domingo, 6 de septiembre de 2015

Mística a la siciliana



Mística a la siciliana : Escucho a Franco Battiato en el teatro Price desde un asiento bastante alejado, por lo que no puedo verle bien la cara. Ya es la cuarta o la quinta vez que asisto a un concierto suyo. Este es prácticamente idéntico al que dio en este mismo lugar hace unos años, lo que agradezco. Debe ser cosa de la edad: antes buscaba novedades, ahora quiero escuchar lo mismo. ¿Por qué va a dejar su lugar a otro un tema como “La sombra de la luz”?

Sí me hubiera gustado ver cómo reaccionaba Battiato a sus temas, los gestos de su cara, el movimiento de las manos. Ver cuál sigue siendo su relación con las canciones que se van sucediendo, sobre todo las que consiguen que el público se levante para bailarlas. Pero es imposible. Es una figura lejana a la que le pongo la cara de la foto que aparece en una entrevista que Irene Hernández Velasco le hizo en el número nueve de la revista Jot Down el año pasado. La nariz, los ojos y al sonrisa de la página ciento ocho me recuerdan a Virgina Woolf. Es una entrevista interesante de la que me voy acordando conforme escucho el concierto.

En ella admite que vive en silencio, apartado, preparándose para una muerte mística que ha elegido; que cree en la reencarnación; que medita dos horas diarias; que tardó un mes en terminar la letra de “La sombra de la luz”, escribiendo cada día la frase que le venía a la mente: ”no que pensé, sino que me vino de arriba”.

Al final del concierto suena “Cucurrucucú”. Todos los que estamos allí, muchos italianos, coreamos el estribillo de pie, a voz en grito. Esa locura instantánea, pienso, también será el resultado de sus atentas lecturas de Gurdjieff, Jäger Willigis o Santa Teresa de Ávila. 

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