lunes, 30 de junio de 2014

La última batalla de Spiderman




La última batalla de Spiderman : No hay prueba más evidente de los superpoderes de Spiderman que el hecho de que la taza que lleva su dibujo siga entera. No es fácil sobrevivir en esta cocina. Los vasos que utilizamos para el vino han ido desapareciendo poco a poco hasta quedarse en los cuatro que apenas pueden cubrir un espacio antes ocupado por todos los que ahora no están. Ese descenso también lo hemos visto con los vasos que Coca-Cola sacó en la Eurocopa del 2012. Unos vasos que, estaba comprobado, le transmitían al agua las propiedades de la victoria (si se miraban con un microscopio, podía verse cómo las moléculas formaban el escudo de la selección española) con lo que bastaba tomarse un trago de agua para salir a la calle a reclamar un par de medallas de oro en lo que fuera.

Ajena a esta campaña de desapariciones, la taza de Spiderman sigue como el primer día. A veces pienso que habría que retirarla del servicio en el apogeo de su carrera y dejarla acumulando polvo junto a la colección de jarras de cerveza que mis padres guardan en la sierra. Ahora es el momento porque Spiderman no puede con todo: una cosa es enfrentarse con los enemigos de la Marvel y otra es tener enfrente a la señora de la limpieza. 

domingo, 29 de junio de 2014

El futuro llega con un par de tomates




El futuro llega con un par de tomates : Antes de salir de viaje, habría que dejar en la nevera los ingredientes necesarios para preparar la primera comida cuando unos días después se regrese a casa cansado y desmotivado. Un aterrizaje suave. Un mensaje gastronómico que el yo del pasado se enviaría al yo del futuro que, después de dejar las maletas en el salón, ojear la correspondencia, comprobar que el hámster y las plantas siguen vivas y que no ha habido ningún accidente administrativo por el que te hayan cortado el agua o la luz, abre la nevera pensando que no habrá nada que comer y que tendrá que preparar cualquier cosa que hará que esas cenas de raciones de tan solo hace unos días sean cosa del año pasado.

Pero por alguna razón, el yo del pasado y el del futuro no se llevan bien. Hay algún roce entre ellos y falta compenetración: el pase del primero no llega nunca al punto en el que lo espera el segundo. Supongo que a una relación más fluida es a lo que se refiere la frase quiérete a ti mismo. Mi yo del pasado solo dejó en la nevera un par de tomates que ahora mezclo con un poco de atún. Mi yo del futuro es ahora presente y está a punto de quejarse. Le recuerdo que ahora le toca a él actuar, porque para él el tiempo va hacia atrás. Pero en vez de proponer algo nuevo, se limita a abrir la lata de atún y a buscar el tarro de mostaza que se nos acabó. No le digo nada. Dejo que vaya abriendo armario tras armario.  

sábado, 28 de junio de 2014

La tierra de la exclamaciones




La tierra de la exclamaciones : En una cesta se amontonan las novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía a 60 céntimos cada una. Es la única oferta de libros que encuentro en las tiendas de la playa, así que me animo a comprar una: le digo a Daniel que elija la que más le llame la atención y selecciona “Utah, tierra de mormones”. El vaquero dibujado en la portada se parece a Terence Hill después de varias semanas sin ducharse, así que no le pongo ninguna objeción.

Empiezo a leer la novela sin prisas pero todo en ella va muy rápido. Diálogos y acción. No hay descripciones ni metáforas ni monólogos interiores. Ni rastro de Virginia Woolf. El libro no es sino la transcripción de lo que se escucharía a través de la pared si en la habitación de al lado estuvieran poniendo una película del Oeste. Una película a todo volumen porque todas las páginas están repletas de signos de exclamación: en el Oeste se debía gritar mucho para que los lectores de este tipo de novelas pudieran escuchar bien lo que los personajes se decían cuando iban y volvían del trabajo en el metro.

Cuando hoy acabo el libro, Daniel me pregunta de qué va. Me doy cuenta entonces de que mi memoria con esta historia apenas abarca diez páginas, borrando todo lo demás. Le cuento cómo acaba y el resto me lo invento. Daniel lo da por bueno. Cerrado el libro, como una caja de herramientas repleta de exclamaciones, la realidad me resulta más tranquila. Hasta el mar parece más calmado.  

viernes, 27 de junio de 2014

Alguien acabará reconociéndote




Alguien acabará reconociéndote : En la pizzería nos ofrecen una mesa pequeña en la calle, junto a una figura de tamaño medio de un botones que ofrece tarjetas del local en una bandeja. Como parece salido de una viñeta de Tintín, no pongo ninguna objeción porque me parece buena compañía.

Los platos que nos traen ocupan toda la mesa, dejando apenas sitio para los vasos y la botella del lambrusco, Sarsitano, que pedimos. Casi no se ve el mantel de papel con cuadrados rojos y blancos. Pronto llegamos a ese momento de la cena en el que empezamos a compartirlo todo, con una mano que lleva el trozo de pizza de un plato a otro mientras la otra lo sigue por debajo para que no se caiga ningún ingrediente. Somos un buen reclamo: algunas parejas, después de vernos, se asoman al local, miran si hay sitio y continúan su paseo después de cruzar algunas palabras y consultar la hora en su reloj.

