sábado, 15 de noviembre de 2014

Una hucha que dilapidar



Una hucha que dilapidar : A la estética le va lo dulce. Solo hace falta abrir la caja de galletas y mirar cómo están dispuestos los diferentes tipos, cada uno en su envoltorio de papel. Antes de que Daniel coja una de ellas, le digo que tiene que esperar a que les haga unas cuantas fotos. Primero comen los ojos. Después, cuando en la caja ya no quede ninguna galleta, vendrán las palabras, que contarán que Daniel eligió la caja por el dibujo de los árboles que tenía.  


Entre un momento y otro, nos iremos comiendo las galletas a cualquier hora. En la caja no hay instrucciones de uso, así que haremos como nos apetezca. Bastará con acercarse por la cocina, abrir la tapa y coger una. Es el acto opuesto al de dejar una moneda en una hucha para los malos momentos, privándonos del placer presente para garantizar la seguridad en el futuro. ¡Qué coño de seguridad!. Vaciaremos esta hucha galleta a galleta, invirtiendo lo sacado justo en ese presente en el que, sin salir de la cocina, ya nos hemos metido la galleta en la boca y la estamos disfrutando. Y esa sonrisa de complicidad si al sonido de la tapa al abrirse se asoma el otro a la cocina. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario