miércoles, 29 de febrero de 2012

La respuesta



La respuestaEs normal, tal vez por los años, tal vez por la rutina, o tal vez no sea normal, que aparque, salga del coche y me haga una pregunta del tipo : ¿Pero todo esto merece la pena? Lo que ese “todo” abarque depende del cansancio, del humor, de lo que haya comido o, ya puestos, de la capacidad que tenga de fijarme en ese agua oscura de los charcos del garaje.

Hay días o años en los que uno está más sensible y se le despiertan ciertas angustias.

En la Universidad me decía que ya llegaría el momento de olvidarse de los exámenes y ese momento llegó, sólo que se marcharon los exámenes y muchas cosas más. Cierro el coche y camino lentamente esperando que ese oscuro enjambre se aleje volando.

Muchas cosas más, como en ese autobús nocturno del que va bajando la gente hasta que solo queda un único viajero dormido.

Muchas cosas más que, en el fondo, no sé definir.

Ahí está ese charco, que esquivo antes de abrir la puerta que da al ascensor. La abro y me encuentro con la respuesta.

martes, 28 de febrero de 2012

Ruta de viaje



Ruta de viaje : Lucia, sentada en la mesa en del salón, traza en la pizarra unas líneas horizontales y después las verticales. En las celdas escribe después todos los números hasta el sesenta y seis. Parecen esas cajas de Navidad que esconden detrás de cada día un dulce. Dedica toda su atención a lo que hace, como si supiera en cada año qué es lo que va a suceder : no porque lo espere, sino porque se va a segurar de que sea así. Pasarán todos ellos por su aro, empujados por el látigo de su voluntad.

lunes, 27 de febrero de 2012

Hambre y rabia



Hambre y rabia  : Lo que sale de la bolsa da un poco de pena : De algún sitio mandaron una lechuga y lo que nos llega es una colección de hojas que negaría una tortuga hambrienta. Nosotros tenemos el nivel de exigencia mucho más bajo que el de una tortuga, naturalmente, y miramos esas hojas con cierto espíritu crítico y con mucha hambre. Sobra decir que el hambre puede con el espíritu crítico.

Colocamos las hojas en un cuenco, que es la traducción pobre del bol, y la cosa mejora un poco. El cuenco es blanco, fino, y no tiene ese pequeño desconchón que cada día descubrimos en una taza o en un plato, como si en los cajones hubiera pequeñas rencillas nocturnas. El cuenco se mantiene al margen porque conserva cierta elegancia en una casa en la que lo elegante permanece hibernando, esperando que dos niños de siete años reconozcan su importancia y aprendan a respetarlo.

Las hojas parecen rescatadas. Cojo alguna pero no noto el pulso. Si tuviéramos gusanos de seda y una caja, las cambiaríamos de sitio sin dudarlo, pero no tenemos ni uno ni otro y sí mucha hambre, así que en vez de llamar a las puertas de los vecinos preguntando si tienen gusanos de seda, observamos el cuenco.

En ese momento el estómago dice : “qué coño”. El estómago dice : “si el gusano de seda eres tú”. Y tiene razón porque el estómago es sabio. Algún día, cuando se sepa dónde mirar, se descubrirá que el estómago tiene neuronas. También hay neuronas en el corazón. Y, seguro, también hay neuronas ahí y ahí, y ahí abajo. Por eso hay que escuchar al estómago.

Convertimos el cuenco en marmita y empezamos a echar todo lo que nos parece bien, teniendo en cuenta que los enanos ya están en la mesa cenando y que seguimos con hambre, por lo que prácticamente todo lo que se pueda digerir nos parece bien. Ahí va. Y esto, y esto y esto. Nos embarga cierto espíritu alquimista y nos sentimos tentados de echar las llaves del coche, y el móvil, y el marco de una fotografía, y unas monedas sueltas, y los titulares de la prensa económica, y el mando de la tele, y unos lapiceros de colores, y un chorro de jabón de manos, y el extracto del banco, y el ticket de aparcamiento, y nuestro cansancio, y, claro, para darle cierto sabor extra, el anuncio de Domino´s. Nos lo queremos comer todo : unas cosas por hambre, otras por rabia.

Terminada la operación nos quedamos mirando el resultado, con cierta ternura, como asomados a una cuna. Lo que vemos nos sorprende porque en algún lugar de esa ensalada hay vida. Cómo lo hemos conseguido es algo que no sabemos, aunque es algo que suele suceder cuando los enanos están cerca.

Nos sentamos a la mesa intentando que la cena de los cuatros se convierta en algo común. 

domingo, 26 de febrero de 2012

La tercera tabla



La tercera tabla : Tropezó mientras bajaba por la montaña y se le cayó la tercera tabla. Tras años de trabajo, los arqueólogos han conseguido juntar las piezas.

sábado, 25 de febrero de 2012

La joyería




La joyería : En el cruce de Alonso Cano y García Paredes está “Legumbres García”. Un hombre mayor, con las manos a la espalda, se fija en las distintas legumbres expuestas en el escaparate. En cada cesta hay un cartel escrito a mano.

Veo al hombre desde la mesa del restaurante gallego que hay enfrente. Un cliente que acaba de levantarse de la mesa de al lado le comenta al camarero, sudamericano, que él es un enamorado de Galicia y que estuvo viviendo ahí mucho tiempo. Supongo que en el suelo del camarero está el escuchar como si él fuera gallego. En la televisión están repasando una lista musical y ahora suena Metallica.

