Guía intransferible de Ávila :
1-El plato que no está en el menú
Por diez minutos, no llegamos al
desayuno del hotel. Es un hotel en el que puedes elegir entre nueve tipos de
almohadas : Planet, Polipluma, Suprema, Bonrepo, Plumas, Latex, Duna, Nube y
Mare. Con esa oferta y dos niños de ocho años, es normal que te retrases un
poco. Ponemos cara de pena, pero el camarero niega con la cabeza muy despacio.
Nada que hacer. Terminamos en la zona de la barra, donde nos juntamos los
rechazados. Ahí nos espera El Mundo, con un artículo de Jabois (que honro
dejando caer unas gotas de aceite de mi barra de pan), y una camarera que se
convierte en una madre que responde que sí, que ella le trae un cuenco de
cereales a Daniel a pesar de que no esté incluido en el desayuno. Con esos ojos
verdes, Daniel va a conseguir de las mujeres esos platos especiales que no
aparecen en el menú. Lo pienso, pero no lo digo. Lo envidio, pero tampoco lo
digo.
2-El milagro de San Segundo
Hoy se celebra el día de San
Segundo, el patrón de la ciudad y el de mucha gente, aunque no lo sepa. Un
experto en coaching les habría dicho algo a sus padres por el tema del nombre.
Alguien cansado de tanto coaching pensaría que tal vez lo del nombre hasta le haya
venido bien : tiene una ciudad que le dedica un día al año a honrarlo.
A mí me cae bien desde ya mismo. Gracias
a él podemos aparcar en zona verde y azul sin pagar, lo que aprovechamos. Como
milagro, no sé si superará al de San Isidro.
3-La precisión del tren turístico.
Quizás el mejor en el que hemos
subido : las explicaciones coinciden exactamente con lo que estamos viendo,
algo que no suele suceder y que provoca cierto desconcierto en otras visitas.
Al terminar, el conductor se ofrece a hacernos una foto. No sale muy centrada,
pero no le puedo reprochar nada a alguien
que ha llevado el tren por calles por las que no podrías pasar con las
manos en los bolsillos.
4-Menú degustación
Todos los restaurantes ofrecen
diferentes tipos de menú degustación, que es una manera educada de advertirte que, por ese precio, te van a servir patatas, judías, y sopa en recipientes
pequeños, la carne fina, el vino en frasca y el helado de los niños va a ser un
cono servido en un plato sin ninguna indicación sobre su marca. Si por ese precio esperabas algo más, deberías haberte quedado en casa.
5-El primer cómic
En el Mausoleo de la Basílica de
San Vicente me encuentro con la historia del martirio de los tres hermanos. “La
organización narrativa dispuesta de tal manera que es considerado el primer
antecedente de las viñetas de los cómics del siglo XX”. Los detalles de la
tortura y de cómo les acaban aplastando las cabezas a Vicente,Sabina y
Cristeta, sus dos hermanas, bajo una gran piedra, son explícitos. Como mi fe es
igual a esa bola de comida que, ya sin sabor, conservas en la mejilla, sin
saber si escupirla o tragarla, vuelvo atrás en la historia en vez de buscar el
final : ese instante en el que las dos hermanas van a buscar a Vicente, en manos de los romanos, para huir. Pienso en su miedo, en los caminos que eligieron, en
la decisión de permanecer juntos sabiendo cuál era el final si les cogían. A
los mellizos les he explicado algo del estilo de la basílica, pero los alejo
del mausoleo.
6-Los abulenses
Un amigo me aconseja que me ande con ojo “Cuidado con los abulenses, que lo mismo que los manchegos son
marcianos disfrazados. Allí os pasan el escáner…esas miradas de arriba hacia
abajo, con vuelta de boomerang, que intimidan y desnudan”.
7-La supervivencia de los hidalgos
Ayer recorrimos una parte, la más
pequeña de la muralla, y hoy, entrando por la Puerta de Carniceros, vemos la segunda. Es un
buen paseo cuando tienes ocho años y cada vez que te paras repites, como para
darte cuenta de la suerte que tienes, que es la segunda más grande del mundo :
con esa frase desaparece el cansancio, subes a todas las almenas y todavía te
quedan fuerzas para leer toda la información que te encuentras. Los adultos se
limitan a hacer fotografías y se pierden datos importantes. A saber : que
los judíos aportaron el hierro y los aparejos; que los campesinos limpiaban los
fosos y conseguían la piedra, la cal y la arena; que los mudéjares se ocupaban
de la albañilería; que el pueblo llano realizaba la vigilancia de las almenas; que,
en fin, los hidalgos, como no estaba bien visto que trabajaran con las manos,
hacían la ronda por el adarve.
8-Tierra
A las 17:10 salimos por la Puerta
del Puente y comenzamos a subir hacia el centro un poco desorientados.
Podríamos estar en cualquier ciudad. Los mellizos están cansados y la
frecuencia con la que preguntan cuánto queda aumenta de una forma preocupante.
Yo también me lo pregunto, pero por un tema de edad y de dignidad no puedo
decirlo en voz alta. Contenedores. Edificios levantados en algún plan de
vivienda. Una mujer con velo que se mete en un coche. El iPhone dice que
estamos muy cerca, casi, pero la esperanza regresa cuando veo a un turista con
una cámara en su tripa. ¡Tierra!. La muralla se edificó para separar el orden y
el caos, la civilización y lo salvaje : ahora parece proteger al turismo de la
crisis, que ronda sin detenerse.
9-El inglés que se quería cortar un brazo.
Un extranjero le señala contento al
camarero las mangas cortas de su camiseta. Hace un gesto con la mano derecha como
si se fuera a cortar el brazo izquierdo de lo alegre que está. Se le ve feliz
con este sol. Después levanta el índice y lo mueve como si estuviera apretando
un botón y se sienta a tomarse la jarra de cerveza que le acaban de servir.
Todas las bebidas tienen una sombra brillante, hasta mi licor. El hombre de la
cerveza parece alemán, lo que hace que me caiga mal (todavía tengo el último
remate de Sergio Ramos en la cabeza), pero tan pronto le oigo hablar inglés,
hago las paces con él y con todo el mundo en general (cosas del sol). Con casi
todo el mundo.
10-Las monedas pesan el doble.
En la plaza de la Iglesia de San
Pedro entramos en una tienda de chucherías a comprar la merienda. Todo vale :
aquí los billetes son más gruesos, las monedas pesan el doble. Nos sentamos con
nuestro botín en uno de los grandes bancos que hay en la plaza. Un grupo de
quinceañeros tontea al lado. Un anciano le dice a otro “yo tengo que tener el
corral como la patena”. Colocamos todas las bolsas de chucherías como si improvisáramos
un puesto. Es lo último que vamos a hacer antes de volver a Madrid, así que nos lo
tomamos con tranquilidad. Daniel propone una carrera, Lucía hace trampas. Yo me como
un donut y un par de filipinos. Al fondo veo la fachada de San Pedro. Debería
darme un paseo por dentro, pero el edificio lleva ahí desde 1100 y esta tarde
no vuelve. Soy una mierda de turista.
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