miércoles, 17 de septiembre de 2014

Naranja hospital



Naranja hospital : El cirujano se pasa por la habitación con ese humor del que sabe que le van a preparar su plato favorito para comer. Nada de lo que pueda ver hoy en su ronda parece capaz de quitarle la sonrisa. Mira el pie de mi madre, comenta algo sobre la trayectoria de los dos clavos que le han puesto, y nos asegura que será una recuperación muy corta. Cuando se queda callado permanece inmóvil un rato, mirándonos, como si las últimas palabras las dijeran su bata blanca, sus ojos tranquilos, las pequeñas arrugas en su frente, el escaso pelo corto de su cabeza. A mí me convence y a mi madre también.

En lo que esperamos que nos traigan los papeles me voy fijando en algunos detalles de la habitación mientras recogemos lo poco que hemos traído. Todo está dispuesto de la mejor manera con una función definida. Como en un texto, lo que no aporta, sobra y se ha eliminado. La televisión, por ejemplo, se muestra como un elemento necesario porque, con ella de fondo, han salido las conversaciones que merecen la pena, las que no se ven forzadas por el silencio.

Esta será, sobre todo, la habitación de los estores naranjas. Bastaba con ver cómo filtraban la luz por la mañana para tener la certeza de que durante el día las buenas noticias iban a ir pendientes de los hechos, pastoreándolos. Antes de que empezara a hablar, ya sabíamos qué iba a decir el cirujano.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario