martes, 28 de abril de 2015

El último de los barcos en alejarse



El último de los barcos en alejarse : Los del bar de enfrente salen a fumar afuera, junto a unos toneles con ceniceros. Fuman como si echaran caladas de aire puro. Es normal. En los alrededores los olores son bastante fuertes y desagradables, debido a lo cerca que estamos de la Gran Vía. Cada vez que respiro siento cómo en la parte superior de los pulmones aumenta una capa negra como la que tengo sobre la cabeza. Todo el camino desde la salida del metro hasta aquí va ofreciendo distintos hedores, por lo que bastaría la nariz para traerme a esta mesa, con el cortado y el periódico.

Afortunadamente, de vez en cuando hay una excepción, como esta mañana, y de la pescadería de la plaza, la que solo expone cajas de langostinos congelados, sale un golpe de olor a pescado que, con un poco de imaginación, es capaz de llevarme a alguna lonja. Es el momento de frenar y disimular con el móvil para aprovechar ese atajo al norte, a mares sin fondo, a gaviotas de gritos afilados y a pequeños barcos alejándose mecidos por la confianza de los que los llevan. Si encima hablaran con acento gallego ya sería la hostia.  

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