La puntualidad de la orquídea : Si las charlas con Bernie, el hámster,
hubieran servido de algo (que no), es probable que con la orquídea hubiéramos
intentado algún tipo de diálogo. Que ella hubiera decidido qué sitio elegir :
si la mesa del salón, alejada de la luz pero segura; o la esquina junto a la
televisión, en el Finisterre del cuarto, donde llega una luz cargada de
vitaminas pero pegada a la puerta de la
terraza. Una existencia larga de reposo en hospital con flores en blanco y
negro o una exuberante y breve viendo cómo las flores van cayendo al ser
golpeadas por alguno de los mellizos al asomarse al balcón tras escuchar el
reclamo de un balón de fútbol golpeando una pared o una persecución entrelazada
de risas.
Hoy vuelvo a coger otra flor y tiro
de la cadena de la queja antes de que salga porque la decisión de ponerla donde
está fue nuestra. Ahí las flores no solo están visible, sino presentes,
rodeadas de una serie de conceptos que vuelan a su alrededor : que si la
fugacidad, que si la fragilidad, que si leches. Recojo la flor sin más,
pensando que en el tallo siguen girando las ruedas y que no hay que
ponerse tremendos, que la planta siempre está en hora y que ya volverá a marcar
el momento preciso para que las flores vuelvan a salir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario