lunes, 31 de octubre de 2011

Mansos y obedientes.

Al salir del trabajo, ya es de noche por culpa del cambio de hora. Dicen que se han hecho cálculos y que esa hora sirve para ahorrar energía, pero creo que debe ser la misma que perdemos todos los que salimos del trabajo y descubrimos que ya es de noche. Que se adelante la hora un fin de semana, de noche, transmite la sensación de que los que han tomado la decisión saben que no están haciendo algo bueno.

Subliminalmente, más que un tema de ahorro de energía, parece una muestra de poder. Ahora os cambiamos la hora, deciden, y nosotros cambiamos la hora. Qué mansos y obedientes somos.

Lo único bueno de este momento es ver la luz que sale de la caseta del vigilante, un argentino que responde al buenos días con un buen día, como si viniera de un mundo en el que hubiera que asegurarse el día presente antes de pensar en el siguiente. La luz tiene cierto toque navideño ahora que los del Corte Inglés están sacando las bombillas de las cajas de cartón y las están poniendo ya en las fachadas del centro comercial mientras pasan el paño por las cajas registradoras y se aseguran de que tienen suficiente cambio. Por lo demás, apenas quedan coches aparcados, las farolas están apagadas, como si todavía no las hubieran programado para encenderse a una hora distinta, no veo gente por la zona, los escalones parecen húmedos, se nota frío y el chorro del estanque no funciona, lo que hace que se me cambie el humor y que suelte un joder que no llego a pronunciar mientras me subo la cremallera y empiezo a caminar más deprisa. La función a la que servía este decorado hace unas horas que ha dejado de representarse.

Al pasar junto al vigilante me despido a pesar de que tiene la ventana cerrada. El, sin abrirla, se despide también.

domingo, 30 de octubre de 2011

En busca de la clave

En una mesa a nuestro lado, una mujer extiende el periódico como solo se hace cuando se va a proteger el suelo antes de pintar y comienza a leerlo detenidamente, como si durante la semana no hubiera entendido bien lo que le han contado y ahora buscara la clave para poder asimilar toda la información recibida y sentirse más o menos orientada, más o menos segura cada vez que vaya a emitir una opinión en los próximos días. Lee con los brazos debajo de la mesa y el cuerpo inclinado hacia el periódico. Le dedica el tiempo necesario a cada página, sin prestarle mucha atención al café y a los churros que tiene en una esquina.

En nuestra mesa, Lucía se dedica a los churros y Daniel a las porras.

-Antes los curros estaban sosos. Ahora los hacen mucho mejor – me explica mi madre para que entienda por qué el local, que antes no era muy frecuentado, ahora tiene todas las mesas ocupadas.

Lucía mete los churros en su cola cao hasta que se deshacen. Al sacarlos tiene que acercar mucho la boca para que no se le escapen. Daniel no quiere cortar su porra por la mitad y la va mojando y comiendo, mojando y comiendo, llenando la mesa de gotas de leche sobre las que vamos dejando servilletas de papel.

Al ver a la mujer leer el periódico, me entran ganas de abrir el iPad. Sólo me ha costado dos días acostumbrarme a leer el periódico en el iPad. Si tuviera un quiosco, estaría preocupado. Si me ganara la vida en una librería, también. Los inconvenientes de leer en un iPad son meramente teóricos, redactados por alguien que trata de que los muros de su casa no se vengan abajo mientras va de uno a otro en mitad del terremoto.

A pesar de ese éxito inmediato, aquí, con los dedos manchados de grasa, no me atrevo a cogerlo. Es, más que una cuestión de higiene o de estética, un tema de protocolo. En una churrería hay que llevarse una copia impresa del periódico y, con la tranquilidad de la mujer, dejar que el tiempo avance al ritmo con el que se van pasando las hojas. Leer el iPad sería como comerse los churros con cuchillo y tenedor.

-El secreto está en la sal – insiste mi madre.

Lucía se come los churros poco a poco. Daniel, de repente, sin que haya habido un cambio de ritmo que anuncie este desenlace, se echa hacia atrás y deja lo que le queda de porra en el plato.

-No puedo más –anuncia.

La mujer del periódico sabe más que yo. Sabe que Lula padece un cáncer de laringe, que Bruselas niega una red de seguridad para España, que Abramovich empezó de mecánico, que la Otan deja Libia en el caos, que Ozil anda taciturno y desconectado, que Michael Radford ha hecho un documental sobre Petrucciani, que Javier Roca, un policía expedientado, piensa que Jesús fue el primer indignado, que los U2 se pasaron dos horas bebiendo en Casa Julio, que se están emitiendo a la vez el original y la copia de “The Killing” y que, en fin, la banca sigue teniendo un riesgo inmobiliario de 138.000 millones.

Yo veo la mesa con los vasos de cola-cao, las servilletas arrugadas, las migas. Veo la cara de Lucía, limpia. Veo la cara de Daniel, con restos de chocolate alrededor de los labios. Veo las fotografías en blanco y negro del local. Veo mi taza de café vacía. Veo a la gente desayunar tranquilamente, casi todos hablando y sonriendo.

Mi madre insiste en que la chica que nos ha atendido coja su billete y no el mío.

Me cuesta levantarme. Me gustaría quedarme un rato más. Ahí afuera, el domingo avanza más deprisa.

sábado, 29 de octubre de 2011

"El fantástico Sr. Fox", de Wes Anderson

Creo que ahora impulsan la celebración de Halloween para que cuando la gente, desesperada por la crisis, se lance a la calle, uno pueda pensar, al ver a alguien echando sangre por la boca y con un brazo ajeno en cada mano, que se trata de algún despistado que le ha cogido gusto a lo del disfraz.

Sea como sea, no cuesta adaptarse a esta celebración porque tiene el mismo fondo que las oficiales : ninguno. El día de la Hispanidad, la primera comunión o el entierro del perro, todo está vacío. Como nos hemos quedado secos de significados, cualquier cosa vale y esta es divertida porque puedes encontrarte con gente mal vestida, sin lavar, sin peinar, arrastrando los pies y murmurando palabras ininteligibles. Y todo eso sin que haya empezado la campaña electoral.

Celebramos Halloween, pues, y en todas las cadenas infantiles aparecen vampiros, zombies y hombres lobo para que los niños se aficionen sin darse cuenta. Y en Carrefour te echan una mano con disfraces baratos. Y los restaurantes están decorados con arañas y calaveras.

Inmersos en estos días de instrucción, detrás de los que sólo hay el deseo de hacer un poco el gilipollas, Daniel me pide que le ponga una película que no haya visto. Pienso en Wes Craven, por ejemplo y en cualquier título suyo. Las colinas tienen ojos, Las colinas tienen ojos 2, Scream, Scream 2, Scream 3, Scream 4, Scream 5, La maldición, Pesadilla en Elm Street o La nueva pesadilla. Este hombre vive su eterno Halloween. Un Peter Pan que busca a Campanilla en un montón de casquería.

La cosa podría ir por ahí, porque comenzamos por un Wes, sí, pero no Craven, sino Anderson. Hace unos días he grabado “El fantástico Sr. Fox” y este es un buen momento para verla, antes de comer, con Lucía en su cuarto, María de compras y los hombres, dos, tumbados en el sofá dispuestos a compartir una película.

Voy buscando alguna excusa para marcharme a los pocos minutos, pero bastan unas cuantas escenas para darme cuenta de que merece la pena ver esta película. Sí, me espera “El secreto de Christine”, por ejemplo, pero esta película está muy bien.

Y ahí nos quedamos los dos, tumbados en el sofá, de principio a fin. Nos hemos equivocado de Wes, pero no nos arrepentimos.

viernes, 28 de octubre de 2011

4.978.300

En las mesas de los cinco cumpleaños que se han celebrado a la vez se ve lo mismo : Botellas de Fanta por la mitad, vasos tumbados, magdalenas mordidas, restos de bocadillos, ganchitos, rodajas de chorizo, platos amontonados, botellas de agua vacías, bolsas de chucherías sin abrir y trozos de tarta sin tocar con la cucharillas de plástico al lado.

Este local era un restaurante argentino al que una vez vinimos con los enanos. Era difícil dar con él porque estaba al final de un pasillo cuya entrada estaba escondida. Desde Julio es un local más para celebrar cumpleaños. No es mala idea porque siempre habrá que celebrar cumpleaños, aunque el número de niños que lo compartan sean cada vez más para repartir costes. Esa sería una buena medida económica.

Hoy lo han celebrado Lucía y tres niñas más de su clase. No está mal el sitio porque, además del parque de bolas, tiene coches de choque, colchonetas, un castillo hinchable y esas tazas que girar y giran.

Para atender los cinco cumpleaños y las atracciones hay cinco personas que no dan abasto.

