domingo, 30 de marzo de 2014

El instinto del tenedor



El instinto del tenedor : En el restaurante “The knife”, Lucía abre la bolsa que se ha traído y saca los dos tenedores con los que está tricotando una pulsera a base de gomas. Puestos a elegir, yo preferiría hacer un puzzle de mil piezas con un paisaje nevado a ponerme con el reto de esa pulsera. Ella aprovecha cualquier momento para avanzar: por el esfuerzo que le está dedicando, esta pulsera debería pasar de generación en generación. Con su tranquilo movimiento de dedos con las gomas parece reprocharme que con un tenedor a mí solo se me ocurra buscar un sitio en el que clavarlo. ¿Pero qué otra cosa voy a hacer si delante tengo cuadril, entraña, vacío, y picana?. Con la boca llena, le digo que la pulsera está muy bien pero que aquí hay que dejar que el tenedor desarrolle sus instintos primarios. Aunque lo hayamos domesticado con manualidades, conviene recordarle de vez en cuando cuáles son sus orígenes por si se encontrara con un cuchillo salvaje como los que se usan aquí.

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