viernes, 31 de octubre de 2014

Queda otoño por encina de nuestras cabezas



Queda otoño por encina de nuestras cabezas : Todas las hojas que no se ven por el barrio se acumulan en el paseo que tenemos cerca de casa, junto al Manzanares. Parece que el otoño, expulsado de otras zonas, se refugiara aquí en esta densidad de colores y de hojas. Llevamos calzado especial y hemos hecho sándwiches para comer. Mientras caminamos tengo la impresión de que hemos llegado ya tarde a este otoño. Daniel no piensa lo mismo: al salir a un claro, una ráfaga de viento lanza las hojas de un árbol y él trata de coger alguna al vuelo. Lo intenta varias veces hasta conseguirlo. Salta con los brazos levantados y un baile de exclamaciones alrededor.

jueves, 30 de octubre de 2014

El escenario de la revelación



El escenario de la revelación : Al salir del McDonald´s recibo un mensaje de un amigo recomendándome una exposición en la Casa Encendida. Acabo de comprar tres hamburguesas con la receta gracias a la cual un cocinero de Topchef ganó un concurso para probarlas sabiendo ya que, de entre los anuncios que exageran el producto, el que han creado para éstas estará entre los primeros : han acercado tanto la hamburguesa a la cámara y alejado tanto al cocinero que podría deducirse que tiene unos veinte centímetros de altura. Todo en la hamburguesa está cuidado, como si el objetivo final fuera el ojo, no el paladar. El autor que le ha gustado se llama Jan Svankmajer. Su trabajo se reúne en “Metamorfosis”. Me manda un link a sus diez mandamientos, que empiezo a leer ahí, de pie, con la bolsa de las hamburguesas en una mano y el móvil en la otra, bajo la luz de unas farolas que iluminan una pista de deporte en la que ahora no hay nadie. Éste es el escenario de la revelación. Me gustan los diez, pero si tuviera que seleccionar uno, sería el sexto : “Cuanto más profundo entres en una acción fantástica, más detallista debes ser” o el tercero : “¡Nunca uses la violencia en un objeto! No cuentes tu historia a través de él, sino la del objeto mismo.”

miércoles, 29 de octubre de 2014

Los principios de una pizarra vacía



Los principios de una pizarra vacía : En la pizarra que anuncia los partidos televisados del bar se han borrado los últimos pero todavía no se han escrito los próximos. Solo queda el título : Fútbol. Una de las razones de este silencio podría ser el cansancio del dueño, que, saturado, podría haberse convertido en un Bartleby del fútbol semejante a esos escritores, presentados por Vila-Matas en su “Bartleby y compañía”, que un día decidieron, por diversos motivos, dejar de escribir.

La pizarra vacía se convertiría así en una declaración de principios. Tal vez desbordado por la cantidad de tiempo dedicado al fútbol, o por su baja calidad, o por la sospecha de que lo mejor ya se ha visto, o por el bajo nivel de sus críticos o comentaristas, o por la idea de que el fútbol debería ser otra cosa, el responsable ha decidido presentar una pizarra negra como el que entrega un folio en blanco a su editor.

En cualquier caso, una tregua, un refugio en el que pedir un vino con la televisión apagada, la prensa deportiva desterrada y un silencio en el que buscar urgentemente a alguien con el que hablar sin prisa de las mil razones por las que convendría dar la espalda al fútbol.

martes, 28 de octubre de 2014

En la órbita de una hamburguesa perfecta



En la órbita de una hamburguesa perfecta : La hamburguesa que me trae la camarera tiene buena pinta. La miro como haría el dueño de una agencia de alquiler con un coche recién entregado buscando algún desperfecto. Tras el análisis, pasa de buena pinta a muy buena pinta. A veces el día te trae sorpresas como ésta. Es una hamburguesa que está ahí para ser observada, y a eso me dedico. En las mesas de al lado, los empleados de Telefónica piden sus menús, se los comen, pagan, se marchan. La Tierra avanza por la galaxia. En alguna parte se produce una mutación genética que dará ventaja a su portador, lo que supondrá un paso más en la evolución. Una profesora escribe en una pizarra el signo de la división frente a un grupo de alumnos que lo copian por primera vez en sus cuadernos. Pájaros que emigran, pájaros que terminan de emigrar. Un biólogo que descubre una nueva especie paseando por un mercado exótico. La hamburguesa se va enfriando y por un momento pienso en pedirle a la camarera otra hamburguesa imperfecta para comérmela y dejar ésta así. Finalmente decido hacerle una fotografía para ver si el resultado decepciona. Nada. Podría servir de imagen publicitaria si, puestos a ser exigentes, no tuviera un trozo de lechuga que parece caído. Es algo mínimo, pero agradezco esa excusa para darle el primer mordisco.    

lunes, 27 de octubre de 2014

Las tallas del miedo




Las tallas del miedo : Daniel me enseña la máscara con capucha que acaba de comprarse en los chinos de la esquina. Todavía tiene el traje del año pasado, que se ha puesto y que le queda bien, pero la idea de repetir disfraz no le gusta. Lo entiendo: sería como continuar con la celebración del año pasado y quitarle a la de éste todo lo que pueda tener de nueva. Y con diez años, lo nuevo está en todas partes, hay más sabores por probar que los que se conocen. Después de mostrármela, quiere probársela para ver el efecto. Le digo que no hace falta, que una máscara es una máscara. Es solo un momento, dice. Y es al ver sus ojos por los dos orificios cuando esa representación adulta de la muerte adquiere vida.   

domingo, 26 de octubre de 2014

Un paseo por la superficie



Un paseo por la superficie : La madera que cubre una zona de la plaza está levantada, como si alguien hubiese querido ver qué hay debajo. Poco interesante: un perro que pasa al lado, con la larga correa que permite un domingo por la mañana, no se fija en ella. Puede ser que yo mismo tampoco le preste mucha atención y que si me agacho para hacer una fotografía a las maderas, al perro despreocupado y al domingo sea por un tema estético que, además, justifico al elegir el blanco y negro. Pero es bastante posible que sea esa imagen la que me empuje, inconscientemente, a elegir en el puesto de libros del Rastro “Incógnito”, de David Eagleman. Una obra sobre el cerebro en la que se plantea, precisamente, que la idea de que la conciencia guía nuestro comportamiento solo es una ilusión, un paseo por la superficie de lo que somos.

sábado, 25 de octubre de 2014

El común denominador blanco



El común denominador blanco : De pie delante de mí, levantando una cartulina blanca para dar la bienvenida a los jugadores del Madrid mientras salen al campo, hay un aficionado con el once de Bale y el nombre de Bale y otro con el siete de Ronaldo y el nombre de Javi. Javi, Javi. Ponerse el propio nombre sobre ese número es igual que pegarle una etiqueta de un Corsa a un Audi, como poner encima de la cara de George Clooney una fotografía del DNI, como rellenar con vino de cartón una botella de Arzuaga. Pero delante, visible o no, todos llevamos el mismo escudo y si venimos aquí, además de parar ver cómo el Madrid le mete un 3-1 al Barça con estilo, es para aprender a pasar por alto estas cosas.

viernes, 24 de octubre de 2014

El encorche definitivo



El encorche definitivo : Como es viernes, abrimos una botella de vino en la cena. Nos queda una de las dos de “El hilo de Ariadna” que compramos en las bodegas de Yllera. Es un vino fuerte, de los que, con un poco de tiempo, podría hacerle un agujero a la barrica al terminar el laberinto de su maduración. Justo lo que queremos. Le sacamos más partido al jamón que nos comemos, claro, pero ése no es el único motivo para tomar el vino. Conforme vamos bebiendo, se produce cierto trasvase entre nosotros y la botella: el vino va expulsando lo que la semana ha ido dejando dentro de nosotros, como esa basura que la rejilla impide que caiga a la alcantarilla, y lo envía a la botella. Para que funcione bien, hay que beber despacio, sin dar cada sorbo por hecho. Una serie infantil estúpida en la televisión y sus tazas con leche y su tableta de chocolate en la mesa mientras los cuatro hablamos de algún plan para la semana y los adultos seguimos con el jamón. Si se hace bien, como si solo estuviéramos bebiendo, al acabarnos el vino la botella ya está llena. Es imprescindible poner el corcho con fuerza para que nada se escape.  

