Diplomacia de tatami : Los combates infantiles se realizan de tres en tres,
con unos profesores que les obligan a inclinarse antes de cada combate y a
darse la mano cuando terminan. Más que luchar, parece que les dieran clases de
protocolo. Como solo se saben unas cuantas llaves, la mañana se pasa viendo
pequeñas variaciones del mismo ataque, en el que gana el que no deja de
insistir, con lo que aquí se premia, más que la técnica, la perseverancia. Pero
no se está mal con esta exhibición de violencia acolchada en la que una sola
gota de sangre detendría toda la demostración. Daniel gana sus dos primeros
combates y pierde el tercero con una chica con cinturón verde que le saca una
cabeza. “Antes de luchar me dijo que no quería competir conmigo”, me dice. Al
final parece que hay más medallas que judokas, con lo que tengo la esperanza de
que algún profesor se dé la vuelta y nos lance alguna a los padres que hemos asistido
a esta lucha sin filos.
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