sábado, 31 de diciembre de 2011

Adiós. Hola.


Si hubiera sabido el esfuerzo que supondría escribir un post todos los días no me habría animado a hacerlo, pero ahora tengo la sensación de que ha merecido la pena arrancarle un detalle a cada día para para ver cómo envejece. Es un buen experimento que me ha convertido en un científico que, día tras día, ha colocado en su estantería un frasco nuevo a la espera de ver en qué se convierte.

Ahí está.

Nada se va a obtener sin esfuerzo. Nada.

Pirandello se propuso escribir trescientos sesenta y cinco cuentos, uno por día, “Cuentos para un año”. Como cuenta Marcos Ordóñez, otro grande en sus críticas de teatro, Pirandello llegó hasta los 215 y no pudo ir más allá por culpa de una pulmonía.

Este año ha muerto Christa Wolf, la autora alemana que durante varios años escribió el relato del mismo día y con el creó un libro.

El tema, sin rodeos, es que vamos escribiendo nuestra propia historia y que tenemos que hacer el esfuerzo de saber cuál es, que no es evidente, que sólo se va a desvelar si trabajamos. Escribiendo, por ejemplo.

Nada se va a obtener sin esfuerzo. Nada.

Me propuse dejar este blog para dedicarme a escribir, pero me cuesta mucho romper con ese esfuerzo diario una vez empezado, así que, manteniendo el mismo nombre, este blog va a seguir adelante con nuevas reglas y un enfoque nuevo.

Las nuevas reglas :

1-El objetivo del blog será mostrar una foto diaria.

2-La fotografía será hecha con un iPhone y el programa Hipstamatic. Lente John S, y carrete Blank, sin procesado posterior.

3-Esa foto deberá hacerse cada día.

4-A la foto le acompañará un texto que no estará sujeto a ninguna regla : podrá ser corto o largo, propio o ajeno.

5-El objetivo de la fotografía será, preferiblemente, un objeto.

6-La calidad de la fotografía no será lo más importante, sino su capacidad de sugerir algo.

7-El título será, eso sí, importante.

8-Algunas de esas fotos se publicarán en flickr, en la cuenta en la que tengo ya varias expuestas, con el seudónimo leolo1992 (Enlace).

9-Ya es hora de que, si no lo habéis hecho, veáis Leolo.

10-Animo a todo aquel que pueda, a que realice este experimento para poder compartir fotografías y opiniones.

Así que dejo en este blog el iPhone y me llevo la máquina de escribir a elcostedelascosas.blogspot.com

Os invito a que me sigáis en los dos.

Nada se va a obtener sin esfuerzo. Nada. Y aquí van mis últimos diez del día :

Una mesa con mantel de hule, el iPad encima con una página del “Maigret en Nueva York”, un chupito de limoncello, Lucía a mi lado escribiendo en una agenda los nombres de sus compañeros de clase y su fecha de nacimiento, la familia charlando después de la comida en la mesa grande, el sonido del lavavajillas, la televisión con un canal infantil sin sonido, Daniel entrando por la puerta del garaje con su abrigo verde y María mirándole, con un cortado en las manos.

Adiós. 

Hola.

viernes, 30 de diciembre de 2011

La maleta


Pasamos a recoger a Paloma y Rosa para irnos al pueblo. Les hemos advertido que el coche es pequeño y que tenemos que llevar poco equipaje, pero al llegar a su casa vemos que tienen una maleta grande entre las dos. Les preguntamos si están locas, si les parece normal presentarse con esa maleta, si no les han advertido, si su madre no se ha llevado ya algo, si piensan que van a necesitar todo lo que llevan dentro, si van a pasar un par de días o una semana, si llevan a alguien dentro, si creían que veníamos con una furgoneta, si han tomado por una mudanza lo que sólo son unos días de vacaciones o si más que a una fiesta van a un desfile.

Las dos se parten de risa, sabiendo lo que va a pasar a continuación : vaciamos el maletero para que quepa su maleta y los demás viajamos con nuestras bolsas entre las piernas.

Como, en el fondo, debe ser.

jueves, 29 de diciembre de 2011

La definición del problema


Hago un hueco para leer un post de Juan Carlos Suñén casi a escondidas : no me pagan por leer posts, aunque sean de Suñén. En el de hoy me encuentro una frase : “El pintor puede pintar lo real por real, no porque existe”

La frase me gusta por la forma que tiene de dividir lo real y lo que existe. Nunca había pensado en enfrentar esos dos términos y me siento como pillado en una falta. Parece un simple juego de palabras, pero las implicaciones que tiene me estimulan tanto que estoy el resto del día pensando en esta frase. La frase tiene algo de pértiga, de llave, de tijera que corta una cinta, de grieta que avanza por el hielo, de cremallera que se baja, de sirena que abre un hueco entre la multitud, de sendero, de truco de magia, de ecuación, de rodeo.

Tan sencillo el truco como romper la conexión y fijarse en que esos dos términos no son gemelos, tal vez ni hermanos, y que ni siquiera tienen por qué ir siempre juntos de la mano. La receta que los une permite ahora varias posibilidades y preguntas interesantes que pueden tener su arranque en la pregunta : ¿puede que lo que ahora me rodea en la mesa en la que escribo (Una caja de cartón con doce copas de vino, un cenicero con cuatro tornillos, dos botellas azules de Solán de Cabras, el iPhone, un jarrón blanco, unos auriculares, un bote de pastillas, una caja marrón con un abrebotellas, un llavero con la publicidad de un Disco Bar y varias velas con forma de número) exista pero no sea real? Habría que matizar los conceptos, pero sugiere la posibilidad, ofrecida como juego, de que la existencia no sea suficiente para ganarse la calidad de realidad.

Quizás la existencia esté en las cosas, como su realidad, sólo que la primera es evidente, una mera relación con los sentidos que nos advierte de ella, mientras que la realidad requiera de una técnica, de un esfuerzo, para acercarnos a ella y descubrirla. Un esfuerzo que podría llamarse arte.  Como explicación, justificación, elogio y reivindicación del arte no estaría nada mal. Esta simple frase, leída rápidamente entre dos tareas del Excel, hace que se ordenen en mi cabeza algunos conceptos que no sabía bien cómo manejar. No sólo los ordena, sino que establece una nueva jerarquía que me sorprende. A nivel muy personal, sirve para justificarme y para eliminar parte del sentimiento de culpa, que esto no sea un juego, un mero huir de responsabilidades, sino la respuesta a una exigencia que no había sabido definir, la de sacar lo que de real tenga la existencia.

Se puede seguir jugando a que pueda darse realidad sin existencia y existencia sin realidad, que la realidad de la existencia sea única o múltiple o infinita.

Todo eso en esa frase que creo que es así. Vuelvo al post de Suñén (Enlace) para recordarla exactamente y veo que no está ahí, la ha borrado. Estaba junto a la frase “Y las imágenes, y eso es cine, prestan su duración al mundo por real, no por existente.”. Quizás es que no le convenciera o que no estuviera totalmente seguro de ella o que quiera seguir dándole vueltas.

Da igual, la vi y en cierto modo ya es mía : no existe pero es real.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Norcoreanos bajo la nieve

Son las siete de la mañana, algunas máquinas todavía están apagadas y el sudor de los que están corriendo sale frío. En las pantallas puedo ver las noticias de Antena 3 y de Tele 5. En un planeta con siete mil millones de personas debe ocurrir bastante poco porque la misma imagen aparece en la pantalla de la derecha y pasa a la de la izquierda, de la izquierda a la derecha.

Un funeral, una fotografía gigante encima de un coche, tres perros que atacan a un hombre en una gasolinera, un nuevo entrenador para el Atleti, el cáncer de la presidenta de Argentina, las felicitaciones de los jugadores del Madrid, unos percebes, una manifestación con las fotografías de dos niños, el Rey, el yerno del Rey y así. También hablan del euro.

El monitor se acerca a hablar conmigo. Basta con verle para sospechar que algunas máquinas se le han quedado pequeñas. Para él debemos parecer bebés levantando piezas en la guardería. Se queda mirando un poco la televisión.

-Estoy con “Los enamoramientos”, de Marías. No sé, no termina de engancharme.

Lo mío con Marías es personal, así que trato de no decirle lo que pienso. Miro la televisión, cualquiera de las dos, da igual. Una habla de las portadas de los periódicos,la otra también.

-El caso es que el otro día hablaron de un libro que estaba bien, de un ruso, uno de mil páginas y eso que a mí esos libros me cuestan.

-¿Qué ruso?

El coche del funeral otra vez. Miles de norcoreanos quietos bajo la nieve, como deseando ser cubiertos por ella.

-Vasili Grossman.
-¿No sería “Vida y destino”?
-Sí, creo que sí.

Le hablo muy bien del libro para alejarle definitivamente de Marías, con el que tengo algo personal, demasiados artículos de domingo tal vez, y porque el libro se lo merece. Es una gran libro, así que trato de animarle a que se lo compre y empiece con él.

Definitivamente, pasamos los dos de las noticias. Hoy es el día en el que deben tratar de hacer pasar una mentira por verdad, pero eso no tiene mérito entre tantas noticias intrascendentes. Lo interesante sería que dieran una de verdad, que en ese caldo aguado que nos ofrecen cada día destacara una que nos sirviera para entender algo. Pero eso no sucederá. Siguen lanzando piezas de puzles distintos como quien da de comer a las gallinas.

En el Manhattan de “Chronic City”, los ciudadanos pueden elegir una edición del periódico “Sin guerra”, en la que no se menciona nada de un conflicto que en el libro sólo se sugiere, tan solo un poco de arena en los zapatos para imaginarse la playa a unos metros. Por lo menos, a ellos les dejan elegir.

También le recomiendo "Chronic City", claro, de la que no puedo contarle mucho porque una anciana viene a preguntarle algo y él la acompaña como si la fuera a ayudar a cruzar la calle.

martes, 27 de diciembre de 2011

Lo estrictamente necesario


Me quedo solo en casa por la tarde y aprovecho para ver una serie de videos dedicados al dark cabaret que un amigo ha colgado en su página. Es lo más interesante que veo hoy. De todas las canciones, la que más me gusta es “Coin-operated boy”, de The Dresden Dolls.

Me gusta ese sombrero que el batería lleva puesto; me gustan los dientes blancos, perfectos, de Amanda Palmer, la cantante; me gusta cómo actúa el batería en directo; me gusta esa sensación de que suenan varios instrumentos cuando sólo hay un teclado y una batería; me gusta que la canción sea ella y que ella sea la canción; me gusta (me encanta) ese cambio que se produce a la mitad (this bridge was written to make you feel…); me gusta el tono cabaret, claro; me gusta ese momento en el que la canción parece una aguja en un disco rayado; me gusta la voz de la cantante y, sobre todo, esa sonrisa tipo joker que conserva durante toda la canción.

En “Chronic city”, de Jonatham Lethem, Claire Carter, una mujer que representa el poder de la ciudad, le dice al desorientado protagonista : “Permítame una sugerencia, siga el dinero”. También le dice : “Richard es como usted. Olvida gran parte de lo que sabe, se olvida de todo menos de lo estrictamente necesario para seguir adelante y hacer su trabajo”

Al ver éste y el resto de los videos tengo al sensación de recordar un poco de todo eso que sé pero que he olvidado para quedarme con lo estrictamente necesario y seguir adelante y hacer mi trabajo.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Botella de Damana 5

Si les preguntas cuál es su color favorito no dudan. Tampoco dudan si quieres saber qué número prefieren, la jaula del zoo frente a la que se quedarían todo el día, el plato del que no se cansarían, con qué amigos se quedarían a vivir en un cuarto lleno de figuras de animales, la ropa que llevarían puesta todos los días, el juguete que no debe faltar en el bolsillo, el día en el que se quedarían a vivir, la película que empezarían a ver de nuevo una vez que se terminara o la atracción del parque de la que no habría manera de bajarles. Tienen el deseo firme.

Yo trato de fingir que soy como ellos y les digo, por ejemplo, que mi color favorito es el verde o que el delfín es el que más me gusta de entre todos los animales, pero si vuelven a hacerme las preguntas pasados unos minutos me quedo en blanco e improviso otras respuestas con la misma rotundidad de antes.

Haga la pregunta que me haga la vigencia de mi respuesta apenas aguanta unos minutos.

Por eso me gusta que el camarero del restaurante onze nos diga que no les queda Legaris y venga con dos botellas que no conozco. Yo miro las botellas. María mira al camarero. Yo miro a una botella y después a la otra. María sigue mirando al camarero y después al camarero.

-¿Cuál tiene más cuerpo? – pregunto.

El camarero, que sostiene cada botella por la base, pegando el resto al brazo, parece que las sopesara. Mira a una y después a otra. Recuerdo cuando yo cogía así a Daniel y a Lucia, nada más nacer, como animales dormidos en una rama.

-Ésta – dice.

Elijo ésa. María sigue mirando al camarero. Me doy cuenta de que ya había tomado la decisión antes de hacerle ninguna pregunta y de que me alegro de que su recomendación coincida con mi deseo.

La razón es ese número cinco que ocupa casi toda la etiqueta. La botella es una Damana 5, cinco meses 2010. El camarero regresa con la botella y pregunta quién la va a probar. Respondo que yo porque María sigue mirándole, como si el resto importara un poco menos.

El 5 de Zidane, claro. Que no recordemos nuestras preferencias no quiere decir que nuestro cuerpo no las sepa. Los ojos de María, por ejemplo, sí que saben lo que quieren.

El primer sorbo me gusta mucho, por lo que el vino, en vez de desaparecer, se queda fijado a esta pequeña mesa cuadrada, al nombre del restaurante, a esta mañana de lunes de vacaciones, al espejo en el que me miro en el baño, al cuadro de la pared por el que piden cuatrocientos euros, al pequeño tarro de sobrasada que han traído como aperitivo, al espectáculo del dragón que hemos visto, a los bollos que se comen los enanos a las once y media, a la decoración navideña, a ese columpio de la plaza del Dos de Mayo en el que les he empujado a la vez, tentado de hacerlo con más fuerza cada vez que me lo pedían a gritos, felices, dándole sentido a todo :

-¡Más, más!

domingo, 25 de diciembre de 2011

"Pánico en la granja", de S. Aubier y V. Patar


(Abro paréntesis para decir que hace mucho tiempo, en esa galaxia lejana en la que no teníamos hijos, María y yo solíamos ir a cines como los Renoir de Cuatro Caminos, los Verdi, los Ideal o los Aphaville a ver cualquier cosa. Digo lo de cualquier cosa porque veíamos tantas películas que al final entrábamos en las que nos quedaban, sin importarnos el tema o el idioma o la hora. Así de despreocupados éramos.

Sigo con el paréntesis abierto para añadir que me gustaba coger las hojas de las películas para leerlas antes de que apagaran las luces. Ese pequeño placer, como el de decir lo de dos para las tres (como tituló el gran, gran Oti Marchante (nuevo paréntesis, cómo estamos hoy, para recomendaros que visitéis su blog : uno de los ingredientes de mi estilo se lo copié a él, y cierro paréntesis, éste) uno de sus libros), guardarse la entrada en la cartera, tomarse un café en Martín de los Heros, ver a la gente haciendo cola, mirar el reloj sin prisas, oler a palomitas o no oler a palomitas, dependiendo del día, analizar la cara de la gente saliendo de la sala en la que vas a entrar y tratar de juzgar si la película es buena, si has acertado al elegirla, repasar en los pasillos hacia la sala carteles de películas que viste hace mucho tiempo y que en ese momento te dices que debes volver a ver (Leolo, por ejemplo, ¿por qué no volver a ver Leolo después de este post?, esa maravilla de Jean Claude Lauzon), entrar por el pasillo de la sala y sentarse sabiendo que en dos horas nada ni nadie te va a interrumpir.

Cierro paréntesis y época. Así)

Hoy volvemos a los Verdi a ver “Pánico en la granja”. Los chicos de los Verdi se han debido acordar de todos los que antes íbamos al cine y ahora damos vueltas como leones cansados por el Canal Clan o Disney para abrirnos la puerta de la jaula con el programa “Verdi Kids”. Una oferta específica para los enanos que nos permite a los padres regresar a los Verdi con nuestros hijos : el menú infantil en plan cine.

Plato 1 : “Kérity, la casa de los cuentos”
Plato 2 : “Un gato en París”
Plato 3 : “Pánico en la granja”

A la entrada les entregan a Lucía y Daniel una pequeña carpeta con estas tres fichas para que lean el resumen, peguen su entrada, escriban con quién han ido al cine  y contesten a algunas preguntas sobre la película :

-¿Cómo se produce el error cuanto están encargando los ladrillos?
-¿Cómo es el piano de la clase de la señorita Longrée?
-¿Qué usa el caballo cuando se va a dormir?
-Al final, cuando los habitantes de la granja y los del lago hacen las paces, ¿cómo ha cambiado el trabajo del cartero?

Para explicaros qué es “Pánico en la granja”, es necesario que penséis en Pixar. ¿Ya?. Pues ahora os marcháis todo lo lejos que podáis. Corred, corred más. Más lejos. Mucho más lejos. Así. Dejad los ordenadores y regresad al pasado, a esos muñecos de plástico con plataformas donde debería haber pies. Perfecto. Y una vez ahí, imaginad que hacéis una película con la técnica del slow motion sin importaros mucho el tema de la perfección, que de lo que se trata es de disfrutar con una historia que parece improvisarse cada pocos minutos y buscar que el espectador se lo pase tan bien como el equipo que la ha hecho.

A la salida, Daniel me dice que eso lo hace él. Y es verdad. Para empezar, bastaría con un iPhone y el programa Stopmotion Recorder.

Y a correr sin dejar de reírse.

(Otro paréntesis más. El último. Mejor aún que la película es lo de poder volver a los Verdi. Sienta bien lo de regresar a casa)

sábado, 24 de diciembre de 2011

Mucho que celebrar


Entre las muchas cosas que hay hoy para celebrar, no debería pasarse una muy importante para mí : es el día en el que arranca “La felicidad de los ogros”, el momento en el que se abre la puerta para que se asome la familia Maulassène de la mano  de Daniel Pennac, que se estrena con una de esas frases que llevan dentro un anzuelo

“La voz femenina cae del altavoz, ligera y prometedora como el velo de una novia”

Y ya está. Crees que vas a quedarte un momento en esa historia y te ves saltando de un libro a otro de la saga, con mayor o menos fortuna, hay que decirlo, para saber más cosas del Señor Maulassène y su familia.

“Una voz de bruma, como si las fotografías de Hamilton se pusieran a hablar. Sin embargo, percibo una ligera sonrisa tras al niebla de miss Hamilton. La sonrisa no es precisamente tierna. Estamos a veinticuatro de diciembre, son las cuatro y cuarto, y el Almacén está de bote en bote. Una prieta muchedumbre de clientes abrumados por los regalos obstruye los pasillos. Un glaciar que va fluyendo imperceptiblemente, con sombrío nerviosismo. Sonrisas crispadas, sudor reluciente, sordas injurias, miradas coléricas, aullidos aterrorizados de niños aspirados por papás Noel hidrófilos”

Si no habéis leído ningún libro de la saga, tengo que admitir que me dais mucha envidia. Como yo lo he pasado tan bien con estos libros, mi consejo es que, si no sabéis qué regalarle a los demás, les compréis cualquier cosa, yo qué sé, algo de Marías, pero que estos libros de Pennac os los dediquéis a vosotros mismos, que para eso estáis leyendo este post mientras los demás tiran su vida con vete a saber qué historias.

Han salido en edición de bolsillo, por lo que el capricho no es caro.

Para aquellos a los que les guste la química, les diré que tengo la sospecha de que si mezclas unas dosis de este Pennac con otras del Maigret de Simenon, te sale Fred Vargas.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Lo mejor del año


Hoy Babelia presenta una lista de los mejores libros de este año. Yo también tengo la mía, que no está a la altura porque en ella aparecen autores descubiertos hace tiempo (algún Nobel hay) con libros que no han sido publicados este año : se puede decir que corro en dirección contraria.

La dejo a continuación para que pueda orientar al que se pase por aquí con algo de curiosidad y la suficiente buena fe como para suponer que detrás de ella hay alguien con cierto criterio literario.

Como se verá, las justificaciones que se añaden junto a cada autor son tan personales, subjetivas y poco indicativas que no es de extrañar que los de Babelia crucen los mares en su protaaviones mientras yo me dedico a girar sobre mí mismo en una barca en el Retiro.
            
1-Jonathan Lethem : “Chronic city”

Este es un libro que fue un castigo, un lastre, una pérdida de tiempo hasta la página trescientos. Sí, digamos que la trescientos. Pero de repente (un de repente que tiene que ver más con un proceso en mi cabeza que con un punto exacto de libro) todo empieza a funcionar y uno se da cuenta del riesgo, de la apuesta que supone un libro en el que parece que todo sobra y luego resulta que no falta de nada.

“Si antes sus argumentos habían sido vehículos sin frenos que conducían durante un par de kilómetros ante de girar hcia la cuneta – con un oyente a bordo, si es que se atrevía a subir – ahora parecían compactados por una de esas máquinas que aplastan coches en el desuace, todavía reconocible su cometido inicial, pero inservibles”

La recomendación llegó de "La medicina de Tongoy", cuyo autor merecería un puesto en esta lista : además de saber leer, sabe escribir.

Resulta interesante mezclar la figura de Perkus con el Frank de Shameless.

2-John Benville : “El mar”

Encuentro este libro por azar en una papelería, entre lecturas veraniegas y títulos en alemán. Y crema para la piel y pelotas envueltas en redes. Lo compro porque me parece una buena idea llevármelo y leerlo junto al mar. El mar en el mar. En fin, lo reconozco.

Al terminar me avergüenzo de no saber hasta este verano quién es John Benville. A su lado, muchos escritores se deshacen. La escritura es una profesión y leer puede hacerte crecer.

3-Eloy Tizón : “Velocidad de los jardines”

Si a Eloy Tizón no se le menciona en los suplementos, ¿qué razones tengo para llorar mi presente y mi futuro? Hay que sorberse los mocos y enderezar la espalda, no me seas llorón. Doy con él gracias al blog de Malherido y entro en sus “Velocidad de los jardines” y, aunque lo termino, se puede decir que no he salido de él.

¿En qué satélites andaba yo perdido existiendo un planeta como éste? Hay que joderse.

4 - Benjamin Black : “El secreto de Christine”

Benjamin Black es el seudónimo de John Benville cuando se dedica a escribir novela negra. Todo lo que he dicho en el punto dos es aplicable aquí. No es que no quiera extenderme más, es que no puedo, es que dentro de poco ya toca acostar a los enanos y contarles el cuento y ya no doy más de sí ni de mí mismo.

Decidir si es mejor Benjamin Black o Jonh Benville es como plantearse si Zinedine es superior a Zidane.

5 - Cristina Sánchez Andrade : “Ya no pisa la tierra tu rey”

Leer a Cristina es como hacer turismo por unos escenarios y un lenguaje que uno desconocía. Le da una vuelta a la realidad para hacerla más evidente y frágil, como si se quitara lo accesorio, para dejarlo todo lleno de sentido. Pero no hay que asustarse, que no es ese sentido que sirve para escribir esas tesis que nadie va a leer, sino el que se te queda pegado, como una buena y densa salsa. Una salsa, eso si, en la que no conviene mojar.

6 - Kim Thuy : “Ru”

La mujer de éxito te va a contar su vida. Su vida, se descubre, merece ser contada, pero lo que le da valor a este libro es que ella sabe en qué centrarse. Su infancia estuvo rodeada de mierda, pero ella sabe elegir aquella que es significativa, en la que late lo relevante, lo que no es fácil porque cualquiera habría pensado que con dejar que la realidad se expresara ella misma era suficiente. Y no lo es.

Puede servir de autoayuda. Dos por uno.

7 – Nicholson Baker – “El antólogo”

Descubrir un nuevo libro de Baker es como encontrarse con un lanzamiento de Peter Gabriel. Ahí siguen las refrencias. Gabriel con “New Blood” y Baker con este libro, en el que sigue demostrando por qué él mismo es un estilo. No es la mejor forma de descubrirle. Mejor empezar por “Temperatura ambiente” o “Una caja de cerillas”, para seguir después con “La entreplanta”, “Vox” o “Fermata”.

Aquí cuenta la historia de un hombre que tiene que reconocer su fracaso como poeta hasta que realiza un viaje y en ese viaje un alumno le hace una pregunta y frente a esa pregunta se ve obligado a recordar por qué escribía poesía. Sólo por esa explicación merece la pena comprar este libro.

8 - John Berger – “El toldo rojo de Bolonia”

Bah. Cualquier libro de Berger. “Un hombre afortunado”, “Un pintor de hoy”, “De Apara X”, “Aquí nos vemos”, “El sentido de la vista”, “Mirar”, “El último retrato de Goya” o “Una vez en Europa”, ese libro que me recomendaron en la Escuela de Letras y que me sirvió para descubrir a otro de los grandes.

“El toldo rojo de Bolonia” lo compré en una pequeña librería de Malasaña. Es un libro fino por el que no habría pagado lo que pedían de no haber sido de Berger. Luego, como siempre, Berger justifica lo que te gastes en él.

9 - Coetzee : “Verano”

No es que nuestra vida no merezca la pena : es que no sabemos contárnosla mejor. La de Coetzee no es que sea para envidiarle, pero sí su forma de narrarla. Aunque le hayan dado el Nobel, se le puede leer sin miedo porque no camina por encima de las nubes. Su lenguaje no es el resultado estéril de poner a procrear palabras y más palabras en un cuarto a oscuras al margen de la luz, como les suele pasar a esos que van de divos en las portadas de los suplementos de los libros del año.

Todo un Nobel y me lo pasé como un enano.

10 - Edouard Leve : “Autorretrato”

Intenta contar tu vida, lo que eres, en ciento diecinueve páginas con frases cortas, en un único párrafo. Este libro es un nuevo sendero que merece la pena seguir como lector y, el que se atreva, como escritor.

“En poesía no me gusta la ejercitación de la lengua, me gustan los hechos y las ideas. Me interesan más la neutralidad y el anonimato de la lengua común que los intentos de los poetas por crear su propia lengua, el informe de los hechos me parece la poesía no poética más bella que hay. Suelo utilizar la palabra mucho, pero la elimino al releer. Sueño con una escritura blanca, pero no existe”

jueves, 22 de diciembre de 2011

El otro lado del cristal

"El banco central otorga a la banca 489.000 millones de financiación al 1% a tres años"

El dinero que sale del BCE debe ser estar crudo. Debe ser dinero de mayoristas al que solo puedes acceder si tu banco está podrido y en tus cajas fuertes únicamente hay polvo de ladrillo y un colchón en el que duerme, como un favor del director de la sucursal, algún promotor o contructor o presidente de equipo de fúbol que tiene que esconderse de los acreedores.
           
Los economistas de calculadora de oro sugieren que se abran las compuertas para que por las paredes de la presa empiece a fluir ese líquido en forma de billetes, monedas o falsas promesas que necesita el sistema para que la máquina empiece a girar, rueda tras rueda, deshaciendo con cada vuelta nuestro miedo, como trigo convirtiéndose en harina, harina que se lleva el viento.
           
Papá Noel, disfrazado de persona corriente, alejada de esas grandes decisiones macroeconómicas, hace la compra en uan tienda de juguetes a diez euros, ahorrando lo que puede para que el papel de envolver esté a al altura. El local, más tarde, podrá convertirse en una carnicería o una óptica o un taller en el que se mantenga el cartel de todo a diez. Es posible que también eche el cierre con unas cuantas cajas en las que queden los juguetes defectuosos, como fruta picada que nadie quiere.

La máquina del dinero se pone en marcha, como una caravana de camellos con la alforja bien dispuesta, pesada, con billetes calientes y llenos de valor, pero no hay que engañarse. No tienen como destino esa juguetería o ese taller o esa tienda. Van a pasar de largo por delante de todos nosotros. Para ellos no hay portal de Belén, ni hipoteca, ni deuda, ni préstamo. Puedes ver el inerminable desfile desde la grada, aplaudiendo cada vuelta del Ferrari al que jamás vas a poder acercarte. Todos salen de la puerta de un gran banco y entran por la de atrás de bancos en los que no se abren las ventanas desde hace mucho tiempo para que no se extienda por al calle ese olor a calderilla podrida que se pega a todo : a la cartera del director, al móvil de la cajera, a los carteles que anuncian un gran plan de pensiones, a la pistola de guarda de seguridad o a la bayeta de la chica de la limpieza que quita con desgana el polvo de los monitores.

Todo lo que deciden esos economistas de muelas de mármol y cifras perfectas, brillantes y afiladas como cuchillos recién estrenados, es para que ese olor a podrido no llegue a la calle y todos formemos colas en los bancos para calmar nuestro miedo con nuestros ahorros encima de la mesa. Esta operación de 489.000 millones, de contundente titular de National Geographic, es un movimiento de ajuste del que ni tú ni yo vamos a ver nada. Son noticias de un país lejano en el que las leyes funcionan de otra manera y al que no te van a dejar pasar colocando un técnico de jerga exacta y compleja a la puerta para que, al hacerte un par de preguntas, tu propia ignorancia te haga volver a casa sin ninguna queja, convirtiendo lo que quería ser un estudio completo de la situación en un triste paseo alrededor a la manzana que se termina cuando el perro que llevas se hace pis en tus zapatos.

Te dan el titular para que veas los pasteles desde el otro lado del cristal, la nariz pegada, pero jamás nadie te va a entregar un diccionario para que lo entiendas. Tú solo tienes que levantarse y seguir creyendo que esto se va a arreglar y que lo que han montado en el piso de arriba, desde el que llegan las risas de mujeres entregadas y hombres que ya se han quitado la corbata, se quedará arriba y que tú tienes que obedecer y llegado el momento ponerte el pijama y marcharte a la cama para que el cansancio no te impida volver a levantarte para preparar el desayuno en una cocina en la que es posible que te encuentre con uno de esos hombres o esas mujeres abriendo la nevera para picar algo, que la fiesta se alargó.

Supón, por un momento, que ese dinero se acercara a ti, que fuera como una inmensa y tranquila marea cuyas olas ya rozaran tus pies y que bastara con acercarte a una sucursal del propio BCE y pedir una parte de ese crédito al uno por ciento, sin intermediarios, sin grasa, sin discursos, sin avales. Una simple petición atendida por un hombre que anota tu pedido y lo pasa a la cocina para que, pasados unos minutos, alguien te engregue esa seguridad que ofrece unos cuantos billetes por estrenar. ¿Por qué no lo hacen así?

Puedes preguntártelo todas las veces que quieras, pero esa película no tiene subtítulos. Dale vueltas al tema, que será lo único que puedas hacer. Tal vez es que ese dinero, como decía, esté crudo o sea como la carne del pez globo que hay que saber cocinar antes de que tú la pruebes. Quizás es que ese dinero tan puro pueda ser perjudicial si lo tocas y antes haya que rebajarlo en la sucursal de tu banco, donde se quedará poco tiempo porque, realmente, el dinero se pone nervioso y tiene sus propios instintos y olfatea rastros interesantes que nunca le van a llevar a tu casa, o a la cartera de ese falso Papá Noel, o a la del empresario que no cobra sus ventas o a la del tipo que lleva varios meses sin ingresar sus nóminas, comprobando que el vacío pesa y que cada vez pesa más.
           
Ríndete y ve a lo concreto. Mira. El pelo de Lucía, al aclararlo, cae sobre su espalda de forma perfecta y elegante, pegándose a la piel. Tiene la cabeza un poco hacia atrás, los ojos cerrados, para que no le entre espuma. Vuelvo a echarle agua por la cabeza aunque ya no la necesita, para quedarme un rato más viendo su pelo. Si le dijera que tiene un pelo bonito se quejaría. Ahora está en la fase en la que se enfada con cada halago que le digo, así que lo pienso y no digo nada. Como la cena ya está lista, tampoco hay prisa. Es la primera en salir porque a Daniel le gusta quedarse un rato más inventando juegos con los animales que rodean la bañera.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Un fino charco de agua


Es el festival de Navidad y todos los padres tenemos una cámara de video o de fotos en la mano. Es posible que no la hayamos utilizado en muchos meses, pero nos la hemos traído después de comprobar que tenemos batería y que en la memoria hay suficiente espacio.

Sabemos dónde hay que enfocar, pero no estamos muy seguros de qué es lo que hay que grabar.

Yo, por lo menos, no lo estoy.

Sale la clase de Lucía, todos disfrazados de bailarines cubanos para representar su número en el homenaje a las navidades en el mundo. Esta es la última vez que van a actuar porque, ya ves, ya son los mayores. Esos mayores que hace unos años te parecían tan lejanos. Así que ahí está la clase, preparándose encima del escenario y, entre ellos, Lucía, tan seria, tan guapa.

Este año me he traído el trípode para que la imagen no tiemble. Tengo un buen sitio, así que la voy a poder grabar bien, sin cabezas que se crucen o gente hablando.

Es, pienso, como poner una trampa a un ratón para descubrir, dentro de unos años, si lo has atrapado o no. Todos los padres estamos ahí frotando la cámara para que se haga el milagro inverso de la lámpara y entre el genio que debe andar por algún lugar. Más no sabemos hacer : nos limitamos a grabar.

Pero todo esto es como un fino charco de agua que se evaporará con los primeros rayos de sol. Como guardar un trozo de tarta para dentro de unos años y descubrir que ya está duro.

Creo que lo sabemos, pero nadie nos explica nada, ni siquiera la encargada que abre el espectáculo y nos lo presenta. Ella, que debe haber visto a cientos de padres con las cámaras, esperando que algo crezca dentro de ellas, debería darnos un consejo, un atajo para fijar todo esto. Que quizás lo mejor sea reconocer que todo esto llega, sucede y desaparece y que todo este esfuerzo por retener algo no tiene sentido.

