martes, 7 de mayo de 2013

El bonus track escondido




El bonus track escondido : Lleva tiempo descubrir (como el bonus track escondido de un CD) que lo que realmente une a una pareja no son las cosas que deciden hacer juntos, sino las que acuerdan no hacer. Ese pacto, básicamente tácito, es lo que en el fondo ayuda a mantener la relación.

Por ejemplo : todo estará en orden en la cocina, pero la sartén de la cena seguirá encima de la vitrocerámica sin limpiarse. Es algo que a ninguno de los dos nos gusta. El resto de las tareas han ido distribuyéndose sin guión, sin pensar, igual que se mete la compra en dos bolsas mientras la cajera parece competir por llevarse el récord nacional de productos cobrados en menor tiempo. Limpiar la sartén es el artículo que uno se deja y no echa de menos.

No nos engañamos. Una sartén sucia no es algo que enseñarles a las suegras : no por ellas, porque con cada reproche se pondrían una medalla más de madre en el pecho, sino por puro amor propio, por limpieza, por educación, por higiene, por estética. Sin embargo.

Sin embargo, a toda relación le vienen bien estas treguas en las que no hay expectativas ni reproches. Ella ve la sartén y no me pregunta por qué no está limpia. Yo observo esas burbujas de aceite que se forman en la superficie y no me dirijo a ella para saber cuándo vamos a poder usarla. Eso relaja mucho : el cielo se me presenta ya como un lugar con cientos de sartenes sin fregar.

Tal vez la dejemos ahí como recuerdo de aquellas épocas en las que apenas había obligaciones. No amontonar la ropa en la silla del salón. Mantener la nevera con un mínimo de artículos de supervivencia. Esas cosas : la vida sin hijos. Ahí sí que era fácil que las cosas fueran bien porque solo había que dejarse llevar.

Así que cada vez que veo que en casa de una pareja todo está en su sitio, sé que las cosas están a punto de estallar. Por un tema de supervivencia, conviene ir creando esas zonas neutras, sin leyes. Empezar por la sartén sin limpiar es un buen paso. Visto desde fuera puede interpretarse (correctamente), como una señal de desorden, pero eso sería quedarse en la primera lectura, la fácil. La realidad es más compleja y para llegar a alguna interpretación valiosa conviene frotarla con un estropajo.

lunes, 6 de mayo de 2013

Los ojos de Spiderman



Los ojos de Spiderman : Uno de los temores de Daniel es desvelarse por la noche.  La propia palabra le pone nervioso : no sé el recorrido que hará por su cabeza, como esas monedas que caen en una máquina y que improvisan diferentes caminos según rebotan en los obstáculos que se encuentran. Le digo que no tiene de qué preocuparse, pero la palabra sigue su curso descendente, ajena ya a lo que le cuente. Tal vez le suene a enfermedad de adultos. A castigo, a un tropezón en el que tu sueño, como agua en un vaso, cae sobre la arena del desierto para desaparecer.

Hoy aparece varias veces en el salón. Abre lentamente la puerta, camina hacia nosotros, echa un vistazo a la televisión (congelada en una escena del segundo capítulo de la séptima temporada de Dexter) y nos dice que no puede dormir, que ha intentado pensar en todo y que ya no se le ocurre nada más.

Nunca he tenido insomnio, así que no puedo serle de ayuda. Las dimensiones de la cama son la frontera que no atraviesa ningún problema. En ese ring solo entro yo y mi subconsciente, que a veces me prepara unas veladas oníricas que pa qué : si por las mañanas no me hago una lobotomía con la cuchara con la que echo el Cola Cao a los mellizos es porque con el afeitado ya pierdo demasiada sangre. Me muevo por mi sueño como un surfista por las olas, rápidamente y sin profundad, cuando a veces me gustaría abrir los ojos con la impresión de haberme paseado por las zonas abisales con James Cameron al lado. Pero de insomnio, nada.

Daniel nos mira, esperando ya una solución. Me fijo entonces en los grandes ojos abiertos de Spiderman que lleva en su pijama. Sé, sin ningún razonamiento científico que lo justifique, que ese es el motivo. Es imposible que algo tan evidente se presente por pura coincidencia. Esa mirada atenta de Spiderman, que no puede ni pestañear, es lo que le está impidiendo dormir. Hay un diálogo entre esa camiseta y su subconsciente. Daniel se la ha puesto para creerse Spiderman y el subconsciente (sin rastro de humor) se lo ha tomado al pie de la letra, obligándole a permanecer vigilante toda la noche.

Pero la educación de un niño debe basarse en la ciencia y no en el pensamiento mágico, así que no digo nada. Insistimos en que piense en cosas agradables, en dibujos que le gustaría hacer, en algún episodio de Hora de Aventuras. Si pudiera, le quitaba la camiseta con la determinación que Mou utilizaría si viera a uno de sus hijos llevar la de Casillas. Hora de Aventuras, insisto. Daniel descubre pronto que nuestras propuestas son como esas pilas desgastadas que le quitas a un juguete olvidado pretendiendo que funcionen en el nuevo. Vuelve a fijarse en la tele y se marcha, durmiéndose al final por puro aburrimiento. 

 Nosotros volvemos a Dexter (o a Boardwalk Empire, o a Breaking Bad, o a Boss). El perfil de serie que te ofrece ese tipo de violencia que te permite dormir luego de un tirón

domingo, 5 de mayo de 2013

Dos horas de las que solo quedan los huesos




Dos horas de las que solo quedan los huesos : Sol en la calle, gente de domingo, terrazas llenas. La primavera reina. Entramos en el Sushiclub a comer. Nos hacen esperar un poco para darnos una de las mesas que está junto a la entrada. Una buena mesa, con luz, desde la que ver la calle y los carteles que anuncian los conciertos de Iron Maiden, Selena Gómez, Loquillo y Sidecars. María elige la comida. Yo, el vino : como son muy caros (mucho), escojo uno de los más baratos : Susana (sempre)… uno de Mallorca por 21 euros que está muy rico (a lo mejor no está tan bueno, pero la etiqueta me gusta tanto que no me permito ponerle peros. Además, nos lo acabamos). Pedimos sin miedo porque a los mellizos les gusta la comida oriental y porque Daniel está de mal humor (cuando se le vacía el estómago, se acaban las sonrisas) y eso no puede ser. California roll, surtido de sashimi, gyosas, tataki de buey, wok de noodles y wok al curry. La camarera que nos atiende no tiene que esforzarse por ser simpática porque ya lo es : lo trae de serie y se le nota. Menuda, mulata, de ojos brillantes. Nos trae de aperitivo cuatro chupitos de sopa de mijo. Daniel coge uno sin pensárselo y lo remueve con uno de los palillos que le han puesto (no tiene problemas en usar los suyos, pero a los demás nos pide los nuestros para casa, no sé si para manualidades, para comer espaguetis o para sus tiestos). Lo prueba y le gusta. Lucía no lo prueba y no le gusta. Más que mellizos, a veces creo que hemos tenido contrarios. María se bebe el suyo; yo el mío y Daniel, claro, el suyo y el de Lucía, sin pensárselo aunque no seamos capaces de explicarle qué es el mijo. De fondo, también como aperitivo, versiones suaves y elegantes que nos recuerdan a Ibiza. “Summer son”, de No Horizons; “Dont´s speak”, de Ultra Lounge, por ejemplo. La camarera les sirve la soja a los mellizos porque teme que la vuelquen al vencerse la tapa. Uno, otro, y luego nosotros. Ese gesto es el que separa el aperitivo de la comida, la señal para que los platos empiecen a llegar. Y ahí está el california roll, y el sashimi (que Lucía come sin preguntar y que Daniel ni prueba), y el wok que apenas prueban, y el arroz con el curry y la carne (que no pruebo) y las gyosas. Como suele suceder cuando la comida les gusta a los mellizos, María y yo nos comemos solo lo que nos toca y, básicamente, lo que no les apetece. Mejor esto, sin duda, que insistir en que coman y ver que los platos se marchan como vienen. Ese no es el problema de hoy. De hecho, del plato de buey solo tengo dos imágenes : la de la camarera limpiando con un paño la salsa que se le ha caído y la del fondo del propio plato. Agradezco que todavía no puedan beber vino para no tener que compartirlo con ellos y poder dedicarme a disfrutarlo. Sigue la música de Ibiza. Este es un local para parejas, está claro, pero los mellizos no desentonan porque andan muy entretenidos comiendo y pidiendo otro plato más de California rolls que acaban trayendo. Ellos a los rolls y nosotros al vino, a la última copa, al último trago. No tenemos muy claro si hemos cumplido con el mínimo de platos que la reserva por El Tenedor exige, por lo que para asegurarnos y para alargar un poco la comida (que no el vino), pedimos dos postres. Un coulant para Daniel y una tarta de queso para los demás. La camarera, que levanta los pulgares cada vez que le respondemos que estamos comiendo muy bien, vuelve a hacerlo al decirle que no nos importa esperar : un coulant por el que no se espera, no es un coulant, es otra cosa, y eso es algo que queremos que Daniel, incipiente aficionado, debe saber. Podría dar sorbos cada vez más pequeños para no pasar sed hasta el postre, pero eso es algo que no debe hacerse con un vino como éste : que se acabe cuando se tenga que acabar. Y se acaba, en fin. Triste porque ya anticipa el final de una comida, pero hoy podemos retrasarlo. Sigue la música de Ibiza, y las parejas en las mesas. Traen los postres a la vez y los comemos a diferente ritmo. Daniel se lanza a por el suyo como un tigre con una cuchara a por una cebra. María y yo nos dedicamos al nuestro comiéndolo lentamente, como si cada cucharada fuera la primera. Así de despacio y de elegantes, para compensar las formas de Daniel, para el que el mundo exterior ha desaparecido. Estilo vikingo vs. estilo BBC. Veo pasar a Juan Manuel de Prada, con traje, inmenso : varios cuerpos en uno. Los cafés están buenos. Defendemos cierto perímetro de tranquilidad alrededor de ellos ahora que Daniel, que ha terminado su postre, y Lucía, que lleva tiempo esperando,  quieren que nos vayamos. La comida termina para ellos con el café, no para nosotros. Ellos quieren que nos lo tomemos deprisa. Nosotros nos demoramos. Como todas las comidas, en fin, no es una novedad. Al final no nos queda más que pedir la cuenta como el que admite la rendición. 100 euros, incluido el descuento. Si quitamos el vino, nos quedan veinte euros por cabeza. ¡Dos menús!. Vistas así las cosas, la comida es un regalo. La camarera mulata se despide. El encargado en la puerta me pregunta lo mismo dos, tres veces, pero como yo lo entiendo de una manera distinta en cada repetición, al final le respondo lo que, supongo, quiere oír : que sí, que hemos comido muy bien. Lo que es verdad.

Una gran frase de Daniel que a lo mejor anda por algún tema de Loquillo : "Estoy lleno , pero quiero más"

sábado, 4 de mayo de 2013

La mirada invisible




La mirada invisible : Da igual la actividad. Lo importante es este momento en el que puedo observarlos con cierta distancia porque están centrados en algo de lo que no formo parte (solo como espectador). Es lo más parecido que voy a encontrarme a ese agujero por el que me gustaría verlos en el colegio (copiando un texto de la pizarra, llevando su bandeja en el comedor, charlando con los amigos en el recreo, arrastrando la mochila por el pasillo, secándose el pelo después de natación) y descubrirlos cuando son ellos, sin la inevitable modificación que mi presencia les causa. Cuando son ellos.

Por eso me gustan estas clases de los sábados. Que hagan pádel, tenis o gimnasia : da absolutamente igual. Las discusiones sobre si este deportes es el más adecuado o no me dejan frío, porque no es eso lo que busco. Quiero estar aquí sentado, viendo cómo el profesor aparece por el pasillo tirando de su carro repleto de pelotas y ellos le quitan las fundas a las palas; quiero ver sus reacciones cuando fallan, cuando dan un buen golpe, cuando bromean o se pican entre ellos, cuando algo les cuesta, cuando se caen, cuando se quejan porque tienen calor, cuando salen a beber agua antes de que les den permiso, cuando se distraen, cuando tratan de subirse la puntuación en un juego, cuando comparten un ataque de risa.

Pero todo esto lo razono después de la charla con María sobre la necesidad de ir reduciendo gastos : basta mirar alrededor para no preguntarse por el qué, sino por el cuándo. Entiendo sus argumentos económicos porque caminamos sobre ellos. Sabíamos bastante de economía y, ahora, mucho más. El problema es que no somos capaces de descubrir lo que fluye más abajo porque el discurso de los economistas ha asfaltado completamente la realidad, dejando que, por algunas grietas, surjan unas cuantas ideas como mala hierba.

-Lo veo como un lujo. Tampoco es un deporte al que ellos se vayan a dedicar.

Es caro pero no es un lujo : es lo que cuesta ser invisible. 

viernes, 3 de mayo de 2013

Tarde de estreno




Tarde de estreno : La edad te va alejando de lujos como éste : el batido de Oreo coronado con nata del Vips. Voy a repetirlo porque escribirlo es como marcar el teléfono de teletaxi para ir al aeropuerto a coger un vuelo a un país lejano y exótico : el batido de Oreo coronado con nata del Vips. Partiendo de una fotografía, sé calcular  cuánto tiempo necesitaría correr en la cinta para quemar, como en una pira india, las calorías. En este caso, tendrían que cerrar el gimnasio toda una semana para mí. Pero entre comerlo y pasar a las ensaladas, hay un término medio : sugerirle a Daniel que ésta es una gran merienda. Objetivamente hablando, no es buena, pero subjetivamente, lo es, y muy grande. Si te tiras por el tobogán de la frase “por la tarde meriendo en el Vips un”, solo puedes acabar cayendo en este batido. Así que paso las páginas del menú hasta detenerme en él. Lo pongo tan bien que por un momento temo que Daniel se lo pida para Reyes. La estrategia es llevarle hasta ese punto en el que lo pida porque quiera, no porque piense que deba hacerlo por mí. No es fácil. Tiene que ser su batido, no el mío. Me quedo en el silencio del vendedor de coches que como último argumento le ha enseñado sus tatuajes al cliente. Daniel duda. ¿Entonces?. Vale. ¡Vale!. Lo que traen es exactamente lo que aparece en la fotografía, lo que ya es suficiente como para convertir este sitio en lugar de peregrinación porque la realidad y el deseo se mezclan igual que las familias de los novios después de vaciar la barra. Este va a ser un gran momento para Daniel, pero tengo que mantenerme en silencio para que la magia, como un pájaro susceptible, no eche a volar. Lo veo comérselo con placer, con la inocencia del que piensa que toda la comida es sana y me doy cuenta de que estamos programados genéticamente para disfrutar con aquello que peor nos sienta : curiosa especie. Pero hoy no le voy a dar ningún sermón sobre la pirámide alimentaria para no tener que explicarle que, para que la cúspide brille con el pan integral o el brócoli, es necesario que en el camino hacia ella chapotees en nata. Todos sus gestos son los de una obra que me sé de memoria porque yo también la he representado. Desde el dedo en la nata hasta el vaso bien elevado para recibir la última gota en la lengua. Cuando lo termina, siento en el estómago esa alegría culpable del que se ha comido lo que no debía y le ha dado lo mismo. Igual pedimos unas ensaladas para despistar a la conciencia, si es que se presenta. 

jueves, 2 de mayo de 2013

Guía intransferible de Ávila



Guía intransferible de Ávila :

1-El plato que no está en el menú

Por diez minutos, no llegamos al desayuno del hotel. Es un hotel en el que puedes elegir entre nueve tipos de almohadas : Planet, Polipluma, Suprema, Bonrepo, Plumas, Latex, Duna, Nube y Mare. Con esa oferta y dos niños de ocho años, es normal que te retrases un poco. Ponemos cara de pena, pero el camarero niega con la cabeza muy despacio. Nada que hacer. Terminamos en la zona de la barra, donde nos juntamos los rechazados. Ahí nos espera El Mundo, con un artículo de Jabois (que honro dejando caer unas gotas de aceite de mi barra de pan), y una camarera que se convierte en una madre que responde que sí, que ella le trae un cuenco de cereales a Daniel a pesar de que no esté incluido en el desayuno. Con esos ojos verdes, Daniel va a conseguir de las mujeres esos platos especiales que no aparecen en el menú. Lo pienso, pero no lo digo. Lo envidio, pero tampoco lo digo.

