
Si los Crowded House creían que se
podía vivir “Four season in one day”, el
recorrido por la bodega nos demuestra que también es posible experimentar la
vida de la uva en una mañana. La visita termina en la sala de catas de la
bodega, desde la que se ve un terreno que estará plantado en el 2017. Todo lo
que se ha visto hasta ahora, se disfruta en una serie de botellas que van
retrocediendo en el tiempo.
Es aquí donde el visitante se da
cuenta de que él también ha seguido un recorrido por sus propios sentidos. Si
al principio, en el terroir, primaba la vista, pasando después el relevo, tanto
en la sala de los depósitos como en la de las barricas, al gusto, es ahora, en
la sala de la cata donde se valora, sobre todo el olfato.
El propio camino le sirve al
aficionado al vino para saber cuál es su nivel. Para apreciar la cata, en todo lo
que tiene que ofrecer, es necesario acudir a ella con una experiencia previa.
El visitante prueba el vino, pero éste también prueba al visitante, y lo hace a
través de la experiencia de olores que haya ido acumulando hasta entonces. Su
nariz se convierte en el diccionario con en el que traducir todo lo que el vino
tiene ahora que decir. Si no existe esa cultura previa, el placer se rebaja: el
vino coloca ahora a cada uno en su sitio.
Pero no hay de qué preocuparse. Es
bueno ser consciente de tu propio nivel. Y eso solo lo pueden hacer vinos
capaces de desplegar matices, como los que se van sirviendo. Hay que jugar con
los grandes y eso ya lo sabía Julio César, que agradecía la fortaleza del
enemigo porque así la victoria tenía más valor. Además, en el punto hasta el
que nos llevan los sentidos nos recoge Ricardo con sus explicaciones. La
palabra no puede ser un sustituto, pero sirve para iluminar el camino.
Trufas, añadas, matices, resonancias, evocaciones. La cata se va convirtiendo en una clase de la que mentalmente se van tomando notas. El recorrido empieza por las añadas más recientes para ir retrocediendo al pasado, hasta las del 2006 y del 2004. El visitante las prueba: antes de que sigan las explicaciones del enólogo, sólo hay una afirmación de la que no cabe duda y de la que, en el fondo, se basa todo el negocio del vino : “este vino está muy bueno”.
Trufas, añadas, matices, resonancias, evocaciones. La cata se va convirtiendo en una clase de la que mentalmente se van tomando notas. El recorrido empieza por las añadas más recientes para ir retrocediendo al pasado, hasta las del 2006 y del 2004. El visitante las prueba: antes de que sigan las explicaciones del enólogo, sólo hay una afirmación de la que no cabe duda y de la que, en el fondo, se basa todo el negocio del vino : “este vino está muy bueno”.
viernes, 6 de noviembre de 2015
El momento culminante
El momento culminante : Los nombres de
los bombones que vienen en la caja que Lucía se ha comprado son: Capricho,
alegría, sueños, pasión, dulzura, ternura y felicidad. Debajo de la relación,
aparece la información nutricional que permite calcular que cada bombón tiene
56,01 kcal. Que los dos mensajes se transmitan juntos me parece muy bien. Como sospechamos
que detrás de una buena noticia merodea una desgracia, nunca nos abandonamos
del todo al júbilo para no llamar excesivamente la atención del infortunio, lo
que nos deja a las puertas del clímax. Pero esa pequeña distancia hacia el
momento culminante la podemos recorrer sin problemas con los bombones porque al
llevarnos el placer a la boca también nos tragamos la infelicidad, bien
cuantificada con las calorías que habrá que eliminar. Esa mezcla es el secreto
de los bombones y la razón por la que pocas veces se puede ver un gesto como el
de alguien dándole el primer bocado a uno.
jueves, 5 de noviembre de 2015
La habitación que no reservaré
La habitación que no reservaré: Uno de mis
posibles recorridos por Madrid se basa
en aquellos lugares que me gustaría disfrutar. Una pastelería con grandes
palmeras de chocolate junto a la que paso y en la que me digo que tengo que
entrar un día que me despierte sin conciencia. Una librería francesa en la que
ya está disponible lo que llegará traducido en unos meses. Una pastelería, una
librería. Y un restaurante con las paredes blancas y una carta de vinos con la
que puedes dar la vuelta al mundo, una joyería en la que los precios están
escritos en una pequeña etiqueta atada a lo expuesto en un escaparate en el que
el silencio brilla, una charcutería especializada en diferentes tipos de mortadelas,
una tienda en la que las bicicletas parecen pulidas por la velocidad, una
sastrería con los maniquíes listos para acudir a una recepción en La Zarzuela.