El hombre sigue mirando con atención las legumbres, como si estudiara un regalo. Mientras, la gente no deja de pasar por esta esquina. El Centro Comercial Chamberí está al lado y casi todos llevan bolsas. Una mujer con un bolso con la fotografía de Marilyn sostiene dos paquetes de pastelería con cuidado, como si estuviera rellenos de nata; un hombre cruza el paso de cebra encorvado, fumando, con una bolsa al hombro que parece llevar todas las llaves inglesas del mundo (Me lo imagino dando los presupuestos en pesetas mientras ofrece un Ducados sin importarle el sitio); una mujer pequeña, con un abrigo largo hasta los tobillos empuja delante de ella el carrito; un hombre camina despacio, con el periódico enrollado en uno de los bolsillos de su chaqueta y se cruza con otro que fuma un puro torcido, como hecho por él mismo.

Termina el tema de Metallica pero el amante de Galicia sigue hablando. Echamos limón a los mejillones y cortamos en trozos pequeños los calamares. La luz que entra por el ventanal se queda atrapada en las gotas del limón y brilla en las dos copas de vino que nos han servido. La mesa es pequeña para los cuatro, pero nos apañamos, haciendo sitio para las raciones y las tapas y las piezas de los legos de los enanos.

Dos ancianas, una con un batón y la otra con una muleta, caminan al mismo ritmo, cruzando lentamente el paso de cebra. También lo cruza una niña en bicicleta, una pareja que pasea a tres perros y un chino vestido de negro con una bolsa blanca en la mano. Dos madres jóvenes charlan mientras vigilan a tres niños que van y vienen corriendo por la acera. De vez en cuando gritan un nombre y vuelven a su conversación sin comprobar si les hacen caso.

El hombre de las legumbres entra en la tienda.

viernes, 24 de febrero de 2012

Ballenas


Ballenas : 


1-El  cielo           

Miro a la izquierda y veo un cielo sugerente, así que bajo la ventanilla y hago unas diez fotografías, buscando la mejor manera de encuadrar la señal que aparece. No tengo mucho tiempo porque está a punto de cambiar el semáforo.

En el asiento de detrás están Daniel y Lucía, con el uniforme del colegio y un poco de sueño.

2-La ballena

En las paredes de la sala de espera hay varios dibujos de animales. Me gustan. Pienso en hacerle una fotografía a una ballena sonriente pero decido dejarlo para cuando salgamos. En el libro que Daniel va ojeando mientras esperamos, aparecen dos ballenas.

“Se cuenta que hubo marineros que confundieron una ballena con una isla e intentaron desembarcar en ella” lee Daniel.

El libro me costó siete euros. El precio de cinco cortados.

3-La pediatra

Vemos a esta pediatra en la revisión anual. Nos saluda como si no hubieran pasado doce meses desde la última vez que preguntó.

-¿Qué me contáis?

Daniel y Lucía discuten para saber quién es el primero en desnudarse y tumbarse en la camilla. Al final es Lucia la que tiene que rendirse porque el número que anunciaron en la pantalla es el que ella tiene en la mano y en él aparecen sus iniciales.

4-El marco del cuadro

Lucía se tumba en la camilla y la pediatra pone sus manos sobre su estómago.

Ahí está, encima de la camilla, la misma ballena que he visto fuera. Al lado, un pingüino, y un gato cuadrado con una especie de collar alrededor del cuello, como el que llevaban los nobles en siglos pasados. Parecen que esos animales se comunicaran con unos corazones que van de unos a otros por la pared.

La pediatra da unos pequeños golpes secos en el estómago de Lucía. Todos colocamos nuestro silencio detrás del suyo.

Después le pide que se ponga de pie. La pediatra la mira con la atención del que ve un cuadro. No la pintura en sí, sino el marco.

5-Dos dientes

Daniel se tumba en la camilla y la pediatra pone sus manos sobre su estómago.

¿Es exactamente la misma ballena que había fuera? Es probable que sí, pero debe existir una pequeña diferencia, aunque sólo sea porque la misma mano no pudo recortarlas iguales. Bastaría con colocar una encima de la otra para verlo. Sea como sea, creo que ésta se ha movido un poco. No sé si tanto ella como el pingüino y el gato noble hacen esfuerzos por mantenerse inmóviles. Diría que sí.

La pediatra y nosotros volvemos a colocar nuestros silencios en fila india. Dentro de su silencio no sabemos qué hay. Dentro del nuestro, sí : miedo. Daniel bromea, pero eso no nos tranquiliza. Sabemos que esa pediatra sabe mirar, tocar, escuchar, y que tiene la capacidad de descubrir algo que no esté afinado. Tememos, en nuestro silencio, que haga un gesto y que algo en su cara cambie y vuelva a repetir el gesto. Cuántas historias habrán cambiado así, por ese pequeño hilo que está suelto.

Las pruebas se van sucediendo sin prisas. Al mirar sus dientes nos recomienda que vayamos al dentista. Sus palabras desmenuzan nuestro miedo convirtiéndolo en el cotidiano, al que ya nos hemos acostumbrado.

6-La letra de la pediatra

En un papel anota el nombre de un especialista en marcos. Antes de que hagamos cualquier pregunta, ella se anticipa.

-Nada que no se pueda solucionar con natación.

La ballena mueve la cola. Parece que el pingüino hace lo mismo con una de sus aletas. Están en la consulta de una pediatra que recomienda a sus pacientes que naden. ¿Cómo no se van a sentir cómodos ahí? Las paredes y el techo deberían estar cubiertos de animales marinos. Pulpos, estrellas de mar, delfines, tiburones y hasta peces espada.

La pediatra, Lucía, María y yo vemos cómo Daniel, tranquilamente, se pone un calcetín y después otro.

7-Gusanos

Por la garganta de la pediatra se movían palabras oscuras, palabras afiladas, palabras con patas peludas, palabras gelatinosas, palabras frías, palabras con dientes afilados, palabras directas, palabras dando vuelas sobre sí mismas, o hambrientas. Subían y bajaban por su garganta, esperando ese gesto que se repite, ese cambio en el rostro que permita que una de ellas se adelante y la tarde empiece por oscurecerse para nosotros. Puede ser una palabra fina como ese hilo del que se tira mientras se piensa en otra cosa.

Muchas de esas palabras podrían estar en su lengua, moviéndose como gusanos mientras ella, sonriendo, espera a que salgamos.

8-Los dibujos de la pared.

Cuando salimos, la pediatra escupe esos gusanos en sus manos y los acerca a la ballena, al pingüino y al gato. El gato abre la boca y atrapa varios con sus colmillos. El pingüino se traga otros sin masticarlas. Los que quedan se los come la ballena.

9-Monedas

Ese es el único problema que tenemos al salir de la consulta. Meto la tarjeta del aparcamiento en la máquina y rebusco en los bolsillos monedas para llegar al importe que marca. Tengo suerte.

Daniel quiere llevar el ticket hasta el coche.

Cuando ya estamos en la autopista me doy cuenta de que no le he hecho la fotografía a la ballena. Quizás siga ahí el año que viene.

10-Gorgueras.

El semáforo se pone en verde. Creo que han salido fotografías bonitas y prescindibles, porque en el fondo cuentan una historia que no se ve. Son las fotos que se hacen cuando no hay nada que te preocupe.

Si se presenta la ocasión, les tengo que contar que lo que llevaba ayer ese gato al cuello era una gorguera.

jueves, 23 de febrero de 2012

Kugelhopf




Kugelhopf : Anud Abbassi explica, a las siete y media de la mañana, cómo debe hacerse un Harise. Se trata de un postre típico que lleva varios ingredientes : tres tazas de sémola áspera, una taza de azúcar, una cucharadita de bicarbonato, media taza de agua, cuatro yogures naturales, almendras crudas para decorar y tahini para untar la fuente . No creo que vaya a hacer nunca ese plato, pero a pesar de eso veo el programa con atención, fijándome en los detalles, tomando nota mentalmente de los consejos que da en cada paso. Influye, tengo que admitirlo, que la cocinera es guapa, que hay una relación entre ella y el tipo de cocina que hace, y que los dulces me gustan.

Recuerdo un párrafo de “El Ejército Furioso”, de Fred Vargas, en el que Adamsberg habla de Lina, una mujer que ha conocido.

“-Cuando piensas en ella, ¿piensas en comida?
-En un kugelhopf con almendras y miel
-¿Qué es eso?
-Un tipo de brioche especial”

Puede ser, también, que viendo este programa evite poner las noticias. No por el contenido en sí, más o menos pesimista, sino por la forma de presentarlo, mostrando sin ningún problema que no se sabe prácticamente nada de lo que se cuenta y que a nadie le importa aparecer así de desnudo.

Puede ser, en fin, que busque, de forma inconsciente, esos olores de guisos que llenaban la casa cuando era pequeño, ahora que las casas huelen a lata y a Ikea. En su post del veintidós de Febrero, Arcadi Espada, después de analizar la gramática de un titular (Se nota que ha leído a Pinker), añade una frase : “¿Hay algo más importante en la vida que una mujer canturreando por la casa?”. Yo añadiría a una mujer llenando con sus gestos toda la cocina. En este momento el olor se queda del otro lado de la pantalla, pero no me importa porque puedo imaginarlo, tirar de alguno que ronde por la memoria y que pueda encajar en ese plato.

Vuelvo a Adambsberg :

“Mientras la acompañaba por las callejuelas, Adamsberg tomó consciencia de que su deseo de comerla predominaba sobre el de acostarse con ella. Esa mujer le abría desmedidamente el apetito, le recordó de repente un trozo enorme de kugelhopf que había engullido de pequeño, elástico y tibio, con miel, en casa de una tía suya en Alsacia” (Página 163)

Pero esta vez Adamsberg, en vez de comerse el kugelhopf, prefiere pasar el tiempo libre que le deja el caso visitando a una anciana para peinarla y leerle libros. Las novelas no pasan en balde para el comisario.

Puede ser, terminando ya con los puede ser, que envidie a la gente que convierte su tiempo en algo tangible.

miércoles, 22 de febrero de 2012

El pelo de otro




El pelo de otro : Soy el primer cliente de la peluquera. Me siento en la silla que me indica y le pido que me corte el pelo al dos. Saca la maquinilla y empieza a cortármelo. Al principio estamos en silencio. Nos llega el olor del pollo que están preparando en la sección de comida.

