viernes, 31 de enero de 2014

No nos importa si sale cara o cruz




No nos importa si sale cara o cruz : El dependiente parece contento de estar sirviendo en una bandeja dos colacaos, un cruasán, un sándwich de pollo al curry y en la otra dos cafés. Cuando me gira el terminal para que introduzca la clave de la tarjeta, lo que me gustaría es teclearle la pregunta de cómo lo hace. Solo con un esfuerzo meramente profesional no llegaría a este nivel. Pero lo que hago es presionar los cuatro números que me permiten marcharme con las bandejas.

Parece que el acontecimiento de la merienda va a ser la discusión de si el pequeño trozo que le falta al sándwich de Daniel se debe a un bocado que le haya dado alguien. Claro que tenemos grandes temas que tratar: el trabajo, sin ir más lejos, con una situación de tesorería que nos obliga a consultar continuamente la cuenta del banco con la inevitable tensión del responsable del radar de un submarino que cruzara un bloqueo enemigo. Temas graves nos sobran. A patadas. Pero hemos venido a merendar para celebrar, sobre todo, lo insignificante y tratar de descubrir lo que esconde de relevante, admitido ya que lo aceptado como relevante por los titulares tiene dentro la semilla de lo intrascendente.

Puede ser, efectivamente, un pequeño mordisco. O, simplemente, un fallo de la máquina al preparar el sándwich. Hay argumentos a favor y otros en contra que nos vamos intercambiando sabiendo todos que Daniel se lo va a comer de todas formas. Apostamos sin fichas. Lanzamos la moneda al aire sin preocuparnos de si sale cara o cruz o si rueda hasta perderse debajo de alguna mesa.

Entonces Lucía, que ha estado callada comiéndose su cruasán, acerca los labios a su colacao y sopla. La superficie se agita. Vuelve a soplar. Es a ese gesto al que debería haber apostado toda la tarde y, de alguna manera, el dependiente lo sabía.

jueves, 30 de enero de 2014

Un cuenco de arroz blanco




Un cuenco de arroz blanco : Fede ha comido en casa de su madre unos chorizos a la sidra que su estómago, horas después, todavía no sabe cómo interpretar. Parece que los ha dejado en observación sin tocarlos y eso ha provocado un atasco semejante al de un control de la Guardia Civil en plena carretera de Burgos un lunes por la mañana.

La camarera vuelve a insistir. Va vestida con un traje elegante. No sé si hindú. Bastante tengo con entender la comida como para hacer finas distinciones según el vestido. Afortunadamente, tenemos a una holandesa que lee la carta con una soltura que hace que asienta a todo con una fe que ya creía perdida. Todo vale.

Pero la camarera, que parece inquieta por la negativa de Fede a pedir algo. Él: que si un té. Ella: que si un arroz. Álvaro aprovecha para releer la carta de vinos y señalar desde lo alto de una inmensa montaña de corchos cuál es el que vamos a beber. Un blanco que está muy bien, dice. Se lo indica a otro camarero que se aleja caminando hacia atrás, como si tuviera la orden de mostrar respeto a los que pidan ese vino. Qué se yo.

A la derecha, la conversación de Marta acerca de unos papeles que tiene que revisar mañana a primera hora. Una bodega que compra otra bodega, nos cuenta. Rumor de abogados en la superficie y, debajo, en las cuevas, ese silencio oscuro que envuelve en paciencia todas las botellas para que el vino pueda seguir midiendo el tiempo en meses.

Enfrente, Pepe nos cuenta cómo es la vida detrás de lo que vemos. Las alianzas, las palmadas en la espalda, ese hueco que se hace en el sillón para que se siente uno de los suyos a ver desde la primera fila como fluye una corriente de billetes de la que cualquiera de ellos puede beber sin apenas esfuerzo.

La camarera, ajena a todo esto, vuelve a insistir con lo del arroz blanco. Su acento argentino hace que esa insistencia resulte agradable. Claro que no es de la India, se ríe, pero no ceja en su empeño de cuidar a Fede. Es evidente que esos chorizos han roto alguna de sus conexiones neuronales. ¿Por qué sigue negándose Fede? Todos, al margen de lo que estemos diciendo, solo queremos que diga que sí, todos queremos que acepte el arroz, que deje que se lo traiga, que ella pueda volver de la cocina con el cuenco en las manos. ¿Quién no querría una camarera así?    

miércoles, 29 de enero de 2014

La maldición de Larisa




La maldición de Larisa : Es cierto que el cuenco con kiwis de la cocina me hace pensar en excrementos de camello, pero esa exótica imagen desaparece cuando los pelo y los corto en rodajas. Al ver su estructura salto de las caravanas por el desierto a las órbitas del cielo: estos días, por un tema que los mellizos están dando en el colegio, me he acostumbrado a consultar en Solar Walk, un programa para el móvil, la evolución de los planetas del sistema solar a tiempo real, leyendo información sobre ellos y descubriendo las capas que, como kiwis abiertos, los componen.

Urano tarda 84 años en completar una órbita. Uno de los satélites de Neptuno se llama Larisa, amante de Poseidón (Neptuno en la mitología romana). El potente campo magnético de Júpiter se debe al hidrógeno que, en la profundidad de un tercio de un radio, se ha convertido en metálico. Esas cosas.

Antes nos habríamos tenido que conformar con unas láminas en blanco y negro en una enciclopedia y unos datos precisos que no habrían dejado sitio para historias como la de esa eterna condena en la que viven Neptuno y Larisa. Ese tipo de información que, precisamente, convierte todo el tema en algo realmente interesante.

Ahora basta con mover un dedo por una pantalla. Esa sensación de, en alguno temas, estamos viviendo realmente ya en el futuro se ha quedado unida a los kiwis. Servirse unos cuantos en un cuenco es cenar un poco de optimismo.  

martes, 28 de enero de 2014

El amanecer más largo




El amanecer más largo : Gracias a la burocracia puedo darme un paseo por el centro de Madrid y ver al sol demorándose en las fachadas de los edificios más altos, como si quisiera empezar el día a lo grande antes de dedicarse a limpiar de sombras las pequeñas calles, en el trabajo menos agradecido del que pasa un cepillo por los pliegues de una copa hasta lograr que brille.

Llevo una carpeta con unos documentos que tengo que entregar en un registro, a una chica que seguirá hablando con su compañera mientras consulta algo en la pantalla, grapa las hojas, le pone una pegatina al original y otra a mi fotocopia (parecida a la que pegan a los análisis) y me lo devuelve sin dejar de hablar.

El trámite ha sido rápido y puedo volver al mismo punto en el que estaba quince minutos antes. El sol va abandonando esos edificios, pero todavía resulta una vista impresionante. No está mal este cambio: unos papeles que ya entran muertos en el registro por un amanecer que sigue desplegándose dentro de mí cuando estoy en el metro.

lunes, 27 de enero de 2014

El corazón del balance




El corazón del balance : Voy a recoger unos trípticos y unas tarjetas en una pequeña imprenta familiar en un polígono industrial. El sitio, pequeño pero luminoso, tiene una inmensa máquina con grandes ruedas, de las que necesitan del músculo para ponerse en movimiento y de la gota de aceite en su sitio preciso, como un toque de perfume, para hacerlo con perfección.

El dueño se aleja de la máquina, me da la mano y me trae la caja con los trípticos. Me dice que me ha puesto algunos más. Encima del montón está la factura, que saca de su sobre para explicarme los conceptos. Veo sus manos sucias sosteniendo la hoja y tengo la impresión de que solo deberían ser válidas las facturas que tengan detrás un par de manos así. No es un importe alto, pero me pide que le haga el traspaso cuanto antes.

-Por el tema de los impuestos – me dice – Este año ha habido otro cliente que nos ha dejado tirados.

Se nota que no le gusta tener que pedir así las cosas. No hace falta que me explique mucho más: las cajas de otro pedido que les habían dejado sin pagar la última vez que vine siguen junto a la puerta, como si una cosa fuera hacer una anulación en contabilidad y otra destruir ese trabajo, eliminando cualquier posibilidad de que las cosas cambien, de que los Reyes Magos se presenten para llevarse algo en vez de dejarlo.

Pienso en esa máquina por la noche, mientras preparo la cena. Un balance con una mole como ésa debería ser inmune a cualquier ataque, pero parece que no hay nada que el huracán financiero no pueda llevarse por los aires.

Mientras preparo la cena, el único momento en el que puedes decir que tienes la sartén por el mango. 

domingo, 26 de enero de 2014

Una lista ganadora




Una lista ganadora : En la alargada hoja del pedido del restaurante Lucía va pasando a limpio, a base de cruces, como si eligiéramos la serie de los caballos ganadores en una mañana de hipódromo., lo que los demás vamos escogiendo en el menú.

No tenemos ninguna prisa. Las cruces salen perfectas, pero la camarera solo se fija en los números, que anota en su libreta rápidamente como si todas las posibles combinaciones se redujeran a una, la que ya nos espera en la cocina.

La camarera va trayendo los platos con el único criterio, me doy cuenta, de que no quede ningún trozo de mantel si ocupar. Solo por esto hay que defender a los restaurantes orientales, por esa imagen de abundancia que transmiten. Aquí el tema del gusto está en un segundo nivel y, me temo, el que no lo vea así jamás disfrutará del todo en una de estas comidas. Aquí es obligatorio comer con la vista.

Tal vez exista una fórmula matemática que sea capaz de distribuir todos los platos según nuestros gustos para evitar el viaje de los cubiertos y los palillos de uno a otro, pero no nos interesa. Lo divertido es crear en el espacio esos elevados caminos invisibles como nudos de autopistas por los que se va moviendo la comida, sin pedir permiso, sin preocuparnos por las gotas que vayan cayendo.

Esa exuberancia de platos nos exige sea el capricho el que mande, fijando su atención de un plato en otro, como esos perros que hace un rato, sujetos a las correas de sus dueños, veían un desfile de bicicletas, patinadores, paseantes, carritos de niños y coches teledirigidos deseando salir corriendo detrás de todo.

sábado, 25 de enero de 2014

A cuerpo de madridista




A cuerpo de madridista : Daniel y yo nos vamos al Bernabéu a ver al Granada a las cuatro de la tarde. Por la hora y el rival es posible que muchos socios cedan sus asientos a algún familiar joven para que se vaya forjando la siguiente hornada de madridistas. Que falta hace, que empieza a resultar deprimente escuchar tacos y maldiciones solo en voces de adultos.

Mi estilo como tutor madridista es bastante anárquico. Acepto casi todo. Si no quiere ponerse de pie cuando el campo se levanta para recibir al equipo, no pasa nada. Si prefiere hacer un avión con la cartulina dorada que nos han dejado en el asiento y modelar las alas mientras los demás levantan la suya para celebrar así el balón de oro de Ronaldo, tampoco pasa nada. Si no pregunta por los nombres de los jugadores, no pasa nada. Si quiere saber por qué todos llevan zapatillas naranjas, no pasa nada. Si me dice el nombre de un equipo distinto cada vez que le pregunto contra quién jugamos, tampoco pasa nada.

La verdad es que uno se aficiona al fútbol cuando encuentra la postura perfecta para ver el partido sin apenas moverse: asiento y cuerpo son uno. A veces basta con mirar alrededor para ver que muchos, aunque lo intentan, no van a encajar. Da igual que agiten los brazos como un loco, que griten por dónde debe ir la jugada, que sigan celebrando un gol minutos después de que haya subido al marcador, que presuman de puro delante de los demás o que no paren de hacer fotografías. Asiento y cuerpo.

El portero del Granada me sorprende. También disfruto de los goles de Ronaldo, de Benzema y de una chilena que habría marcado un círculo rojo alrededor de este partido para la posteridad. Todo es importante, pero no dejo de mirar de reojo a Daniel para ver cómo va su adaptación. No le aconsejo. Me limito a observar.

En el descanso salimos a comprar unas palmitas con kétchup y mostaza. Dos eurazos que planto en la mano del dueño del puesto como si acabara de comprarme una carabela en el puerto de Cádiz. Cualquier cosa menos una bolsa de pipas. Tengo que mantener a Daniel lejos del grupo de los piperos, los que ven los partidos a través de los titulares de los periódicos deportivos. En el fútbol hay que dejarse llevar por lo que tiene uno delante, lo que no siempre resulta fácil. Y si toca hacerse un poco del Granada por el partidazo que hace su portero, ya digo, lo asumes sin problemas.

Daniel va comiéndose sus palomitas. Los minutos van pasando y llega el momento en el que desliza un poco el culo, coloca los pies en el respaldo de delante y me da la impresión de que podría quedarse así, enlazando partidos hasta ese último encuentro en el que nos clasificaremos para la final de la décima. Siempre con una bolsa de palomitas en la mano. Creo que aquí tenemos a un madridista bien encaminado.

viernes, 24 de enero de 2014

Un balón frío




Un balón frío : El día se ha quedado en esta tarde fría. Los tres amigos bajan con el balón a jugar un rato porque era uno de los puntos que tenían en esa lista que me recitan en el coche. Tantas cosas en tan poco tiempo: pero esa bolsa de deseos a punto de explotar es lo que define su amistad. Cuando cogen el balón no parecen muy convencidos, pero la lista es la lista.

En el cielo, el atardecer ofrece una mezcla de colores que pronto inundará twitter. Yo también hago unas cuantas porque, a falta de otra forma de reconocimiento, nos hemos quedado con la básica de la fotografía. El sol se va poniendo poco a poco, como si se adaptara al ritmo de los tres amigos, haciendo todo lo posible por llegar al último punto de la lista.

Ya hemos ido al cine, ya han tirado las palomitas, ya se han enseñado todo lo que se han traído en sus mochilas para pasar la noche, ya se han enseñado cómo hacer aparecer un helicóptero en GTA y cómo asesinar sigilosamente con un cuchillo, ya se han repartido las camas. Ahora son los únicos niños jugando porque la tarde parece haberse llevado el color y el calor para combinarlos en ese ejercicio creativo con las nubes con el que quiere cerrar el día.

Me meto en casa. A los pocos minutos llaman a la puerta. Suben contentos, como si haber hecho algo que, llegado el momento, no les apetecía, hubiera sido una buena prueba para el grupo. Dejan el balón en el salón y deciden que ahora pasan del GTA a jugar con los Lego. Ya llegan las risas por el pasillo, unas sobre otras, como esas tortugas recién nacidas que, corriendo por la arena, buscan el mar. 

jueves, 23 de enero de 2014

El envoltorio del color



El envoltorio del color : Hay una ciudad que solo se puede ver en blanco y negro. Solo entonces aparecen pistas, como los equipos que rastrean las pruebas en la escena de un crimen. Solo pistas. Nada más que pistas. Mil veces puedes pasar junto a un par de bicicleta atadas a un poste sin verlas. Pero el blanco y negro te obliga a frenar la atención, como si el color fuera solo el envoltorio de las cosas y al quitarlo descubriéramos qué esconden. Te llevas esas bicicletas como pistas sin saber de qué, ni para qué. Sí intuyes que alguna vez puedan serte útiles. Tal vez la conexión entre dos ideas que jamás habrías podido unir sin ellas y así dar otro salto.

miércoles, 22 de enero de 2014

Cien millones de euros en la cuenta




Cien millones de euros en la cuenta : Si tuviera cien millones de euros en la cuenta, no habría tenido que levantarme a las seis, ni salir un poco antes de casa para evitar el atasco que anuncia la lluvia por la mañana (que a las seis de la mañana parece caer más despacio), ni releerme un contrato varias veces para evitar las trampas, ni preparar el cambio de año fiscal en el programa de contabilidad, ni repasar la lista de los pedidos, ni vigilar la cuenta en el banco, ni discutir sobre porcentajes, ni mirar el reloj, ni leer rápidamente los artículos que me interesan, ni comer de un tupper, ni volver a vigilar la cuenta del banco, ni regresar a casa corriendo para preparar la cena, ni hacer unas cuantas preguntas rápidas sobre el día a los mellizos, ni dar unas cuantas respuestas rápidas sobre el día a María, ni preguntar, desde la cocina, si se han cepillado ya los dientes, si se han ya el pijama, si ya la cama, si ya.

Si tuviera cien millones de euros en la cuenta, no habría disfrutado igual de este cortado acompañado con un bombón que tengo en la mesa segundos antes de empezar a ver, el día prácticamente terminado, el octavo episodio de “Orange is the new black”.


martes, 21 de enero de 2014

La visita de la escritora




La visita de la escritora : Me dice Daniel que la escritora que ha ido hoy a su clase a charlar con ellos era mayor. Abre la portada para que vea la dedicatoria que le ha escrito. “Para Daniel con cariño”, M. Terzi. El libro se titula “Un problema con patas” y no sé de qué va.

Me digo que no estaría mal leerlo y después comentarlo con Daniel, pero no creo que encuentre un rato. Bastante me está costando sacar unos minutos para seguir con “Las puertas de la noche”, de Gándara, donde abundan los párrafos que subrayo. Por ejemplo, éste de la página 203 que leo antes de desayunar.

“Hacemos y tras lo hecho confiamos en que se despegue la creación. Los actos humanos se deben a su progenie: la poesía que hablará de ellos como los hijos hablarán de los padres, los discípulos del maestro, las ciudades de sus habitantes, los hombres de sus dioses, el amante al amado. Necesitamos ser cantados porque necesitamos esa confirmación exterior de que hemos merecido este tiempo frágil y limitado, y eso es todo lo que necesitamos”

Fantaseo con cambiarme un día por Terzi y someterme a las dudas de un grupo de niños lectores. Debe ser una buena experiencia y para imaginármelo mejor le hago unas cuantas preguntas a Daniel que contesta con frases cortas porque ya está cansado y en un mundo en el que todos los días se aprende algo, la figura de un escritor tampoco resulta tan sorprendente.