Hoy añado el Hotel Atlántico cuando
lo veo elegantemente iluminado por la noche. Me gustaría pasar una noche en una
de sus habitaciones, me digo, aunque sé que no haré nada por cumplir el deseo,
igual que no entraré ni en esa pastelería, ni en la librería, ni en el
restaurante, ni en la joyería, ni en la charcutería, ni en la tienda de bicicletas,
ni en la sastrería por temor a no encontrarme ahí con la experiencia que me
imagino.
miércoles, 4 de noviembre de 2015
Las últimas comandas
Las últimas comandas: En tres alcayatas del tablón del restaurante cuelgan las
comandas de los que se están tomando un café en la terraza. El camarero sale,
mira a ambos lados y vuelve a meterse. No hay prisa. Se puede disfrutar de la
tarde de otoño hasta que una de esas hojas se desprenda y se mezcle con las de
los árboles. En ese momento el camarero se agachará a por ella y se acercará a
la mesa en la que los clientes estarán recogiendo sus cosas mientras utilizan
las frases de despedida para volver a su intimidad.
martes, 3 de noviembre de 2015
Las maniobras del camión
Las maniobras del camión : El cartel de
“¡¡Peligro!! Salida de camiones” es pequeño y está colocado al otro lado de la
entrada de la obra. Parece pensado para los que van caminando con las manos en
los bolsillos y al encontrarse con él levantan la vista para seguir el pequeño
camino de tierra que remonta el terreno esperando ver a algún niño lanzando un
camión de juguete por él.
El tamaño de los camiones que salen
de la obra es tan grande que no necesitan nada que los anuncie. Se bastan por
sí mismos. La calle es estrecha y el conductor gira el volante con la rapidez
con la que en los submarinos aseguraban la escotilla al escucharse la señal de
inmersión. Todos esperamos educadamente a que se tome el tiempo necesario para
hacer la maniobra. Todos, en el fondo, desearíamos que al poner la marcha
atrás, se llevara varios coches por delante. El niño bueno que, de rodillas, dirige
un camión de plástico habrá desaparecido; pero el otro, el cabrón, parece que
sigue presente.
lunes, 2 de noviembre de 2015
Once porciones idénticas
Once porciones idénticas: A la chica
que me atiende le digo que sí a todo lo que me propone añadirle al café. Tiene
que durarme dos horas en esa mesa que está libre. Nata. Canela. Extra de leche.
Asiento sin dudarlo y pago por esa taza que casi tengo que llevar con las dos
manos, como si fuera una ofrenda a una diosa griega, un importe que se acerca a
los tres euros. Poca cosa si se tiene en cuenta que cuanto más tiempo esté ahí,
más barato será el minuto.
Los cumpleaños ya no son lo que
eran. De celebraciones multitudinarias en las que se seguían encontrando niños
días después de terminadas, a estas reuniones selectas entre amigos elegidos
que se agotan pronto porque el nivel de diversión depende de la cantidad de
invitados. Sé que cuando vuelva ya le habrán entregado el regalo al homenajeado
y un camarero estará retirando los platos con las pizzas y los perritos
calientes fríos mientras algún padre, por lástima, se comerá un trozo de tarta
para que no acabe en la basura.