Lucía baila como si ya hubiera representado esta función muchas veces, como si la noche de estreno quedara muy lejos y ya estuviera cansada o pensara en otra cosa.

Todo queda bien grabado.

martes, 20 de diciembre de 2011

La realidad.zip


De todas las medidas que anuncia Rajoy, la que más me llama la atención es la que pretende suprimir los puentes, colocando las fiestas junto a un fin de semana. La veo con una gran carga simbólica, como un esfuerzo por unir dos orillas : lo que somos y lo que creíamos ser, sí, pero también el presente con el futuro, Papá Noel y los Reyes Magos, el ingreso con el gasto, Nochevieja y Nochebuena, el deseo con la realidad, el ying y el yang, la realidad con el deseo, lo alto con lo claro y el dicho con el hecho.

La realidad comprimida en un archivo zip.

El problema es que el puente también es útil para conectar lo consciente con lo inconsciente y que sin él, obligados, me temo, a vivir por un periodo por determinar en el mundo de lo consciente, vamos a tener que dejar de lado todo lo que no se puede controlar, la esquina mal iluminada, la gota de sudor por el cuello o el adjetivo que calienta una frase para encajar nuestros deseos en el formalismo del BOE. Una pena : van a ser unos años en los que los niños van a aprender poemas dedicados a las diferentes partes del balance porque les va a ser más necesario que preguntarse dónde está la dichosa mariposa del Lorca. Quizás es que hemos pasado demasiado tiempo mirando las mariposas sin preguntarnos nada más, firmando lo que nos ofrecían porque pensábamos que el dinero anidaba en las grúas de las construcciones.

En fin, que ahora toca ir preparando la mudanza personal para saber qué es lo que uno se lleva al otro lado del puente antes de que lo derriben.

Como Rajoy aprieta pero Mariano no ahoga, junto al asunto de los puentes se ha dado una buena noticia para, entre otros, las pequeñas empresas teatrales : el IVA tendrán que pagarlo cuando cobren la factura, no cuando la emitan. A más de un actor le hará más feliz leer esto que un texto de Beckett. Así están las cosas. 

lunes, 19 de diciembre de 2011

Cambio de jinete


Afirma hoy Lucía Etxebarría que va a dejar de escribir narrativa por culpa de la piratería : “No quiero llegar a casa derrengada y ponerme a escribir a partir de las ocho. Lo hice con veinticinco años. Entonces me sobraba energía y no tenía una hija. Ahora no me siento capaz de repetir el esquema”

Yo llego a casa derrengado, tengo dos hijos, y me pongo y me podré a escribir a partir de las diez, aunque ya no vaya a aparecer en este blog. ¿Por qué?

La respuesta la encuentro en el blog de Félix de Azúa, en su post “De qué va esto” del 05/12/11 : “Podemos darle la vuelta a la idea y decir que todo lo que hemos pintado es lo realmente importante en nuestras vidas. Y lo que no hemos pintado, la verdad es que no pinta nada.”

El caso es que Lucía Etxebarría se ha dado cuenta de algo que es evidente : el escritor profesional lo va a tener cada vez más complicado, jodido, difícil, cuesta arriba, imposible, de pena, peliagudo, torcido, duro o en contra. Aparece en su lugar un escritor al que parece que le mueve el mero placer de escribir, que es capaz de adaptarse a las nuevas reglas : no vas a obtener nada por tu esfuerzo. Y, a pesar de eso, ahí hay cientos de blogs interesantes que siguen esforzándose y manteniendo un gran nivel.

No hay que preocuparse. No se muere el caballo : es sólo un cambio de jinete.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Jornada Castizo-japonesa


Empiezo el día comiendo churros y termino el día comiendo churros. En medio, para equilibrar un poco, como carne de kobe en casa de unos familiares. Se puede decir que hoy ha sido una jornada castizo-japonesa, algo en plan íntimo, en el que lo cultural se pega tanto a lo gastronómico que casi no deja sitio para nada más : no leo a Mishima pero sí a Umbral.

Por la mañana desayuno con mi madre en una churrería. Hablamos de las cosas normales entre una madre y su hijo : de los tipos de interés de los bancos. Con la edad, por lo visto, nos hacemos banqueros y nos volvemos más sensibles a todo lo relacionado con el dinero. Se queja de lo que le da su banco y le explico cómo están las cosas. El BCE le da dinero a los bancos a un, pongamos, 1,5% para que estos financien a sus propios países comprando deuda y obteniendo, en un simple pase, una rentabilidad del, digamos, 5,5%. Sin mancharse. De esta forma, el BCE compra indirectamente la deuda. Así que, en resumen, todos están comprando deuda porque si los bancos están metiendo tanto dinero, ya se asegurarán de que haya alguien detrás que responda.

Por ambientar un poco la escena : a nuestro lado una pareja china pide unas porras, un hombre mayor entra en la churrería y le pregunta algo a la camarera.

-No, está de baja.

Y el hombre se marcha. En la tienda que hace tiempo fue de ropa y después de ordenadores ahora venden juguetes a diez euros. Le pregunto a mi madre si ha entrado.

-Son de otras temporadas, pero está bien. La juguetería que hay algo más arriba también vende juguetes a diez euros.

 Mi madre me invita a desayunar. Todos mis conocimientos sobre la situación económica actual, de los que no me fío ni yo, me sirven para pagarme un café con leche y tres churros.

Por la noche, en la plaza de Valdeavero, hacemos cola para comprar churros y chocolate. Son las ocho de la noche y hace un frío de tres de la madrugada. El hombre que fríe los churros no puede ir más deprisa, así que se dedica a hablar con los clientes. Hay que tener paciencia porque este frío también afecta al aceite. Tenemos paciencia.

Cuando por fin nos toca, una mujer nos sirve el chocolate que pedimos. Se acerca a un recipiente de metal al que le quita la tapa. Se ve salir el aire caliente. Mete un cazo pequeño y sirve un vaso de plástico con un chocolate denso. Por la forma que tiene de coger el vaso ya intuyes que está muy caliente. Lo sostiene con el pulgar y el índice de su mano derecha y así se lo acerca a Daniel, que es el que se lo ha pedido.

Le decimos que tenga cuidado, que quema, que puede mancharse…todas esas advertencias que estamos obligados a decirle, como si, llegado el caso de que se quemara o se manchara, nos librara de responsabilidades. Daniel se acerca el vaso a los labios y lo prueba con cuidado.

-Sí, quema.

Veo la mancha que el chocolate ha dejado encima de sus labios. Me gusta esa mancha y es de esa mancha de la que en realidad quería hablar.

Busco en “Diario político y sentimental” de Umbral qué hizo un dieciocho de Diciembre, pero de ese día no escribió nada, así que salto a otro al azar. El veinticinco de diciembre escribió : “No hay que avergonzarse de la propia subjetividad, aunque sea limitada. Todo menos andar por la vida con los gustos cambiados”. 

sábado, 17 de diciembre de 2011

"El gato con botas", de Chris Miller

La película y yo no empezamos bien, lo reconozco. A mí me pilla con sueño y a ella sin ideas y así es imposible que dure una relación, por corta que sea. Daniel está a mi lado, con sus gafas 3D, entregado a lo que aparece en la pantalla. Yo lo intento, pero ver a un huevo parlante en el papel de protagonista hace que me aleje definitivamente de todo lo que me quieran contar. Tengo la impresión, muy mía pero muy intensa, de que al guionista de esta película le han dejado las sobras para crear su historia y se ha tenido que conformar con ese huevo, y esas judías, y esos malos y…

…y, como decía, iba con sueño a la película y me duermo. Esto puede parecer una desventaja, pero es que llevo mucho tiempo acudiendo con sueño a muchos actos : a bañarme, a trabajar, a la comprar, a cocinar, a colgar la ropa, a llamar a mi madre, a leer, a sentarme a ver una serie, a comer y, claro, a escribir estos posts. Lo del sueño es algo a lo que uno no se acostumbra del todo aunque trate de convivir con él. No importa las horas de descanso que le des, él siempre quiere más, poniendo como excusa que si la edad, que si la actividad, que si la salud, que si el buen humor. Todo esto para decir que también a las buenas películas y a los buenos libros acudo con sueño, que las condiciones para todas son las mismas.

Trato de mantenerlo a raya siempre que puedo, pero a veces, como en este cine, con esta película, me mira a los ojos y me hipnotiza con dos espirales que dan vueltas. ¿Por qué oponerse si en la pantalla un huevo con pantalones está hablando de su infancia?. Caen los párpados.

Cuando los abro, veo al huevo y a una gran oca que persigue a un gato con una espada.

Vuelvo a cerrarlos.

Ahora está a punto de acabar y hago un esfuerzo por llegar al final, aunque sea el último en pasar por la línea de meta del maratón. No importa.

Le pido a Daniel que me haga un resumen de la película y el resultado es algo caótico pero divertido. Siendo justos y con la sospecha de que esto no tenga el mínimo necesario para ser considerada una critica, diré que la parte que vi era mala, de ese tipo de maldad que te incita a pensar en cosas que podrías haber hecho y que la otra, por los comentarios de Daniel, tampoco mejoraba mucho, pero vaya usted a saber.

Sí diré como punto positivo de esta película, que a Daniel le dieron unas gafas 3D tamaño infantil y a mí de adulto. Me pareció un detalle gracioso. Caro, porque nos las cobraron, pero gracioso. Y no, con estas gafas no se sueña en 3D.

Con esta critica no haré muchos amigos entre los gatos, pero se la he dado a leer a mi pez y le ha parecido muy bien.

-Los peces sí que contamos buenas historias. Ahí está "Nemo", sin ir más lejos.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Paloma de metal : 1,5 euros.

Este post aparecerá a la vez en dos blogs, como prueba de esa mudanza, todavía más mental que física, que estoy haciendo de “Los diez del día” a “El coste de las cosas”. Siguen los diez puntos de referencia y la anécdota del día, como exigen las reglas de “Los diez del día”, pero el título ya vuelve a la estructura de “El coste de las cosas”, centrado en un objeto y su precio. No sé si me mudo de la residencia de invierno a la de verano o al revés. Si dejo el centro para vivir en la periferia o al contrario. La verdad es que, aunque parezca raro, no es un cambio fácil. Uno también puede cogerle cariño a las cosas, aunque sean tan virtuales como ésta.

1-El teléfono : En el metro, camino de Sol, le pregunto a Daniel el móvil de María. Le digo que si se perdiera, lo que tiene que hacer es buscar a algún adulto y decírselo, que llorar no sirve de nada. Lo normal cuando uno se pierde y tiene siete años es llorar, pero la mejor manera de arreglarlo todo es acordarse bien del número. De las cuatro veces que se lo pregunto, sólo se equivoca una. Tenemos un 75% de posibilidades de que, en el peor de los casos, todo vaya bien.

2-Lluvia : En el centro de Madrid llueve. No sabemos si ponernos las capuchas o no porque tenemos que elegir : con ellas, no nos mojamos; sin ellas, podemos ver las luces ya encendidas. “Esta lluvia no moja”, le digo a Daniel y él se echa la capucha hacia atrás y acepta la mentira sin decirme nada. Las mentiras compartidas unen bastante.

3-El centro : Salimos a la Puerta del Sol, con lo que se puede decir que, geográficamente, estamos en el centro de Madrid. También me encuentro, en cierta forma, en el centro de mí mismo, por todos los recuerdos que tengo de esta zona, por lo que me gusta pasear por aquí.

4-Los puestos : Los puestos de la Plaza Mayor están dispuestos este año de una forma distinta, quitándole menos espacio a la Plaza y permitiendo que la gente pasee sin aglomeraciones. Parece una plaza del norte de Europa.

5-Deja vu : Tener tanto sitio para caminar es más cómodo, pero, al haber poca gente, parece que la Navidad hubiera pasado ya y sólo quedaran los restos : turistas, desorientados, gente que no tiene nada mejor que hacer.

6-Móviles : Buscamos puestos con figuras para el Belén. Daniel no quiere, después de ver el de mi madre, que sigamos con uno en el que hay figuras de Playmobil. Tiene bastante claro qué es lo que necesitamos. Nos paramos en todos. En muchos de ellos, los vendedores, chavales que parecen estar ahí obligados por sus padres, consultan los móviles. Es lo único que les importa.

7-Etiquetas : Los precios de las cosas son de cuando España iba muy bien y los billetes olían a ladrillo. Parece que estuviéramos en lo alto de una montaña prácticamente cubierta por la crisis, tratando de conservar el pasado usando como escudos esas etiquetas con precios que pocos pueden pagar. En unas pequeñas cajas hay animales diminutos. Cada uno lleva pegada una etiqueta más grande que él. Una pequeña paloma de metal que Daniel quiere cuesta un euro con cincuenta céntimos.

8-La chica que se interesa : Ve a Daniel dudando entre una caja con el misterio y tres pastores y otra más barata sin pastores. Se ofrece a acercarle las dos para que las compare. Parece agradecida de que un niño se interese por lo que expone. Daniel se lo piensa, sabiendo que tiene que dejar dinero para un puente, una pequeña casa, dos palomas, un pollo y un pájaro sin identificar. Le compramos un misterio a la chica que se interesa.

9-El viejo torero : Después de estar una hora y media entre puesto y puesto. Vemos a un hombre disfrazado de torero esperando que alguien eche una moneda en una caja que tiene delante. Daniel me pide una moneda para saber qué hace. Se la doy, la echa, y el torero da unos pases con el capote. Al terminar se quita la montera y saluda a Daniel. Veo que tienen una pequeña charla.

10-Diptongo : De vuelta en el metro, jugamos a Diptongo. Pierde el que responda cualquier otra cosa que no sea "diptongo" a las preguntas del otro. Parece fácil, pero no lo es. Por eso es tan divertido.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Una canción a las seis y veinte

Son las seis y veinte de la mañana. Pruebo que el agua está caliente y cierro el grifo. Abro el cajón, saco la cuchilla de afeitar y la dejo a mano. Enciendo la radio sabiendo que es la hora de "Peligrosamente juntos". Me mojo la cara. Me echo el gel azul en las manos y vuelvo a ver cómo se convierte en una espuma blanca al extendérmelo por la cara. Cojo la cuchilla y la mojo en el agua. Me afeito despacio. Le presto atención a la letra de una canción porque el tono con el que empieza es el más apropiado para las seis y veinte de la mañana.

“Casi no me puedo creer que esté pasando. Salimos de esa habitación. Todo ha cambiado. Yo no sé qué puedo decir. Tú estás temblando. Me lo tengo que repetir. Ha dicho cáncer. Ahora tenemos que escuchar a la enfermera. Ella que nos explicará qué nos espera. Te miro y no sé qué hacer. Estás tan lejos Y no puedo ni imaginar. Cómo es tu miedo. Sólo pienso en abrazarte, no dejar que te caigas. No sé a dónde va este río, pero aquí nadie para. Es preciso que pensemos, que inventemos colores. Aquí estoy, cariño mío. No tejo que te borres. Mírame, vamos a luchar. No hay elección. Ellas saben de velocidad, nosotros de amor. Ya verás, esto pasará, como un mal sueño. Y mañana te despertará un día nuevo. No se a dónde va este río, pero yo no me bajo. A tu lado un precipicio, es un pequeño salto. No es momento de perderse. Tú dame la mano, que aunque vienen tiempos fríos, yo sé que te amo. No se a dónde va este río, pero yo no me bajo, a tu lado un precipicio es un pequeño salto. No es momento de perderse. Tú dame la mano, que aunque vienen tiempos fríos, sé muy bien que te amo. Asi que levántate, yo no me resigno a que tú desaparezcas, lo siento cariño. Te he preparado ropa para el hospital, que esto justo empieza ahora y vas a ganar. Vas a ganar. También sé que te amo.”

El tema, explica Pilar Arzak, es "Un pequeño salto", de Meritxel Naranjo. Apenas se extiende al hablar de ella y anuncia un tema de Amaral. Después de "Un pequeño salto", lo de Amaral y su territorio de lo salvaje suena a Pocoyó. Termino de afeitarme.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Un plan de defensa

En una cadena dan la noticia de todas las Navidades : la merluza y los percebes suben de precio cada día. Le preguntan a una señora, que dice lo mismo, que el pescado y el marisco suben, claro, cosas de la oferta y de la demanda. Un día van a mandar un reportero a narrar un amanecer. Dirán que el sol va a salir y después le preguntarán a algún lugareño o lugareña.

-Sí, el sol ha salido.

Y aparecerá una imagen del sol asomándose por el horizonte.

Es obvio, pero no me parece mal. Creo que estamos llegando a un punto en el que recibir más información no implica saber más: la realidad se va haciendo más y más compleja, demostrándote que cuanto más avanzas, más se aleja aquello que quieres saber. ¿Qué hacer? Pues en vez de atacar el campo contrario, defender el nuestro, antes de que lleguen a hacernos dudar de que la merluza sube en Navidad y de que el sol sale por el este.

