jueves, 5 de noviembre de 2015

La habitación que no reservaré



La habitación que no reservaré: Uno de mis posibles recorridos por Madrid  se basa en aquellos lugares que me gustaría disfrutar. Una pastelería con grandes palmeras de chocolate junto a la que paso y en la que me digo que tengo que entrar un día que me despierte sin conciencia. Una librería francesa en la que ya está disponible lo que llegará traducido en unos meses. Una pastelería, una librería. Y un restaurante con las paredes blancas y una carta de vinos con la que puedes dar la vuelta al mundo, una joyería en la que los precios están escritos en una pequeña etiqueta atada a lo expuesto en un escaparate en el que el silencio brilla, una charcutería especializada en diferentes tipos de mortadelas, una tienda en la que las bicicletas parecen pulidas por la velocidad, una sastrería con los maniquíes listos para acudir a una recepción en La Zarzuela.

Hoy añado el Hotel Atlántico cuando lo veo elegantemente iluminado por la noche. Me gustaría pasar una noche en una de sus habitaciones, me digo, aunque sé que no haré nada por cumplir el deseo, igual que no entraré ni en esa pastelería, ni en la librería, ni en el restaurante, ni en la joyería, ni en la charcutería, ni en la tienda de bicicletas, ni en la sastrería por temor a no encontrarme ahí con la experiencia que me imagino.    

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