Más parejas. Padres que empujan carritos. Un trenecito lleno de turistas se para unos segundos para que el dueño del restaurante, con una nariz de payaso, haga sonar una bocina asomado a una ventana. Bastantes motos. Bañistas que suben cansados la cuesta, como recién derrotados en su defensa de la última porción de sol. La botella de lambrusco vacía y los platos con los bordes de las porciones.

Dos padres entran en el restaurante mientras la abuela se queda afuera acompañando a una niña pequeña. La niña se acerca a la figura del botones. Tiene en la mano una colección de pequeños libros ilustrados que va pasando con cuidado hasta que da con el que busca para enseñárselo: Pinocho. 

jueves, 26 de junio de 2014

La noche de las palabras medio llenas



La noche de las palabras medio llenas : En la fachada de un hotel brillan las letras o, te y ele. La hache y la e están apagadas, tal vez fundidas. Depende del momento en el que te hagas la preguntas, verás la palabra medio llena o medio vacía. Medio vacía como el restaurante en el que tomamos un arroz. Medio llena si, como nosotros,  para cenar tienes que esperar mesa en este local en el que los camareros, con su nombre a la espalda, no dejan de moverse con rapidez entre las mesas. Pescaíto, gambas blancas del Mediterráneo, cazón, sepia empanada, ensalada de atún y pimientos con cuatro copas de vino, una botella de agua y un refresco de naranja por cuarenta y tres con diez euros. El camarero que nos atiende lleva escrito José detrás. Todavía tiene tiempo de bromear un par de veces antes de meterse en una cocina en la que, por lo que vemos en el instante en el que las puertas permanecen abiertas, la tensión también es alta. Empezamos a cenar en el momento en el que el Madrid de baloncesto pierde la Liga en el último partido contra el Barça pero eso no me va a afectar. Al terminar la cena me inclino por ver todas las palabras que también están en el filo medio llenas. Y para que siga siendo así, buscamos un sitio en el que tomarnos un helado en este momento en el que las olas empiezan a llegan a la orilla más despacio.

miércoles, 25 de junio de 2014

El veterano pelotón de la bandera roja



El veterano pelotón de la bandera roja : Esta semana la playa está ocupada por abuelos con sus nietos. Los padres, con el móvil al lado en la oficina, irán llamando a lo largo del día para preguntar cómo va todo por aquí. Yo podría responderles a todos que bien, que no se preocupen, que es verdad que puede surgir algún problema si los niños echan a correr pero que no se da el caso porque con este calor hay pocas ganas; que los abuelos parecen proteger a sus nietos envolviéndolos con un discurso que ofrecen a todo el que quiera escucharlos, generalmente otros abuelos que a cambio darán el suyo a los primeros, que lo recibirán encantados; que es posible que algún niño no esté con el abuelo adecuado porque las sombrillas están muy cerca pero que estos desajustes contables se solucionan levantando la vista y realizando el oportuno cambio sin darle mayor importancia a un hecho que tampoco se les comenta a los padres de la oficina para que no sientan el impulso de dejarlo todo para venir aquí pensando erróneamente que no hay control.

Y claro que hay control: algunos abuelos sin nietos que caminan por la orilla, como calentando suavemente por la banda en lo que los reclaman. Van practicando con los niños que se encuentran para no perder la forma. El grito de Lucía al meterse en el agua atrae la atención de uno que le dice que tiene la piel muy blanca, como advirtiéndome que si fuera su nieta le habría dado varias capas de protección solar. Otro se fija en el brazo escayolado de Daniel y solo con la forma de señalármelo ya me indica que espera que esté bien protegido con la funda, que lo peor que le puede pasar es que se le moje la escayola. Mucho control. No sé si estoy al nivel que exige esta playa. Estos vigilantes actúan como si nunca se hubiera arriado la bandera roja del puesto del socorrista.

martes, 24 de junio de 2014

Una cena a cuatro manos



Una cena a cuatro manos : Hacemos la primera parte del viaje con una lluvia que el parabrisas aparta sin esfuerzo. Cada canción que escuchamos, cada coche que adelantamos, cada señal que vemos aparecer y desaparecer, nos van acercando a la playa porque la distancia no solo hay que medirla en kilómetros, sino en frases quedan por decir, en miradas al retrovisor pendientes, en canciones que esperan a ser oídas. Solo nos detenemos en una gasolinera poco después de que deje de llover. Junto al surtidor hay un grifo. Una vez que pago, me acerco a él y compruebo que está bien cerrado porque es posible que sea así, evitando que gotee, como asegure unos días sin más lluvia. En todo caso, qué más da. Poco después, cuando empieza a oscurecer, con el cielo despejado,  los mellizos se reparten los filetes empanados y se los van comiendo con las manos. Dicen que la experiencia de cenar así mientras el paisaje avanza es de diez.

lunes, 23 de junio de 2014

Se encienden las señales de aterrizaje




Se encienden las señales de aterrizaje : En un partido intrascendente, España le mete tres goles a Australia. Si no hubiéramos hecho el ridículo frente a Holanda y Chile, ahora, seguramente, habría gente en la piscina bañándose. Nosotros entre ellos. La excusa para saltar por encima de la puerta cerrada sería la celebración de la clasificación para la siguiente ronda y ahora habría un buen barullo de voces, gritos, y risas de todas las edades.