Poner trincheras y sacos de arena en lo fundamental : Las cosas caen por su propio peso, el zumo de cebolla no es buen colirio, no conviene cortar la hogaza con el cuchillo hacia ti, dos más dos son cuatro, los animales con colores brillantes son los más peligrosos, si gastas más de lo que ganas tienes un problema, en Invierno hace más frío que en Verano, Clara se cura y vuelve a andar, el Madrid tiene más Copas de Europa que el Barça (y puede que también algún chupito) y los mamíferos no son ovíparos.

Todo lo esto lo pienso en el gimnasio mientras estoy el la cinta. El monitor se acerca a hablar conmigo

-Esta mañana todas las máquinas estaban en marcha menos una. Viene una señora y, ¿en cuál se sube?

Tal vez sea demasiado tarde.

martes, 13 de diciembre de 2011

Despedida

Sí, como suena. Oficialmente hablando, la despedida definitiva será a final de año, pero quiero adelantarla ahora para no darle más vueltas y dejar el tema cerrado.

1-¿Por qué hoy?

Pues porque hoy me he encontrado con otra despedida en el blog “La medicina de Tongoy” y me ha dado un poco de envidia.

2-¿Por qué envidia?

Porque me he imaginado sin la obligación, decidida por mí y sólo por mí, de escribir todos los días y me he sentido relajado.

3-¿Relajado has dicho?

Sí, o descansado. Escribir cada día, sobre ese día, destacando diez aspectos relevantes para mí y presentarlos para que también lo sean para los demás es agotador. Puede llamarse también castigo.

4-¿Responde ese castigo a un sentimiento de culpa?

¿Responde ese castigo a un sentimiento de culpa? Vaya mierda de preguntas que me estoy haciendo. Ni culpa ni leches. ¿Cómo me iba a plantear esto como un castigo? Me pareció, cuando hace un año le daba vueltas a la idea de crear este blog, que me vendría bien para fijar momentos, para hacer lo que Nicholson Baker hace sin esfuerzo.

5-Entonces querías ser tan alto como él. ¿No?

Sí, quería hacer de Nicholson Baker un poco a lo bestia, trabajando el día antes de que se enfriara, como recomendaba también Umbral al hablar de sus diarios.

6-¿Y lo has logrado?

Mira, esta sí que es una buena pregunta, pero la respuesta no da la talla : a veces sí y a veces no. Creo que cuando uno escribe debe pretender dos cosas. La primera, y aún más clara en el tema de un diario, es fijar un momento, de manera que al volver a él, pasado el tiempo, parte de lo que fue siga ahí. La segunda, de puertas afuera, es provocar en el lector cierta euforia, la sensación de que siempre hay cosas valiosas alrededor y que lo que nos falta es la capacidad de mirarlo de forma apropiada; una especie de rodeo que haga que lo trivial sea distinto por la forma de verlo.

7-El ego también tendrá algo que decir.

Correcto. Aquí también influye el ego, porque, entre otras cosas, se escribe para el ego y para ganar dinero y ser reconocido. La página no me ha permitido dar con una cantidad de lectores lo suficientemente grande como para establecer una relación con ellos y saber lo cerca o lejos que estaba de conseguir lo expuesto en el punto seis.

8-O sea, que con diez mil seguidores no hablarías de cansancio.

Un cansancio amortiguado, que es como tirarte de un edificio en llamas sabiendo que los bomberos han puesto debajo la colchoneta. No ser leído cansa bastante.

9-Así que se terminó lo de escribir.

Pues no. Me vuelvo al blog original “El coste de las cosas”, porque las reglas que me puse son más fáciles de cumplir y se resumen en una : escribir cuando me apetezca. Si me apetece mucho, pues mucho; si poco, pues poco. También quiero darle un empujón a una novela que anda por ahí y, para no quedarme con hambre, me meteré con una obra de teatro porque ahora se dan las circunstancias adecuadas.

10-¿Algo más que añadir?

Nada más. Bueno una cosa : Si por mi fuera, perdonaría a Guti y le haría un hueco en el Madrid.

Y muchas gracias a los fieles. Pocos, pero fieles.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Un último esfuerzo

María me comenta que algunos juguetes de la lista que tenemos están agotados. ¿En qué sería lo último en lo que ahorrarías? Los anuncios se suceden como si todo siguiera igual, pero este año los Reyes buscan las monedas perdidas en los cajones, en el sofá, en los bolsillos de los pantalones, debajo de la cama, en la guantera del coche, en el cuenco de las llaves, en las huchas de metal, en el monedero abandonado, en el bolso colgado o en el tambor de la lavadora. Los Reyes no miran con desprecio las monedas pequeñas porque todas valen. Los Reyes ya no pagan con tarjeta, con billetes sin arrugas. Sacan la bolsa de las pequeñas monedas y la vacían delante de un vendedor que ha aprendido a no reírse de lo que ve porque él mismo también tiene un saco de monedas esperando en casa. Como sabe que no le van a engañar, no las cuenta y se dirige a por el juguete y lo envuelve con cuidado.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Cómo perder una corona

“Aunque dibujo continuamente, pese a todo, tengo siempre la íntima sensación de no saber dibujar; en mi fuero interno, albergo muchas dudas. Un día haré un dibujo que, de una vez por todas, me hará sentir capacitado. Pero por qué precisamente ese dibujo, es algo que no puedo responder con seguridad” – Jimmy Liao “Hermosa soledad”

Pequeñas, idénticas y colocadas con el mismo cuidado que los bombones en una caja, no sé si llevarme una de esas figuras navideñas a la boca. Sería la mezcla perfecta en unas fiestas dedicadas a beber y a comérselo todo día tras día.

El Niño Jesús repetido en la misma postura, dejando que asome el dios que lleva dentro en dos dedos que parecen bendecir o advertir o tal vez pedir ayuda. Y el pastor que carga un saco al hombro para que el resto de las figuras parezcan más leves. Y la anciana que asa castañas como la de la Plaza de los Cubos. Y la joven que limpia la ropa en un río que tiene que imaginarse. Y el soldado romano que permanece rígido como si guardara la entrada de un restaurante caro. Y el Rey Mago que podría tener tu cara. Y un pato, la figura más barata. Y un ángel al que sus alas rígidas clavan en la tierra. Y la Virgen, que parece saber ya cuál va a ser el final de ese hijo al que mira. Y San José, con el gesto del que no se da cuenta de nada de lo que sucede, lo que le convierte en el eterno secundario.

Daniel se queda mirando esa serie de figuras que se repiten en todos los puestos de la Plaza Mayor.

-¿Por qué no las compramos y las cambiamos por las de Playmobil?

Respondes lo mismo que te respondieron a ti, como si también las explicaciones vinieran repetidas en cajas, para que sólo tengas que quitarles el papel, que este año puedes comprar una figura y el año que viene otra y el año siguiente otra.

He tenido mi oportunidad y la he desperdiciado.

sábado, 10 de diciembre de 2011

El poder de los elfos

En los puestos venden ponchos para protegerse de una lluvia que no molesta y en la que la gente que rodea el estadio no parece fijarse, alimentada por cierto calor interior que la hace inmune al frío o a las dudas. Los ultras aclaran sus gargantas con cerveza y comienzan a ensayar sus cánticos cerca de la puerta cero, con el tono festivo del que ya está celebrando algo a pesar de que quedan veinte minutos para que empiece el partido. Todos hemos escrito nuestra carta a Papá Noel y se la hemos echado en el buzón a Mourinho con la seguridad de que éste nos va a traer lo que queramos.

En medio de esa euforia contenida, que comparto, veo dos detalles que me inquietan. Uno es un cartel en el que leo “El sueño de una noche de verano”. El otro es la tranquilidad con la que se mueven los caballos de la policía, como si anticiparan que esta va a ser una noche sin problemas en la que la gente se va a retirar pronto a casa, cambiando el plan de la copa con los amigos por la sopa caliente en la cocina.

Dentro del estadio todo se desarrolla como siempre. La alineación del Barça se anuncia sin presentar las fotografías de los jugadores, lo que tiene cierto toque infantil o, analizándolo un poco más, protector, como si se nos quisiera evitar ver de frente a un rival que, todavía no lo sabes, se ha hecho con las cartas a Mourinho y las va a romper una a una. Los jugadores del Madrid si aparecen en las pantallas con su imagen, acompañados por el grito del locutor que los va nombrando con la contundencia del gorila que se golpea el pecho.