Hoy la EPA ha anunciado que en España hay 4.978.300 parados. Veo a todos estos enanos, vestidos de Halloween, disfrutar, correr sudando de un lado a otro, sin tiempo para tomar tarta (ninguno la prueba y somos los padres los que cogemos algún plato de la bandeja) y tengo la sensación de que estamos aquí, en este local oculto, para proteger a los niños de lo que hay ahí afuera.

Como si fuera una forma de conjurar la realidad de las estadísticas, las cajas de los regalos son grandes. No importa que el contenido apenas ocupe la mitad. Alguien debe saber que tenemos necesidad de elegir esas cajas a las que nos niños les quitan el papel rápidamente para enseñárselas entre sí.

Estos cumpleaños nos hacen bien a los adultos. Es una forma de defendernos de algo amenazador que no entendemos, cuyo tamaño no acertamos a imaginar y que anuncia unos cambios que van a retrasar los relojes varios años.

En una mesa encuentro un bocadillo en un envase sin abrir y me lo como. Lucía y su mejor amiga han discutido porque las dos querían sentarse en la silla que presidía la mesa. Más tarde las hemos visto hablar entre ellas como adultas. Cuando me termino el bocadillo le pregunto si ya son amigas.

-No – me dice, como si el tema fuera más serio de lo que pueda parecer.

jueves, 27 de octubre de 2011

La taza gris

Una vez que he encontrado las cápsulas de café para el trabajo, decido comprarme una taza para llevarme a la oficina. En el Carrefour está todo señalizado y puedes dar con cualquier producto menos con la sección de tazas para la oficina.

No me cuesta descubrir el por qué : no hay sección de tazas para la oficina. No debemos ser muchos los que un jueves a las nueve y media, cuando todos los pasillos están llenos de gente reponiendo artículos, decidimos que queremos una taza para llevarnos al trabajo. Lo que veo, después de ir de aquí para allá, es una zona en la que hay tazas de colores, con flores, altas, finas, estilizadas. Son tazas para que una adolescente se tome un cola-cao una tarde de domingo mientras mira por la ventana llover. Yo no soy adolescente aunque, sí, algunas veces tengo la sensación de que llueve dentro de mi cabeza. Mis cambios de humor se deben a esa lluvia que comienza a caer sin motivo aparente, porque afuera hace un sol que a los demás les pone de buen humor, tan de buen humor que llenan todas las terrazas, cómodamente sentados mientras levantan la mano a la camarera.

-Cuando pueda.

Y unas cañitas, un pollo rebozado, unas aceitunas, una ración de tortilla, un buen jamón, unas patatas fritas, unas hamburguesitas, ese pulpo tan bueno a la brasa, unas de bravas o una ensaladilla rusa.

Entre tantas tazas de quinceañeras encuentro una gris. Es de color gris, a secas. Me parece bien porque no hay otra opción. La examino con cuidado para ver si tiene algún golpe. Si no tiene un golpe, ¿qué va a hacer ahí la única taza de color gris entre flores quinceañeras?. No encuentro nada raro. Sólo esos trozo de papel que se quedan cuando arrancas la etiqueta sin demasiado cuidado. Mal sino el de acabar de taza de oficina, de la Nespresso a la mesa, de la mesa al baño para ser aclarada y de ahí vuelta a la visita a la Nespresso. ¿No sería mejor estar entre las manos de una quinceañera, veinteañera, treinteañera que podría llenarte con algún té exótico, repleto de historias, mientras habla por el móvil con alguna amiga? Sí, lo habría sido, pero nunca con un color gris como ese.

Color modelo 111. Color Contaplus. Color despacho sin ventanas. Color Excel. Color nóminas. Color cuadro de amortización. Color archivo con llave. Color alfombrilla de ratón. Color consulta a la asesoría. Color monitor plano encima de un paquete de folios.

Rasco con la uña los trozos de papel sin problemas. Me parece bien esta taza. No es bonita, pero sí apropiada. La meto en la bolsa.

Si estuviera en una película americana, la taza tendría escrito un mensaje optimista. En Facebook hay muchos. A la gente le encanta escribirlos. Está claro que si este mundo es una mierda es porque la gente no tiene tiempo para leer esas frases tan optimistas. Hay tantas y son tan buenas. Qué pena que me pase igual que con la religión : no me las creo.

¿Y no creo en nada? ¿Por eso termino con una taza gris? No. Hay cosas en las que creo. No creo en la mujer que, reponiendo algo en la sección del pan de molde, me dice que no sabe dónde están las cápsulas de leche y me dice que hable con su jefe. Sí creo en esa mujer que, en la zona de los chocolates, me acompaña, sonriente, a la parte de los quesos.

-Ahí, al lado del queso en lonchas, están las cápsulas de la leche.

Y me acerco y ahí están.

Cuando me giro, la mujer se ha ido. Me habría gustado preguntarle si en la taza de su desayuno hay algo escrito para ponerlo en la mía.

Este post está dedicado a esa mujer, no a la taza gris. Lo siento, taza, pero es que eres gris.

miércoles, 26 de octubre de 2011

La virtud blanca está en la mitad

O la virtud está en el medio blanco. El título da un poco igual, que, para los que somos, tampoco vamos a estar limpiando la casa todos los días.

El partido del Madrid de hoy es a las diez de la noche. Me imagino volviendo en el metro a las doce y ahí se termina mi impulso madridista de primera línea. Saco al madridista de intendencia, al que se queda pelando las patatas mientras otros se juegan la vida en el frente. Con el cuchillo de pelar y los tubérculos en la mano, me siento frente a la televisión a ver el partido.

No puedo pelar ni una sola patata. El Madrid es un martillo y el Villarreal un castillo de azúcar. Esto sí que es fútbol y los que juegan van de blanco, lo que es una sorpresa. El arranque del Madrid es brutal, en el sentido completo de la palabra. Me imagino a Juanma Trueba limitándose a coger al vuelo lo que Xavi Alonso y compañía van dictando para escribir su crónica.

En media hora, el partido está acabado y los del Villarreal, cabizbajos, se van repasando los dientes con la lengua para saber si han perdido alguno en el combate, que todo puede ser. Si uno puede hacerse cardenales en la autoestima, alguno hay que se quedará con ellos de por vida por mucho que frote.

Pasada la media hora, el Madrid se dedica a pensar en otras cosas y le presta la misma atención al partido que el padre que, tomándose un aperitivo el domingo, vigila a los chicos que juegan en el parque. Nada serio.

Algunos dirán que esta postura del Madrid es egoísta, pero yo creo que lo hacen por nosotros. Mourinho nos regala el segundo tiempo, en el que no sucede nada de nada (el padre se pide otra cañita y los niños juegan a tirarse arena a la cara, angelitos) para que lo aprovechemos como mejor sepamos.

Puedes seguir con "El secreto de Christine Falls", o ver un capítulo más de la interminable segunda temporada de "En terapia", o estudiar si con 26.000 millones la banca española se apaña, o meterte en la cama solo, o meterte en la cama acompañado, o poner el lavavajillas para que los restos de la cena no se sequen y haya que frotar, o poner un poco de orden, o coger un cuaderno de chino y empezar a estudiar chino, para cuando el dueño del Madrid sea chino, o llamar a tu madre, que ya te vale, o prepararte la ropa para mañana.

Ser del Madrid alarga tu día. Además, te vas contento a la cama. Y para todos aquellos molestos por los métodos diplomático de Mourinho, pueden jugar a ser del Madrid el primer tiempo y a dejar de serlo el segundo, lo que te convierte en un madridista ejemplar, porque ahí, entre serlo todo el tiempo y no serlo en absoluto, está la virtud blanca, que era el título de este post y que espero haber demostrado.

Ahora, a pelar patatas, a ver si me hago la tortilla.

martes, 25 de octubre de 2011

Instrucciones de uso

¿Qué tienen en común “The Lexicón Of Love” (ABC), “90125” (Yes), “Welcome To The Pleasure Dome” (Frankie Goes To Hollywood), “Moments In Love” (Art Of Noise), “Introspective” (Pet Shop Boys); “Street Fighting Years” (Simple Minds); “Seal” (Seal); “Tubullar Bells II” (Mike Oldfield); “Dear Catastrophe Waitress” (Belle & Sebastian); “Orphans” (Tom Waits); “Emotion & Commotion” (Jeff Beck)?

No lo sabía hasta que, a las nueve menos cuarto, los de “Hoy empieza todo”, después de poner “Owner Of A Lonely Heart” (muchas gracias, chicos), hablan de Trevor Horn.

Hay personas que, está claro, saben qué hacer con su vida.

lunes, 24 de octubre de 2011

Las salchichas son nuestras grandes amigas

Les pregunto si les apetece cenar judías verdes.

-Con jamón – me dicen.

