jueves, 25 de diciembre de 2014

Bukowski, el gato sin nombre



Bukowski, el gato sin nombre : Una de las tareas de estas fiestas es encontrarles nombres a los dos gatos que se han traído para acabar con los ratones. Con el primero, de pelaje blanco y marrón, apenas hay problema y su nombre acude a él con la misma docilidad con la que él se acerca a nosotros para que lo acariciemos. Esa caricia lenta con la que uno acaricia muchas otras cosas a la vez. Amis, de amistad.

Al negro, esquivo, resulta difícil ponerle el collar de un nombre. Mantiene siempre la misma distancia y cuando nos aproximamos salta como si nuestras mullidas intenciones guardaran algo afilado. Evita ese exceso que traemos a una rutina que, tumbado en una parte alejada, parece bastarle. Su actitud es la misma del Bukowski de “Lo que más me gusta es rascarme los sobacos”, que terminé ayer.

“Entiéndeme, hay demasiadas cosas que suceden constantemente; incluso cuando estás inmóvil y sentado, suceden cosas. No se debe buscar nada, no se debe apreciar nada, las cosa suceden continuamente. Levantar un vaso de vino y beberlo, ya es mucho. Esta es la razón por la que no me gusta viajar por Europa, ver torres y esculturas. No lo necesito, todo sucede por sí solo. No necesito ir a algún sitio a ver cosas.” 

Están tan confiados con los gatos, que ya nadie se queja si la puerta de la despensa se queda abierta.

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