miércoles, 2 de abril de 2014

Las reglas de la ironía




Las reglas de la ironía : Escribo un mensaje a mi hermano “Champions, qué pereza…” y como la ironía es ese filo por el que camina el sentido, me encuentro solo en el Bernabéu en el partido contra el Borussia. Pago con creces esta lección sobre la precisión del lenguaje porque me he acostumbrado a venir al campo acompañado: tener a alguien que me regañe por mandar mensajes, que se alegre por mí en los goles (sé que no conviene dejarse llevar por el entusiasmo porque en la Copa de Europa el valor de todo lo que pasa depende de llevarse la décima), que se saque un sándwich del bolsillo en el descanso, que escuche la radio para decirme cuando le pregunto que están hablando de cualquier cosa menos del partido, que comparta mis críticas al del puro, que también grite por mí los errores (sé que no conviene dejarse llevar por la rabia porque en la Copa de Europa el valor de todo lo que pasa depende de llevarse la décima), que gire la cara hacia mí tras alguno de mis comentarios irónicos sobre lo que pasa en el césped, que me describa la última receta que ha preparado en la escuela de cocina.

No dejo que nadie ocupe su sitio. Limpio las pipas que caen sobre él. El Madrid mete tres goles. Y un regreso en metro sin nadie con quien charlar.

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