2-El milagro de San Segundo

Hoy se celebra el día de San Segundo, el patrón de la ciudad y el de mucha gente, aunque no lo sepa. Un experto en coaching les habría dicho algo a sus padres por el tema del nombre. Alguien cansado de tanto coaching pensaría que tal vez lo del nombre hasta le haya venido bien : tiene una ciudad que le dedica un día al año a honrarlo.

A mí me cae bien desde ya mismo. Gracias a él podemos aparcar en zona verde y azul sin pagar, lo que aprovechamos. Como milagro, no sé si superará al de San Isidro.

3-La precisión del tren turístico.

Quizás el mejor en el que hemos subido : las explicaciones coinciden exactamente con lo que estamos viendo, algo que no suele suceder y que provoca cierto desconcierto en otras visitas. Al terminar, el conductor se ofrece a hacernos una foto. No sale muy centrada, pero no le puedo reprochar nada a alguien  que ha llevado el tren por calles por las que no podrías pasar con las manos en los bolsillos.

4-Menú degustación

Todos los restaurantes ofrecen diferentes tipos de menú degustación, que es una manera educada de advertirte que, por ese precio, te van a servir patatas, judías, y sopa en recipientes pequeños, la carne fina, el vino en frasca y el helado de los niños va a ser un cono servido en un plato sin ninguna indicación sobre su marca. Si por ese precio esperabas algo más, deberías haberte quedado en casa.

5-El primer cómic

En el Mausoleo de la Basílica de San Vicente me encuentro con la historia del martirio de los tres hermanos. “La organización narrativa dispuesta de tal manera que es considerado el primer antecedente de las viñetas de los cómics del siglo XX”. Los detalles de la tortura y de cómo les acaban aplastando las cabezas a Vicente,Sabina y Cristeta, sus dos hermanas, bajo una gran piedra, son explícitos. Como mi fe es igual a esa bola de comida que, ya sin sabor, conservas en la mejilla, sin saber si escupirla o tragarla, vuelvo atrás en la historia en vez de buscar el final : ese instante en el que las dos hermanas van a buscar a Vicente, en manos de los romanos, para huir. Pienso en su miedo, en los caminos que eligieron, en la decisión de permanecer juntos sabiendo cuál era el final si les cogían. A los mellizos les he explicado algo del estilo de la basílica, pero los alejo del mausoleo.

6-Los abulenses

Un amigo me aconseja que me ande con ojo “Cuidado con los abulenses, que lo mismo que los manchegos son marcianos disfrazados. Allí os pasan el escáner…esas miradas de arriba hacia abajo, con vuelta de boomerang, que intimidan y desnudan”.

7-La supervivencia de los hidalgos

Ayer recorrimos una parte, la más pequeña de la muralla, y hoy, entrando por la Puerta de Carniceros, vemos la segunda. Es un buen paseo cuando tienes ocho años y cada vez que te paras repites, como para darte cuenta de la suerte que tienes, que es la segunda más grande del mundo : con esa frase desaparece el cansancio, subes a todas las almenas y todavía te quedan fuerzas para leer toda la información que te encuentras. Los adultos se limitan a hacer fotografías y se pierden datos importantes. A saber : que los judíos aportaron el hierro y los aparejos; que los campesinos limpiaban los fosos y conseguían la piedra, la cal y la arena; que los mudéjares se ocupaban de la albañilería; que el pueblo llano realizaba la vigilancia de las almenas; que, en fin, los hidalgos, como no estaba bien visto que trabajaran con las manos, hacían la ronda por el adarve.

8-Tierra

A las 17:10 salimos por la Puerta del Puente y comenzamos a subir hacia el centro un poco desorientados. Podríamos estar en cualquier ciudad. Los mellizos están cansados y la frecuencia con la que preguntan cuánto queda aumenta de una forma preocupante. Yo también me lo pregunto, pero por un tema de edad y de dignidad no puedo decirlo en voz alta. Contenedores. Edificios levantados en algún plan de vivienda. Una mujer con velo que se mete en un coche. El iPhone dice que estamos muy cerca, casi, pero la esperanza regresa cuando veo a un turista con una cámara en su tripa. ¡Tierra!. La muralla se edificó para separar el orden y el caos, la civilización y lo salvaje : ahora parece proteger al turismo de la crisis, que ronda sin detenerse.

9-El inglés que se quería cortar un brazo.

Un extranjero le señala contento al camarero las mangas cortas de su camiseta. Hace un gesto con la mano derecha como si se fuera a cortar el brazo izquierdo de lo alegre que está. Se le ve feliz con este sol. Después levanta el índice y lo mueve como si estuviera apretando un botón y se sienta a tomarse la jarra de cerveza que le acaban de servir. Todas las bebidas tienen una sombra brillante, hasta mi licor. El hombre de la cerveza parece alemán, lo que hace que me caiga mal (todavía tengo el último remate de Sergio Ramos en la cabeza), pero tan pronto le oigo hablar inglés, hago las paces con él y con todo el mundo en general (cosas del sol). Con casi todo el mundo.

10-Las monedas pesan el doble.

En la plaza de la Iglesia de San Pedro entramos en una tienda de chucherías a comprar la merienda. Todo vale : aquí los billetes son más gruesos, las monedas pesan el doble. Nos sentamos con nuestro botín en uno de los grandes bancos que hay en la plaza. Un grupo de quinceañeros tontea al lado. Un anciano le dice a otro “yo tengo que tener el corral como la patena”. Colocamos todas las bolsas de chucherías como si improvisáramos un puesto. Es lo último que vamos a hacer antes de volver a Madrid, así que nos lo tomamos con tranquilidad. Daniel propone una carrera, Lucía hace trampas. Yo me como un donut y un par de filipinos. Al fondo veo la fachada de San Pedro. Debería darme un paseo por dentro, pero el edificio lleva ahí desde 1100 y esta tarde no vuelve. Soy una mierda de turista.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Tu hijo de 40 a 43 años



Tu hijo de 40 a 43 años : “Tu hijo ya tiene 43 años. ¡Felicidades!. Empieza ahora una etapa muy bonita en la que va a relacionarse con el mundo y con su cuerpo de una nueva y fascinante manera. Es una época de cambios en la que buscará a menudo tu compañía para seguir afianzando su personalidad. Recuerda que intentará hacerlo todo él solo, pero que se sentirá más seguro si te siente a su lado. Ayúdale a desarrollar su faceta sensorial y psicomotora y a que sienta placer descubriendo el mundo. No lo riñas ni lo juzgues. Proponemos, por ejemplo, que veas con él sus fotos y que las comentes. Es probable, pues lo hemos visto repetidamente, que pase una fase en la que haga fotografías en blanco y negro a puertas rotas y edificios en ruinas. Es normal. No te preocupes : tu hijo de 43 años está tratando de decirte que no encuentra su sitio en el mundo y que lo ve como un lugar amenazador. Es su manera de comunicarse contigo aunque él crea estar haciendo arte. No le dejes leer noticias económicas ni permitas que vea series como Dexter o Breaking Bad solo. Alaba lo que hace pero insinúale que el color es más alegre y que con el blanco y negro cualquiera hace una buena fotografía. Usa palabras sencillas para comunicarte con él y evitarás que esa desorientación se convierta en cólera contra sus juguetes, sus muebles o sus representantes políticos. También puedes leerle cuentos antes de dormirse en los que el Universo trabaje para darle todo lo que pida. El cariño que le ofrezcas le ayudará a dominarse y  a vencer estos y otros temores”