miércoles, 5 de noviembre de 2014

El hámster que quiso cerrar su propia historia



El hámster que quiso cerrar su propia historia: Veo a Bernie tumbado sobre el algodón, fuera de la zona en la que se ocultaba para dormir. No hace falta que lo golpee con un lápiz para saber que esa inmovilidad es definitiva, pero aun así quiero comprobarlo antes de abrir la jaula. Encontrarse con la muerte, aunque sea a esta pequeña escala, impone, como ver por primera vez el mar a través de la rendija vertical de dos rascacielos. En este momento me doy cuenta de que ya la esperaba. A su manera, Bernie la ha ido narrando. Dejó de subirse a la rueda por las noches. Apenas recorría los tubos de plástico. Prefería quedarse en la parte de abajo. Tardaba mucho más tiempo en terminarse las barras de cereales y era normal que siempre quedara algo en ellas. El bote de agua duraba más. A esto se añade que en los últimos días no parecía prestar mucha atención a lo que pasaba fuera de su jaula. Y esta noche, por fin, el último capítulo, en el que lo imagino trasladando el algodón de donde dormía, debajo de la plataforma en la que estaba el agua, a esa parte en la que sabía que iba a ser más visible, como asegurándose de que lo supiéramos cuanto antes y el inevitable epílogo no se extendiera demasiado.

Cuando lo saco me sorprende la rigidez. Pienso entonces en esas piezas que los alfareros van trabajando con sus manos y que responden a cualquier presión de las manos, por pequeña que sea.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario