sábado, 6 de junio de 2015

El único cliente de la peluquería



El único cliente de la peluquería : A las diez de la mañana soy el único cliente de la peluquería. Me atiende el peluquero que se dedica a los hombres mientras las tres peluqueras que he visto al entrar hablan entre ellas. Entonces empieza a sonar “Losing my religión” en el hilo musical y una de ellas empieza a cantarla entera. Tiene buena voz. Quiero girarme para ver cuál de las tres es, pero mi peluquero me obliga a tener la cabeza fija para poder trabajar con precisión, como si estuviera puliendo una pieza de fórmula uno que fuera a pasar la prueba del túnel del viento. Estoy por decirle que ya vale, que por mí ya está bien, que al fin y al cabo se trata solo de pasar la maquinilla al dos, que lo que quiero es darme la vuelta antes de que Michael Stipe llegue al último “But that was just a dream, try, cry, why, try / That was just a dream, just a dream, just a dream / Dream”. No es posible. Mi peluquero quiere alinearme las patillas y no deja de ver algún que otro pelo que hay que ajustar con decisivos cortes con la tijera. Es una canción que no he querido traducir por temor a que la letra no esté a la altura de la música o del título. Me conformo con alguna que otra frase y cuando mi cerebro va a unirlas para mostrarme el significado completo bajo el canal de la voz y subo los demás. “That was a dream”, canta la peluquera. ¿Pero cuál? ¿La que lleva su gordura con un punto de chulería canalla? ¿La del tatuaje en el cuello? ¿La del pelo corto y ojos verdes?. Repaso los bordes del espejo, pero ninguna de las tres se refleja. Michael Stipe se acerca al final y sé que me voy a quedar sin saberlo. La peluquera canta como si estuviese sola, recordando un momento en el que sonaba la canción de fondo. Las demás callan. Todos callamos. “Just a dream / Dream”. Por la tarde, en el cumpleaños, con la mesa llena de cuencos con aperitivos, se habla de temas intrascendentes. Los niños prefieren el de las bolas con forma de balón de fútbol. Estoy a punto de contar lo de la peluquera, pero tendría que explicar muchas cosas para no llegar a ningún sitio. Ojalá supiera cómo hacerlo para tenerlos ahí sentados, con la peluquera cantando a sus espaldas, con el deseo de girarse. 

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