viernes, 3 de febrero de 2012

La isla




La isla : Recojo a los enanos del colegio. Como el plan era que lo hiciera María, es ella la que tiene su merienda en el maletero. Eso es lo que les cuento a Lucia y a Daniel, ofreciéndoles a continuación la opción de ir a merendar juntos a una cafetería. Daniel acepta al momento. Lucía se lo piensa, con la suspicacia de un espía al que le van a tender una trampa. Tengo que insistir bastante para lograr que la espía se fíe de mí.

La chica que me atiende es nueva, lo que no me sorprende en esta realidad líquida que va desapareciendo. Daniel pide una caña de chocolate grande. Lucía, un croasán pequeño y una palmera de una bandeja. Como no debe estar acostumbrada a servir las palmeras de una en una, la tiene que pesar para calcular su precio. El viernes se detiene un momento y vuelve a recuperar su ritmo cuando me tiende un pequeño plato con el croasán y la palmera.

Daniel está enfrente de mí, comiéndose ya la caña de chocolate con las dos manos, que parecen más pequeñas. Lucía arranca un trozo de croasán y lo muerde con cuidado, como si dentro hubiera otra trampa.

En ese momento, echo el azúcar en el café y me fijo en él. Es el símbolo de la isla en la que ahora estamos los tres, esperando que María, que ya ha salido del trabajo, atraviese el puente que le tenderemos y se una a nosotros.

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