Al salir los equipos, unos son recibidos con aplausos y los otros con insultos que cruzan el cielo como guirlandas. Y antes de que la última guirnalda haya caído sobre el césped, Benzemá, a los veinte segundos, marca el primer gol, haciéndonos creer a todos que la Navidad, como dice la canción, va a ser blanca, alejados los enemigos a la distancia de nueve puntos.

Entonces el Madrid mira al marcador y ve un resultado. El Barça se fija en el 10 y apenas le presta atención, como si marcara la hora. El Madrid cree que ya está todo escrito y el Barça, al que se le ha negado su imagen, empieza a jugar como si tuviera que ganársela. Digamos que uno cree en Papá Noel y el otro ya sabe la verdad.

En ese momento la victoria del Barça se pagaba a seis euros, lo que nos habría hecho ricos a los madridistas si hubiéramos hecho más caso a lo que veíamos que a lo que sentíamos. El día que se cuente un partido con los comentarios de los hinchas se descubrirá que de puertas adentro uno no se engaña. Y entre los de mi zona empieza a aparecer pronto cierto malestar con lo que se ve abajo.

A pesar del calor del primer gol, el césped está frío. Bastan unos pocos detalles para saber que esta noche el Madrid no funciona. Lo que vemos abajo parece el resultado de unas consignas que han ido más allá de lo apropiado, como el que te cuenta los viajes de Marco Polo cuando le preguntas por una calle del barrio. Mourinho parece haberles hecho creer a cada jugador que el partido depende de él y sólo de él, para motivarles, y ahí están, jugando como si sólo existieran ellos y el resto del equipo fuera invisible. Mourinho le ha echado demasiados fideos a la sopa y esta se ha vuelto espesa. Guardiola, con ese toque de monje avispado, sabe que es mejor dejar el caldo ligero y así se lo ha hecho beber a los suyos.

El Barça ve pronto el cortocircuito del Madrid, que parece jugar hoy con su marca blanca y empieza poco a poco a aumentar su ritmo. No es que hagan un gran fútbol, pero digamos que saben cómo desactivar al Bernabéu. Primero nos mandan un mensaje a los hinchas, que captamos pronto, diciéndonos que esto es sólo cuestión de tiempo. Después, una vez instalada la duda en las gradas, los de Guardiola se dedican a decirles a los del Madrid que la grada ya no está con ellos y que Papá Noel no existen.

Ese es el planteamiento y hay que ser muy ciego o muy fanático para no darse cuenta de que el que está agitando el árbol es el Barcelona. El Madrid no reacciona porque juega once partidos a la vez, incluyendo a un Casillas cuyo reloj interno parece volver al ritmo de los demás mortales, que vemos las cosas cuando han sucedido, no tres segundos antes. El Barça sólo necesita de un fútbol ordenado, de un partido que comparten todos y que no brillará en las hemerotecas digitales del futuro, pero para qué más.

Y llega el segundo, claro. Y el tercero, normal.

Salgo del partido con mi hermano antes de que acabe. Afuera nos debía esperar un bullicioso sábado por la noche y nos encontramos con una noche de martes. La policía apenas se ve. No quedan ya puestos. La calle está limpia. Los camareros de los bares miran la pantalla mientras calculan el dinero que van a perder esa noche. La gente camina despacio, con las manos en los bolsillos. El murmullo del Bernabéu va desapareciendo. En el metro no hay cola para pasar el control. En el andén esperamos ordenada a que llegue el metro. Alguno manda mensajes por el móvil con la cara seria. Y, sobre todo, no nos hemos terminado la bolsa de pipas.

Los elfos, ya lo hemos visto, son culés y llevan un diez en la espalda. Como advertían, han roto todas nuestras cartas y nos han dejado un poco desconcertados, sin saber muy bien qué pedirle ahora a Mourinho.

viernes, 9 de diciembre de 2011

"Arthur Christmas : Operación regalo", de Sarah Smith

Iba resignado a ver esta película. Cuando hace siete años María entró en la habitación tumbada en una cama, con un enano a cada lado con los ojos cerrados y un gorro en la cabeza, nadie me dijo :

-Te vas a hartar a ver películas de Navidad.

No estábamos entonces para esas cosas, pero razón lo le habría faltado. Llega la Navidad y, con ella, las películas para el público infantil realizadas en su mayoría por mentes infantiles contando historias infantiles a precios de adulto.

Así que Diversia, seis y cuarto, y, en la pantalla, “Arthur y no sé qué”, que mucho interés en la película no tenía. Decía el resumen algo de un regalo que Papá Noel se dejaba sin entregar y que la niña estaba triste y tú con la niña. Las seis y cuarto y tantas cosas que hacer un viernes que casi no merece la pena pensar en ellas. “Arthur Christmas : operación regalo”. Vaya título.

La Navidad tiene estas cosas. La paternidad también.

Entonces llega Sarah Smith, la directora, con su historia y ya en los primeros minutos te das cuenta de que vas a tener que hacerle un hueco en la estantería junto a la fotografía de John Lasseter. ¿Dónde estabas entonces, Sarah, cuando tanto te necesité? Nadie es mejor que nadie, pero tú creíste vencer.

Cojo la toallita que entregan a la entrada, como la que acompaña la segunda ración de gambas para que las manos no te huelan a gambas (y que huelen, porque la gente se la guarda en el bolso, yo me la guardo en el bolso, tú te la guardas en el bolso) y vuelvo a limpiar las gafas 3D porque esto no es lo que me esperaba.

-Gracias, Sarah. Gracias, Sarah.

Párrafo futbolero : esperaba una película tipo Guardiola, ONG, suavizante qué bien deja mi ropa de Qatar y he aquí que la película rasca, que es bronca, que tiene un humor Mourinho que te mete el dedo en el ojo y que te obliga a reírte cuando no deberías reírte porque tienes un enano al lado al que deberías explicarle cosas para las que no tiene edad.

-Gracias, Sarah. Gracias, Sarah.

Gracias a Sarah y a su abuelo o a ese abuelo que ha creado saltándose como una campeona todas esas líneas rojas que se le ponen a una historia infantil porque ella sabe que al lado de cada enano hay dos adultos que han pagado la entrada y que también tienen su derecho a un rato de ocio en lo que llega el Madrid-Barça de mañana.

Párrafo cinéfilo : Rompiendo con la tradición Disney, Sarah crea un universo propio en el que, sirviéndose de algunas licencias, desarrolla una historia que tiene, como trasfondo, una clara evocación a Shakespeare y a su “Rey Lear”. Aunque vestida con las simbología navideña y ceñida a las obligatorias reglas de un discurso infantil, la película trata con honestidad el dilema del padre ante la elección de a quién cede su reino.

Párrafo mío : Me basta esa escena inicial de la niña, cruzando la calle de una plaza nevada para echar su carta, para tener la certeza de que ahí hay un equipo que es capaz de cuidar el detalle de una carta que cae en un buzón o de reflejar la magia de una gran nave sobrevolando el cielo.

La película es indudablemente buena por dos razones, y esas dos razones os las voy a dar : ni piden agua ni piden palomitas.

Hay un humor rudo que me gusta mucho, algo salvaje, indecente, políticamente incorrecto que Sarah lleva por toda la película con ese empuje de un equipo de fútbol infantil que trata de ganar el partido desde el principio sin preocuparse por los tobillos, las narices o los brazos de los rivales.

Y, dicho todo esto, también hay sitio para una historia tierna, infantil, dulce, optimista, alegre, sorprendente, distinta, animada, pelín canalla y trabajada que aceptamos sin rechistar porque todos necesitamos una de cal y otra de arena, somos así, qué le vamos a hacer. Queremos a un viejo Papá Noel en un cubo de basura tirado por un reno desorientado (tal cual) y queremos al aprendiz que es todo corazón y lucha por mantener la ilusión de una niña. Lo peor de la Navidad es que te mete el corazón en remojo y llegas a descubrir que algunas partes siguen blanditas y sensibles, con ganar se echarse encima una historia como ésta.

¿Hay que ir, en fin, con la cabeza agachada hacia la chica de la ventanilla? No. No. Y otra vez no. Os vais a sorprender con la película y con tal cantidad de detalles en la realización y en el guión que, aunque paguéis siete euros, Sarah y su equipo os van a dar la vuelta de un billete de cincuenta. Animo, buscad a un enano, y al cine. Nada de bajársela o esperar a que la den por el Plus. Hay que verla a lo grande y dejar que las carcajadas llenen el cine y aplaudir al final y salir contentos, agradecidos de que haya gente que se tome muy en serio lo de contar una historia.

Gracias, Sarah.