Así que les tengo que agradecer a Holanda y a Chile este silencio. Las luces que rodean la piscina acaban de encenderse como esas marcas que señalan la pista de aterrizaje a los aviones. Habría que responder a esa invitación para, deslizándose en largos, profundizar en el silencio. 

domingo, 22 de junio de 2014

El lomo cansado de la ballena




El lomo cansado de la ballena : Esta vez cierran la calle para los patinadores, que la suben y bajan rápidamente mientras algún municipal le explica a un conductor impaciente por qué no puede pasar.

Me gusta ver cómo aligeran la calle con la velocidad, rejuveneciéndola. Parece que con su patines le fueran dando un masaje, eliminando esos nudos de tiempo que los atascos cotidianos han ido acumulando en diferentes puntos  que, por haber conducido por ella tantas veces, conozco muy bien. Cada pasada parece encontrar menos oposición y, aunque el cansancio debería ir notándose, se les ve más afilados.

La mirada también siente el efecto de los patinadores. Todo se vuelve más nítido y preciso porque todos los gestos de los patinadores en busca de la velocidad tienen sentido. Si solo fuera una mera sucesión de acrobacias, ya no sería lo mismo. El borde del domingo brilla.

El que ha salido a por el periódico es el que más ayuda, con su paso lento, a que la velocidad de los patinadores aumente. 

sábado, 21 de junio de 2014

Primero se mimetiza el cappuccino



Primero se mimetiza el cappuccino : Entradas para ver “El misántropo”. Después, cena con los amigos. Y, ahora, un café en un local que nos ha parecido bien. ¿Que un cappuccino?. Pues un cappuccino. Los tres camareros charlan entre sí dándonos la espalda. El color del café combina bien con la madera de la mesa y con el suelo. No lo toco por si acaso uno de los camareros se gira y niega con la cabeza para advertirme que ese café es ya parte del escenario y que no está ahí para que me lo beba. Estoy tan tranquilo ahí sentado, repasando el plan del teatro y el restaurante que yo mismo podría ser parte del local, lo que obligaría a otro de los camareros a venir hacia mí y a ponerme una mano en el hombro para impedir que me levante. ¿Acaso el resto de los objetos desfila por la puerta?. Es el problema de mimetizarse, de no tener la obligación de hablar, de poder fijarme en la sandalia que veo debajo de la mesa y pensar, mira, una sandalia debajo de la mesa.

viernes, 20 de junio de 2014

Oro para el segundo




Oro para el segundo : La piscina está vacía y Lucia y yo podemos disfrutarla hoy como arranque de las vacaciones. Metido en el agua, de espaldas a la piscina, veo cómo Lucía va lanzando los aros. Cada uno de los cuatro aros tiene escrita una cifra y el que, al recogerlos del fondo, sume la mayor cantidad, gana.

Después de dos series respetando las reglas iniciales, Lucía, con la libertad de saberse de vacaciones, empieza a improvisar. Gana el que coja primero el aro rojo. Gana el que se haga con el que está más lejos. Gana el que encuentre el último en caer. Gana el que los deje antes encima de la toalla. Todas esas reglas las descubro cada vez que le entrego mis aros, viendo cómo no puede dejar de reírse por el descaro con el que hace que todo lo que la beneficie. Para que el placer sea completo, cada vez que pierdo tengo que fingir mi enfado con unos matices que deberían ser reconocidos. 

jueves, 19 de junio de 2014

El inútil esfuerzo del escarabajo




El inútil esfuerzo del escarabajo : Lo normal, para los que nos hemos atado a un blog diario, es sentirnos atraídos por este escarabajo que crea una gran bola con lo que encuentra y que debe esforzarse para moverla de un lado a otro. Este escarabajo debería ser nuestro patrón y la figura que veo en una celda de cristal en Faunia la imagen a la que deberíamos venir en peregrinaje los que nos preguntamos si esto merece la pena. Una duda que el escarabajo no se permite porque en el momento en el que lo hiciera tal vez pararía.

Cristina Peri Rossi lo advierte en su poema “In memoriam” : Escríbelo / para que no perezca. / Escríbelo / contra el olvido. / Escríbelo / para retenerlo. / Fíjalo en palabras / runas del deseo / abecedario del amor / palíndromo de ama / ama la ama. / Y una vez escrito / una vez fijado en tinta / en papel / en caligrafía / en cuartillas / una vez clavado / retenido / encerrado en palabras / léelo. / Comprenderás entonces / que todo ha sido inútil; / la vida se nos escapó / entre las caricias / y los besos / como se nos escapó en palabras. / In memoriam.