-El otro día un niño se asustó al escuchar la maquinilla. No sé qué pasaría, que no dejaron de llegar niños. Vinieron hasta unos padres con sus siete hijos.

En ese momento me doy cuenta de que la maquilla hace mucho ruido. Estaba tan atento al olor del pollo que no me había dado cuenta. No suena nada bien. Si las maquinillas tuvieran familiares, creo que sería la hora de llamarlos a todos para que pudieran despedirse de ella.

-La compramos en Septiembre, pero como no dejamos de abrirla y cerrarla para limpiarla, es posible que se le haya soltado algún tornillo.

El pelo que va cubriendo la tela con la que me ha cubierto es pequeño y blanco. Parece de otra persona.

Por la noche, en la cena, Daniel se acerca para pasar su mano por mi cabeza. Debo tener el tacto de un peluche. La pasa varias veces. A mí también me gusta pasarme la mano por el pelo cuando lo tengo tan corto. Desde dentro es, efectivamente, como acariciar a algún animal. Desde fuera, es ese gesto del que tiene que enfrentarse a algo que requiere fuerza e inteligencia, el gesto del que sabe que encontrará una solución limpia, elegante, que provocará la admiración de los demás, el gesto del que hace un poco de teatro, disfrutando de ese prólogo. Lucía no dice nada. Tiene a su lado una muñeca para que la acompañe. La traía a la cena bien abrazada, contándole cosas al oído como si la advirtiera sobre nosotros. Como hemos discutido un par de veces con ella antes de cenar (el tema es lo de menos, el placer está en experimentar las dimensiones del límite) es probable que además utilice a la muñeca para transmitirnos un mensaje. A María : Que claro que puede ser cariñosa, pero cuando y con quien quiere. A mí : Mira qué pelo tiene. Este se puede peinar y recoger en una coleta. ¿Para qué sirve el tuyo? 

martes, 21 de febrero de 2012

Paciencia



Paciencia : Me sorprende lo rotunda que es la sombra de la columna. Nunca la he visto así porque a esta hora suelo estar en el trabajo. Parece detenida, pero es sólo una ilusión porque avanza poco a poco. Ese movimiento es un mensaje : paciencia.

lunes, 20 de febrero de 2012

Ensayo general




Ensayo general : Como es bastante probable que no llegue a jubilarme nunca porque cuando esté a punto de hacerlo añadirán dos años más y cuando ya piense que he cerrado el Excel por última vez en mi vida volverán a añadir dos años más y así hasta que llegue el momento en el que alguien tenga que decidir qué se pone en mi lápida, aprovecho cualquier momento para ejercer un rato de jubilado. Y no se está mal, con este buen tiempo, una barandilla roja en la que apoyarse y un grupo de niños jugando al baloncesto.

Del baloncesto sólo me gusta el ruido que hace el balón al botar. Es un sonido que me fascina. Cada vez que lo escucho me imagino una superficie de madera bien pulida, brillante, limpia y como me gustan las superficies de madera bien pulidas, brillantes y limpias, un balón de baloncesto botando me pone de buen humor. Admito que no es un buen humor muy consistente y que apenas sirve para modificar un poco el tono general de mi carácter, como hacer un té con una bolsa que ya has usado dos veces, pero a mí me vale.

Ahora, por ejemplo, estoy de buen humor aunque el baloncesto, en general me parezca bastante aburrido, como todos esos deportes que nos hemos inventado para quemar esa energía que nos sobra (el fútbol) y la que no nos sobra (el automovilismo). Pero algo hay que hacer con estos niños, porque no es recomendable meterles en casa sin haberles cansado antes un poco.

La profesora lleva la clase con un aire militar que los niños no parecen tomarse muy en serio. Y no es por una falta de respeto, sino porque cada orden que da es interpretada de manera diferente por cada niño, lo que provoca cierto desorden en la coreografía general que se une a la descoordinación propia del que tienen que combinar los movimientos de los pies, de las manos, de las piernas, de la cintura y de la cabeza a la vez. No se puede negar que hacen lo que pueden, pero tampoco ayuda un balón que una vez lanzado parece evitar la canasta, como si canasta y balón tuvieran el mismo polo y su destino fuera repelerse.

Si yo fuera la profesora, me lo tomaría con algo de humor, pero es que, como jubilado, ya empiezo a darme cuenta de que no hay que tomarse las cosas en serio. De hecho, no hay ni siquiera que tomarse las cosas. Conviene que pasen junto a uno sin agarrarse a ellas, venciendo esa tendencia a comérselas, comprarlas, venerarlas, creérselas o depositar en ella cierta parte de nosotros como el que coloca sus ahorros en el banco para que estén protegidos. Hay que establecer con ellas la relación de proximidad que yo tengo ahora con este sol, los niños, sus pelotas de baloncesto y hasta con la profesora, que sopla el silbato como si quisiera derribar a algún pájaro con su sonido.

domingo, 19 de febrero de 2012

Uno frente a cien mil




Uno frente a cien mil : Hay cien razones, o mil, ya que nos ponemos, para no tener hijos. Por motivos no será, que te vas al armario para ponerte la chaqueta de ir al cine y tiene agujeros, los pantalones de visitar museos te quedan grandes, los calcetines de pasear sin rumbo no encuentran su par, las botas de subir a la montaña te aprietan por todas partes, la cinta elástica de la ropa interior de según, sobre y mediante ha perdido fuerza, la bufanda de ir al futbol está descolorida, capaz sólo de recordar dos o tres nombres de la alineación de hace un par de temporadas, y el cinturón de las cenas especiales tiene los agujeros cubiertos por la falta de uso.

Frente a las cien mil razones de ese ejército de la orden de la sensatez, aparece Daniel, en pijama, en la cocina. Todavía sigo guardando la compra de ayer, y no es que me trajera muchas cosas del supermercado, es que se me olvidó echar un poco de tiempo, ya ves. Aquí va el atún. Aquí va la pasta. Aquí va la leche : desnatada para nosotros, normal para Lucía, sin lactosa para Daniel. Así dentro como fuera, porque conforme se despeja la cocina, se me va ordenando la cabeza.

-Casimiro es un nombre, ¿no?
-Sí.
-Casimiro, casi mira – me dice.

Se marcha andando por el pasillo, muerto de risa. Volviendo al tema del primer párrafo, también se puede decir que tener hijos es como colocarse bolardos en la vida, pero también son el dibujo que el bolardo lleva encima.

sábado, 18 de febrero de 2012

Bien. ¿Y vosotros?



Bien. ¿Y vosotros?Hacía mucho tiempo que no quedábamos para merendar en un Vips los cuatro adultos con los cuatro niños. Es un buen sitio porque es probable que a los camareros les exijan, como mínimo, haber visto naves arder cerca de la constelación de Orión.

Si eres capaz de describir esas naves, ya estás preparado para servir tortitas, y traer el chocolate, y los dos vasos de leche con el coca-cao, y un platito, por favor, para compartir las tortitas, y un vaso de agua, y unos manteles para que los niños pinten, y las ceras, y un croasán con queso y jamón, y un sándwich, y otro plato para poner las patatas fritas del sandwich, y otro cola-cao, y unas cucharas para comerse la nata que no quieren, y otro vaso de agua, y un bote de kétchup, y unas servilletas, por favor, para limpiar de la boca del pequeño ese chocolate tan resistente, que no sale a la primera, y otro cuchillo porque se nos ha caído uno al suelo, y un vaso para compartir nuestro batido.

-¿Qué tal vosotros?

Nosotros tratamos de ponernos un poco al día, pero comunicarse es como intentar cruzar una autovía con frases que van en doble sentido. Termínate eso. ¿Por qué has roto la cera azul? Si no has pedido tú las patatas, no se las quites a tu hermano. No te metas todo en la boca. Bebe más despacio. Cuidado con el vaso, no lo acerques tanto al borde. No vamos a pedir otro. No habléis tan alto. Sí, te dejo probar esto. Es mejor que abráis los regalos en casa. No os metáis debajo de la mesa. Siéntate bien, mirando al plato. ¿Si no tenías hambre por qué lo has pedido? Dejadle en paz, que es el pequeño. ¿No te puedo coger nada?. ¿Seguro que te lo vas a comer todo?. ¿Por qué no me has dicho que querías ir al servicio cuando he bajado con tu hermana?. No juguéis con los cubiertos. ¿Es así como crees que se debe cortar una tortita?. Trágate lo que tienes en la boca antes de meterte otro trozo. No, no hay ya más chocolate porque tu plato parece una sopa. Tened cuidado con los camareros cuando os levantéis. ¿Y esas manos?. ¡Qué os hemos dicho con los camareros!. Esas cosas son arándanos y claro que se comen, al batido no le pasa nada. No hagáis eso con las ceras. Ahora que ya está frío dices que no quieres más. A mí no me diste esa figura, busca en tus bolsillos. Coge el vaso con las dos manos. No bebas tan deprisa. Podéis jugar los cuatro. No hace falta que le acompañes al lavabo. No te tumbes encima de los abrigos. ¿Cuál era la canción que le cantabais a vuestro profesor? Porque está enfermo, por eso no puedes beber de su botella. Cuidado con la manga. Sentaos así y después cambiáis. Cuidado con la otra manga. Es mejor que te eche yo la mantequilla. Vas a pintar la mesa. Las instrucciones las podemos leer en casa. Si gritas mucho, esa luz verde se pone roja. Sí, ésa de ahí. Porque no es el momento de jugar con el iPhone. Pues porque no. No saques la paja así que va a salpicar. ¿De verdad que no te has manchado? Eso se come mejor con tenedor, no con cuchara. ¿No queréis llevaros las ceras?. ¿Por qué te enfadas ahora?. Es muy bonita la caja, sí. No juguéis a eso, que os vais a hacer daño. Pues porque no. ¿Todavía tienes sed?. No, no hemos traído una botella de agua. Venga, que pedimos pronto la nota. Si no te lo terminas, tendrás que cenar. Vuelve a tu sitio, por favor. No, no te lo cambio, yo estoy con los mayores. ¿Puedo cogerte una patata? Porque es la propina y se la hemos dejado, por eso no puedes cogerla. Aquí no hace frío, ya, pero fuera sí. ¡Qué os hemos dicho con los camareros!

