sábado, 28 de febrero de 2015

El irrelevante recuerdo de un viaje



El irrelevante recuerdo de un viaje : Es fácil llevarse bien con el resto de la familia cuando ellos son más de blanco y de moscato en el postre y tú de tinto. Todavía más fácil si, sea del vino que sea, las copas siempre están llenas. Es sencillísimo, en fin, que la celebración, no importa cuál, funcione si la curiosidad sigue estando detrás de las nuevas etiquetas que se ven en la mesa.

Vamos dejando los corchos en una esquina de la mesa del salón. Como lo importante ya se cuenta en el día a día, ahora se habla de temas absurdos, de esos que, como las chucherías a por las que vienen los niños a la mesa, están ricos pero no alimentan. Un programa de televisión. Un restaurante. El recuerdo de un viaje.

Cualquiera puede coger el sacacorchos y abrir una botella sin preguntar. Se vuelven a servir las copas como se alimenta un fuego cuando la casa ya está caldeada, por el placer de verlo. Un artículo comprado en una tienda de chinos. Una aplicación estúpida para el móvil. Una serie. También se celebra que no exista un único tema que por su gravedad exija nuestra atención y podamos tirar de retales.

Los niños van terminando lo que hay en las bandejas hasta que solo queda un solitario sándwich, la señal para que se apaguen las luces y el anfitrión y cocinero venga con la tarta de crepes. Para saber la edad solo hay que contar las velas. Para comprobar que, como era de esperar, todo ha ido bien, basta con contar los corchos que hemos ido acumulando. 

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