viernes, 28 de agosto de 2015

El compinche gris




El compinche gris : Este gato callejero es bueno. Deja que los niños lo acaricien y cuando los adulos nos agachamos juntando el índice, el pulgar y el corazón, para llamarlo, finge que no sabe que no le ofrecemos nada y se acerca. Se mueve despacio por el jardín, como si no quisiera reconocerlo del todo y darse cuenta de lo pequeño que es. Tampoco le importa que pronuncies mal su nombre, que, partiendo de Amis, admite una gran cantidad de variaciones: no es purista.

Tiene la suerte de que su enemigo, el que quizás le haya provocado la herida en el cuello, sea de color gris, tan distinto a la combinación de marrón claro y blanco que presenta él. Es un gris malo. Y basta verlo ahora, asomando la cabeza por la esquina, atraído por el olor de la cena, para que el más pequeño de la casa le grite “ato, fuera” y éste salga huyendo. Cada pocos minutos le repetimos el “ato, fuera”, mientras se va poniendo la mesa en el jardín.

Nos asomamos para comprobar que el gato malo no está por ahí. Confiados, nos sentamos a la mesa. Al lado está la de los niños, en donde Amis está ahora subido comiéndose las salchichas de la cena. Su paciente estrategia ha tenido premio: en vez de tirarlo, decidimos apartar el plato para que siga comiendo. No sé si dejará algunos trozos para que esta noche el gato gris reciba su premio por haber hecho tan bien su papel. 

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