-Bien. ¿Y vosotros?

viernes, 17 de febrero de 2012

La sobrina de la sumiller



La sobrina de la sumillerEntre los libros de autoayuda expuestos en el Vips, uno pregunta, en la portada, cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez. Que haya tantos libros de autoayuda juntos demuestra que ninguno de ellos sirve para nada. Si uno tuviera las claves exactas para convocar al Universo, los otros tendrían que haber reconocido su efectividad. Salvo que sean como la prensa, que dice lo mismo bajo distintos títulos. Pero quedan bien, ordenados, y acompañan al paseo mientras se hace tiempo : el optimismo transmite cierto calor, las portadas son alegres y puedes oler el perfume de alguna mujer que se coloque al lado como ejercicio preparatorio para la clase de cata. De vino, no de mujeres.

Se podría escribir el libro opuesto, el de las cosas que se hicieron por última vez. Por ejemplo : El patio del colegio esta tarde, con todos los niños disfrazados, sentados junto a sus profesoras, esperando que abran las puertas y entremos los padres. El año que viene ya no se disfrazarán, así que no volveremos a vivir esta escena.

Es lo que pienso mientras miro por la valla. En ese libro habría que explicar cómo estar en ese momento. No sólo beberlo, sino saber catarlo. Cómo guardarlo para poder recordarlo en el futuro con otros estímulos. El bullicio, las risas, las gafas de sol de las profesoras, el buen tiempo, los disfraces, el saludo de Lucía, vestida de bailadora flamenca, al verme (y las discusiones de ayer para que aceptara ponerse la malla de gimnasia debajo), la gorra de Mario de Daniel torcida (y el bigote que María tuvo que improvisar al no encontrar el que venía con el disfraz después de buscarlo toda la tarde), el paso decidido del encargado que se dirige a la puerta para que nosotros seamos parte de la escena.

Las fotografías que hacemos son una respuesta torpe a un estímulo que pide otra cosa.

En la clase de cata, dedicada hoy a los blancos, la sumiller nos habla de su sobrina.

-Le doy a oler todo lo que puedo para que lo vaya guardando en su memoria. Todo.

jueves, 16 de febrero de 2012

Podría




Podría : Da igual por dónde pase el tren. Con siete años el paisaje siempre es interesante y la realidad pide más y más y más. Eso lo saben los cepilllos de dientes, que sonríen porque reconocen la suerte que han tenido de vivir en ese mundo, de asomarse a unos dientes blancos que crecen y a los que les quedan tantas cosas por morder, arrancar, masticar, trocear, crujir o desmenuzar. Son los mecánicos de los boxes afinando el coche de carreras. Las cedras están húmedas. La pasta de dientes está al lado. Podría.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Todos duermen



Todos duermen : Un sueño blanco, recogido, liso, que la noche se irá bebiendo poco a poco.

martes, 14 de febrero de 2012

¿Danglard lo sabe todo?



¿Danglard lo sabe todo?“No, hay muchas cosas que no sabe. No sabe encontrar a una mujer, aunque tiene una nueva amiga desde hace meses, es un acontecimiento excepcional. No sabe encontrar agua, aunque localiza enseguida el vino blanco. No sabe dominar sus miedos ni olvidar su masa de preguntas; se acumulan en un cúmulo espantoso que luego él recorre como un roedor recorre su madriguera. No sabe correr, no sabe mirar cómo cae la lluvia, ni cómo fluye el río. No sabe desprenderse de las preocupaciones de la vida y, peor aún, las crea por adelantado para que no lo pillen desprevenido. En cambio, sabe todo lo que no parece útil a primera vista. Todas las bibliotecas del mundo están metidas en la cabeza de Danglard, y aún le queda mucho sitio. Es algo colosal, inaudito, algo que no puedo describirte”


Página 36

lunes, 13 de febrero de 2012

Edificios en llamas



Edificios en llamas : Hace mucho frío. No sé cómo protegerme mientras espero a que Lucía salga de su clase. Es un frío que he sentido durante todo el día. A primera hora salía de las noticias económicas, como si acercara la cara a una nevera abierta. Después ya no se limitaba a los titulares. Se colaba por los huecos de las teclas, como si fueran una rendija por la que expandirse, asomándose por los cajones, agarrándose a la silla, a los cubiertos de la comida, escondiéndose en mis bolsillos, enredándose en mi aliento, frotándose contra mis dedos hasta quitarle el calor y, poco a poco, mientras dejaba sus huellas en la garganta, se ha metido en mi cabeza, levantando las ideas como el que busca un jersey especial entre los que tiene dispuestos, y ahí se ha quedado, sin hacer ruido, quieto, para conservar su temperatura. 

Es, pues, un frío que siento en las manos y los pies, pero que no puedo quitarme de la cabeza. Es la sensación de que la tierra está congelada y de que las semillas, por mucho que las riegues, no van a crecer porque están heladas. No hay qué esperar de esos tiestos. 

Por muchos edificios que ardan, este frío no va a desaparecer.

domingo, 12 de febrero de 2012

En busca del fuego



En busca del fuego : Cuanto más pequeño el tanga, mayor su capacidad de que el resto del mundo, empezando por el cuerpo, se vuelva invisible. Una buena forma de resistir por solo 1,90.

sábado, 11 de febrero de 2012

Pleno




Pleno : Vivimos con la creencia de que esa bola de piedra que es el lunes se vuelve el sábado ligera y que basta con lanzarla con suavidad para que recorra limpiamente la larga pista hasta derribar esos bolos que el resto de la semana resultan inalcanzables. No deja de ser una ilusión, porque muchos sábados los bolos están más lejos. O no están.

Hoy no es el caso. Estamos sentados en la mesa del salón, con una botella de Arzuaga abierta, el aceite de la fondue listo, el plato con los trozos de carne cortados en trozos cuadrados, el pan del día dispuesto en un cuenco de madera, Morcheeba de fondo, las salsas distribuidas en cuatro recipientes cuadrados, el mantel sin ninguna mancha, la luz entrando por las cortinas del salón y los enanos a punto de coger cada uno un nacho del plato.

Puestos a elegir, prefiero creer que escenas como ésta siguen existiendo aunque las olvidemos. Al lado de esto, lo de la vida después de la muerte me parece secundario. 

viernes, 10 de febrero de 2012

La lección de cata



La lección de cataLa gota en el mantel es de un Viña Real Gran Reserva 1999 que al sumiller que da el curso de cata se le cae al servirme la copa.

En los apuntes que nos entregan se puede leer : “Un enólogo, o una persona que se dedica a catar, diría que catar es probar con atención un producto cuya calidad queremos apreciar. Es someterlo a nuestros sentidos, en particular al del gusto y el olfato : es tratar de conocerlo buscando sus diferentes defectos y cualidades con el fin de expresarlos”

Subrayo atención, calidad, apreciar, conocer y, sobre todo, expresar. Me gusta que todo el proceso, que empieza con una impresión tan subjetiva, termine con ese esfuerzo por convertirlo en palabra para comunicarlo. Ahí están, entre otros, los aromas a perro mojado, sudor, orina de gato, celuloide, pedernal, laca de uñas, hojas muertas, musgo de árbol, o aguardiente de cerveza. 

Al final, todo se reduce a lo mismo. 

jueves, 9 de febrero de 2012

Un diluvio personal



Un diluvio personal : Daniel insiste en que le coja el barco de Noé, que está en la parte de arriba del armario. Aparto varias cosas y se lo doy. Lo coge y se lo lleva al baño. Después vuelve al cuarto a seleccionar los animales que va a embarcar en su viaje : dos ovejas, dos elefantes, un tucán, y un mono.

Está contento porque se ha salido con la suya. María le había dicho que no quería que se metiera con ese barco tan grande en la bañera y conmigo ha tenido más éxito.

Cuando ya salen de la bañera y me acerco a vaciarla, me fijo en el barco y en los animales. Tengo que reconocer que es una buena historia : frente a la amenaza definitiva de un Dios que parece avergonzado de su creación, decidido a aniquilarlo todo, un hombre construye un barco y es capaz de seleccionar lo importante.

La historia también puede verse como la descripción de un proceso interno, de ese momento en el que no hay más salida que convocar un diluvio personal y ser a la vez Dios, Noé, el barco y todo aquello que decidimos salvar.

El agua está fría. Decido que este diluvio ya ha llegado a  su fin y tiro del tapón de la bañera

miércoles, 8 de febrero de 2012

Al filo de lo imposible




Al filo de lo imposible : Cojo la bolsa del congelador y la abro usando las tijeras. Todo bien, porque no me corto. La bolsa, como anuncia por fuera, está llena de guisantes verdes. Están fríos. Dejo la bolsa sobre la encimera sin que ningún guisante se salga. Al filo de lo imposible, vamos. Caliento el agua en una cacerola hasta que empieza a hervir. Así. Miro cómo hierve el agua. Si metiera el dedo podría quemarme. Si metiera la mano unos segundos me dolería mucho. Lo dicho : al filo de lo imposible. No meto la mano porque sé lo que me hago y tomo precauciones a pesar de que en las instrucciones que sigo no dice que sea malo meter la mano en el agua hirviendo. Mejor echar los guisantes, como recomienda. Ahí van. El agua deja de hervir. Los guisantes flotan. Están todos apretados. La imagen es bonita, así que hago una foto a pesar de que el vapor empaña el objetivo. Lo limpio varias veces antes de conseguir la foto que me gusta. Dice la bolsa que tengo que esperar a que hierva otra vez el agua. La miro fijamente, como si así pudiera acelerar el proceso, pero no tengo ese poder. La física se toma su tiempo y yo respeto a la física. El agua, los guisantes y el calor. Espero. Por fin el agua empieza a hervir de nuevo y los guisantes se mueven como las bolas en el bombo de la lotería. La física puede ser divertida. En las instrucciones dicen que debo esperar unos seis minutos desde este instante. Seis minutos. Ni uno más. Ni uno menos. Los de la bolsa saben bien lo que se tienen entre manos. Debe haber expertos en esa empresa que probaron con cinco minutos y descubrieron que se quedaban duros. Con siete, el guisante debía estar ya blando, como esas píldoras que dejas sobre el agua y se deshacen. Seis fue el número elegido y seis es el número que yo respeto porque uno tiene que cumplir las normas cuando está al filo de lo imposible. Los guisantes se agitan como si estuvieran en una fiesta. Y entonces veo algo curioso de lo que no dice nada la bolsa en la que venían. Conforme pasan esos seis minutos, los guisantes se van hundiendo poco a poco. No lo hacen de golpe, sino de una forma ordenada que me sorprende. De forma ordenada y continua. Uno, y otro, y otro. Caen lentamente, como si ya pesaran más. O como si ya no estuvieran de buen humor. O deprimidos. O rendidos. Apago el fuego cuando el último se posa en el fondo. 

martes, 7 de febrero de 2012

Luna llena



Luna llenaUnos cuantos pisos más arriba está la luna, perfecta, incitando a comenzar un viaje. Deberíamos apagar todo y ofrecerle un camino de silencio para que avance. Deberíamos observarla en su lento recorrido, dejando que ella vaya eligiendo cuáles de nuestros pensamientos merecen la pena y cuáles no.

Coloco las bolsas de la compra en el maletero y me marcho, sin tiempo para hacerle una fotografía. Ya en casa, me olvido de que hay luna llena.  

lunes, 6 de febrero de 2012

Bible black



Bible black : "The sky was Bible black in Lyon when I met the Magdalene. She was paralysed in a streetlight. She refused to give her name. And a ring of violet bruises they were pinned upon her arm. Two hundred francs for sanctuary and she led me by the hand to a room of dancing shadows where all the heartache disappears And from glowing tongues of candles I heard her whisper in my ear 'J'entend ton coeur' "

Esa canción, buscando una excusa.

domingo, 5 de febrero de 2012

Prólogo



Prólogo : Llega el camarero y deja el cesto con el pan encima de la mesa. Normalmente es un gesto que no quiere decir nada y que suele hacerse con esa tristeza con la que los encargados barren las palomitas después de la película. En este caso no es así : el cesto es un prólogo. Quizás disfrutemos más la comida cuando intuimos un esquema narrativo más o menos contundente. 

En este caso, a base de empanadillas, rape, albondiguillas, huevos rotos y berenjenas, más que contundente.

sábado, 4 de febrero de 2012

Ateos 2.0



Ateos 2.0 : Me sorprende que, siendo la una menos cuarto de la noche, en una estación de metro en la que apenas hay nada más que hacer, nadie apriete ese botón amarillo y haga una pregunta.

viernes, 3 de febrero de 2012

La isla




La isla : Recojo a los enanos del colegio. Como el plan era que lo hiciera María, es ella la que tiene su merienda en el maletero. Eso es lo que les cuento a Lucia y a Daniel, ofreciéndoles a continuación la opción de ir a merendar juntos a una cafetería. Daniel acepta al momento. Lucía se lo piensa, con la suspicacia de un espía al que le van a tender una trampa. Tengo que insistir bastante para lograr que la espía se fíe de mí.

La chica que me atiende es nueva, lo que no me sorprende en esta realidad líquida que va desapareciendo. Daniel pide una caña de chocolate grande. Lucía, un croasán pequeño y una palmera de una bandeja. Como no debe estar acostumbrada a servir las palmeras de una en una, la tiene que pesar para calcular su precio. El viernes se detiene un momento y vuelve a recuperar su ritmo cuando me tiende un pequeño plato con el croasán y la palmera.

Daniel está enfrente de mí, comiéndose ya la caña de chocolate con las dos manos, que parecen más pequeñas. Lucía arranca un trozo de croasán y lo muerde con cuidado, como si dentro hubiera otra trampa.

En ese momento, echo el azúcar en el café y me fijo en él. Es el símbolo de la isla en la que ahora estamos los tres, esperando que María, que ya ha salido del trabajo, atraviese el puente que le tenderemos y se una a nosotros.

jueves, 2 de febrero de 2012

Un día antes de.




Un día antes de : Mientras frío las salchichas, pienso en todos los que, como Lluis Bassets hoy, temen que una guerra contra Irán es inminente. “Será en verano, época guerrera por excelencia… Cuando todo termine, nada será como antes”. Leo el artículo de Bassets a la hora de comer, mientras termino un sándwich de atún, y le doy vueltas todo el día, incluyendo este momento en el que abro el paquete de salchichas y lo echo en la sartén.

Pienso en toda la gente que el treinta y uno de agosto de mil novecientos treinta y nueve preparaba la cena como si nada fuera a cambiar. Pienso que quizás toda esa gente preparaba la cena como un esfuerzo para que todo pudiera seguir siendo igual.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Una mera coincidencia



Una mera coincidenciaLa primera canción que escucho, a las seis de la mañana, es “Darkness”, de Leonard Cohen. La última canción que escucho, por la noche,  en los títulos finales del noveno episodio de “Homeland” , es “Everybody knows”, de Leonard Cohen.

Que ese último tema sea de Leonard Cohen puede verse como una mera coincidencia o, añadiéndole algo de sentido, la señal de que el día que abrió el primer tema está cerrado, de que la forma de vivirlo ha estado bastante cercana a la correcta. O buena. O apropiada. No sólo en el sentido moral.

Camino de casa, después de recoger a mi madre del hospital, hablamos del atasco, de la ola de frío, de la comida que tiene preparada en la nevera, de la medicina que tiene que tomarse, de las molestias de caminar con el pie así, de la gente a la que tiene que llamar, de la enfermera con la que no se llevó bien, de que el lunes puede recoger a los nietos, de que va a pedir hora para el médico ya mismo, de que muchas madres se lamentan por no tener una hija, pero ella no. Todos esos temas de los que se habla cuando todo ha ido bien.