jueves, 4 de septiembre de 2014

Euforia italiana




Euforia italiana : Dos chicas se sientan delante de mí en el metro y comienzan a hablar en italiano. Me parece una gran forma de terminar el día. Son jóvenes y, viendo la bolsa de plástico que una de ellas deja en el suelo, parecen venir de comprar la cena en un supermercado. Conversan en voz alta, rápidamente, de un tema en el que las dos coinciden, lo que se nota en el tono: se hacen con el espacio.

A través de esa conversación, como por una ventana, me asomo a varios recuerdos de Italia. No me detengo en ellos. Prefiero dejarme llevar por una charla en la que no me esfuerzo por entender algo. No me importa. Como siempre que escucho hablar en italiano, se me renueva la convicción de que la forma en la que hablas de algo incide en cómo lo experimentas, como si la realidad, que nunca perdería su maleabilidad a lo largo del tiempo, necesitara de la palabra para trabajarla. Esa posibilidad de modificarlo todo, hasta el pasado, me provoca un optimismo, italiano, que no desaparece cuando las dos chicas se marchan.   

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