martes, 24 de junio de 2014

Una cena a cuatro manos



Una cena a cuatro manos : Hacemos la primera parte del viaje con una lluvia que el parabrisas aparta sin esfuerzo. Cada canción que escuchamos, cada coche que adelantamos, cada señal que vemos aparecer y desaparecer, nos van acercando a la playa porque la distancia no solo hay que medirla en kilómetros, sino en frases quedan por decir, en miradas al retrovisor pendientes, en canciones que esperan a ser oídas. Solo nos detenemos en una gasolinera poco después de que deje de llover. Junto al surtidor hay un grifo. Una vez que pago, me acerco a él y compruebo que está bien cerrado porque es posible que sea así, evitando que gotee, como asegure unos días sin más lluvia. En todo caso, qué más da. Poco después, cuando empieza a oscurecer, con el cielo despejado,  los mellizos se reparten los filetes empanados y se los van comiendo con las manos. Dicen que la experiencia de cenar así mientras el paisaje avanza es de diez.

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