Pero esa indiferencia hacia lo escrito cambiará cuando, después de todo un día, vuelva al mismo párrafo que leyó por la mañana con la casa en silencio, como si lo ocurrido en medio fuera un intervalo prescindible.    

lunes, 20 de enero de 2014

La primera frase a bolígrafo




La primera frase a bolígrafo : A Lucía le entregan hoy el bolígrafo en el colegio para que empiece ya a usarlo en todas las asignaturas menos en inglés. Un auténtico rito de paso que habría que celebrar de verdad si no se nos hubiera quedado atrofiada la capacidad de reconocerlos a fuerza de limitarnos a seguir los que nos mandan.  

Con un bolígrafo en la mano el tiempo que transcurre entre lo que se piensa y lo que se escribe crece. Ya no va a acudir la goma de borrar a solucionar los errores. A cambio de ese esfuerzo, lo que se deja en la hoja adquiere la presencia de lo que va a durar, de la que obtiene su importancia. El mensaje es: ya estáis listos para empezar a tatuar al tiempo.

En la hoja que me enseña Lucía veo que las mayúsculas siguen estando en color rojo, lo que me parece una buena costumbre, recordando a esos libros medievales en los que el cuidado en el detalle de la primera letra ya advertía de la importancia del texto que seguía después. Y lo que han escrito aquí es relevante. Es una relación de consejos. El primero : “Eres alguien muy importante, quiérete”.

Si ésta hubiera sido una colección de frases a lápiz, es posible que la primera hubiera hecho referencia al hecho de compartir, o al deseo de paz, o a la necesidad de vernos todos como hermanos. O qué sé yo. Pero ya estamos en el mundo del bolígrafo, donde hay que tratar de dejarse de tonterías, y no me parece nada mal que su entrada se haga con esta frase. Afortunadamente, alguien sí sabía que esta hoja era un rito de paso. 

domingo, 19 de enero de 2014

Las botas de Calvin




Las botas de Calvin : Tal vez sean las propias botas de Daniel las que le obliguen a meterse en todos los charcos que nos encontramos en el camino. En la literatura infantil hay casos de prendas que mandan y cuerpos que obedecen y, al fin y al cabo, a éstas las fabricaron para situaciones así. Poco puede hacer la voluntad cuando son los pies los que gobiernan.

Solo mirándolo así puedo entender que justo cuando se encuentra en mitad de cada charco Daniel vuelva a preguntarme si María se enfadará al ver las botas mojadas y los pantalones empapados. Le digo que no lo sé para no estropearle la diversión, aunque la respuesta debería ser otra.

Mis botas no son de raza. A saber con qué fines las crearon. El agua las asusta y ponen mala cara con el barro. Camino por la zona más elevada, junto a la alambrada que nos separa de unas vacas a las que hace poco han echado de comer.

Daniel sale de un charco y vuelve a meterse en otro con una determinación de tanque avanzando. Otro gran charco. Vuelve a pararse en la mitad para hacerme de nuevo la pregunta. Mi respuesta sigue siendo la misma, pero debe ser que esta vez tampoco resulto convincente. Daniel se fija en las ondas que levanta en la superficie naranja.

Estamos dentro de una tira cómica. Calvin hoy tiene el rostro de Javier y yo soy un Hobbes algo distante, un tanto separado de todo aquello en lo que Calvin siempre se mete de cabeza. 

sábado, 18 de enero de 2014

El paraguas de la trapecista




El paraguas de la trapecista : La gata nos sigue unos pasos por detrás. Se para cuando nosotros lo hacemos. Y maulla. Cuando volvemos a caminar, ella se pone en marcha. Y sigue maullando.

Las nubes cubren el sol. A lo lejos, las cumbres están nevadas. Tenemos que mirar dónde pisamos porque hay charcos grandes y profundos en los que podríamos hundirnos hasta las rodillas. Parece que las nubes esperaran a que se vaciaran un poco para volver a llenarlos.

Me gustan estos caminos que se van haciendo intransitables conforme avanzas. Es una forma que tiene el campo de relacionarse contigo. Mis botas no son las más apropiadas para esta hierba húmeda, para el barro, para las zonas inundadas. A veces me detengo y en esos momentos de duda, en el que parezco una ficha en un tablero, escucho a la gata maullar detrás de mí.

Hace unos pocos meses vivía en un luminoso piso alto, con una gran vista, en el que solo tenía que hacer de gata educada. A cambio de cumplir unas cuantas normas podía vivir una vida de cojines, sol en el lomo y las caricias de una mano tranquila por la noche a la hora de las series. Pero también las gatas saben cuál es el buen camino y eligen otro, cerrándose las puertas hasta que la única que queda abierta es la de la casa en el campo.

Me giro a verla porque no hay duda de que me está maullando. La veo entonces moverse en un estrecho camino entre dos charcos, con la cola elevada, como el paraguas de un trapecista. Va despacio para que me fije bien. 

viernes, 17 de enero de 2014

Al fondo del gimnasio abrevan los rinocerontes




Al fondo del gimnasio abrevan los rinocerontes : La mujer de la limpieza pasa un paño por el espejo de la sala de gimnasia, saludando lentamente a su reflejo. Esa tranquila meticulosidad de quien sabe que su trabajo volverá a repetirse dentro de una hora hace más grande el contraste con la monitora que, en ese mismo sitio, estimulaba con sus gritos a las alumnas de la clase hace unos minutos.

Las veía y pensaba que yo no sería capaz de derrochar toda esa energía. Aunque quisiera. Y, como en el colegio, temiendo que para cubrir un hueco en la formación la monitora se asomara y me dijera :

-Tú, adentro.

me esforzaba en mi máquina como si echara un pulso con ella en el que me jugara la vida, en general. Todos los músculos tensos y la postura perfecta. Ritmo lento al tirar y más relajado al soltar la carga. Con cada serie, la conexión entre mi voluntad y mi cuerpo se iba estirando como un chicle hasta hacerse fina. Tan fina que parecía a punto de romperse, pero me mantuve firme para no verme en la clase.

Al fondo, donde están las mancuernas, los hombres levantaban kilos y más kilos. Movimientos graves, pesados. Cierta densidad de rinocerontes bebiendo en el borde del lago.  

jueves, 16 de enero de 2014

Toda esa fauna que vive en el jardín




Toda esa fauna que vive en el jardín : Me asomo a los dibujos de Daniel que me encuentro en casa como el que ojea un periódico de un mundo paralelo para saber cómo van las cosas por ahí. A veces son el mejor resumen de esa realidad que, como los documentales sobre la fauna del jardín, ha sucedido delante sin que tú puedas o hayas sabido verla.

Hoy me encuentro una hoja dividida en cuatro secciones con un una representación de cada estación por zona. Lo ha dibujado en la clase de chino. Primero pienso que el dibujo le ha debido llevar bastante tiempo, con lo que habrá perdido un tiempo valioso con una profesora que viene especialmente a casa para enseñarles. Después critico a la profesora por este método tan laxo de dar clase. Después, como resultado de lo que voy pensando, me indigno. Después busco un motivo para apuntalar mi indignación y voy a ver a Daniel y le pregunto cómo se dice primavera en chino.

Daniel se queda pensando y responde algo que suena como chunquien. Dejo pasar unos segundos y vuelvo a preguntarle. Chunquien, insiste.

Trato de memorizar la respuesta para comprobarlo en Google. Chunquien. Chunquien. Quiero estar seguro, comprobarlo, justificarme. Pero ese impulso va desapareciendo cuando me siento en la mesa del salón y me voy fijando en los detalles del dibujo. 

miércoles, 15 de enero de 2014

La noche no es de quien la duerme




La noche no es de quien la duerme : Bernie o Berny, que todavía no sé su nombre oficial, emite hoy unos extraños gritos cuando lo meto en una pequeña caja de plástico mientras le limpio la jaula. Muerde con rabia la tapa verde y sé que si tardo mucho acabará encontrando su punto débil para disfrutar de un poco de libertad.

No quiero correr. Ya que no hago muchas limpiezas de jaula, por lo menos pretendo que las pocas veces que me decido el resultado sea de calidad. En el proceso, lo que puede parecer el sótano de los granjeros que aparecen en los Simpson, termina como la suite en la que Paris Hilton pasaría una noche con la vista de París, un copa de champán y un espejo para preguntarle quién es la más guapa.

Soy concienzudo y no escatimo en guantes, estropajos o botes de lejía. El Señor Rojo aprendería mucho de mí. Y el propio Berny también sacaría algo en claro si prestara atención, pero va a lo suyo : a conocer mundo. No deja de moverse y de atacar todos los puntos en busca del que sea más débil. El 95% de mi cuerpo corre todo lo que puede, pero es el 5% restante, mis manos, el que manda con paciencia de panadero que amasa.

Cuando termino y lo coloco en su jaula, Bernie se tranquiliza. Se mueve despacio, como si se tuviera que acostumbrar al paso de un desorden que era suyo a un orden que todavía no le pertenece y que hay que domesticar. Lo observo. Y él también, como diciéndome : a mí me sobra la energía de noche y tú no puedes más, vamos a cambiarnos. Tiene razón y si le doy tiempo podría convencerme. Además, su jaula ahora parece muy acogedora.

Compruebo que el bote del agua está bien colocado y antes de marcharme veo que ya ha soltado un par de bolas negras en una esquina, reclamando como suya no solo la jaula, sino la noche.   

martes, 14 de enero de 2014

Una segunda oportunidad para la lámpara




Una segunda oportunidad para la lámpara : Se acerca el momento de comenzar a cambiar, poco a poco, la casa. A María le basta con hacer un comentario sobre un sofá o una lámpara para que la cuenta atrás empiece para ellos. En este tema, la impaciencia femenina se hace evidente. Yo intento quitar un poco de tensión para que el sofá no empiece a comerse los mandos o la lámpara se decida a fundir todas las bombillas que le vayamos poniendo. Digo que no me parece que el sofá esté mal. Digo no me parece que la lámpara esté mal. Sin mucho éxito.

A la lámpara le tengo cierto cariño aunque esperaba más de ella o de mí bajo ella. No sé por qué me veía escribiendo grandes textos bajo su luz. Y lo cierto es que esos textos no han llegado y la lámpara, que me imaginaba llenando el salón con su presencia se ha ido volviendo invisible. Quizás es que los objetos haya que cambiarlos no cuando estén viejos, sino cuando ya no los veamos.

A pesar de todo, la lámpara se merece una segunda oportunidad que no sé cómo pelear. Hasta que esta noche, al entrar en el salón, bajo el influjo de una serie de fotografías de objetos con cara que vi con Daniel en el móvil, me doy cuenta de que la parte de abajo puede ser la boca y las dos bombillas que no se han fundido, los ojos. La fotografía resulta evidente. ¿Cómo vamos a deshacernos de una lámpara que nos mira así?     

lunes, 13 de enero de 2014

Los espíritus del corcho




Los espíritus del corcho : Daniel me dice que han estado buscando en el tarro de los corchos unos que llevarse al colegio mañana para una manualidad. Antes de que le diga algo, sigue : que no me preocupe, que ha dejado los que sabe que me gustan. No le pregunto cómo es capaz de saber algo que desconozco, pero no lo hago porque conviene tener fe en que los demás puedan decirnos cosas de nosotros que nos sorprenderían. Y se marcha.

Cojo el tarro de cristal. Está casi repleto. Cada corcho tiene una historia que he olvidado, pero que no la recuerde no me importa. Está ahí. Es una manera de reconocer la importancia que cada una de las botellas tuvo, de eso no cabe duda. De la más cara a la más barata, todas fueron una excusa para un brindis que flota alrededor del tarro como un hechizo en el que sí creo. Mientras conserve el corcho, las palabras que pronunciamos sobre más comidas juntos seguirán cerca, como los kodamas, esos pequeños espíritus que ocupaban los bosques en “La Princesa Mononoke”, protegiéndonos a su manera.

Pronto habrá que tirar algunos. Me alegro de que Daniel se haya llevado ya unos cuantos porque yo sería incapaz. Tantas palabras te acaban atando a los objetos de una forma imposible de romper.

domingo, 12 de enero de 2014

Función a las doce




Función a las doce : Lo mejor de venir al teatro por la mañana es que al salir todavía es domingo. El solomillo del domingo. No importa la hora que sea : haber hecho este esfuerzo tiene premio y cuando salimos a la calle con la impresión de que nos hemos perdido lo mejor, el domingo se despliega como esas mesas que esconden debajo una extensión para que los tíos no tengan que comer de pie en el cumpleaños de los sobrinos. Domingo extra.

El domingo es un día exigente porque se pone a tus órdenes y las cumple sin quejarse. No le dice que no a nada y esa atenta predisposición te obliga a tener las ideas muy claras ya que él no va a hacer nada por ti. Eres lo que eres en domingo y al intuirlo mucha gente finge abatimiento por la proximidad de un lunes que nos libera y nos lo da todo hecho.

Pero el domingo por delante.

sábado, 11 de enero de 2014

Cita en la estación




Cita en la estación : Creo que nuestras reuniones funcionan tan bien porque quedamos en una estación de autobuses y durante el tiempo que pasamos charlando tenemos de fondo, inconscientemente, esa serie de llegadas y de salidas que mantiene el mundo en acción.

La realidad tiende a frenarse hasta hacer que los días se detengan, obligándote a pensar que tal vez sea mejor así. Pero basta un desayuno en un Vips y unos vinos en Tipos Infames para mostrar que las cosas son distintas. Llega el amigo de Burgos a poner las ruedas que cada idea necesita. Hay que subirse a algo, a lo que sea, pero a algo

A lo que sea. No nos cuesta hacer planes ni pensar en proyectos. Hablamos de muchos temas para recordarnos precisamente que a pesar de las apariencias todo se sigue moviendo. Si pudiéramos, llevaríamos varias ideas a la práctica. Ya solo la inercia de la propia conversación nos empuja.

viernes, 10 de enero de 2014

Mensaje para forasteros




Mensaje para forasteros : En una pared de una calle de Malasaña veo el grafiti de una niña saltando a la comba con un alambre de espino. Se lo está pasando tan bien que casi puedes escuchar esa risa que le obliga a cerrar los ojos. El pelo, abundante y suelto, está elevado, y las piernas flexionadas indican que está dispuesta a tomar impulso de nuevo.

El dibujo podría ser un mensaje sobre la zona: aquí les enseñamos a los niños, desde que son pequeños,  que la vida tiene cosas jodidas, nos aseguramos de que las reconozcan y de que aprendan sus nombres, dejamos que se acerquen, que no se queden en las palabras, que las toquen, que las miren y que las desactiven jugando, riéndose de ellas, descubriendo así que pueden estar por encima.

Les digo a los mellizos que vuelvan y que se fijen en la pared. Les traigo por estas calles para que se acostumbren a mirar. Si fuera sumiller, les estaría educando el olfato, haciéndoles oler de todo. Pero no es el caso. Prefiero las imágenes y me gustaría que trabajaran la paciencia de la mirada y la capacidad de sorpresa, que es algo imposible de desarrollar en nuestro barrio. Les pido que presten atención a la niña sin decirles nada. Creo que la imagen tiene suficiente fuerza para que la estén memorizando sin saberlo. Cuando la necesiten, como la referencia de un olor pasado para un sumiller, la recuperarán y la utilizarán, sin saber muy bien de dónde viene.

jueves, 9 de enero de 2014

Dale un buen motivo al sol para que salga




Dale un buen motivo al sol para que salga : En el atasco hay tiempo para escuchar esas conversaciones que tenemos con nosotros mismo en voz baja, en una esquina, ajenos a lo demás. Los talentos. ¿Cómo era aquella historia? Tres personas que los recibían. Aunque puede ser que no fueran tres. Si está claro que uno de ellos los enterraba para devolverlos iguales pasado el tiempo. Pensaba que era una buena estrategia, pero de los tres es el que es más criticado cuando se descubre que no ha arriesgado. Ganar o perder no importa. Es una cuestión de reconocer su valor y tratar de que germinen, de ofrecerlos al mundo, de que gracias a ellos pueda llegar a ser diferente. Eso nos contamos en esa esquina. Eso nos escuchamos decir en esa esquina. El atasco de las ocho y diez tal vez no sea el sitio apropiado para prestar atención a esos susurros. O quizás sí, cuando el sol vuelve a salir y te toca explicarle para qué.

miércoles, 8 de enero de 2014

La caja de las manualidades




La caja de las manualidades : Me asomo a la blosa de los dulces en la mesa de la cocina. La misma impresión que tenía al abrir su caja la caja de las manualidades y descubrir que todas los botes de pintura estaban secos con las tapas pegadas . Me como un par de ellos. Siempre pasa igual: el placer de estas chucherías está en el paseo por la tienda, con la pala de plástico en la mano y la bolsa en la otra como un arqueólogo del azúcar, dejándote llevar por la mirada, que es la que verdaderamente disfruta aquí. Todo está pensado para que los ojos vayan picando de una celda de plástico a otra. Y así debe ser porque la mirada no se llena, no se cansa, siempre quiere más. Es ella la que te dice : aquí, y esto, y por aquí, y de éste, y vuelve atrás. Y vas llenando la bolsa dejando que la lengua se dedique a anticipar los distintos sabores, pensando que lo haces todo por ella. Pero tan pronto sales a la calle y abres la bolsa aprendes que las chucherías solo pueden vivir en la tienda y que, al sacarlas de ella, como con muchos otros objetos, se van muriendo lentamente. Hay tiendas que conviene recorrer como un museo, con las manos en los bolsillos. Algo de esto también les debe pasar a los mellizos porque apenas le hacen caso a los dulces. Me como otro más. 

martes, 7 de enero de 2014

Tu mejor amigo invisible




Tu mejor amigo invisible : Sí, hay algo feo en lo de empezar las rebajas al día siguiente de Reyes. Como pedirles un taxi a unos invitados cuando todavía están con el café para que te dejen la casa libre y poder redecorarla. Creo que las tiendas deberían disimular y dejar una semana de barbecho para guardar las apariencias: ellas, que no dejan de señalar lo que tienen de especial estas fechas y tal, son las primeras en poner sábanas en los espejos, cerrar las ventanas y dar de baja la luz hasta el año siguiente.

Sin embargo, entiendo esas prisas. Y no solo por un tema de rebajas. Después de días de compras para los demás, con esas continuas dudas sobre los regalos apropiados, se hace necesario volver a la compra básica: la dedicada a uno mismo en la que sabes que lo que te lleves te va a gustar. ¡Esa cálida seguridad de acertar!

El regalo bien entendido empieza por uno mismo. Y que eso es lo que la gente piensa queda claro en un paseo por Fuencarral, donde hasta los maniquíes parecen estar de compras en sus propias tiendas, también ellos un tanto decepcionados por no haber recibido el regalo que se esperaban. No importa : cada bolsa que se ve en la calle es un grito al mundo de que nadie te conoce como tú mismo. Que el cuarto Rey Mago somos nosotros.

lunes, 6 de enero de 2014

El suelo cubierto de pelo blanco




El suelo cubierto de pelo blanco : El peluquero es un chico joven, con poco pelo, que siempre al saludarme me da un buen apretón de manos mientras me mira fijamente, como si a continuación fuera a sacar un maletín con remedios infalibles. Bien podría dedicarse a ese tipo de comercio alguien que tiene como costumbre dejar el árbol de Navidad puesto unos meses en el piso que comparte con un amigo porque, me dice, da buen ambiente a la casa.

-Y, para completar la ambientación, de las aspas de un ventilador que no funciona colgamos barbas y gorros de Papá Noel.

Hay un momento preciso para cortar el árbol y evitar esas tentaciones: La tarde del seis de enero. Por la mañana el árbol ha amanecido rodeado de regalos y se puede decir que recogerlo es como ver abandonar a un futbolista su carrera en el mejor momento. Es mérito de María movilizar a los mellizos para guardarlo con cuidado justo esta tarde.

Veo que todas las cajas se van llenando con las bolas y que, al final, ninguna se queda vacía. Debe ser el primer año en el que no se rompe nada. Devolvemos la navidad como la recibimos. Algo hace clic.

Al final voy a por la escoba para barrer las agujas de plástico que han caído del árbol. Como el peluquero después de cortarme el pelo.  

domingo, 5 de enero de 2014

La posdata de la lista de Reyes




La posdata de la lista de Reyes : En tiempos de crisis, los Reyes Magos deberían ofrecer la posibilidad de venir dos veces al año para que el impacto económico de la carta no se sufriera de golpe. Además, eso nos vendría bien a los que no sabemos hacer la lista de un tirón y siempre nos atascamos en la mitad sabiendo que lo que realmente queremos (que pensamos y olvidamos en el mismo instante) se va a quedar fuera.

En diciembre haríamos una relación comercial, y ya, con menos presión y con la tranquilidad de tener delante seis meses más para que llegara la inspiración, iríamos preparando la de julio, más personal. En el metro, camino de un partido del Madrid (una charla con Zidane acerca del gol de Glasgow). En la sala de espera del colegio mientras llega la hora de reunirse con una profesora (una suscripción a una revista minoritaria de fotografía minoritaria en blanco y negro). En una noche de insomnio (una cama en la que el sueño pueda bucear). Dentro del coche en una máquina de lavado (uno de esos libros que te aclaran por dentro mientras te lijan por fuera) . Al ver el corte de la maquinilla en el afeitado (un final alternativo a Dexter). No hay duda de que esa segunda lista saldría mucho mejor y que, con el tiempo, nos impulsaría a abandonar la primera como el borrador en el que se quedan pegados, igual que moscas en una cinta, las sugerencias de la publicidad y de esa parte del cerebro que a veces tan extraña nos parece.

Pero no es el caso y, con la carta cerrada, veo en otra mesa algo que debería haber pedido y que no puede esperar todo un año. Un tiramisú servido en un tarro de cristal. Algo así debería estar incluido entre los primeros cinco puestos de cualquier lista con dos dedos de frente. Aunque ya he comido bastante para hibernar unos ochos meses en un armario, levanto la mano y le digo a la chica que si bien es verdad que he dicho que no a lo del postre, he cambiado de opinión y me voy a pedir el tiramisú.

sábado, 4 de enero de 2014

Guitarras como roscones




Guitarras como roscones : La chica que me atiende me aconseja una de las guitarras que tienen apiladas en cajas como si fueran roscones. Voy a decirle algo pero no sé bien el qué: conviene callarse. Pienso que esta tienda de música es independiente de El Corte Inglés y que eso, no sé si correctamente, supone que su relación con lo que vende es más personal. Decido fiarme de ella. Coge la caja y la coloca encima del mostrador. Me pregunta si me la envuelve y le digo, algo culpable, viendo la cola que hay esperando, que sí.

A su derecha tiene, de pie, un rollo de papel alto y grueso del que obtiene lo que necesita. Pone el papel encima de la mesa y, sobre él, la caja con la guitarra. No es fácil envolver una caja asimétrica, pero ella parece saber lo que hace.

Se toma su tiempo.

Se toma su tiempo en hacerlo bien. A veces parece que el pliegue del papel no va a llegar donde debería. A veces parece que debería haber cogido más papel. A veces parece que va a pararse para pensar, como el que no se encuentra una calle ahí donde la esperaba. Pero son solo mis miedos, porque sus dedos se mueven con seguridad, sin prisas. Verla trabajar hace que todos seamos un poco más pacientes y que respetemos su tiempo.

Pienso: he venido aquí a verla hacer esto. Y llega un momento en el que se para y coloca un dedo en una zona con esa presión de la enfermera que aprieta el algodón después de quitar la aguja. Estira un trozo largo de celo y lo va colocando a lo largo de un borde del papel, cerrándolo y dando así por acabado su trabajo.

Ha conseguido que una de las guitarras se convierta en la guitarra.

Se disculpa por no tener bolsas grandes. Coloca una en un extremo y otra en el contrario. Como asa, estruja una tercera y con una cinta más grande la une por los dos extremos a la caja.

Ya está, me dice.    

viernes, 3 de enero de 2014

Sushi para boxeadores




Sushi para boxeadores : Las  películas del estudio Ghibli son las únicas que consiguen poner de acuerdo a Lucía y Daniel. Con las demás no sirven las técnicas de negociación, ni los chantajes ni los razonamientos: los dos son boxeadores que se quedan sentados en sus esquinas , tan seguros de ganar el combate que ni siquiera se levantan. Iron Man 3 Vs El mago de Oz.

Hoy vemos “Ponyo en el acantilado” y de nuevo tengo la impresión de que, aunque me esfuerce desde el principio, siempre hay algo importante en la historia que se me pasa por alto. Sigo las manos de Hayao Miyazaki y cuando me doy cuenta ya ha hecho su truco y en la pantalla están los créditos finales. No hay duda de que es más rápido que yo. Me consuelo pensando que es posible este guionista de setenta y tres años haya ido dejando diferentes mensajes para que se vayan descubriéndolos al cumplir años, a la manera de esos testamentos que solo se abren en una determinada fecha.

Por la noche volvemos a coincidir, esta vez en lo que queremos para cenar. A Miyazaki le gustaría saber que gracias a su película hoy no hay ni  rastro del ring y que todo va encajando con naturalidad en una tarde lluviosa en la que era fácil que el mal humor acabara apareciendo. Lo que tal vez sí vería con sorpresa es que lo que pedimos para cenar es sushi. Como comerse un estofado de ciervo después de ver Bambi.

El motorista nos lo trae a casa y no esperamos a colocar todo en los platos. Nos lo comemos en las bandejas, sin pelearnos por la distribución, como si todos viéramos las mismas líneas imaginarias dividiendo las porciones. En ese ambiente de tranquilidad estoy a punto de comentar la conexión con la película, pero me callo porque ahora que los boxeadores se han quitado los guantes para coger los palillos es mejor dejar las cosas así.  

jueves, 2 de enero de 2014

Flores de trazo fino




Flores de trazo fino : María y Lucía están en la cocina pintando un paraguas blanco. Primero han hecho las siluetas de unos dibujos con unas plantillas y ahora ya están coloreándolas. Usan unos pinceles finos, como los que yo utilizaba para pintar las maquetas. Lucía está enfadada porque el trazo de María no tiene la precisión que ella quería. María le contesta que hay que esperar a la segunda capa para que quede mejor.

Creo que los tres sabemos que nunca terminarán de pintar ese paraguas. Es una cuestión de tiempo. Siempre hay algo que hacer en casa y estar ahora aquí, dedicados al paraguas, supone un tiempo que luego tendremos que recuperar de alguna forma. Menos sueño. Menos lectura. Menos conversación. Menos dos. No dejamos de quitar de aquí y de allá creyendo que el mínimo está lejos y que todavía queda margen. Ese engaño es el que nos permite creer que podemos con todo.

Nos engañamos y por eso María puede pintar con cuidado esa flor azul, como si eso fuera lo único que importara esta tarde. El tiempo se ha ido frenando hasta adaptarse a la lentitud del pincel. Lucía vuelve a decir que no es así. María le repite que hay que tener paciencia y que cuando lo vuelva a pintar le gustará. 

miércoles, 1 de enero de 2014

Suceden muchas cosas




Suceden muchas cosas : Una de las primeras decisiones que tengo que tomar al empezar el año es la de si sigo con este blog o lo dejo. Me tomo muy en serio la pregunta porque, analizando con un criterio económico el esfuerzo mediante el estudio de las variables de la página, lo más lógico sería dejarlo. Escribir a este ritmo agota.

Pero hay otras consideraciones. Razones para seguir escribiendo que vienen de otras disciplinas. Cristina Sánchez Rodero comentó en una entrevista : «Cuando salgo a la calle no veo nada; sin embargo, cuando cojo la cámara suceden muchas cosas». Y eso también es cierto con la escritura : esas muchas cosas también suceden cuando sales de casa por la mañana con un bolígrafo sabiendo que por la noche tendrás que escribir sirviéndote de las notas que tomes. De alguna forma, la realidad gira como una peonza sobre la punta de ese bolígrafo.

Sería bueno que el talento acompañara, para poder seguir su atajo, pero tampoco es importante : solo hay que hacer más kilómetros. Por ambos caminos se llega a ese punto en el que el día se vuelve único y valioso. Un instante en el que un objeto, o un gesto, o una frase se eleva antes de desaparecer. Y antes de que desaparezca estás ahí para recogerlo con más o menos precisión. Es ese momento de atención lo que importa.

Así que tengo que me enfrento a la decisión sabiendo ya qué elegir. La respuesta antes de la pregunta. Y, por si tuviera alguna duda, en el tejado de una casa, una antena solitaria.