jueves, 23 de octubre de 2014

La fiesta de despedida



La fiesta de despedida : El último día en la oficina organiza una pequeña fiesta de despedida. Los compañeros se alegran de que le hayan echado porque es una persona difícil y, aunque le han dicho que se pasarán a tomar algo, llegado el momento apenas hay gente. El parece ajeno a lo que ocurre, envuelto en un eterno optimismo que le impide ver las cosas como son, así que no tiene ningún inconveniente en meterse en los cuartos de baño para reclutar a la gente. Llama a la puerta del de las mujeres. La amiga que me cuenta la historia me dice que se queda quieta, en silencio, esperando a que se aleje.

Al volver a casa de noche, de entre todo lo que me han contado vuelvo a recordar al protagonista de esta historia al ver una tienda de moda para niños. Los maniquíes no tienen cabeza y el escaparate está encendido a unas horas en las que nadie va a fijarse en él. 

miércoles, 22 de octubre de 2014

Un periódico, cualquiera



Un periódico, cualquiera : Entonces había un tranvía que cruzaba parte de la finca y al escuchar el sonido de la alarma que anunciaba que se iban a bajar las barreras todos podíamos intuir qué hora era. Una de las escenas que más me gustaba era cuando esperaba en la última parada con las luces encendidas rodeado por la noche. Al lado había un puesto que vendía periódicos y chucherías en el que se podían practicar unas cuantas frases elementales en francés. Su luz no era tan intensa como la del tranvía, pero las dos acababan ajustándose creando una suave transición. Aunque hubiera sido solo una vez, debería haberme comprado un periódico, cualquiera, y haberme subido al tranvía en el último momento para asegurarme de ser el único pasajero. Y desde ese asiento ver la ventana del salón a la que normalmente me asomaba.


martes, 21 de octubre de 2014

Ruedas bajo las pezuñas



Ruedas bajo las pezuñas : La vaca que se asoma por la puerta de la tienda apoya sus pezuñas sobre unas pequeñas ruedas con las que se debe mover con delicadeza. Los empleados, al verla entrar, se habrán imaginado unos movimientos torpes, de huella en el barro, lo que habrá provocado su aproximación diciéndole que no puede acceder al local, que si no está pensado para vacas, que si el derecho de admisión, que si la grasa de la leche. Y será entonces cuando ella habrá dicho que un momento, que miren qué ruedas, y para demostrar sus habilidades habrá ejecutado una serie de giros sobre sí misma (las patas delanteras levantadas), provocando el aplauso de todos y el reconocimiento de los guardas de seguridad, que le habrán hecho el pasillo como muestra de respeto.

¡Ah, las ruedecillas! Hoy me han salido después de la botella de “Honor Vera” – Garnacha 2013 – de la comida. Estoy por acercarme a la vaca para preguntarle cómo las ha conseguido, pero hay que ser educado. Pase usted primero y que tenga buena tarde.

lunes, 20 de octubre de 2014

En esta estación dejó su lectura



En esta estación dejó su lectura : Hace falta ya un estudio que demuestre que, como consecuencia del uso de los móviles, las tabletas o los kindles diversos, el cerebro ya solo se concentra en la lectura cuando el cuello está doblado hacia adelante. En el Metro de Madrid ya lo sospechan y por eso el suelo está repleto de mensajes para orientarnos. Salida. Valide aquí su billete. Línea 10. Pero ese proceso puede dar más de sí: se podría imprimir un libro a lo largo de toda la red, interrumpiendo su lectura en una estación para recuperarla en otra. Se vería así al que se queda atrapado por un párrafo, al que, de rodillas, subraya una frase importante, al que hace una foto a una parte, al que mueve los labios según avanza por un diálogo, al que, en fin, no puede aguantar la tensión y recorre el último capítulo andando deprisa primero y corriendo después para llegar a ese punto final en el que le espera el ya penúltimo lector con ganas de ver la expresión de su cara. Después levantar la cabeza y tratar de orientarse para saber cómo volver a casa. 

