jueves, 2 de mayo de 2013

Guía intransferible de Ávila



Guía intransferible de Ávila :

1-El plato que no está en el menú

Por diez minutos, no llegamos al desayuno del hotel. Es un hotel en el que puedes elegir entre nueve tipos de almohadas : Planet, Polipluma, Suprema, Bonrepo, Plumas, Latex, Duna, Nube y Mare. Con esa oferta y dos niños de ocho años, es normal que te retrases un poco. Ponemos cara de pena, pero el camarero niega con la cabeza muy despacio. Nada que hacer. Terminamos en la zona de la barra, donde nos juntamos los rechazados. Ahí nos espera El Mundo, con un artículo de Jabois (que honro dejando caer unas gotas de aceite de mi barra de pan), y una camarera que se convierte en una madre que responde que sí, que ella le trae un cuenco de cereales a Daniel a pesar de que no esté incluido en el desayuno. Con esos ojos verdes, Daniel va a conseguir de las mujeres esos platos especiales que no aparecen en el menú. Lo pienso, pero no lo digo. Lo envidio, pero tampoco lo digo.

2-El milagro de San Segundo

Hoy se celebra el día de San Segundo, el patrón de la ciudad y el de mucha gente, aunque no lo sepa. Un experto en coaching les habría dicho algo a sus padres por el tema del nombre. Alguien cansado de tanto coaching pensaría que tal vez lo del nombre hasta le haya venido bien : tiene una ciudad que le dedica un día al año a honrarlo.

A mí me cae bien desde ya mismo. Gracias a él podemos aparcar en zona verde y azul sin pagar, lo que aprovechamos. Como milagro, no sé si superará al de San Isidro.

3-La precisión del tren turístico.

Quizás el mejor en el que hemos subido : las explicaciones coinciden exactamente con lo que estamos viendo, algo que no suele suceder y que provoca cierto desconcierto en otras visitas. Al terminar, el conductor se ofrece a hacernos una foto. No sale muy centrada, pero no le puedo reprochar nada a alguien  que ha llevado el tren por calles por las que no podrías pasar con las manos en los bolsillos.

4-Menú degustación

Todos los restaurantes ofrecen diferentes tipos de menú degustación, que es una manera educada de advertirte que, por ese precio, te van a servir patatas, judías, y sopa en recipientes pequeños, la carne fina, el vino en frasca y el helado de los niños va a ser un cono servido en un plato sin ninguna indicación sobre su marca. Si por ese precio esperabas algo más, deberías haberte quedado en casa.

5-El primer cómic

En el Mausoleo de la Basílica de San Vicente me encuentro con la historia del martirio de los tres hermanos. “La organización narrativa dispuesta de tal manera que es considerado el primer antecedente de las viñetas de los cómics del siglo XX”. Los detalles de la tortura y de cómo les acaban aplastando las cabezas a Vicente,Sabina y Cristeta, sus dos hermanas, bajo una gran piedra, son explícitos. Como mi fe es igual a esa bola de comida que, ya sin sabor, conservas en la mejilla, sin saber si escupirla o tragarla, vuelvo atrás en la historia en vez de buscar el final : ese instante en el que las dos hermanas van a buscar a Vicente, en manos de los romanos, para huir. Pienso en su miedo, en los caminos que eligieron, en la decisión de permanecer juntos sabiendo cuál era el final si les cogían. A los mellizos les he explicado algo del estilo de la basílica, pero los alejo del mausoleo.

6-Los abulenses

Un amigo me aconseja que me ande con ojo “Cuidado con los abulenses, que lo mismo que los manchegos son marcianos disfrazados. Allí os pasan el escáner…esas miradas de arriba hacia abajo, con vuelta de boomerang, que intimidan y desnudan”.

7-La supervivencia de los hidalgos

Ayer recorrimos una parte, la más pequeña de la muralla, y hoy, entrando por la Puerta de Carniceros, vemos la segunda. Es un buen paseo cuando tienes ocho años y cada vez que te paras repites, como para darte cuenta de la suerte que tienes, que es la segunda más grande del mundo : con esa frase desaparece el cansancio, subes a todas las almenas y todavía te quedan fuerzas para leer toda la información que te encuentras. Los adultos se limitan a hacer fotografías y se pierden datos importantes. A saber : que los judíos aportaron el hierro y los aparejos; que los campesinos limpiaban los fosos y conseguían la piedra, la cal y la arena; que los mudéjares se ocupaban de la albañilería; que el pueblo llano realizaba la vigilancia de las almenas; que, en fin, los hidalgos, como no estaba bien visto que trabajaran con las manos, hacían la ronda por el adarve.

8-Tierra

A las 17:10 salimos por la Puerta del Puente y comenzamos a subir hacia el centro un poco desorientados. Podríamos estar en cualquier ciudad. Los mellizos están cansados y la frecuencia con la que preguntan cuánto queda aumenta de una forma preocupante. Yo también me lo pregunto, pero por un tema de edad y de dignidad no puedo decirlo en voz alta. Contenedores. Edificios levantados en algún plan de vivienda. Una mujer con velo que se mete en un coche. El iPhone dice que estamos muy cerca, casi, pero la esperanza regresa cuando veo a un turista con una cámara en su tripa. ¡Tierra!. La muralla se edificó para separar el orden y el caos, la civilización y lo salvaje : ahora parece proteger al turismo de la crisis, que ronda sin detenerse.

9-El inglés que se quería cortar un brazo.

Un extranjero le señala contento al camarero las mangas cortas de su camiseta. Hace un gesto con la mano derecha como si se fuera a cortar el brazo izquierdo de lo alegre que está. Se le ve feliz con este sol. Después levanta el índice y lo mueve como si estuviera apretando un botón y se sienta a tomarse la jarra de cerveza que le acaban de servir. Todas las bebidas tienen una sombra brillante, hasta mi licor. El hombre de la cerveza parece alemán, lo que hace que me caiga mal (todavía tengo el último remate de Sergio Ramos en la cabeza), pero tan pronto le oigo hablar inglés, hago las paces con él y con todo el mundo en general (cosas del sol). Con casi todo el mundo.

10-Las monedas pesan el doble.

En la plaza de la Iglesia de San Pedro entramos en una tienda de chucherías a comprar la merienda. Todo vale : aquí los billetes son más gruesos, las monedas pesan el doble. Nos sentamos con nuestro botín en uno de los grandes bancos que hay en la plaza. Un grupo de quinceañeros tontea al lado. Un anciano le dice a otro “yo tengo que tener el corral como la patena”. Colocamos todas las bolsas de chucherías como si improvisáramos un puesto. Es lo último que vamos a hacer antes de volver a Madrid, así que nos lo tomamos con tranquilidad. Daniel propone una carrera, Lucía hace trampas. Yo me como un donut y un par de filipinos. Al fondo veo la fachada de San Pedro. Debería darme un paseo por dentro, pero el edificio lleva ahí desde 1100 y esta tarde no vuelve. Soy una mierda de turista.

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