Si no hubiera propuesto lo de las judías verdes, no habría tenido que parar a comprar Jamón s. serra mota s/f 200G (3,25 euros). Ni tortazo bimbo 2 Uds (1,00 euros), ni Bolsa multiusos (0,10 euros), ni Yog Des. Edul. Fresa Alipende 435 g (0,90 euros), ni Zanahoria kilo (0,69 euros), ni Patata gourmet 2,5 Kg (1,70 euros), ni Brocoli filmado 500 gr (0,80 euros), ni Gelli light sabor.reina P4 (0,65 euros), ni Cacao colacao turbo 750G (4,59 euros), ni Cocido madril. Alipende 435G (1 euro).

No habría tenido que aparcar. Ni habría entrado con ellos en el súper, discutiendo para saber quién lleva la cesta y quién va echando dentro los artículos. Ni habría tenido que decirles no,no,no,no cada vez que señalaban algo que realmente necesitaban. Ni habría tenido que avisarles para que se fijaran, demasiado tarde, por dónde iban con la cesta :

-Perdone, señora.

Ni habría tenido que decirles no,no,no,no cada ve que, volviendo por el mismo pasillo, señalaban las cosas que realmente necesitaban y que ahora estaban en el otro lado. Ni habría caminado tan despacio recorriendo todo el supermercado por el placer de mirar las cosas, tan atrayentes cuando tienes siete años y tan aburridas cuando has cumplido los cuarenta y dos y sabes que un brócoli es sólo un ni Brocoli filmado 500 gr (0,80 euros). Ni habría tenido que permitirles sacar cada artículo de la cesta con cuidado, lentamente, para, lentamente, dejarlo en una cinta de la que, lentamente, lo iban a coger para colocarlo en una bolsa grande, pero no lo suficiente, en la que guardarlo todo. Ni tendría que haberles advertido de que la bolsa de patatas pesaba y que el Colacao podría caerse y rodar por el suelo, como sucedió. Ni habría tenido que coger la bolsa de patatas con un dedo libre y pisar el bote de Colacao para que no fuera a chocolatear los vasos de leche de personas ajenas. Ni habría llegado, algo cansado, sí, al coche para descubrir que la llave no estaba en este bolsillo, ni en éste, sino en aquél.

Todo eso me lo habría ahorrado si les hubiera ofrecido salchichas para cenar.

Las salchichas son nuestras grandes amigas. No son sanas, no, pero siempre puedes confiar en ellas, que los niños las quieren y tú también porque siempre que lo miras les queda una semana para caducar y apenas les lleva tiempo dorarse en la sartén mientras tú escuchas la radio. Y, venga, otra cena más. Otra cena menos.

En vez de eso, heme ahí pelando las judías, cortando el jamón en trozos y llenando la olla con agua. Todo a la vez.

domingo, 23 de octubre de 2011

Esa blandura de las plumas

Me siento en uno de los escalones de la entrada con “El secreto de Christine” y un vaso de vino. He cogido, sin mirar, la botella que había abierta en la cocina y me he servido un culín, que no son horas, así que puede tratarse de un Legaris, un Cyan, un Valpincia o un Viña Ponderosa. A estas alturas del fin de semana, las botellas vacías, alineadas junto al cubo de basura, son más que las que quedan por abrir.

Me siento con el libro pero antes de seguir con la lectura miro el paisaje para comprobar que no hay nada que ver. Una casa con unos palés al lado. Un depósito de agua con varias antenas encima (interesante unión de lo líquido con lo intangible que haría las delicias de varios filósofos). Un camino de tierra. Y un anciano que pasa en bicicleta, al ritmo apropiado de una mañana de domingo. Me mira, le miro y ahí se queda la cosa. Confirmada mi impresión de que la mejor opción en este pueblo es dedicarse a la lectura, abro el libro.

Benjamin Black es John Banville, pero no lo parece porque en las primeras páginas el estilo de los dos es completamente distinto. Es lo que pasa con las marcas blancas. Me digo : “No puedes pretender una botella de Vellanzo llena de Legaris”. Novela negra. Edición de bolsillo. Pasta blanda. Benjamin Black. Tengo la tentación de dejar de leer, pero en ese momento pasa otro anciano en bicicleta que me reafirma, no sé por qué, en mi intención de seguir leyendo.

Y sigo leyendo, sabiendo que los demás han empezado con el cuarto turno de desayuno, ése que se transforma en el aperitivo, como camino que une dos países, cuando el último trozo de pan con tomate se convierte en el primer trozo de lomo que se quedó de la noche de ayer y que, pues todo tiene su tiempo, ahora está rico. Con el sol en la cara y un grupo de gente con la que poder hablar de cualquier cosa, todo está bien.

Mientras, las niñas y el niño juegan al ping-pong con unas raquetas en las que la madera se ha dilatado sin importarles que la pelota pase más tiempo debajo de la mesa que encima.

Vuelvo al libro y, en unas pocas páginas, obtengo recompensa a mi insistencia. Quirke, el protagonista, acude a una fiesta en casa del que fue su suegro. Mientras la acción se desarrolla en el salón, Benjamin Black te lleva de la mano a la cocina, donde Quirke, algo borracho, habla con la hermana de su mujer para recordarle que es de ella de quien estaba enamorado, no de su mujer, ya muerta. Me gustan mucho los escritores que te sacan de la acción principal y te conducen aparte.

Con un buen vino pasa lo mismo que con un libro : basta un sorbo para saber si es bueno.

“-Sabes qué fue – le dijo- lo que me llamó la atención de ti la primera vez, hace tantos años, en Boston? – aguardó, pero ella no respondió nada, y tampoco se volvió a mirarlo. Se lo dijo en un susurro-. Tu olor.

Ella prorrumpió en una risa breve, incrédula.

-¿Mi qué? ¿Te refieres a mi perfume?

Él negó vigorosamente con un gesto.

-No,no,no. No, nada de perfume. Tú.

-¿Y a qué olía, si se puede saber?

-Ya te lo he dicho. A ti. Olías a ti. Todavía hueles a ti.

En ese momento sí le miró, sonriendo de una forma poco natural, inquieta, y cuando dijo algo su voz sonó con esa blandura de las plumas, como si sintiera un dolor breve.

-¿No huele todo el mundo a sí mismo?

Él volvió a negar, esta vez con suavidad.

-No como tú –dijo – No con esa… esa intensidad.”

Cada dos o tres páginas bebo un poco. Puede que el vino sea de una de las dos botellas que nos trajo el dueño de la casa. Nos pareció un buen detalle por su parte. Después, cuando, incapaces de ajustar la temperatura de la casa con los termostatos, tuvo que venir y admitir que el que funcionaba estaba en el sótano, sólo accesible para él, la percepción de su gesto con las botellas cambió. El típico hecho del presente que modifica el pasado. Vaya bicho.

Sigo leyendo aunque me quedo sin vino y las nubes cubren el cielo, llevándose no sólo la luz, sino el calor en las manos y cierto leve optimismo. Sigo leyendo y leyendo, claro, hasta que empiezo a oler la barbacoa. Ahí cierro el libro marcando la página con el dibujo de una rata que Daniel me hizo. El estómago me lleva de regreso al grupo.

sábado, 22 de octubre de 2011

Leonard Cohen en Asturias

-Es un honor estar aquí esta noche, aunque quizá, como el gran maestreo Riccardo Muti, no estoy acostumbrado a estar ante un público sin una orquesta detrás.

-Siempre he tenido cierta ambigüedad con la poesía. Viene de un lugar que nadie controla, que nadie conquista.

-Si supiera de dónde vienen las canciones, las haría con más frecuencia.

-Es difícil aceptar un premio por una actividad que no controlo.

-Haciendo mi equipaje para venir, cogí mi guitarra Conde, hecha en España hace 40 años más o menos.

-Solo cuando leí a Lorca, en una traducción, encontré una voz que me dio permiso para descubrir mi propia voz, para ubicar mi yo, un yo que aún no está terminado.

-¿Y qué instrucciones eran esas? Nunca lamentar.

-Y si queremos expresar la derrota que nos ataca a todos tiene que ser en los confines estrictos de la dignidad y de la belleza.

-Así que ya tenía una voz, pero no tenía el instrumento para expresarla.

-Toda mi obra está inspirada por esta tierra. Así que gracias por celebrarla porque es suya, solo me han permitido poder mi firma al final de la última página.

viernes, 21 de octubre de 2011

La reunión anual

En el maletero llevamos diez botellas de vino, dos empanadas, dos bolsas con croasanes, yogures, tres paquetes de salchichas, cuatro barras de pan, tres bolsas de patatas fritas, cuatro latas de foie gras, una bandeja de palmeras de chocolate y un paquete de pan de molde.

Somos los últimos en llegar. No ha sido un viaje largo, pero sí incómodo : las obras de la nacional están mal señalizadas y de noche son un peligro. Cuando bajamos del coche, los enanos salen corriendo.

La luz de la casa invita a entrar.