Coloco el café en el centro de la
mesa, bien a la vista, como el ticket de la hora, y enciendo el Kindle para pasar dos
horas con Carver dándole un sorbo al café entre cuento y cuento. Lo estiro todo
lo que puedo y cuando llega la hora de marcharse lo apuro. Me habría pedido algo
para acompañarlo, pero ése que, ahora, se está comiendo una porción de
tarta, soy yo.
domingo, 1 de noviembre de 2015
Traspaso de mando
Traspaso de mando : Cuando nos quedamos solos por la noche, Daniel estrena
un juego que compramos en una tienda de segunda mano. “Majin and the forsaken
kingdom”. En el arranque de la historia, el protagonista descubre una ciudad
olvidada y ahí libera al Majin, un monstruo con musgo en los hombros capaz de
destrozarle la cabeza a un enemigo mientras levanta el pie izquierdo para no
pisar un nido de hambrientos pajarillos. Los dos se hacen amigos porque pelear
juntos une. Es un juego que se disfruta más mirando que con el mando en las
manos. Tal vez sea otra manifestación de la edad que reconozco y acepto sin
problemas.
A la una y diez de la noche, hora local, el protagonista y Majin tienen que escapar de una encerrona utilizando una catapulta. Ni siquiera aquí pido el mando. Proponemos varias soluciones y nos vamos a dormir a ver si la inspiración nos llega durante el sueño.
A la una y diez de la noche, hora local, el protagonista y Majin tienen que escapar de una encerrona utilizando una catapulta. Ni siquiera aquí pido el mando. Proponemos varias soluciones y nos vamos a dormir a ver si la inspiración nos llega durante el sueño.
sábado, 31 de octubre de 2015
El escaparate más triste
El escaparate más triste: El escaparate
de esta tienda anuncia que si tienes que celebrar una fiesta a la que no va a acudir
nadie deberías comprar todo lo necesario aquí. Vasos que permanecerán vacíos,
platos que nadie ensuciará y serpentinas que se quedarán en sus paquetes.
En Halloween han colocado un
maniquí cortado por la mitad en medio de un charco de sangre. El tono deprimente
que no funciona el resto del año encaja bien ahora y el local está lleno. Daniel
y yo lo recorremos. El sitio es grande. Al fondo están los disfraces, la mayor
parte con una saludable carga erótica para el que use Halloween como una excusa
tan válida como otra cualquiera para caldear media hora de su vida.
Hay muchos accesorios atrayentes.
Daniel los va cogiendo: ojos de plástico, dedos cortados, heridas que supuran.
Llegamos a la sección de las máscaras. La que le gusta es cara. No tengo que
decírselo. Veo cómo después de probársela mira el precio y la devuelve a su
sitio sin decirme nada.
Le propongo comprar otra más
barata. A mí me gusta, le digo. Pero me dice que no. Supongo que debería
sentirme orgulloso de que esté aprendiendo el valor del dinero. El año pasado
habría insistido en llevarse la cara. Qué maduros. Qué formales. Qué mierda.
martes, 22 de septiembre de 2015
El fondo de la piscina
El
fondo de la piscina : Entre los objetos que el día deja encima de la mesa del
salón, esta noche hay un silbato de plástico. Admiro de verdad a los que luchan
por tener cada cosa en su sitio, pero la ilusión de que el agua es fiel a la
línea recta solo puede experimentarse al borde de una piscina, no cuando se
está junto a la orilla. Frente a la búsqueda del orden, la evidencia de la
entropía, que se presenta ola tras ola, trayendo de la jornada esas cosas que no
se encuentran en el fondo de la piscina. Este silbato, por ejemplo, que no había visto antes.
lunes, 21 de septiembre de 2015
La calibración de las sombras
La
calibración de las sombras : A la salida del colegio, mientras camino con Lucía,
vuelvo a comprobar que la sombra depende de la posición del sol y de nuestra
edad. Con el sol a nuestras espaldas, la sombra de Lucía es más alargada que la
mía. Si el sol se encontrara frente a
nosotros, sería lo contrario. La
geometría dirá que estas afirmaciones son falsas y que basta con echar mano de
un metro para demostrarlo. Sí, pero hay temas que solo se pueden medir con
palabras. Lucía a mi lado. No, ahora no quiere la merienda.
domingo, 20 de septiembre de 2015
El arte de la despedida
El arte de la despedida : Tanto en las terrazas como en las piscinas las sillas están ya vacías. Habría que agradecerle al verano lo que ha traído pidiendo un
helado en las primeras y bañándose después en las segundas. Conviene aprender a
perfeccionar el arte de la despedida porque conforme se van cumpliendo años se
pasa de festejar lo que va a venir a celebrar lo que ya ha pasado. Por eso por
la tarde, en una piscina vacía, me obligo a darme el último baño de la
temporada en un agua helada, insoportable, perfecta.
sábado, 19 de septiembre de 2015
La caligrafía de la buena suerte
La caligrafía de la buena suerte : Antes de que los Bambalúa lleguen con la camioneta
a descargar la escenografía de su obra en el centro cultural, me doy una vuelta
por la zona buscando un bar para tomar un café. Todos están cerrados a estas
horas de la mañana de un sábado. Pues a andar. En un muro han pintado un "Good
luck" con una caligrafía tan buena que dan ganas de recorrer las letras con un
dedo. Hazlo tres veces y puedes pedir lo que quieras menos un café, que todos
los bares siguen cerrados cuando se presentan los Bambalúa. Del centro cultural
salen dos personas: una les echa una mano, la otra es un guarda de seguridad
que les acompaña todo el rato porque ha habido algún robo. Los Bambalúa se lo
toman a broma y empiezan a montar el escenario. Solo vengo a saludarlos y me
voy antes de que empiece la función. No sé cuánta gente acudirá, pero tampoco
importa. De lo que no tengo ninguna duda es de que hay algún tipo de conexión
entre lo que gente como ellos hace y la buena letra de la pintada.
viernes, 18 de septiembre de 2015
Patatas con chocolate
Patatas con chocolate : Hay poca
diferencia en la calidad de la comida que sirven los locales del centro
comercial. Todos deben compartir el mismo guionista mal pagado. La única
excepción es el restaurante chino, en el que puedes mojar patatas fritas en una
fuente de chocolate bajo la mirada de unos camareros para los que ya no hay
ninguna combinación del bufé que pueda hacerlos reaccionar. Pero esa excitación
gastronómica está reservada para esos días en los que, después de una buena
película, nos apetece, entre otras cosas, mojar patatas en la fuente de
chocolate. Mojar, mojar y seguir mojando. No es el caso. Hoy, desgraciadamente,
hemos visto “El corredor del laberinto 2: Las pruebas”, una película infame en
el sentido de la RAE, “muy mala y vil en su especie”. De esta película los ojos
salen con hambre y lo único que se puede hacer es, por lo menos, buscar un
restaurante en la planta de arriba para poder mirar mientras se come lo mismo
que se sirve en la de abajo.
miércoles, 16 de septiembre de 2015
El marcador apagado
El marcador apagado : El baloncesto no está
entre los deportes que lamento no haber jugado en serio. Nunca me ha atraído,
ni siquiera en televisión, salvo esas finales que veo por cierta forma de
obligación. Y está bien, porque ahora, que empiezo a ser consciente de las
actividades para las que ya es tarde, agradezco que el baloncesto tampoco tenga
interés por mí.
Salvo excepciones: el campo de
baloncesto desierto, con la pista cubierta por una fina capa de agua que ha
dejado la lluvia. Quedan unos minutos para que Daniel salga de su clase de judo
y sería un placer lanzar unos cuantos tiros, sin nadie en las gradas que
juzgue. Más que por hacer canasta, por escuchar el sonido del balón al caer en
el agua.
martes, 15 de septiembre de 2015
Un paraguas sin homologar
Un paraguas sin homologar : La uniformidad del vestuario escolar no incluye a los
paraguas. Bien que lo siento cuando descubro que solo llevo en el maletero uno
pequeño y naranja de varillas débiles que el viento dobla sin problemas. Si
todos fueran iguales, pero no: debajo de algunos podría acamparse una semana,
otros absorberían un rayo sin notarlo y no faltan los que marcarán la tendencia
de la moda el año que viene. Yo solo aspiro a que las varillas, que coloco en
su sitio varias veces, aguanten para que Lucía no guarde mi imagen tratando de
poner orden en la pequeña rebelión de un paraguas de reserva.
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