Vemos el escarabajo. Y Daniel dice que el perrito caliente que se come es el mejor de su vida. Nos ahorramos 8 euros de la entrada gracias a mi carné del Madrid. Daniel se hace una foto con los loros y con un león marino. Lucía quiere llevarse de recuerdo una moneda con la imagen impresa de un tucán, pero la máquina está rota (cuando me quedo solo, me dan ganas de empezar a darle patadas). Como lo que ofrecen en el puesto de comida en el que estamos no le gusta a Lucía, los dos nos vamos de paseo a ver si hay algo en otro que le apetezca: un gran paseo. Cada foto cuesta 11 euros. Vemos por fin una nutria, pero está subida al fondo de su celda, de espaldas, y la luz apenas le da. Da igual, me dice Daniel, vale como nutria.

miércoles, 18 de junio de 2014

La embajada española del barrio




La embajada española del barrio : Las tiendas de chinos son las únicas que, hoy que juega la selección, lucen banderas de España en la entrada, convertidas así en una especie de embajadas que nos dejaran a los demás el papel de extranjeros en nuestro propio barrio. Cuesta vencer el impulso de entrar en cualquiera de ellas para echar un vistazo y llevarse a casa, de recuerdo, un toro con una camiseta roja, la miniatura de una bota de vino o unas castañuelas que se puedan utilizar como cenicero.

Por la noche, la selección pierde contra Chile en un partido en el que los jugadores siguen viendo holandeses por todas partes, como esas manchas que persisten en los ojos cuando se mira fijamente el sol. Los chilenos salen a jugar con un empate a cero en un marcador en el que los españoles siguen viendo el cinco del partido anterior. Poco tiempo para arreglar una brújula que a cada jugador de la selección le señala el norte en un sitio distinto.

Cuando acaba el partido me acuerdo de los que trabajan en la tienda de chinos. Pienso que debería pasarme mañana a animarlos un poco y a recordarles que no deben olvidar que su selección se llevó la Copa del Mundo en el anterior Mundial, que hay suficientes jugadores como para volver a ser competitivos y que tienen motivos para seguir andando con la cabeza bien alta en este barrio de extranjeros que mañana, sin problemas, elegirán a qué selección animarán.   

martes, 17 de junio de 2014

Una pelota roja al otro lado de la valla



Una pelota roja al otro lado de la valla : Es la primera vez que recojo a los mellizos después de comer. Tenemos una tarde de médicos con diferentes citas que nos van a llevar de un hospital a otro, de unos edificios a otros, bajo ese tipo de sol asfixiante que impide que las sombras avancen. En lo que espero a que abran las puertas a las tres, desde la acera veo a todos los niños en el recreo jugando en la cancha de fútbol. Parecen cangrejos moviéndose dentro de una jaula. Uno de ellos me llama : “Papá de Daniel”, me grita. Añade después que se les ha caído una pelota roja al otro lado de la valla y quiere que se la recupere. Doy con ella sin problemas, siguiendo sus indicaciones, y se la lanzo con la mano todo lo alto que puedo. Todos los niños del grupo, entre los que veo a Daniel, levantan la vista para ver si la pelota cruza la reja sin problemas. Yo también la sigo con la mirada, preguntándome si no hubiera sido mejor asegurarse dándole una patada.

lunes, 16 de junio de 2014

El carácter del agua




El carácter del agua : Tengo que admitir que cuando un niño pide agua al preguntarle qué quiere beber ya me cae bien. Como si así marcara un territorio en el que la publicidad o los usos y costumbres habituales no pudieran entrar. Refugiados en lo que para ellos parece obvio.

Mientras que con la primera respuesta de los demás que están en la mesa para merendar ya es suficiente, a los amantes del agua les volvemos a hacer la misma pregunta porque su elección, siendo tan grande la oferta, no deja de sorprendernos, así que insistimos por si acaso, por si pensaran que no se les permitía pedir otra cosa. ¡Y en una merienda! Nos convertimos en prescriptores de las marcas.

Y agua, de nuevo, con una rotundidad que es un aviso.

Habría que seguir la vida de estos niños que, cuando tienen sed, piden agua. 

domingo, 15 de junio de 2014

El estilo que una gran derrota necesita




El estilo que una gran derrota necesita : Los municipales que van a empezar su ronda por el Rastro vienen charlando del partido de España contra Holanda: aunque estuvieran justificadas las expectativas, es cuestión de tiempo que nuestra fe en el equipo se vacíe por los agujeros de los cinco goles recibidos. Esa misma conversación, que no sé si pretende salvar al enfermo o acortar su agonía, es la que escucho entre los que van montando los distintos puestos a primera hora. Se puede decir que una derrota como ésta, que ya ha entrado en la historia general y caído en la particular de cada uno con la contundencia de un ladrillo en un pozo,  une más que esas victorias que solo sirven para recibir el sello de un funcionario de aduanas. Si alguno de esos puestos hoy no tiene el permiso correspondiente, quizás  el camino más corto para salvar el trámite sea compartir con el municipal la rabia por la ocasión perdida de Silva.

También es posible que ese lamento colectivo sea una estrategia para que te quedes atrapado por un argumento y después de desahogarte con el que atiende un tenderete por las cantadas de Casillas compres una lámpara de las que parece haber pasado por el Rastro varias veces en su vida como forma de agradecerle al buen hombre esta terapia que todos necesitamos. Para no verme enredado, camino deprisa hasta el puesto de los libros. Veo “Casablanca la bella”, de Fernando Vallejo, por 10 euros y la compro sin dudarlo porque éste, justo éste, es el estilo que habría que utilizar para hablar de ese partido.



sábado, 14 de junio de 2014

El madrugón de la profesora



El madrugón de la profesora : Todos los trabajos que este año se exponen en el colegio tienen a la música como tema central. Es difícil detenerse mucho tiempo en cada uno de ellos porque hay bastante que ver y los pasillos, estrechos, están llenos de familiares comentándolos y haciendo fotos. A pesar de que, por encima de las mesas, la mañana del sábado parece agitada, se puede sentir cómo el tiempo, que cubre nuestros pies, transcurre despacio, llevando nuestra atención de un puesto a otro como si fuera una hoja sobre la superficie en un remanso. Es así como acabo frente a un piano de cartón pegado a un radiador. Las planchas verticales del radiador parecen convertirse en las teclas del piano, creando una conexión sugerente por la que habría que felicitar a una de esas profesoras que esta mañana han madrugado para que todo estuviera en su sitio.

viernes, 13 de junio de 2014

Precisión materna




Precisión materna : Por teléfono, cuando estoy frente al armario, María me va indicando dónde está la ropa que tengo que llevarle a Daniel cuando vaya a recogerlo. La camiseta, el pantalón, los calcetines y los zapatos están justo en los sitios que me señala. Esa precisión es una característica de la maternidad que también he visto en las dosis de las medicinas, en el dinero que hay que aportar en un cumpleaños, en los plazos con los que hay que solicitar una prueba en el especialista, en el control de la ropa que ya se les ha quedado pequeña, en la relación de todos los amigos de los mellizos o en el recuerdo de hechos relevantes de sus vidas. Cuando cuelga, solo tengo que meterlo todo en una bolsa y dejarla junto a la puerta. Es posible que un minuto antes de salir de casa con las manos en los bolsillos me mande un mensaje para recordarme algo que se me había olvidado.   

jueves, 12 de junio de 2014

El baño de inauguración del Mundial




El baño de inauguración del Mundial : Hoy empieza el Mundial de fútbol. Para poder ver los partidos enteros debería haber una tregua en las labores domésticas que no se va a producir. Pero tampoco me importa. Así los encuentros, conforme se vayan sucediendo, tendrán algún hecho que los vaya anclando al día a día y de esa mezcla saldrá una crónica personal que, lejos de mantener el Mundial a distancia, lo acercará a lo más personal.

Brasil le mete un 3-1 a Croacia con la ayuda de un árbitro que debe ser consciente del dinero que los anfitriones se han gastado en organizar el Mundial. Antes de que empiece el partido, lleno la bañera para que los mellizos se den un buen baño, como si reafirmándonos  en estas rutinas pudiéramos mantener lejos la clase de noticia que he recibido hoy. Sé que el agua que para Daniel está bien, resulta caliente para Lucía. Voy controlando la temperatura con cuidado. Los dos salen de la bañera con el pelo mojado. Mañana es su último día de clase y por eso van negociando la hora de irse a la cama para ver el arranque del mundial. Diez minutos. Diez minutos más. Otros diez. Tumbados en el sofá, indolentes, oliendo a limpio, preguntándome quién quiero que gane el partido de hoy. Vamos con Modric, les digo.  

miércoles, 11 de junio de 2014

Formas de llover




Formas de llover : En unos minutos, el cielo se oscurece con unas nubes que dejan caer una lluvia violenta que golpea la superficie de la piscina, como si le reprocharan a esa agua que la llena haberse dejado domesticar por el cloro, por las pieles cubiertas de crema solar, por los brazos con flotadores de colores y aspiraran a recuperarla recordándole lo que es. La piscina llevaba cerrada un par de horas y estaba reflejando, con una perfección de mayordomo, las primeras luces de la tarde.

Dan ganas de ponerse el bañador y meterse en la piscina para dejar de ser ese nadador educado que mantiene la línea recta en la cabeza mientras hace largos.

Pero no todas las gotas llevan esa fuerza. Las hay que se agarran a los objetos y se deslizan sin prisas, celebrando la superficie que tiene debajo: si caen sobre la barandilla de la terraza, se van haciendo más grandes debajo de ella, poco a poco, hasta que, como si fueran de aceite, saltan, mostrando lo que de sensual puede tener la gravedad.  

martes, 10 de junio de 2014

La novia frente al espejo



La novia frente al espejo : El vestido de novia recibe toda la luz de la tarde. Resulta imposible, salvo que ya sólo veas la vida a través de una pantalla, no pararse a mirarlo. Es fácil entender que una mujer quiera llevar uno puesto para descubrir algo sobre sí misma. Es algo que a los hombres no nos pasa: seguimos siendo los mismos con el traje, seguimos siendo los mismos antes y después de la ceremonia. Lo que ella aprende se lo calla y lo recuerda cuando una tarde hojea las fotos de la boda. Todo, hasta tú, giraba alrededor de un traje como el que ahora veo.

lunes, 9 de junio de 2014

La aguja de la rueca



La aguja de la rueca : Espero tranquilamente, como dejándome llevar por una lenta cinta transportadora hasta el momento en el que los mellizos salgan de sus actividades. Podría bajarme e ir caminando, pero no voy a acelerar el tiempo echándole un vistazo al móvil. Que lleguen las cosas cuando toque. Es la mejor forma de apreciar lo que se mueven a la misma velocidad: una de las barras que rodean una parte del polideportivo está rodeada con gomaespuma. La intención es buena, pero en la parte de la barra que no está cubierta se asoma el inevitable accidente.

domingo, 8 de junio de 2014

Una corbata para el minuto diecisiete



Una corbata para el minuto diecisiete : Diez minutos antes de que empiece el Classic Match en el Bernabéu hay más asientos vacíos que ocupados. Por un momento temo que la grada haya cedido al buen tiempo y ande empleando la tarde en otras tareas que no estarán a la altura de ésta: volver a vez a Zidane corriendo con un balón en los pies con esa delicadeza que te hace envidiar al propio balón. Pero no: éste es un partido eminentemente infantil y esos diez minutos son los que necesitan los padres para ponerle mantequilla al sándwich y terminar de preparar una cesta como las que hacían soñar al oso Yogui porque, al fin y al cabo, se va al campo. Diez minutos más y el campo ya está lleno, satisfecho de sí mismo.

Venir al Classic Match, a ver un equipo de viejas glorias, es una tarea que sustituye a la visita al Museo de Ciencias Naturales del domingo por la mañana, con lo que el partido ya empieza con ese par de horas de sueño que los padres se han permitido esta mañana. No es extraño que haya este ambiente de fiesta en lo que es básicamente una clase lúdica en la que se les va explicando a los niños quiénes son esas personas que aparecen en el marcador. De cada jugador se les explica dónde habitaba, a qué tipo de contrario atacaba, en qué momento del partido se ponía a hibernar o si se trataba de una especie en peligro de extinción.

Pero más que una clase de historia, es una excusa para sacar del armario las camisetas antiguas para airearlas. Esas tipografías antiguas. Esos nombres. Esta segunda vida de la camiseta, que va encogiendo año tras años, es la mejor excusa que encontramos para defender a todos esos objetos que seguimos guardando porque sí, porque nunca se sabe si este avance de la historia va a ser, como defendía Nietzsche, circular, y nos vamos a encontrar en el preciso instante en el que la moda nos espere en las cajas del desván. Una forma, en fin, de reivindicarnos a nosotros mismos como objetos también y que habría tenido su reconocimiento definitivo si cada jugador hubiera llevado a la espalda ese diseño que a cada uno le hizo especial. El cinco de Zidane, por ejemplo.

Y qué más da lo del cinco en el caso de Zidane. La tarde se ha montado para verlo parar un balón con el pecho y controlarlo. Para verlo avanzar en el minuto diecisiete hacia la portería rival y saber que, como alguien que abre su armario y se toma tiempo para elegir la corbata que mejor le sienta, mientras corre va decidiendo por dónde tiene que golpear al balón para que el gol sea el más apropiado al partido y pueda unirse a su serie personal.

Es ese gol de Zidane lo que le concede una nueva prórroga a su camiseta, que volvemos a colgar en casa después de un partido que termina con el público haciendo la ola y los niños lanzando aviones de papel aprovechando cierto desorden en la clase cuando los padres dejan de ser profesores y se convierten con sus aplausos a los sucesivos cambios en parte ya de la historia. 

sábado, 7 de junio de 2014

El portero escayolado



El portero escayolado : 1-La voz que anuncia la lista de escritores que firman solo se escucha cuando empiezo a caminar entre las casetas. Cada número parece el del autobús que te lleva directamente al escritor que buscas. El 264, a Lorenzo Silva; el 268 a Maruja Torres; el 275, a Anna Gavalda; el 287, a Pedro J. Ramírez; el 148 a Juan Pablo Fusi; el 309, a Ray Loriga; el 134 a Nieves Herrero; el 328 a Manuel Rivas. Por el momento prefiero empezar a andar a mi aire.

2-La gente mira la lista de las casetas con la misma seria atención con la que busca su nombre en la relación que cuelga en la entrada de los colegios electorales. Y algo de esto ahí porque con cada compra que se le hace a un autor admirado le estás entregando tu voto.

3-Un hombre disfrazado de árbol mueve los brazos lentamente. No sé si es una queja por todo el papel que se ha empleado en publicar los libros que se venden. No hay más pistas. Como es un actor bastante malo (las hojas se han caído de aburrimiento), su reproche, en el caso de que lo sea, se queda en algo inofensivo.

4-En la caseta de Mario Vaquerizo, la 247, se agolpa la gente con los móviles levantados sin que pueda ver nada. Al lado, en la 246, Andrés Neumann, solo, mira divertido hacia la muchedumbre.

5-Gracias a esas grandes colas que buscan las firmas famosas, es posible descubrir a algún buen escritor al que te acercas porque está solo, absolutamente solo. Como el que se va de viaje a un sitio desconocido porque en ese vuelo no hay nadie esperando para facturar las maletas. El año pasado así estaba Jabois, como si nada. Doy gracias, pues, a esas grandes colas.

6-Esta vez solo busco dos libros de Juan Tallón. Hay que centrarse, lo dicen en todos los manuales. La dispersión no es nada buena. Su peculiar campaña de marketing en twitter, su blog y los enlaces a sus artículos en El Progreso, han funcionado.

7-Una mujer le dice a su pareja que todos los libros se los descarga en el Kindle. El marido, molesto, se lo reprocha. No sé si le molesta el que los piratee o el que lo diga aquí, entre todos los que venimos a gastarnos el dinero para crear esta ambiente que la mujer del Kindle viene a disfrutar la tarde del sábado.

8-Hay escritores que encuentro ya mayores. Su imagen ha envejecido en mi cabeza a un ritmo más lento que el real.

9-Cuando veo un cartel con un nombre y debajo no está el escritor, me siento un poco estafado, como me pasa con la nutria del acuario de Gijón, a la que todavía no hemos podido ver. No influye el que no conozca de nada al escritor.

10-El infierno debe ser trabajar en una caseta de publicaciones oficiales y atender a los que se acercan a preguntar un tema muy específico al que llevan dándole vueltas desde la anterior Feria del Libro.

11-Encuentro los libros de Tallón, pero él no está para firmarlos. Algún día el proceso debería ser al revés : los lectores en las casetas, sentados, viendo a los autores caminar por el centro de un extremo al otro y el encontrar al que queremos, como a los platos en las cintas de los restaurantes japoneses, poder hacerles un gesto para que se acerquen, saquen un libro de su bolsa, y te lo tiendan para firmarlo.

12-El diseño del cartel de la Feria de este año es una mierda.

13-La Feria del Libro empezó a ser peligrosa cuando comenzaron a aceptar la tarjeta en todos los puestos.

14-Uno de los grandes placeres de ir a la Feria del Libro es salir de ella y volver a caminar a tu ritmo.

15-Empiezo “Manual de fútbol” en el metro, de vuelta a casa. Estoy tan cómodo leyendo que me planteo la posibilidad de acercarme a la cabina del conductor, dar unos cuantos golpes y, educadamente, pedirle que vaya más despacio.

16-En un transbordo recibo un mensaje diciéndome que debo ir pronto a casa, que Daniel se ha hecho daño en la muñeca al parar un balón.

17-La doctora de urgencias me avisa para que ella, Daniel y yo, veamos la radiografía y lleguemos a un acuerdo sobre lo que vemos. Como si fuera un buen momento para dar una clase. Con un bolígrafo señala los huesos de la muñeca y dice sus nombres. Un conjunto de islas en el que desembarcar. Parece que solo es una inflamación, pero entonces hace un círculo con el dedo alrededor de un hilillo en el radio. Cambia de radiografía y en la que se ve el lateral de la mano puede apreciarse que el hueso tiene una fisura. Daniel no deja de hacer preguntas sobre lo que ve.

18-La doctora que escayola a Daniel le da unas cuantas recomendaciones. Nos dice que ese tipo de lesión es bastante frecuente. ¿Te tiraron el balón con mucha fuerza?

19-Lo que se ha roto es nuestro plan de bañarnos en la piscina, que no podremos utilizar durante unas cuatro semanas. Podría ser razón suficiente para distanciarse del fútbol, pero el libro de Tallón provoca un movimiento opuesto.

20-Busco un capítulo específico sobre las lesiones, la historia de algún portero que jugara escayolado, pero no aparece. Quizás para el próximo libro.

viernes, 6 de junio de 2014

Dos euros tirados




Dos euros tirados : Los libros que se exponen en la tienda de segunda mano están en buen estado. Son todos diferentes en tema, tamaño, antigüedad, fama y estilo, pero comparten un mismo precio de dos euros. La cantidad se anuncia con una hoja pegada con cinta de embalar a la pared, como sugiriendo que han sido rescatados de una mudanza.

Reconozco bastantes títulos. Algunos me resultan interesantes y me los llevaría si me pidieran más por ellos. Dos euros, más que un precio, me parece una crítica que me acompañaría durante toda la lectura, asomándose cada vez que pasara la página.

