martes, 16 de septiembre de 2014

Para llevar una buena vida



Para llevar una buena vida : Hace unas semanas, mientras esperaba en la peluquería, empecé a ojear un ejemplar antiguo del Rolling Stone en el que me encontré con un artículo sobre Philip Seymour Hoffman. Me gustó que, a pesar de hacer referencia a su muerte, incidiera sobre todo en su forma de hacer su trabajo, como si el periodista, antes de dejarse llevar por lo escabroso, se hubiera parado a pensar qué merecía la pena ser contado.

Había una frase que copié y envié por twitter : “La vida solo es buena si has hecho bien tu trabajo”. Me sorprendió el tiempo del verbo, como si en el presente no te diera nunca las pistas para saber si tu vida es buena o no, impidiéndote así valorarla. También me atrajo esa apuesta definitiva por el trabajo, austera, personal, como si la familia o la amistad adquirieran su verdadero valor como una recompensa en el caso de haber alcanzado ese éxito íntimo en el trabajo.

Unos días después estoy en una sala del cine casi solo. Las paredes están cubiertas por unas cortinas oscuras, en donde destacan unas lámparas alargadas que recuerdan a unas antorchas en una ceremonia. La película que veo es “El hombre más buscado”, donde Philip Seymour Hoffman coordina una pequeña célula antiterrorista alemana que trabaja en Hamburgo al margen de la ley. Su personaje se enfrenta, más que a los sospechosos a los que vigila, a otros cuerpos antiterroristas en donde no caben los matices.

Durante un rato trato de saltar del actor al personaje, como si la misma historia ofreciera información de los dos dependiendo de cómo se lea. Quiero ver a ese profesional que se esfuerza por ser un buen actor y al personaje que apenas puede confiar en nadie. Pero llega un momento, del que no soy consciente, a partir del cual los dos se unen. Y entonces me olvido de que estoy en el cine. 

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