domingo, 19 de octubre de 2014

La maduración del roble



La maduración del roble : El “Pago de los Capellanes” que nos traen a la mesa es un roble. Por eso tenía tan buen precio en la carta. El vino nos gusta a todos, así que no logro muchos apoyos cuando defiendo que deberían señalar en la carta que se trata de un roble.

Por la tarde me fijo en las zapatillas de Lucía mientras estudia en su cuarto. Podría analizar la relación entra la postura de sus pies y el libro que tiene en la mesa. Aunque muy sutil, tiene que haberla. De la relajación ante un tema que resulta sencillo, a la tensión por la concentración que exige un problema que no se entiende. Me bastaría entonces con ver cómo están sus pies para saber qué está estudiando y si necesita o no ayuda.


Lucía parece tranquila, así que sé que no va a preguntar nada. Pero sí puedo echarle una mano tratando de imaginar que los del restaurante no quisieran engañar en la carta y la estrategia al no mencionar lo del roble fuera distinta : que, seguros de tener un buen vino entre manos, trataran de evitar que alguien lo descartara por ser solo un roble.

sábado, 18 de octubre de 2014

Los prolegómenos del café



Los prolegómenos del café : El café que se toma al final es el cierre con doble llave de la comida. Siempre siento inquietud cuando en la mesa alguien no se lo pide, porque deja la comida como esos cuentos con final abierto que le quitan contundencia y significado a lo leído. Ni poleos ni chupitos ni licores. Hay que llegar al café y empezar a domar el tiempo sorbo a sorbo. No se me ocurre gesto más elegante que el del que llegue a un restaurante de los de reserva de varios meses y tras sentarse en la mesa pida únicamente un café. Cortado, para que el rito sea completo.

viernes, 17 de octubre de 2014

Los santos de esta temporada



Los santos de esta temporada: Sí es posible que el centro comercial sea una catedral dedicada al consumismo, con las tiendas como capillas a las que ir a adorar a sus santos particulares, representados  en los escaparates con los productos propios de cada una. Al fin y al cabo hay libertad de culto. Y yo ahora soy creyente de una religión que defiende que hay más dios en una estantería repleta de productos que en otra vacía. Más en un techo de cristal que en uno de piedra. Más en un 3X2 que en un precio fijo.

jueves, 16 de octubre de 2014

El ejercicio de matemáticas


El ejercicio de matemáticas : En “Wasteland”, un cuento de Charles Baxter, uno de los personajes, Warren Banks, se queda con una pistola de la que debería deshacerse. Su vida cambia.

“En casa mi carácter mejoró, en lugar de degenerar. Conocer mi pequeño secreto me permitía sentarme con Gary, mi hijo menor, a practicar con el piano, lo felicitaba en los pasajes de Czerny que había conseguido dominar, y lo ayudaba en las partes que no se había aprendido. Me convertí en un ferviente ángel de la paciencia. Ayudé a Sam, mi chico mayor, con un trazado de vías de tren a escala. Preparé más cenas que de costumbre: desde el pollo a la mostaza con miel, seguí con diversas recetas de pescado relleno y otros platos con salsas que antes solo existían en mi imaginación. Era atento con Ann. Nuestra intimidad mejoró. Empezamos a susurrarnos de nuevo. Hacía años que no nos susurrábamos”.               

“Wasteland”, de la colección “Grifo”, de Charles Baxter – Página 190

Pienso en ese párrafo todo el día. En esa seguridad que le da la pistola y en el talento de Baxter al mostrarlo. Mientras espero a que Lucía salga de clase me doy cuenta de que todas las acciones a las que hace mención son cotidianas: bien podrían ser la relación de tareas que podría esperarme esta tarde.

No tardo en descubrir que el patio se está vaciando y que Lucía no está. De repente me parece que soy el único que sigue esperando. La rutina, esa capa que protege y estandariza la realidad como la los paquetes de comida del supermercado, se raja. Lo rápido que ofrece el cerebro la relación de cosas malas que pueden haber pasado. Le pregunto a Daniel si reconoce a algún compañero de clase de Lucía, a algún padre. Me dice que no. La puerta del patio está a punto de cerrarse. ¿Habría sido mi reacción diferente de compartir el mismo secreto que Warren Banks?

Entonces empieza a salir al patio la última clase que quedaba. Lucía se explica antes de que le pregunte.

-El profesor de matemáticas ha dicho que hasta que no acabáramos un ejercicio, no salíamos. Siempre dicen lo mismo pero hasta ahora nunca lo habían hecho.

Warren Banks acaba desprendiéndose de la pistola lanzándola en medio de unos pastos altos después de disparar cuatro veces a la pared de una central nuclear. Ahí acaba esa corta experiencia de la pistola, regresando así a su vida normal. A esa misma vida a la que vuelvo cuando dejo las bolsas con los libros en el maletero.

miércoles, 15 de octubre de 2014

El burladero de la ironía



El burladero de la ironía : Si ese taburete sigue pareciendo nuevo después de aguantar tantos culos (el último, el de un piloto que comenta algo de un vuelo con sus compañeros de barra) es porque en este restaurante no hay fricción entre los clientes y el entorno. Aquí todo fluye envuelto en un optimismo que nace de la eficiencia o en una eficiencia que nace del optimismo. No acabo de decidirme. Intento adaptarme para que ni mi conversación ni mis gestos ni siquiera mis pensamientos entorpezcan la representación o me delaten. Podría buscar una forma de hacer una muesca en el lienzo (usando la palabra culo, por ejemplo) para encajar mi ironía y rebajarlo pero tengo que ser sincero conmigo mismo: empiezo a estar muy cansado de esos otros sitios desgastados que no me exigen nada.

martes, 14 de octubre de 2014

Habrá que pensar ya en la cena



Habrá que pensar ya en la cena : Poco antes de las seis, un hombre totalmente de negro quita el cartel del restaurante que anuncia un descuento del 30% en el menú y lo sustituye por otro con un 2X1 para la cena. Mientras ajusta la última esquina, por delante pasa una madre empujando un carrito. Consulta algo en un móvil. De una de las asas del carrito cuelga una bolsa de plástico transparente en la que se ven, sueltas, las patatas que acaba de comprar. Podría haber cogido una de las bolsas que exponen ya listas, pero ha preferido ponerse el guante de plástico y elegirlas una a una. Un plato que empieza así no puede salir mal.

lunes, 13 de octubre de 2014

El horno de Mary Shelley



El horno de Mary Shelley : Las empanadillas están dispuestas sobre la base negra de la plancha, a punto de entrar en el horno. Parecen. Sí. Parecen las umbrelas de unas medusas listas para recibir la energía que las devuelva a la vida. Tal vez cuando regrese dentro de unos minutos vea unas medusas crujientes, rellenas de atún con tomate, flotando  en el aire caliente del horno. El estómago pidiéndome entonces que abra el horno. La cabeza rogando para que espere un poco más y siga mirando. Cosas así no se encuentran todos los días.

domingo, 12 de octubre de 2014

La senda de la letra pequeña



La senda de la letra pequeña : Venimos un poco confiados al restaurante, sin leer la letra pequeña de la oferta que decía que de lunes a viernes. La camarera subraya la frase con su índice. Es difícil que una comida se recupere cuando empieza así y ésta no lo logra. Se adivina la idea qué hay detrás de cada plato: algunas veces el resultado se acerca y otros se aleja demasiado. En ningún caso coinciden. Parece que el cocinero tampoco se hubiera leído la letra pequeña de las recetas y se enfrentara a ellas tan confiado como nosotros cuando, hora y pico antes, cogemos la oferta de la nevera y nos decimos que ha llegado la hora de conocer este nuevo sitio.

Como reacción inconsciente, me encuentro leyendo la letra pequeña de la botella que pedimos. “This is a personal Project of winemaker Manuel Manzaneque Suárez, who returns to his origins in La Mancha, where he selects the best old-wine vineyards of TEMPRANILLO, to create a very special wine from a limited number of barrels”. El vino se llama “¡Ea!”, una expresión muy de La Mancha. Me sorprende el contraste entre el localismo de la interjección y el párrafo en inglés.

Y sigo leyendo. Para venir a comer, Lucía se ha puesto unos pantalones que me gustan. Me doy cuenta cuando en un momento se levanta de la silla. Se lo digo, le pido que me deje hacerle una fotografía. Se sienta sin darme la opción, así que me agacho con la tozudez del que sospecha que hoy es de esos días en los que lo importante no es lo que no se encuentra a primera vista, sino a pie de página, en una contraetiqueta o debajo de la mesa.  

sábado, 11 de octubre de 2014

Aparcar con los ojos cerrados



Aparcar con los ojos cerrados : Madrugar un sábado es volver a agosto, cuando en Madrid parece que hay más plazas de aparcamiento que coches, más tiendas que clientes, más trenes que viajeros, más butacas que espectadores, más libros que lectores, más calles que peatones. La sedante ilusión, en fin, de que hay más oferta que demanda y que siempre habrá dónde elegir, como ahora, en un parking vacío en el que podría aparcar con los ojos cerrados hasta notar ese suave golpe de la rueda al alcanzar el tope de la plaza.

viernes, 10 de octubre de 2014

El avance retroactivo



El avance retroactivo : Podríamos volver a casa por La Castellana. Es más rápido y cómodo. Los semáforos están más espaciados y el tráfico es más fluido. Pero elijo hacerlo por la calle de la casa de mi madre, que me sé casi de memoria. Aprovecho los atascos para fijarme en los cambios porque siempre hay alguno. Viendo los nuevos locales, se diría que todo está siendo sustituido por lo que había antes, retrocediendo al pasado hasta que llegue el momento en el que se anuncie una de esas lecherías a las que acudían con un recipiente para que te lo llenaran. Dentro, por lo que me contaban, estaban las vacas.

jueves, 9 de octubre de 2014

La altura de los paraguas



La altura de los paraguas : Por el patio se alejan una madre con sus dos hijos caminando sobre sus reflejos en el suelo. El paraguas de la madre es negro y grande. Sus hijos llevan unos paraguas rojos con un dibujo que no logro distinguir. A la altura de la madre, la lluvia parece  algo amenazante. Le basta con recorrer la distancia que hay con los paraguas de los dos niños para convertirse en algo festivo e inocuo.

Como un paraguas negro más, el día tiene titulares parecidos al que aparece en El Confidencial a las 23:47 “La auxiliar de enfermería contagiada de ébola se encuentra en estado "muy crítico". Por debajo de él, igual que los paraguas rojos, la noticia del Nobel a Modiano, un párrafo del cuento de Charles Baxter “Los cincuenta y dos años de casados de Horace y Margaret” o un cruasán que preparo solo en la cocina con queso y jamón. La loncha de queso cortada exactamente por la mitad.

“Atravesaban un mundo lleno de detalles. Las aceras se descomponían en dibujos con formas de telaraña. Había una pistola de agua verde en la mano de un niño, pero el autobús iba demasiado rápido para que a Magaret le diera tiempo a ver el resto del cuerpo. Reparó por azar en un árbol donde un pájaro pardo volaba del nido. Algo terminado en rojo. Petirrojo. La cabeza del conductor del autobús, que de pronto tapaba el sol, relucía con un sutil lustre gris plomo. En al estructura de barras de un parque infantil, un niño con una sudadera verde, más pequeña que la de Horace, estaba colgado bocabajo por las rodillas de un travesaño de hierro. Margaret lo miró asombraba. ¿Cómo era posible que un ser humano se colgara así de un travesaño de hierro? Y no solo eso, sino que ¿a quién se lo ocurría semejante idea? Antes de dar con na respuesta, el niño desapareció de la vista, y en su lugar apareció otro detalle, una gaviota posada orgullosamente en el sendero del jardín de una casa, con expresión arrogante. La gaviota le levantó el ánimo a Margaret. Admiró su aplomo. Los demás detalles que vio no resultaron tan estimulantes: un anciano, blanco todo él, dormido el en umbral de una puerta; dos jóvenes frente a una escuela de artes y oficios, besándose bajo un árbol (el árbol y el beso le provocaron cosquillas en al piel), y, por último, una nube grande y densa de humo de un color rosa fuerte explotando en el patio trasero de una casa, o de un cobertizo, tras incendiarse o que lo dinamitaran. Incluso le llegó el olor a quemado. El autobús siguió adelante y Margaret lo olvidó”

miércoles, 8 de octubre de 2014

La reconversión de Cupido



La reconversión de Cupido : En el sumidero de la fuente se forma una capa de agua que refleja el cielo y en la que podría verme si no fuera por una rejilla con forma de sonrisa oxidada que lo protege. Pero no hay problema: ni soy Narciso ni Eco busca venganza. Qué va. Como mucho, podría recibir, en vez de una flecha, una pelota de alguna clase de pádel por no estar pendiente. 

martes, 7 de octubre de 2014

La pasión oculta del cocinero



La pasión oculta del cocinero : Sirven el pan en unas bolsas de papel. Son trozos pequeños y calientes. Quizás sea una invitación para que, en lo que llegan los platos principales, te levantes y te lo vayas comiendo mientras disfrutas de las vistas de Madrid que hay desde esta terraza o sigas con el montaje del trabajo que han hecho los alumnos de una escuela de fotografía. Unos pisos más abajo se exponen las fotografías de la Wordpressphoto 2014, así que no sería raro que el cocinero nos trajera el resto de la comida en una cesta si sospechara que no la hemos visitado.

lunes, 6 de octubre de 2014

Los escondrijos del frío



Los escondrijos del frío : A veces, pocas, no hace falta abrir la puerta para entrar ya en casa. Basta con salir del ascensor al rellano y reconocer un olor que viene a buscarme para decirme que a partir de ese momento el día va a ser más acogedor. Que ya puedo abandonarme. Sin dejar las llaves en el cuenco de la entrada, me asomo a la cocina para ver el horno encendido y fijar la mirada en una quiche que crece lentamente con el agradecimiento del que se acerca a un pequeño fuego en invierno. De esos fuegos que te ayudan a medir el tamaño de un frío que traías del pasado y al que no le habías prestado atención.    

domingo, 5 de octubre de 2014

El último elemento del escenario



El último elemento del escenario : Las sábanas, colgadas con pinzas de plástico, junto al montón de leña y el cubo con ceniza, parecen las bambalinas olvidadas del verano. Se hace raro no ver la combinación de prendas que normalmente ocupaban las cuerdas. Al llegar a la casa, antes de llamar a la puerta del garaje, antes de escuchar las voces en el salón, bastaba con mirar la colada para adivinar quién llevaba ahí unos días. Ahora, de un vistazo, se sabe quién ha agotado sus vacaciones y se ha vuelto a la ciudad dejando su hueco en la mesa, su vaso en la repisa, sus cubiertos en el cajón. Cuando se sequen las sábanas habrá que ir preparando la programación de invierno.

sábado, 4 de octubre de 2014

Los cuarteles de otoño



Los cuarteles de otoño : En los campos ya no se ven ni girasoles ni trigo, solo una tierra roja revuelta para que se airee. El paisaje apenas se mueve, espera alguna orden de lejos. Mientras, parece que las cosas se entretuvieran solo con su nombre, como afirmándose en lo que son en tanto les vuelven a recordar su utilidad. En estas condiciones, poco se trae del paseo, salvo la precisión del inventario, los elementos labrándose las primeras líneas del prólogo. La historia ahora transcurre en las huertas que no se ven. Detrás de las paredes blancas en las que se apoyan los cardos, hay una tierra doméstica que ofrece pimientos y tomates como una narración familiar destinada a los más cercanos.    

viernes, 3 de octubre de 2014

La atracción de la carne



La atracción de la carne : Justo al doblar la esquina de la calle en la que acabamos de comer está uno de los pocos restaurantes de la zona que no hemos probado: los platos de la carta están en monedas de oro y eso nos frena un poco. Pero pegada a la entrada hay una vitrina en la que exponen unos trozos de carne con los que te harías una foto para enseñársela a los amigos, quitando aquella en la que un premio Nobel te entrega un premio por un puñado de relatos. Entonces hay un instante en el que la visión de esa carne y la evidencia de los precios alcanzan la misma fuerza, la balanza se equilibra, y resulta imposible moverse. Últimamente son frecuentes situaciones como ésta, así que ya me va costando menos salir de ellas. Basta con algo mínimo, la mirada del camarero que sale del restaurante a fumar sin prisas.

jueves, 2 de octubre de 2014

Provisión de sombras



Provisión de sombras : Los objetos se estiran y se demoran en sus sombras antes de que los días sean más cortos. Van alcanzando y señalando un punto aquí, otro allá, para que en esas tardes entregadas directamente a la noche puedan recordar su verdadera dimensión. Entonces la silla, plegada y apoyada contra la pared, podrá imaginarse floreciendo de nuevo en una sombra como la de esta tarde y así pasar pacientemente el destierro del frío.

Podría estar haciendo mil cosas. Hasta tengo una lista en el móvil numerada hasta el cinco, como si fuera la dosis justa que mi pereza necesita (menos no la estimularía y más la ahogaría). Pero he dejado el móvil en la mesa de la entrada como la pistola de un policía que fuera a entrar desarmado en la casa de un secuestro para no precipitar los acontecimientos. Si la silla percibiera cierta urgencia es posible que detuviera el avance de su sombra. Para que pueda seguir a lo suyo es necesario que yo me asome al balcón y lance una mirada sin anzuelo a lo que pasa ahí abajo.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Múltiplos de cuatro



Múltiplos de cuatro : Decido hacer un revuelto. Abro la nevera y regreso a “Los quinientos pesos”, un cuento de Onetti que he acabado de leer sobre los prejuicios y la poca información que pedimos antes de opinar, mientras el cuerpo va a lo suyo. El cuerpo, que coge cuatro huevos (todas las medidas son múltiplos de cuatro), y el cuenco de plástico, y saca la sartén, y busca dónde está la sal, y levanta varios platos buscando el más apropiado, y coloca el bote de cristal con el aceite y deja a mano el rollo de papel de cocina. La conciencia, que regresa al último párrafo, aquél en el que el protagonista devuelve en forma de flores sobre la tumba, cada uno de los quinientos pesos que la fallecida a la que cuidaba le había dejado en herencia, mostrando así que él no lo hizo por el dinero. “Porque lo vieron de pie y de rodillas en el pescante, y luego de pie sobre la tierra gorda, negra y siempre húmeda, sobre el pasto irregular e impetuoso, braceando sin pausas, jadeando por la mueca resuelta y fatigada que le descubría los dientes, para trasladar al voleo las flores recién cortadas, del coche a la tumba, un montón y otro, sin perdonar ni un pétalo ni una hoja, hasta devolver los quinientos pesos, hasta levantar la montaña insolente y despareja que expresaba para él y para la muerta lo que nosotros no pudimos saber nunca con certeza”. El cuerpo, que ya dispuesto todo, me reclama. Regreso del cuento. Cuatro huevos, cuatro huevos no son suficientes.