Puedo engañarme y decirme que no, que mi criterio no depende de cosas así. Solo me costaría dos euros tratar de demostrármelo, pero sé con seguridad que serían dos euros tirados.  

jueves, 5 de junio de 2014

Los albañiles de la Torre de Babel




Los albañiles de la Torre de Babel : Algo en el coleccionismo de temas de la Naturaleza recuerda al esfuerzo por levantar la Torre de Babel para ponerse al nivel de Dios. El coleccionista pretende abarcar, con lo que va acumulando, todo lo que existe en el mundo de su especialidad, que es como decir todo lo creado. Ese continuo esfuerzo lo va acercando a una peligrosa situación en la que, como si ascendiera él mismo por la Torre, se aproxima a la mirada completa de Dios, que de cualquier colección sobre la Naturaleza que se pueda proponer, tiene lo catalogado y lo descatalogado. El castigo por intentar llegar al último de los pisos ya lo conocemos.  

Por eso frente a la colección todavía incompleta de insectos de Daniel hay dos caminos. El que recomienda dejarla como está para disfrutar de lo que ya se tiene, perfectamente guardado y catalogado; y el que empuja a terminarla y a buscar otra más con la que completar a ésta. La elección está clara porque hasta los albañiles de la Torre de Babel sabían que aquello que no se termina no existe. 

miércoles, 4 de junio de 2014

Tres entremeses yudokas




Tres entremeses yudokas : Sigo pensando que el yudo es un deporte emparentado con el teatro. No se ve violencia, sino la representación de la violencia, con lo que es posible que el combate, en el que los luchadores serían actores, se celebre pensando en el público.
            
Esta idea se refuerza cuando en el acto en el que hoy entregan los cinturones amarillos, como cierre del año, nos ofrecen tres pequeñas obras con yudokas como protagonistas. En una, un yudoka virtuoso consigue hacerse con una espada atrapada en una roca; en la segunda, un ladrón que se lleva las chuches de una fiesta pierde la lucha con un yudoka experimentado; en la tercera, otro ladrón le roba el juguete a una niña sin poder escapar porque un hábil yudoka le cierra el paso.

La combinación de judo y teatro me parece perfecta y cuando Daniel se acerca sudando, no sé si felicitarle como yudoka o como actor. La misma confusión que me provoca el Príncipe de Asturias que se concede hoy : dudo entre alegrarme por el gran John Banville de “El mar” o por el sugerente Benjamin Black del doctor Quirke.

martes, 3 de junio de 2014

Ojos de chocolate




Ojos de chocolate : Paro en segunda fila para que Daniel salga a comprarse la merienda en la pastelería. Claro que he traído tengo un sano sándwich de pavo con pan integral. Claro que sé que lo que se compre no va a ser tan nutritivo. Claro, en fin. Pero no se trata de alimentarse : la moneda de dos euros en la mano derecha, la mirada que se pasea por todos los bollos que se ofrecen sabiendo que cualquiera queda cubierto con el dinero que tiene, el tiempo sin prisas, la ausencia de un adulto que cuestione su elección, el olor dulce, la espera tranquila de la dependienta.

Al subir al coche me enseña un rostro formado por dos galletas superpuestas rellenas de un chocolate que forma los ojos, la boca y la nariz. Sé que su primera intención al comprarla ha sido agradecer al pastelero el que se haya tomado la molestia de hacer algo distinto. Me parece un buen criterio. Para mantener las formas, le digo que tiene que comérsela entera y él me dice que sí, que claro.

lunes, 2 de junio de 2014

Reencuentro en Burgos




Reencuentro en Burgos : Aunque crucemos cientos de correos y hablemos por teléfono, es necesario que haga unas cuantas horas de coche para que nos sentemos en un cuarto pequeño, cada uno en una silla distinta, y pasemos un rato mirando las pegatinas que hay en un corcho. Hay que esforzarse por sumergirse en ese silencio productivo que, como el relleno de una caja, protege una buena idea.

La próxima vez que piense en Burgos ya no estaré en el castillo una noche de verano ni paseando junto al río esquivando a perros con el pelo mojado ni tratando de decidir la mejor combinación entre un vino y una ración. Regresaré a ese cuarto en el que, sin saberlo, llevaba tanto tiempo esperándome. Como la imagen a su objeto.  

Un cuarto pequeño pero productivo. Estamos tan seguros de la historia que tenemos entre manos que si en el futuro los de Pixar no logran salir de su atonía creadora, se lo podremos ceder para ver si superan su bache. 

domingo, 1 de junio de 2014

Mi definición de campo



Mi definición de campo : Para mí, cualquier zona en la que puedas dejar el coche sin estar obligado a pagar un ticket es el campo. El sitio donde vivo sería un buen ejemplo que continuamente me hace desear que muy pronto se llene el barrio de parquímetros y que el lento avance de la civilización, con sus cosas negativas (pocas) y sus ventajas (muchas) llegue por fin aquí. Si tiene que caer algún dialecto, que caiga. Si tenemos que cambiar de bandera, de fiestas patronales, de himno, que así sea. No me gusta esta tibieza de tener un pie en la naturaleza y otro en la ciudad. Ya Dante afirmó que el infierno estaba lleno de tipos indecisos. O plomo de gasolina en los pulmones, o paseos por el campo por caminos de arena hacia el río sin más ruidos que tus pasos. Y los pájaros. Y alguna conversación intrascendente que se detiene cuando vemos a tres ciclistas rendirse y subir una cuesta con la bici al hombro, estos embajadores de la tibieza.