La casa rural es grande y la cocina es amplia. Me gusta ver cómo se van acumulando las bolsas que todos hemos traído. En una gran mesa las mujeres, después de saludarse, van colocando toda la comida.

Abrimos cajones, puertas, armarios.

Los cinco niños van recorriendo toda la casa, entrando y saliendo de las habitaciones. Si hay algún espíritu escondido que busque el silencio, lo habrán espantado con sus risas.

Una vez que se distribuyen las habitaciones, me doy cuenta de que he vuelto a comprar el periódico y que no voy a tener tiempo para leerlo. El titular de la portada : “El fin del terror”. Encima de la cama dejo “El secreto de Christine”, de Benjamin Black.

En una mesa se colocan los platos para que cenen los niños. En la de los adultos ya hay un Legaris descorchado.

El fin de semana es una larga alfombra que se va desenrollando.

jueves, 20 de octubre de 2011

"Educación siberiana", de Nikolái Lilin

A veces parece que la relación que hay entre la historia y el lenguaje que se utiliza para expresarla es la misma que existe entre un río y su cauce. Si lo que se cuenta apenas tiene interés, se puede llevar ese pequeño hilo de agua por donde uno quiera para lucirse con las palabras. También, como ocurre con “Educación siberiana”, puede darse la situación contraria, donde uno se encuentra con una historia capaz de desbordarlo todo, apenas sostenida por un estilo que queda en segundo lugar.

“Dentro del habitáculo yacían los otros cuatro cadáveres, desfigurados por las balas. El vehículo había quedado acribillado, de una rueda salía aire porque un fragmento de la carrocería, desprendido por los balazos, había penetrado en el neumático. Había sangre por doquier: salpicaduras, charcos que se dilataban por el suelo en un radio de cinco metros, gotas que caían del coche y, mezcladas con gasolina, formaban regueros que corrían hacia nosotros, a nuestros pies.

Se hizo un silencio absoluto, todos inmóviles mirando lo que había quedado de aquellos seres humanos” (Página 321)

La escena es el final de la misión que unos niños siberianos reciben : vengar la violación de una discapacitada de su grupo. Así es como les educaban, siguiendo las reglas de una comunidad sin la que no eras nadie.

El libro cuenta cómo fue la infancia del autor, Nikolái Lilin, en la ciudad de Blender, en su comunidad de urcas siberianos. Policías, robos, picas, tatuajes, palomas, peleas, santos, imágenes, reglas, autoridades, abuelos, pasteles, tazas de té, noches de pesca en el río, historias de cárceles, pistolas, misiones, asesinatos, compañeros, parques, jerarquía y sangre. Disney, se ve, quedaba muy lejos.

El autor nació en 1980, ayer, así que todo lo que cuenta, que parece de blanco y negro, tiene color. El blanco de la nieve que le recibió al nacer y el rojo de la sangre a la que se acostumbró. Sucede como con esas fotografías en blanco y negro que, al ver la fecha, te muestran que por entonces tú ya vivías, y muy bien, sin saber que había entonces otros mundos. Cuando aquí todos aplaudían al tipo que lanzó la flecha en Barcelona, Nikolái andaba estrenando su primera pistola o aprendiendo cómo funcionaban las cosas en las cárceles para niños.

“Había uno en especial, un poli viejo y asqueroso que, después de pasarse la vida prestando servicio en cárceles de adultos, había estudiado psiquiatría infantil y pedido el traslado a una prisión de menores. Con ser un simple guardia, ostentaba incluso más poder que el director, porque mantenía relaciones con personas dedicadas a un nuevo negocio importado de otros países con la democracia : la producción de películas porno pedófilas” (Página 227)

El libro cuenta cómo se organiza uno la vida para sobrevivir en un mundo así, que es, básicamente, apoyándose en la comunidad y asimilando sus reglas. Puede que ese mundo sea como es por comunidades como ésa, con lo cual uno le está echando madera al fuego que calienta la olla en la que está, pero, dada ya esa situación, lo único que se puede hacer es incrustarse más y más en el grupo y escuchar muchas de esas reglas que se transmiten en las historias de los más ancianos. Porque, aunque sea de mierda, hay un orden.

“Se da la espalda a los llamados “basura”, policías y traidores, gente tan despreciable que no merecen ni una bala . Sin embargo, dársela a un delincuente supone otra cosa : es un mensaje concreto, que comunica que se le priva de la dignidad criminal, se le expulsa de la comunidad” (Página 280)

Un tratado de derecho criminal que se aprende en la práctica. Aquí uno no se prepara unas oposiciones de notario para que papá, también notario, te financie tu piso en la capital y las cenas con tu novia en un restaurante de Serrano. Aquí uno se convierte en el derecho y los artículos por los que te van a machacar la cabeza los puedes leer en la suela de una bota, en la culata de una pistola o en el tatuaje del que tienes delante.

Así es la vida.

Y, con ser interesante el tema, el libro no lo sería si, además, no fuera una exposición de personajes que tratan de seguir viviendo como pueden. Cuando la vida te trata mal, a cambio, como propina, parece dejarte una buena historia y aquí las hay en cada página. En mi barrio vas a darle un recado a alguien y sólo necesitas media página. En este libro, para entregar ese mensaje sales en la página ciento seis y vuelves en la doscientos quince. Unas cien páginas repletas de personas e historias que salen al paso y que piden ser contadas. Ahí están Bosia, la tía Katia, el tío Kostic, Gancho, Boriska, Blanco, Dedos, Gueka, Fima e Iván. Aunque te encerraras a imaginarlas, no lograrías ni acercarte a muchas de las que aquí aparecen : La vida puede ser muy puta y había algunos rusos se encargaban de que aún lo fuera más, pero siempre hay algo que nos obliga a seguir flotando, aunque no sepamos definir exactamente el qué.

Nikolái escribe las historias que puede y tú puedes pensar : Joder con los siberianos y su forma de educar a los niños. Y, entonces, Nikolái, en dos páginas, te hace cambiar de opinión :

“Se decía que en aquella conspiración estaban implicados también policías, que querían debilitar la comunidad delincuente de la ciudad. Habían de conseguirlo cinco años después, cuando enfrentaron a muchos jóvenes criminales contra los viejos y desataron una guerra sumamente sangrienta que fue el principio del fin de nuestra comunidad, la cual de hecho no existe hoy de la forma que existía en tiempos de esta historia” (Página 323)

Que es una forma de decir que si lo de antes te parecía mal, imagínate lo que hay ahora.

Pero el libro se acaba en este punto de transición. A Nikolai le obligan a realizar el servicio militar y lo mandan con un grupo para que se convierta en “saboteador” y reaparezca en Chechenia unos años después. Si se decide a contarlo, ahí estaré yo para escucharle.

miércoles, 19 de octubre de 2011

La absolución de Mr. Bean

Mr Bean es un poco cabrón. Le gusta hacer trampas, engañar, ganar, echarle las culpas a los demás, llevarse lo que puede, sacar partido de las normas, es tacaño, celoso, miedoso y torpe.

La risa de Daniel absuelve al cabrón de Mr Bean una y otra vez.

martes, 18 de octubre de 2011

La palmera de chocolate


El entrenador de fútbol no deja de gritar. No es una cuestión de mal humor, sino de hacerse oír. Dar clase a un grupo de niños de siete años no debe ser fácil. Lo fácil es verlo desde un borde del campo, como yo, disfrutando de una palmera de chocolate, junto a los demás padres (que no disfrutan de una palmera de chocolate, allá cada cual).

No me cuesta encontrar a Daniel, aunque esté un poco lejos, de espaldas y entre varios niños. Supongo que me sé su forma de moverse. Cosas que habremos heredado de los animales, a ver si lo cuentan en algún National Geographic. Se da la vuelta, levanto la mano (en la que no tengo la palmera) y él no me devuelve el saludo. A lo mejor su profesor ya les ha prohibido hacer declaraciones a los padres y hablar con la prensa. O al revés.

Sigue gritando el entrenador que está en el campo del fondo y el otro que está en el más cercano. Cuando los gritos no son suficientes echan mano del silbato, más efectivo. Sus esfuerzos en estos momentos de la carrera futbolística de los niños se centran en que no sigan todos al balón. Juega tanto el que tiene el balón como el que no, parece dictarles con las manos, las llamadas a cada uno con su nombre, las carreras y las indicaciones. Eso de ver una esfera e ir todos a por ella también lo tenemos en la sangre, que así empezó todo para nosotros. Otro tema que le dejo a los del National : El fútbol como fecundación.

Así que en cada grupo los chavales aprenden a fijarse a una zona del campo y a esperar, como hace ahora Daniel, junto al portero contrario. Espera quieto, mirando, atento al profesor y al balón, que anda muy lejos. La disciplina es buena, pero un poco aburrida. Me gustaría saber qué está pensando Daniel en ese momento. El, alguna vez, podrá leer lo que yo pensaba mientras le miraba. Y me comía la palmera de chocolate que tan amablemente me ha vendido una dependienta :

-Hola

-…

-Quería una palmera.

-…

-No, la de al lado, si puede ser.

-…

-Esa, gracias.

-…

-¿Son uno con treinta y cinco, no?

-…

-Es para llevármela.

-…

-Aquí tienes, creo que va justo.

-…

-Con tanta moneda pequeña

-…

-Gracias

-…

-Hasta luego.

-…

Todos tenemos uno de esos días en los que no nos apetece hablar, lo entiendo, pero entonces no te dediques a vender palmeras de chocolate porque vender una palmera de chocolate es un arte (ese movimiento por el que pasas la palmera de las pinzas con las que la has cogido al papel con el que se la vas a pasar al cliente) y hacerlo de esa manera echa por tierra el rito. Para olvidar ese mal momento, le doy otro mordisco a la palmera.

El suelo es duro. Ni arena ni hierba. Cemento tal vez. Duro, en cualquier caso. Cuando alguno de ellos se cae, el entrenador les coge de los brazos y les levanta. El mensaje aquí es claro : “No queremos que parezcáis del Barcelona”. Buenas consignas. Cuando se vuelve a ver de pie, aunque el golpe haya sido duro, parecen olvidarse del dolor y siguen jugando como si nada. La capacidad de anestesia del fútbol también debería ser tratada por los del National. Y bla, bla, bla.

Lo que sí hacen, y muy bien, es celebrar los goles. Desde mi punto de vista, una portería sin red, una portería señalizada con dos conos, no es una portería, pero a ellos les da igual. Un gol es un gol. El que marca sale corriendo al encuentro de otro que, sujetándole por la cintura, le levanta para que el índice del goleador pueda tocar las nubes. No sé si el entrenador les habrá dado una clase, pero como celebración no está mal para cuando lleguen los goles con portería de verdad y porteros de verdad.

Daniel abandona el campo con otros niños para dejar su sitio a los que esperaban sentados. En el poco tiempo que he estado ahí no le he visto tocar el balón, aunque la posición la ha guardado muy bien y ha sabido controlar el instinto de salir corriendo detrás del balón. Lo anoto mentalmente para decírselo cuando la clase termine. Esta vez si me devuelve el saludo, aunque no muy contento. Supongo que no le gusta que le vea en el banquillo, mirando el juego desde fuera.

Me termino la palmera.

El entrenador hace sonar su silbato y da por terminada la clase.

Entonces me doy cuenta de que, entre tanto niño, hay en uno de los equipos una niña. No sé si en el grupo de gimnasia rítmica de Lucía habrá algún niño. Dejo esta meditación a la mitad porque no trabajo en ningún Ministerio ni creo que los del National vayan a encargarme el guión de ningún documental. Me acerco a charlar con Daniel.

lunes, 17 de octubre de 2011

Palabra del Señor Black

Benjamin Black, es un autor de novela negra, que utiliza ordenador, que es espontáneo, que se termina una novela en cuatro meses, que es el primero en leerse las novelas de John Banville, que ha creado al forense Quirke, que ambienta sus novelas en el Dublín de los años cincuenta, que escribe para ganar dinero, que empieza a escribir cuando John Banville termina y que dice cosas como :

“Estas novelas negras escandinavas son muy complacientes, una especie de habitáculos donde el lector se siente a gustito. Si coges, por ejemplo, las más famosas, las de Larsson, te encuentras que todo es perfecto, todo está urdido para vender: la violencia extrema, sobre todo de naturaleza sexual, una mujer joven que busca venganza, un héroe políticamente incorrecto y todas muy fatal escritas”

Muy. Fatal. Escritas.

Por fin alguien que sabe escribir lo dice. Gracias, Sr Black. Gracias, Sr. Banville. Desde que Vargas Llosa escribiera sobre la serie del Larsson : “Repito, sin ninguna vergüenza: fantástica”, no levantaba cabeza ni como lector ni como crítico.

Hasta que hoy lunes me encuentro con una entrevista a John Banville, alias Benjamin Black, en “El cultural” y vuelvo a sentirme bien. Alguien que ha escrito “El mar” sabe de lo que habla.

domingo, 16 de octubre de 2011

Y, de repente, muchos quesos.

Está la leche. De vaca o de cabra, pero leche. Leche.

Y, de repente, encima de la mesa, quesos, muchos quesos :

-Compté, Maasdam, Gouda, Brique, Cheddar, Edam, Parmesano, Folepi, Old Amsterdam y Emmental.

Detrás de cada queso algún tipo, supongo que extraño, que no se quedaba contento cuando probaba los quesos de los demás y que, después de pensarlo un poco, se animaba a preparar el suyo sin tomarse demasiado en serio las frases “ya hay muchos quesos”, “no hay queso nuevo bajo el sol”, “si sólo es leche”, “si se pudiera, ya se habría hecho”, “no merecerá el esfuerzo”, “el mercado está saturado”, “eso no te llevará a buen puerto”, “no es otro queso lo que el mundo necesita”, “la gente ya no come queso porque engorda”, “hay cosas mejores en las que emplear el tiempo”.

Los Steve Jobs de los quesos, trabajando en una granja en vez de en un garaje.

Cada queso que hay en la mesa tiene su historia. Hay historias por todas partes. También la tendrá el Arzuaga crianza 2008 que abrimos para acompañar a los quesos.

(Mientras esperaba a que me atendieran en el mostrador de los quesos, una mujer empieza a hablar conmigo. Me dice que la propuesta que les hago a los enanos de dibujar un ratón al lado del nombre de cada queso le parece muy bien. Yo también trataba de estimular a los míos, me cuenta. Es muy bueno, me dice. Así que hablamos y hablamos y además del queso me voy a llevar la historia de esta señora. Cuando aparezca el número veintidós levantaré la mano y pediré un trozo de Fol Epi. La compra de mostrador tiene un toque artesanal interesante)


sábado, 15 de octubre de 2011

La azalea


A las diez de la mañana, la gitana del puesto de flores todavía no ha llegado. Al lado está el quiosco al que nos acercamos para que mi madre les compre a los enanos un sobre. Hay muchos donde elegir : Inazuma Eleven, Los pingüinos de Madagascar, Anipals, Ani-mates, Invizimals, Wild Animals, Marvel, Bob Esponja, Dolce, y Gomu.

Justo encima de los sobres están las revistas y los vídeos pornográficos. En este barrio somos así. Excess (Hardcore), Contactos íntimos, Penthouse, Eros y KIss, entre otras. Y los vídeos : Macizas rumbas sexuales, Cuero y piel, Formas de prostitución (3) y Habla con ella, entre otros.

Ahí está, dispuesta, una buena colección de pechos en todo su esplendor, ordenados como si estuviéramos en el mostrador de una frutería. Ese tipo de fruta que en el Carrefour tienen aparte, cara, brillante y fresca y que sirven unas mujeres sonrientes con guantes blancos, como si la manzana que te entregan te hubiera sido adjudicada en una subasta.

Lucía y Daniel tardan en decidirse y me extraña que no digan nada sobre la muestra de pornografía. El mundo es un sitio raro y la infancia parece tener las amenazas esperando pegadas a esas murallas que el tiempo se encargará de derribar. Aunque es posible que las transiciones en las etapas de un niño sean menos graduales de lo que pensamos y más bruscas, más a la siberiana, en sintonía con lo que cuenta Nikolái Lilin en “Educación siberiana”

“El tirachinas debíamos llevarlo siempre con nosotros, como la navaja, hasta los trece o catorce años cuando los reemplazábamos por la pistola”

Así que si esta fuera una versión siberiana de un quiosco, encima de los sobres de figuras habría navajas y pistolas, como si fuera lo normal.

Lucía elige un sobre de figuras de goma y Daniel otro de animales.

En lo que nos hemos decidido, la vendedora de flores ha terminado de colocar su puesto. Mi madre se acerca a por una azalea. La gitana, sosteniéndola en las manos, le explica a mi madre cómo tiene que cuidarla. Agua y exterior, es el resumen que hago cuando mi madre me lo explica. Mucha agua.

La gitana le da un beso al billete de diez euros que mi madre le entrega.

-¡La primera venta del día! – dice.

viernes, 14 de octubre de 2011

La primera palabra

Son las once menos cuarto y estamos haciendo cola para entrar en una pequeña sala de teatro en la zona sur de Madrid (donde verás a más gente con la camiseta del Atlético de Madrid que con la del Real Madrid, para situarnos). Se trata de un local en el que se dan clases de teatro y esta noche de viernes unos alumnos, entre los que está una amiga nuestra, van a representar una adaptación de “La celebración”, una película de Thomas Vinterberg de 1998.

Nos ha advertido de que si tenemos un mal día, no va a ser la obra adecuada y dentro de un par de horas sabré por qué.

Me siento como si estuviéramos en el Fringe de Edimburgo. Todo tiene un aire amateur que me gusta. La chica que nos ha vendido las entradas anda un poco nerviosa, buscando a alguien entre todos los que llenamos el pequeño espacio de la entrada. La obra debería haber empezado hace quince minutos y nadie da explicaciones del retraso. Tampoco los que estamos ahí las pedimos. Son las cosas del estreno.

En la puerta de la entrada están los carteles de todas las obras que se están representando. Veo que son trabajos con muchos personajes, para que todos los alumnos tengan la oportunidad de actuar. Aparece el nombre de la compañía, el título de la obra y los actores. En ningún sitio se lee el nombre del autor.

Tampoco hay que tomárselo como algo personal, pienso. Y me fijo en una pizarra que hay junto a la mesa de la chica que vende las entradas y que sigue sin localizar a una tal María que debería haber llegado ya. Es la típica pizarra en la que puedes encontrarte la lista de precios de los platos vegetarianos de un pequeño restaurante junto con la recomendación del día. Aquí no hay platos, sino un extracto de un texto de Arthur Miller que encuentro en inglés en Internet :

“Death is wonderful too-after life. Only one like myself who has opened his mouth and spoken, only one who has said Yes, Yes, Yes, and again Yes! Can open wide his arms to death and know no fear. Death as a reward, yes! Death as a result of fulfillment, yes! Death as a crown and shield, yes! But not death from the roots, isolating men, making them bitter and fearful and lonely, giving them fruitless energy, filling them with a will wich can only say No! The first word any man writes when he has found himself, his own rhythm, wich is the life rhythm, is Yes! Everything he writes thereafter is Yes, Yes, Yes, - Yes in a thousand million ways. No dynamo, no matter how huge – not even a dynamo of a hundred million dead souls- can combat one man saying Yes

En la pizarra se selecciona la parte que comienza con “The first word any man…”. No sé si cambiarán de cita cada mes o si funciona como el lema de la escuela. La vendedora de entradas encuentra, por fin, a la María que buscaba, que no tiene el apellido por el que ella la llamaba. Ya podemos entrar en la pequeña sala, en la que nos encontramos una mesa dispuesta para una cena y a dos camareros ajustando las copas, los platos, las sillas y los nombres de los invitados que, de un momento a otro, va a acudir a celebrar los sesenta años de Helge, el patriarca de la familia.

jueves, 13 de octubre de 2011

"La retahíla"

Se abre otro bar en el barrio. Otro más. Y están acabando las obras de otro nuevo. Pruebo las croquetas, el jamón, las barcas de queso, las gambas rebozadas, las empanadillas, los rollitos de primavera, las samosas de tortilla con chorizo, la tortilla de patata, los canutillos de gambas y unos pinchos de crema de color verde. Pruebo y repito hasta que el camarero descubre dónde tiene que venir para que le vacíe la bandeja.

No sé si tanto bar es una empalizada contra la crisis para sostener sus aguas. No lo sé. El caso es que habrá que aprovechar los locales que van a dejar vacías las sucursales de todas esas cajas que tanta obra social han hecho por los incompetentes de sus dirigentes. Todo vale con tal de no ver locales vacíos. Si la crisis descubre un local vacío se mete ahí y conforme pasa el tiempo resulta cada vez más difícil sacarla de ahí. El problema es que al vacío de la crisis ese espacio se le hace pequeño y trata de ocupar otro. La nada tiene la necesidad de expandirse. Si ve hacía dónde saltar, lo hace, y en un sitio en el que había un negocio ahora aparece un cartel de se vende, o se alquila o una persiana cerrada.

Vendrían bien los miles de millones de euros que se están tirando con la recapitalización de los bancos en defenderse de la crisis local a local, porque esta batalla se va a ganar así, no haciendo pruebas de stress a los bancos que no sirven para nada a los dos meses (véase el caso de Dexia), para más tarde ofrecerles el dinero que necesiten. El problema es que cuando un negocio cae, no hace ruido, pero, si lo hace un banco, el trueno puede ocupar varias noches seguidas.

Así que a falta de dinero, invertido en ladrillos podridos (y en las sucesivas renovaciones de créditos a los promotores para que los pisos que los bancos tienen no bajen de precio) y en cajas quebradas, hay que agradecer que existan personas que dediquen su tiempo y su dinero a montar un local y arriesgarse para crear puestos de trabajo, para que tú te puedas tomar una buena cerveza y para que, sobre todo, la crisis no pueda ocupar ese local y hacerse fuerte.

El local se llama “La retahíla”, y ya estáis tardando. Si decís que vais de parte de este blog os mirarán como si recitarais la tabla del cuatro, así no digáis nada. Os pedís una Estrella Galicia y, sin saberlo, ya estáis haciendo algo contra la crisis.

miércoles, 12 de octubre de 2011

El barrio Carrefour

En el planeta Carrefour me compro un libro de Cátedra : “Casa de muñecas-El pato salvaje”, de Ibsen. No está amontonado, ni deformado, ni con las páginas amarillas, ni con un precio de saldo, ni medio escondido, ni incluido en un lote de paté de pato, ni encajado en la sección de autoayuda, ni haciendo de tope para el último libro de intriga medieval, ni cubierto de polvo, ni es una edición del XIX.

8ª edición, 2011.

El libro está perfecto. Lo compro porque hace poco he leído una crítica muy buena de “El pato salvaje” y porque, manías mías, el libro parece saludable.

9 euros, descuento incluido.

Así están las cosas en el planeta Carrefour. El jueves pasado me corté el pelo a las nueve de la mañana. Hoy me llevo este libro. Parece que quisieran ofrecerte todas las opciones para hacer tu vida aquí dentro, para que no encuentres ninguna razón para perderte en unas calles que cada vez serán más inseguras.

Supongo que poco a poco irán aumentando la oferta : una comisaría, un pequeño barrio rojo, un gimnasio, un ambulatorio, un hotel, un confesionario, una academia de idiomas y un gabinete psicológico, por sugerir unos servicios básicos. No me parece mala idea. Se trataría de caminar hacia el planeta Carrefour conquistando primero el barrio Carrefour, en el que, viendo lo bien que cuidan los libros de Cátedra, no me importaría empadronarme.

martes, 11 de octubre de 2011

Breaking Bad S0413 : "Face Off"


Uno nunca sabe cuándo le va a resultar útil lo que aprende. Las clases de italiano, por ejemplo. ¿Para qué pasar esas tarde en el Instituto Italiano si el italiano, todo el mundo lo sabe, se entiende perfectamente si hablan despacio? Si todos hiciéramos un esfuerzo por hablar lentamente, nos entenderíamos a la perfección.

Un andaluz y el señor Mas, por ejemplo.

Pero todos tenemos prisa y además no conviene que se comprenda lo que decimos, así que para eso están las escuelas de idiomas, para descifrar lo que se cuenta un italiano cuando no le apetece separar las sílabas como el que selecciona las lentejas para apartar las malas. Ahí estaba la escuela, pues, y ahí estaba yo con Antonella, una profesora muy buena. La primera palabra que aprendí fue rumorosa, porque la clase en la que estábamos era muy ruidosa.

-Questa stanza è molto rumorosa – dijo.

Aprendida esa palabra, Antonella nos llevó a otra más silenciosa, sin que aprendiera cómo se decía silenciosa en italiano. Voy a mirarlo ahora : Omertá. Bueno, creo que este silencio no es el que buscaba, pero vale, porque sirve para condimentar un poco el texto y acercarlo al tono que necesito.

Pensaba que lo del italiano se había quedado en una línea en el currículum, una línea cuyo valor va decayendo de manera inversamente proporcional al aumento de la prima de riesgo italiana y directamente proporcional a la disminución de la cotización de la deuda italiana por parte de Standard & Poors. Todo está conectado y el idioma de un país al que le rebajan la cotización también disminuye, así que el valor de tu curriculum depende, cosas de la globalización, de los indicadores económicos.

Eso pensaba hasta que esta tarde me he asomado a Internet para buscar el último episodio de la cuarta temporada de Breaking Bad. El único archivo que tenía subtítulos los ofrecía en italiano. No sé por qué, los italianos han sido los más rápidos a la hora de traducir los episodios de Breaking Bad. Como un reloj, dos días después de emitirse en Estados Unidos, ahí están los italianos con su traducción. Gracias Italia. Podría haber esperado dos días más para hacerme con la versión en español, pero dos días son muchos cuando en Facebook la comunidad de Breaking Bad ya está dejando comentarios sobre el final y haciendo suposiciones sobre la siguiente temporada.

Así que he pinchado en el archivo en italiano y he dejado que la tarde pasara, rezando al santo de Internet para que la descarga fuera rápida e indolora.

He frito salchichas, he ordenado un poco el cuarto, he cenado con los enanos, me he asomado al balcón, he preparado la bolsa de gimnasia para mañana, me he rascado el cuello, he cenado con los enanos, me he quedado con Lucía mientras terminaba, me he sentado con los enanos a ver Buena Suerte, Charlie, les he contado un cuento, he salido del cuarto, me he vuelto a rascar el cuello y, finalmente, he acudido a ver cómo estaba el archivo para descubrir la barra verde, completa, brillante.

Verde, completa, brillante, como una ofrenda. En sólo una tarde. Gracias, Italia. Gracias, Internet. Gracias, Ono por abrir un poco el grifo de la descarga y permitirme sentarme en el sofá, solo, a las once, con el último capítulo de Breaing Bad. Gracias toppeddu85, Xalexalex y devilmak, Darctico, rocketbabydolls, Yossarian y Robbie por los subtítulos. Gracias Vince Gilligan por esta serie.

“Face off”.

Cincuenta minutos para un gran final en el que todo lo que debe cerrarse se cierra, dejando, claro, líneas abiertas para la siguiente temporada.

Qué cincuenta minutos tan bien aprovechados.

Para aquellos que no puedan esperar más, voy a poner algunas frases relevantes que pueden ayudar a saber por dónde van los tiros (en el doble sentido). Las pongo en italiano, claro, para que haya que esforzarse un poco. Ahí van :

-Hai portato una bomba in ospedale?

-In una puntata di Dottor House…

-Ah, lasci stare

-Finne della storia

-Cristo!

-Ti devo un favore

-Sono nemici…non amici.

-D´accordo.

-Bene…

-Ho vinto.

Al buen entendedor, pocas palabras hacen falta.

lunes, 10 de octubre de 2011

Cambio de táctica

Una de las frases que pueden hacer que el día se tuerza se la puedes escuchar a tu madre cuando contestas, inocente, al móvil.

-Hijo, que tengo un problema con el ordenador.

-Dime.

Dices dime porque eres su hijo, pero deberías buscarte cualquier excusa.

-Mamá, que al jefe le acaba de salir un alien del estómago. Joder cómo ha dejado el bicho de sangre el pasillo. Ya verás cuando lleguen las de la limpieza. Luego te llamo, que parece que el jefe sigue un poco vivo.

En vez de eso, respondes.

-Dime.

Y a continuación puedes escuchar averías inimaginables. Hay un problema entre los ordenadores y las mujeres mayores. Siéntate, respira hondo y cierra los ojos.

-Que la impresora sólo me funciona las horas impares.

-Que escribo “leche” y el programa me lo cambia por “coñe”

-Que se me escapan todos los cerdos de la granja del Facebook.

-Que si acerco el oído al disco duro parece que hay alguien respirando dentro.

-Que estoy preparando un libro de fotos con las dos mil del viaje y va lento.

-Que no grabé el archivo y ahora no lo encuentro.

-Que me aparecen unas páginas muy raras en Internet.

-Que salió un mensaje en inglés y contesté que sí a todo y ahorra no arranca.

-Que si no será mejor ponerle tres antivirus para evitar problemas.

-Que se me ha olvidado la clave, que si tú te acuerdas de ella.

Intentas ser paciente y echarle una mano sabiendo que ella al final va a cerrar la conversación, digas lo que digas, con la frase :

-Hijo, pásate por aquí cuando puedas.

Y respondes que lo intentaras y ella hace como que se lo cree.

Hasta que un día, digamos que hoy, su problema no se puede llamar problema.

-Que quiero cambiar el teclado de mi ordenador por el de tu padre.

-Eso es muy fácil.

-¿Te pasas el viernes?

-¡Claro!

Y al responder ese claro sabes que lo del teclado ha sido un gancho para atraparte. Ha cambiado de táctica y ahora te espera un problema de verdad cuando aparezcas por su casa: al enchufar el USB, se enciende el horno, con grill y todo.

Mucho cuidado.

domingo, 9 de octubre de 2011

Lo ves y no lo ves

“Cristina García Rodero es autora de la mayor documentación visual sobre folclore y ritos religiosos de nuestro país. Además, es creadora de una estética ambigua, fraguada entre la complejidad de lo lúdico y la introspección de lo místico.

Gracias a su ingente labor de cauterizadora de la estampa más íntima de la fiesta, contamos con un vasto archivo que, paso a paso, el ritmo contemporáneo se ha encargado de disipar.

En ocasiones, los representados imponen un tono trágico y luctuoso, donde la calidad humana sobresale por encima del sentimiento épico de una falsa epopeya. Otras imágenes hacen soltar una hilarante carcajada, por su tono ya sea burlesco o satírico, pero nunca irónico. El impacto visual es acuciante, pero en la reflexión posterior no se vislumbra ningún asomo de miseria. Sin duda, el repertorio iconográfico de Cristina García Rodero es rico, prodigioso, y esperpéntico, sin rozar lo burlesco.

Especial atención merecen los personajes de la esfera religiosa: curas, monaguillos, beatas, mantillas, cofrades y santurrones. Este universo devocional contagia una sensación de atemporalidad, palpable aún en nuestros días. Resulta alentador comprobar cómo algunas sociedades rurales han conservado un patrimonio de tipos populares que conviven en una época poco pródiga hacia lo espiritual.

En período de fiesta, los pueblos olvidan los cimientos sociales diarios. El ritual convierte al panadero en maestro de ceremonias o al cura en el máximo dignatario. Las mujeres aprovechan para rascar antiguas prendas y se afanan en parecer las más dignas y compuestas de toda la comunidad. En la calle se mezclan pobres y ritos, cruzando algunas palabras por única vez en el año.

Sus imágenes distan muchas millas de parecer souvenirs turísticos retratados por osados viajeros, que privan de naturalidad lo retratado. García Rodero busca el documento y trabaja con el material del tiempo; así, la pretendida búsqueda del espectáculo no es fortuita. Como en la buena antropología, la diferencia cultural se halla inmensa en los momentos de euforia o tragedia”

Este es el texto que se puede leer en la entrada de la exposición “España oculta”, de Cristina García Rodero. Si hubiera examen sobre este post, os diría que las preguntas van a salir de aquí, porque es lo oficial. ¿Quién va a dudar de algo impreso en la pared?

Yo, no.

Pero, siendo oficial, deja de lado algo inquietante en las fotografías de García Rodero : aunque las veas, es imposible que estén delante de ti por la extraña conjunción de elementos que se dan en ellas. No es que estén preparadas : aunque lo estuvieran, no lograrían esa perfección que me perturba (Perturbar : Inmutar, trastornar el orden y concierto, o la quietud y el sosiego de algo o de alguien). Sí, sus fotografías trastornar mi sosiego.

Frente a algunas, no dejo de preguntarme cómo lo ha hecho. El contenido de la fotografía, eso que justifica las palabras de la entrada a la exposición, está para mí en segundo plano. Como observador, no entiendo cómo ha logrado estar en ese sitio, en ese momento, desde ese encuadre, con esa luz.

Por ejemplo : El pastor que lanza la piedra la aire a su perro, fijo en su salto, con un rebaño de ovejas perfectamente distribuido alrededor y con una, especialmente una, que mira a la cámara. Esta foto también trastorna mi orden y concierto.

Por ejemplo : Una procesión de hombres en fila, vestidos con hábitos oscuros, en la que el que la encabeza gira la cabeza para encontrarse con la mirada de un niño que , con ropas claras, camina a su lado. Muy al fondo, una cruz. Otra que perturba mi quietud.

No es el hecho de estar en el momento justo en el sitio apropiado. Es algo más. Parece que Cristina anticipara la escena, que la viera unos segundos antes de que se produjera, como si, y ya sé que es imposible, todo se organizara al mirar ella por la cámara.

Luego, como digo, pueden venir las interpretaciones sobre las fotografías, pero antes de todo eso se encuentra una mirada y la sospecha de que, aunque las estás viendo, en algunas fotos los elementos se combinan de una forma que, estadísticamente, resulta imposible. La probabilidad de que se ofrezca lo que tienes delante, es prácticamente nula.

Así que lo ves, sí, pero realmente no está ahí. Perturbador.

sábado, 8 de octubre de 2011

Bienvenidos, invasores.


Me paso la tarde del sábado en el Burguer King. Los enanos están en la zona de juegos y tengo dos buenas razones para dejar que sigan ahí hasta que se cansen : el periódico, que me voy a leer de arriba abajo, y el cortado que me han servido, que es bueno, muy bueno. Han remodelado todo el local y ahora tienen una pequeña zona de Coffee Shop con asientos cómodos. Hay muchos sitios en los que podría estar ahora, lo sé, pero también sé que dentro de diez años daría cualquier cosa por encontrarme aquí, con los enanos yendo y viniendo a beber un poco de agua, sudando, y los calcetines negros.

Junto a mí, haciéndome compañía, tengo la figura del marciano de Los Simpson que nos ha tocado en el menú infantil. Como me siento un poco solo, le hago un resumen de lo que leo para que se ponga al día en lo que prepara su invasión final.

Xavi Alonso : “Me he asustado por la violencia de la entrada. Me ha hecho mucho daño, pero he visto una imagen de la entrada y podía haber sido mucho peor” (El fútbol es importante, marciano. Si queréis caer bien a todos, haceros del Barça, pero ahora es divertido ser del Madrid. Y tenemos a Xavi Alonso, que cuando se tira, se tira de verdad. Hay uno que se llama Alves, que también se tira, pero ése no creo que sepa lo que es un pimiento de cristal)

Boris Izaguirre : “El encuentro entre Paloma Picasso y Perre Bergé tuvo la reverberación de un impacto cósmico en la cena que ofreció el embajador francés” (Como marciano, sabrás bien qué reverberación tiene un impacto cósmico, por eso te lo cuento. Yo no tengo ni puta idea porque no he visto muchos impactos cósmicos últimamente)

Manuel Vicent : “Como judío socialista tiene el corazón más a la izquierda de lo normal, inclinado hacia las causas nobles, aunque protegido por una barricada de tarjetas oro cuyo fondo insondable se pierde en las cuentas de la multimillonaria Anne Sinclair, su tercera mujer enamorada” (Habla de DSK. Si tu corazón de marciano está tan a la izquierda, búscatelo, tendrás que hacerte con muchas tarjetas de esas para protegerlo y que no le hagan daño)

Vicente Verdú : “La superaceleración es el infierno de la producción. Los cuerpos orgánicos alcanzan la muerte acelerando su proximidad en los últimos momentos del dolor y las economías llegan a la destrucción (y al paro) cuando la hiperaceleración de sus movimientos colapsan la circulación” (Supongo que habrás cruzado la galaxia a una velocidad de la buena y que nuestra superaceleración te dará risa. ¿Habéis puesto freno a los movimientos del capital en vuestro mundo? ¿Qué inflación tenéis por ahí?)

Juan Antonio Fernández : “Hace dos años que los más jóvenes y, sin duda los mejores formados, han iniciado la marcha y el futuro puede ir apero, a medida que terminen sus legítimos derechos a prestaciones de desempleo” (Habéis elegido mal momento para invadirnos porque la gente que puede comunicarse con vosotros se ha marchado. Como los listos se van, le nivel intelectual ha bajado un poco. Jo. He ido a beber y me he metido el palito del cortado en el ojo)

Marcos Ordóñez : “He visto mucho teatros puestos en pie, pero pocos como el que acogió el Ricardo III de la compañía de Mendes. Había entre nosotros muchas niñas, una clase entera, que al día siguiente trabajarían en un tallero con Kevin Spacey. Me iré para mirar sus caras extáticas. Apostaría que alguna gran actriz futura recordará que su vocación brotó esa noche, en el Palacio Valdés (Subrayad Ricardo III, Mendes, Kevin Spacey, teatro y, ya puestos, Marcos Ordóñez)

Charles Lloyd : “La ternura. Eso es lo que el mundo necesita. A menudo me llegan con que mi música es demasiado blanda. Lo que es, es tierna. Y lo es porque el mundo necesita ternura. Soy un soñador, un visionario, pretendo cambiarle mundo y para ello cuento con la mejor arma : mi música (El 99% al leer este párrafo cambiaría la palabra ternura por ternera. Tened cuidado porque aquí nos comemos casi todo, sobre todo si es tierno. Avisados estáis)

Susan Sontag : “Todas las células normales so normalmente idénticas, cada célula maligna es infelizmente maligna a su manera” (Nos vendría muy bien que nos echarais una mano con este tema. Luego, si queréis, nos aniquiláis, pero hay tanta gente buscando la solución que sería bueno ver la luz al final del túnel)

José María Guelbenzu : “La inteligencia de Franzen se manifiesta precisamente al mostrar os errores y las frustraciones que nos acompañan en la vida como hechos vitales, no como sucesos irreversibles; desde ahí elabora una narración de gran calado humano, una visión de la sociedad de nuestro tiempo a través del zarandeado individuo medio que, colocado en el centro de la misma, trata de entenderse y elegir su libertad” (Pues ya está : si queréis haceros una idea sobre nosotros, podéis leer este libro. Mi consejo es que esperéis a la edición de bolsillo, que es más barata y salen las mismas palabras que en la de tapa dura. Las mismas, en serio)

Mónica : “Conocida TV. (Demostrable) Imprescindible discreción. Altísimo nivel. 200 €. Visa 24 H. English” (No sé, igual lleváis mucho tiempo volando. ¿Tenéis una novia en cada planeta?)

Como el marciano este no nos invada, nos los vamos a comer. Lo venderán como calamar y nadie dirá nada. Tampoco la merluza que compramos es merluza y aquí seguimos. Podemos con todo.

viernes, 7 de octubre de 2011

Cinco vasos con sabor a anís

Es viernes por la noche y acabo de darme un paseo por Fuencarral hasta la Plaza Conde del Valle Suchil. Hay ambiente por la calle y locales con comida expuesta : empanadas argentinas, tapas, falafeles y pizzas que no puedo probar. Para evitar la tentación me paso una media hora en la Casa del Libro de Fuencarral y ahí compro “Educación siberiana” porque me acuerdo de que vi al escritor, que aparece en la portada, de perfil, en el programa Página 2. Era un tipo al que no le gustaba mucho hablar y que daba un poco de miedo, así que no me cuesta decidirme por este libro, para ver qué es lo que se cuenta y por qué daba miedo.

A las ocho estoy sentado en un sitio tranquilo, en el que está prohibido hablar por teléfono, con poca gente, empezando “Educación siberiana”, con una mesita al lado, sin nadie que me moleste, con tiempo por delante, sin distracciones y bien atendido. Se me acerca una mujer a ofrecerme algo de beber :

-Un vaso cada cinco minutos – me dice.

Y me sirve lo que parece agua de una jarra de cristal como la que mi madre tenía en casa en un vaso de plástico. Llena cinco y se marcha.

“Sé que no se hace, pero estoy tentado de empezar por el final” (Página 11)

El agua sabe a anís. Me bebo cada vaso en pocos sorbos, imaginándome cómo recorre mi cuerpo, como si lo pintara por dentro.

“Pero es natural, me crié en un barrio de mala fama sonde se establecieron los criminales expulsados de Siberia en los años treinta; vivía en Bender entre ellos, y los habitantes de mi criminalísimo barrio formábamos una gran familia” (Página 15)

Voy de la página al reloj. Cada vez que termino un vaso lo meto en el anterior. Veo que alguien ha hecho lo mismo con todos sus cinco vasos.

“De pequeño los juguetes no me interesaban. Mi diversión a los cuatro o cinco años era pasearme por asa esperando a que mi abuelo o mi tío desmontaran y limpiaran las armas; lo hacían con gran esmero y cariño, y muy a menudo , pues tenían muchísimas” (Página 16)

Nikolái Lilin no pasó su infancia entre Disney Channel y Clan. No vio mucho a Bob Esponja, eso está claro. Policías, armas, criminales, picas, urcas, soldados rusos, gorras de ochos triángulos, vasos de kvas, abuelos, clanes, atracos, crucifijos, iconos religiosos, picas, historias, pasteles de manzanas y reglas, muchas reglas.

“Muchas veces mi padre nos llevaba a mi hermano y a mí a un matadero y nos instruía en el manejo del cuchillo contra los cuerpos de los animales que colgaban de los ganchos. Con tales ejercicios, una mano pronto se vuelve experta y decidida” (Página 26)

Nikolai nació en 1980, así que esa infancia, que parece en blanco y negro, sucedió ayer. Aunque todos los relojes avancen al mismo ritmo, el tiempo no corre igual en todas partes.

Me termino el último vaso y los dejo uno dentro de otro, como esas matrioskas rusas, pienso. Ya debo estar bien marcado por dentro. La mujer que me ha dado de beber, me llama por mi nombre entero y me indica que pase a una pequeña habitación.

Me da tiempo a leer una última frase :

“Quien quiere muchas cosas es un loco, porque un hombre no puede poseer más de lo que su corazón es capaz de amar” (Página 64)

No es un libro en el que se trabaje el lenguaje porque no hace falta. La historia tiene la suficiente fuerza como para que pase eso por alto. Entro en la pequeña habitación, me quito la ropa, me pongo la bata que encuentro colgada en la percha y me tumbo donde me indican.

-Es posible que ahora, con lo que te estoy inyectando, notes escozor en la garganta y en la vejiga. Ya está. La prueba dura cinco minutos y después ya puedes hacer vida normal.

De eso se trata, de seguir con una vida normal mucho tiempo.