lunes, 2 de noviembre de 2015

Once porciones idénticas



Once porciones idénticas: A la chica que me atiende le digo que sí a todo lo que me propone añadirle al café. Tiene que durarme dos horas en esa mesa que está libre. Nata. Canela. Extra de leche. Asiento sin dudarlo y pago por esa taza que casi tengo que llevar con las dos manos, como si fuera una ofrenda a una diosa griega, un importe que se acerca a los tres euros. Poca cosa si se tiene en cuenta que cuanto más tiempo esté ahí, más barato será el minuto.

Los cumpleaños ya no son lo que eran. De celebraciones multitudinarias en las que se seguían encontrando niños días después de terminadas, a estas reuniones selectas entre amigos elegidos que se agotan pronto porque el nivel de diversión depende de la cantidad de invitados. Sé que cuando vuelva ya le habrán entregado el regalo al homenajeado y un camarero estará retirando los platos con las pizzas y los perritos calientes fríos mientras algún padre, por lástima, se comerá un trozo de tarta para que no acabe en la basura.

Coloco el café en el centro de la mesa, bien a la vista, como el ticket de la hora, y enciendo el Kindle para pasar dos horas con Carver dándole un sorbo al café entre cuento y cuento. Lo estiro todo lo que puedo y cuando llega la hora de marcharse lo apuro. Me habría pedido algo para acompañarlo, pero ése que, ahora, se está comiendo una porción de tarta, soy yo.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario